“¡Sos ideeentica a tu madre!” Esta
temida frase puede salir de la boca de alguna tía amorosa a son de piropo (por
más de que no lo tomes como uno) o de la boca de tu marido no tan amoroso en
plena pelea y a son de insulto (porque sabe bien que nos ofende de sobremanera).
Por más que amemos a nuestras madres –
con todos sus defectos y virtudes- desde muy temprana edad, la mayoría de las
niñas JURAMOS por la blonda cabellera de nuestras Barbies, que JAMAS seremos
iguales a nuestras madres.
Pero la herencia materna es algo fuerte,
misterioso e inevitable. De ella nadie se salva. Irremediablemente terminamos
viéndonos calcadas a nuestras progenitoras, ante nuestro mismo asombro y
resignación. De nuestras madres heredamos mucho más de lo que queremos
admitir….
En honor a nuestras madres en sus días,
hoy las recordamos haciendo un elenco de todos los defectos y virtudes que
heredamos de ellas.
EL
ARTE DEL PLAGUEO: ¡Claro que es un arte! Lo triste es
que recién nos damos cuenta de ello cuando empezamos a practicarlo. Plaguearse
es como improvisar monólogos, es como gritarle a la vida sus verdades. Hay
mucho histrionismo y mucho drama en ellos. Hasta podría decirse que se trata de
un arte escénico. Yo le daría un Oscar a mi madre por sus plagueos encadenados.
Toda nuestra infancia juramos y rejuramos que no seremos plagueonas como
nuestras madres, pero ni bien nos convertimos en madres se nos activa, como una
especie de don de lenguas, el chip del plagueo encadenado:“hacetutareaapagalatelequesetevanaponercuadradoslosojosnojueguesconeliPadqueteidiotizaytenesqueestudiarporqueosinovasasalirburracomotutíafulgenciaquelapobrecitaseaplazótantasvecesquetuvieronquecrearungradonegativodondemeterlaynoteolvidesderepasarmatematicasqueheredastemiinhabilidadparalosnumerosqueyoherededetuabuelaqueeratanburracomolatiafulgenciay!ay!caraj…..pip…pip…piplesdijemilvecesquerecojansusjuguetesqueestacasapareceunbazaardelmercadonilosrefugiadosafganosvivenensemejantecaosesquecomoluegovanasalirordenadassisonigualitasasupadrequenoescapaznideguardarlatoallaensulugar!!!!”
En un solo lamento se abordan continuadamente todos los problemas domésticos.
Díganme si no hace falta ingenio para lograr esto. ¡Es toda una obra de arte!
LAS
VISITAS TELEFÓNICAS: Edison inventó el teléfono para
transportar el sonido. Pero nuestras madres nos enseñaron que puede transportar
mucho más que palabras. Para ellas hablar por teléfono es como
teletransportarse. Es que sus llamadas duran lo que una visita, y abarcan el
mismo contenido. En las 4 horas que duran sus conversaciones con sus amigas
toman el té, meriendan, chismean, se elogian, lloran, ríen, desnudan su alma, le
masacran al desgraciado de turno….es prácticamente como si se estuvieran visitando
sin salir de sus casas.
SENTIRNOS
ORGULLOSA DE SER DIFERENTE: La fruta nunca cae lejos del árbol.
Cada set de madre e hija es diferente y único y sentimos que todas aquellas
diferencias que nos caracterizan son especiales y fantásticas. En mi caso
nuestro origen vegetal es sin lugar a dudas la de una fruta exótica, estamos entre
una lychee y una carambola. Si hubiera una fruta rayada, seríamos esa. Mi madre
y yo somos maniáticas, excéntricas y anormales por donde se nos mire, porque en
realidad, no existiría peor castigo en la tierra para nosotras que despertar un
día y ser totalmente normales. ¡TIEEEMBLO! Porque junto a nuestras peculiaridades
hemos heredado la facultad de verlas como un don y de sentirnos absolutamente orgullosas
de ellas. El aceptar nuestra diferencia
me hizo más fácil en la vida aceptar las diferencias ajenas y sobretodo amar a
la gente diferente. En un mundo tan variopinto como el nuestro, créanme que es
un don ver la belleza en la gente distinta.
FIDELIDAD
A TU PELUQUERÍA: Estoy segura que en todas sus
familias, la fidelidad a la peluquería es sacrosanta. No sé porqué las madres
van desarrollando una fidelidad férrea por su peluquería. Podemos cambiar de
gustos, de pareja, de amigas, de casa, de trabajo… pero de peluquero ¡JAMAS!
Tiene que ocurrir algo verdaderamente grave para que vayamos a caer en manos
desconocidas. No hay nada mejor que ya conozcan tus gustos, complejos y manías.
