martes, 15 de marzo de 2016

HISTORIA DE LOS TATUAJES


¿Estabas pensando en hacerte un tatuaje? Decorar tu cuerpo con un tatuaje puede agregar una historia personal a una historia que data más de 8000 años. Momias provenientes de todo el mundo son los principales testimonios de la universalidad de los tatuajes y nos demuestran que la práctica del tatuaje es tan antigua como la historia de la humanidad.

Una momia de la cultura Chinchorro del Perú preincaico llevaba un bigote tatuado. En 1991 encontraron a  Ötzi, "El Hombre de Hielo", el cuerpo humano con piel más antiguo que se ha encontrado, un cadáver momificado de un cazador del Neolítico, que vivió hace más de 5300 años, con 61 tatuajes en su cuerpo. La momia de Amunet, una sacerdotisa del imperio medio egipcio llevaba tatuajes en el vientre que se creen eran símbolos de fertilidad. En el Antiguo Egipto eran sobre todo las mujeres quienes se tatuaban y tenían funciones protectoras y mágicas.

Los antiguos Escitas también tenían la costumbre de tatuarse el cuerpo. Momias encontradas en Siberia muestran diversas partes del cuerpo con tatuajes de animales míticos. Herodoto escribió en 450 A.C que entre los Escitas y los Tracios los tatuajes eran una marca de nobleza y no tenerlos significaba que eran de un bajo nivel social.

Los Bretones también se marcaban para simbolizar su status social con formas de animales. Otra tribu que tenía una costumbre similar fueron los Pictos, a quienes los romanos los llamaron así justamente porque esa palabra latina significa pintados o tatuados. Los legionarios romanos que entraban en contacto con las tribus bárbaras al norte del muro de Adriano también empezaron a imitar a sus rivales tatuándose el cuerpo. Con la llegada de la cristiandad esta práctica cayó en desuso ya que el emperador Constantino los prohibió decretando que los tatuajes “desfiguraban aquello que estaba hecho a imagen de Dios.”

Durante el Imperio Romano estas modificaciones en la piel tenían como objetivo marcar o señalar a los criminales, por lo que también existe una larga tradición de tatuar a personas contra su voluntad, para mantener un registro de esclavos, y también para desalentar las fugas y deserciones y por supuesto también para que les sirva de escarnio social. Los tatuajes se llamaban “Stigmata” (palabra de la cual deriva el vocablo contemporáneo estigma).

En Japón los tatuajes se usaban también para marcar a delincuentes a fin de estigmatizarlos socialmente y obligarlos a llevar la vergüenza consigo. Debido a esto, los delincuentes marcados por tatuajes vergonzosos comenzaron a cubrírselos con tatuajes más elaborados inspirados en personajes de su mitología y así nace la famosa Yakuza, una “mafia” japonesa que se distingue por tener tatuajes en casi todo el cuerpo y cuyos tatuajes además de cubrir sus delitos, simbolizaban lealtad dentro de la banda.

Olive Oatman, nacida en Illinois en 1837 es considerada la primera mujer occidental tatuada, sin embargo su tatuaje fue contra su voluntad. La tribu de los Tolkepayas la raptó y le tatuaron unas rayas negras en el mentón como parte de un ritual. Al ser liberada varios años después se hizo muy famosa por su historia y su tatuaje facial.

Uno de los tatuajes involuntarios más infame fue el número de identidad que tatuaban los nazis en los brazos de los prisioneros judíos en los campos de concentración. Primo Levi, un sobreviviente del holocausto, tomó la costumbre de llevar siempre mangas cortas para que todos vieran su tatuaje y recordaran el crimen que lo originó. También muchos descendientes tomaron la costumbre de tatuarse el número de sus parientes como un homenaje.

