El escritor y premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, como peruano de buena cepa, siempre ha sido un gran admirador de la gastronomía peruana, en especial de la comida típica arequipeña. La gastronomía de su Arequipa natal, siempre ha despertado recuerdos de infancia y como buen cocinero de letras, ha sabido incluirla en su libro de memorias “El pez en el agua”. Al narrar su regreso al Perú tras vivir los primeros 10 años de su vida en Cochabamba, el autor dice: “Mis primeros recuerdos personales de Arequipa son de ese viaje, que tuvo lugar en 1940. Había un Congreso Eucarístico y mi mamá y mi abuela me trajeron consigo. Nos alojamos donde el tío Eduardo García(…). Vivía solo, cuidado por su ama de llaves, la señora Inocencia, que puso bajo mis ojos, por primera vez, un chupe de camarones rojizo y candente, manjar supremo de la cocina arequipeña, que luego sería mi plato preferido. Pero esa primera vez, no. Me asustaron las retorcidas pinzas de esos crustáceos del río Majes y hasta parece que lloré.”
Además de disfrutar enormemente de la gastronomía arequipeña, Vargas Llosa se declara un admirador del afamado chef peruano Gastón Acurio, a quien le dedicó en marzo del 2009 un hermoso artículo para el diario “El Comercio”, titulado: “El Sueño del Chef”. En este delicioso relato, condimentado con lo mejor de la prosa de este gran autor, Vargas Llosa narra la historia del chef y el gran impulso que ha tenido en años recientes la gastronomía peruana.
En este narra como el joven Acurio sorprendió a su familia al abandonar la carrera de derecho en la Complutense para seguir su pasión por la cocina, abriendo su primer restaurante en Perú, “Astrid y Gastón”, junto a su esposa Astrid en 1994, al cual le siguieron varios restaurantes y cadenas tanto en Perú como en el extranjero. Según el autor, “En estos restaurantes la tradicional comida peruana es el punto de partida pero no de llegada: ha sido depurada y enriquecida con toques personales que la sutilizan y adaptan a las exigencias de la vida moderna, a las circunstancias y oportunidades de la actualidad, sin traicionar sus orígenes pero, también, sin renunciar por ello a la invención y a la renovación.”
El autor destaca no sólo lo exitosa que fue su apuesta por los sabores genuinos de la cocina popular peruana, sino también como supieron dignificar y promoverla local e internacionalmente, afirmando: “Su hazaña es social y cultural. Nadie ha hecho tanto como él para que el mundo vaya descubriendo que el Perú, un país que tiene tantas carencias y limitaciones, goza de una de las cocinas más variadas, inventivas y refinadas del mundo, que puede competir sin complejos con las más afamadas, como la china y la francesa. (¿A qué se debe este fenómeno? Yo creo que a la larga tradición autoritaria del Perú: la cocina era uno de los pocos quehaceres en que los peruanos podían dar rienda suelta a su creatividad y libertad sin riesgo alguno).”
Vargas Llosa también destaca el asombroso despegue que tuvo la gastronomía peruana y el papel que jugó Acurio en este fenómeno: “Si alguien me hubiera dicho hace algunos años que un día iba a ver organizarse en el extranjero “viajes turísticos gastronómicos” al Perú, no lo hubiera creído. Pero ha ocurrido y sospecho que los chupes de camarones, los piqueos, la causa, las pachamancas, los cebiches, el lomito saltado, el ají de gallina, los picarones, el suspiro a la limeña, etcétera, traen ahora al país tantos turistas como los palacios coloniales y prehispánicos del Cusco y las piedras de Machu Picchu. La casa-laboratorio que tiene Gastón Acurio en Barranco, donde explora, investiga, fantasea y discute nuevos proyectos con sus colaboradores, ha adquirido un renombre mítico y la vienen a visitar chefs y críticos de medio mundo. (…) Gracias a Gastón Acurio los peruanos han aprendido a apreciar en todo lo que vale la riqueza gastronómica de su tierra.”
Ante semejante halago, evidentemente el chef Acurio no podía quedarse atrás y decidió devolver las gentiles palabras del Nobel de la manera en la que acostumbran hacerlo los grandes cocineros: bautizando un plato en su honor. “Huevos de Don Mario al Jugo”, fue el nombre que eligió el chef para el suculento plato que ideó su amigo Mario Vargas Llosa y que ya figura en el Menú de su restaurante Tanta.
En una entrevista, el Nobel expuso entusiasmado: “Todos los sábados después de caminar voy al Tanta y pido un plato que he inventado yo. Son unos huevos que parecen a la ranchera pero no los son. Son los huevos sobre pan campesino con la salsa del lomito saltado. Es un manjar”.
Mario Vargas Llosa ha sido capaz de emocionarnos con sus palabras y crear mundos maravillosos y personajes entrañables. Y desde que recibió el Premio Nobel de Literatura 2010, ha inspirado a todo el Perú, y por supuesto también ¡hasta a los cocineros!
No sólo Acurio le ha rendido homenaje. El dueño de la cebichería peruana “Mi Barrunto”, César Augusto Sánchez, bautizó a nuevos platos de su menú con el título de obras y personajes de este gran escritor peruano. Así, “Pantaleón y las visitadoras” se convirtió en un arroz a la chiclayana con mariscos, a base de culantro, zapallo loche y cerveza negra, los colores del uniforme militar del capitán Pantaleón Pantoja, acompañado de conchas negras que representan a las visitadoras. El plato “La casa verde” consiste en un seco de congrio en salsa de culantro y “La fiesta del chivo”, en un pez espada a la parrilla. Otras dos obras del Nobel, “Travesuras de la niña mala” y “Los cuadernos de don Rigoberto”, sirvieron para inspirar cocteles.
No es de extrañar, que las obras de Mario Vargas Llosa, un clásico vivo de la literatura hispanoamericana y todo un ícono del Perú, tan arraigadas ya en la cultura peruana, se integren también a su deliciosa gastronomía.