No tener que dar explicaciones y luchar para que te interpreten. Simplemente
sentarte, como en la barra del bar de la esquina, y pedir: “lo de siempre”.
TENER
AMIGAS ES SANO: Cuando nuestras madres se reúnen con
sus amigas del alma, dejan de ser nuestras madres. En ellas se produce una
regresión al pasado, ríen y se relajan por completo. Todas nuestras madres
tienen amigas que ellas eligieron por que las complementan y las comprenden. En
mi caso, en el universo paralelo de nuestra anormalidad, mi madre me enseñó que
no sólo era importante tener amigas, sino que tener amigas locas nos mantiene
cuerdas. Con ella aprendí a rodearme de amigas y amigos locos. Gente
divinamente loca, parafraseando a Kerouac: locos por vivir, locos por hablar,
deseosos de todo al mismo tiempo, que nunca bostezan o dicen cosas comunes….
Como diría mi tía Maru: ¡Gente como uno! Puedo decir que el grupo de amigos de
mi madre, es un LUJO. Mujeres que admiro tanto por ser auténticas, sinceras, compañeras,
divertidas, curiosas, diferentes, alegres y jóvenes de espíritu. Ellas han sido
mi ejemplo para aprender a rodearme de amigas así. Ellas son quienes me
mantienen cuerda cuando todo parece desmoronarse.
SER
MANIÁTICA: Las manías se heredan. No hay vuelta que dar.
A veces se heredan y se multiplican. Si bien no siempre tenemos las mismas
manías, siempre terminamos siendo maniáticas a nuestra manera y con nuestros
temas. En mi caso, mi madre es maniática con los horarios y el orden, yo por mi
parte soy maniática con la ropa y la comida. La sencillez no es un rasgo
familiar. Nos gusta ser diferente y sobre todo ser complicadas. Cada día
aparecen nuevas manías que me sorprenden hasta a mí misma. ¿Jeans que dan dentera?
CHECK. ¿Odiar las milanesas pero amar las milanesitas? CHECK. Como dije…. La
fruta no cae lejos del árbol.
NUESTROS
SECRETOS DE BELLEZA: Todas nuestras madres tienen un
secreto de belleza que tarde o temprano terminamos incorporando a nuestra
rutina. Ya sea la crema para las hemorroides para tapar las ojeras genéticas, o
la mascarilla nocturna que nos deja impresentables a partir de cierta hora. Lo
que pasa es que no sólo heredamos las manías y costumbres, obviamente heredamos
también los defectos familiares: las caderas anchas, las arrugas precoces, la
propensidad a la celulitis, las infames
canas prematuras. Obviamente cuando vemos que tenemos las mismas infames pecas
que nuestras pecosas madres empezamos a embadurnarnos de jugo de limón hasta
parecer una limonada con patas, tal y como lo hacían ellas.
NUESTRO
ORDEN O DESORDEN: Yo estoy firmemente convencida de que
el orden y el desorden se heredan. Esto no es una herencia propiamente dicha,
sino más bien un aprendizaje. Con el ejemplo nuestras madres nos transmiten
todos sus defectos y virtudes. Quieran admitirlo o no, siempre terminamos
imitándolas. Si son unas despatarradas obviamente seremos el triple de
despatarradas. Si son ordenadas y organizadas, tarde o temprano, terminaremos
siéndolo también nosotras.
EL TALENTO PARA GENERAR SENTIMIENTO DE CULPA: Esto parece que es algo que todas las madres vamos desarrollando a medida que crecen nuestros hijos. Llegamos a ser verdaderas PHD en esta ciencia, al punto que ya ni necesitamos esforzarnos en persuadir a nuestros hijos para que hagan lo que nosotros queremos. Simplemente se aplica un "está bien (pausa laaaarga)... como vos digas (suspiro, suspiro)" expresado con cara de martir y voz de sufrida y ya está todo solucionado. Que pucha! Maquiavelo queda hecho un bebé de pecho frente a nuestras madres a la hora de emplear el sentimiento de culpa para ganar sus batallas!
SENTIR
NOSTALGIA POR EL PASADO: Todas nuestras madres son nuestra ventanita
al pasado. Quien no se ha deleitado escuchando como su madre hablaba de lo que
ocurría y se usaba “en su época”. Todo parece glorificado cuando se trata de
sus épocas y no de la nuestra. Se ponen nostálgicas hablando de tías abuelas
finadas que había sido eran aún más maniáticas y locas que nuestras viejas.
Nuestras madres nos enseñan sobre nuestras raíces, ellas ponen el nombre a
aquellos rostros que ignoramos del álbum familiar, nos cuentan anécdotas e
historias de nuestros antepasados y nos hacen darnos cuenta de que poder
disfrutar de nuestros recuerdos es como volver a vivir nuestra vida.