Es difícil rastrear su origen a un lugar único ya que aparecen testimonios de esta práctica ancestral en centenares de culturas. Lo que sí sabemos, es que la palabra que usamos hoy para llamarlos viene del vocablo Tatau, una palabra polinesia usada en Tahití, donde desembarcó en 1769 el navegante inglés John Cook y encontró a una población que llevaba el cuerpo cubierto de tatuajes.  De hecho, fue en la Polinesia donde el tatuaje tenía una de las tradiciones más amplias. Más allá de lo estético, el tatuaje daba jerarquía y propiciaba el respeto comunal a quien los llevaba en su piel: cuanto más tatuado estaba alguien, más respeto se le debía (seguro en esto influía también el hecho de que los métodos de tatuar eran muy dolorosos, por lo que quien llevaba muchos tatuajes debía haber soportado mucho dolor). Los Maoris utilizaban el tatuaje para la batalla. Los dibujos que llevaban en la piel y principalmente en el rostro contribuían a su famosa estrategia de asustar a sus enemigos. Sus tatuajes elaborados o “moko” significaban su status, rango, linaje y sus habilidades. Cada tatuaje era único y era como una forma de identificación personal.  Curiosamente las mujeres se tatuaban alrededor de sus bocas y mentones, argumentando que esos tatuajes evitaban que su piel se arrugase y las mantenía más jóvenes en su apariencia.

Los relatos de John Cook extendieron el uso de la palabra tatuaje, pero en Europa los tatuajes ya eran de uso habitual desde mucho antes de los relatos de Cook. Incluso en épocas de las cruzadas, los cruzados se tatuaban una cruz en el pecho, para recibir cristiana sepultura en caso de morir en batalla.
Parece la última moda, y sin embargo, no lo es, ya durante la era victoriana, existía una moda de tatuarse en la alta sociedad británica. Muy a la usanza de la época, lo hacían en sitios no visibles y los guardaban como secretos. Incluso en su época se rumoreaba que la reina Victoria tenía un pequeño tatuaje de un tigre peleando con una pitón en un lugar íntimo. Una serpiente rodeaba la muñeca de la madre de Winston Churchill. Al contrario de la usanza de la época, ella, siendo una mujer de carácter muy fuerte y rebelde, decidió hacerse el tatuaje en un lugar muy visible como muestra de su subversión a la rígida sociedad de su época.

A principios de siglo XIX hasta Alfonso XIII viajaba a Gran Bretaña para hacerse tatuajes. Don Juan, papá del rey Juan Carlos, llevaba tatuados dos dragones marinos en sus antebrazos recuerdo de su paso como guardiamarina en la Escuela Naval de la Real Isla de San Fernando. Otros monarcas también lucieron tatuajes, como el rey Eduardo VII de Inglaterra que se tatuó durante un viaje a Tierra Santa, una cruz de Jerusalén. El rey Federico IX de Dinamarca, el Kaiser Guillermo II, el rey Alejandro de Yugoslavia, incluso el zar Nicolás II de Rusia, todos tenían tatuajes, muchos de ellos elaborados con sus escudos de armas o la corona de la familia Real.

Entre los marineros, los tatuajes eran una especie de recuerdo de sus aventuras. Al cruzar el atlántico se tatuaban un ancla, al viajar al sur del ecuador se tatuaban una tortuga. Los mineros y otras personas expuestas a riesgos por sus trabajos tomaron la costumbre de tatuarse motivos religiosos como una especie de amuleto.
La máquina que se usa hoy en día para tatuar fue inventada y patentada por Samuel O’Reilly en 1891, basándose en una máquina que había diseñado Thomas Edison en 1876. Al inventar su máquina este se dio cuenta que tenía que probarla y se tatuó en el brazo cinco puntos simulando un dado.

En la actualidad, el tatuaje esta aceptado socialmente y se ha extendido considerablemente entre toda la población, de tal forma que ahora encontrar a alguien que no tiene uno. Si bien hoy en día es más una moda con fines estéticos y de expresión personal los tatuajes siguen teniendo un rol importante en la cultura.

Los hombres han tatuado sus cuerpos durante miles de años. Estos diseños permanentes que a veces eran simples y otras muy elaborados, han servido como amuletos, símbolos de estatus, declaraciones de amor, símbolo de religiosidad y creencias personales, adornos, símbolos de rebeldía y hasta formas de castigo


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