Con la misma dedicación con la que nosotras nos encargamos de preparar con nuestras madres y suegras el menú, las flores y la decoración del gran día, nuestras amigas ponen manos a la obra para preparar la antítesis de todo lo que elegimos y soñamos para nuestra boda.
Si nosotras elegimos un vestido etéreo y reeegio diseñado por Flor Soerensen capaz de hacernos sentir, al menos por una noche en nuestras vidas, que rivalizamos en elegancia con la misma Rania de Jordania; ellas se encargan de crear un engendro de vestido de novia denigrante destinado únicamente a HUMILLARNOS públicamente. Te maquillarán con labios de payasa con rouge de larga duración, te pondrán un mosquitero en la cabeza y alguna peluca despeinada, escribirán alguna frasecita subida de tono en tu frente con marcador permanente, te harán llevar un ramo hecho con consoladores y pepinos y te harán lucir alguna aberración confeccionada con lencería, trapos viejos y las prendas más valles que encuentren en su camino. No dudes que tus amigas saldrán divinas, con algún tulsito tierno o tiaras de princesa a modo de comparsa sexy que acompaña a la Reina Moma.
Si nosotras elegimos un menú gourmet con los platos más deliciosos y bellamente presentados ellas se encargan de conseguir (solo Dios sabe donde) chocolates con forma de pene, tortas con forma de tetas y todo un surtido de pepinos y cuantos vegetales fálicos encuentran en el súper. Alguna ingeniosa se quedará sin pulmones inflando preservativos a modo de globos decorativos que luego alguna desgraciada añadirá a tu atuendo.
Luego se encargan de proveer la “diversión”, que por supuesto no es un trío de cuerdas ni la orquesta del momento, sino el stripper más groncho que encuentran en plaza. A pesar de que les rogaste de rodillas que lo único que no querías en tu despedida era un show de strippers (como toda novia recatada y respetable intenta hacer), tus amigas (a quienes los preparativos previos las tienen incendiadas con una especie de fiebre descontrolada) ni locas se privarán del espectáculo. Acto seguido te dirán que solo van a tomar unos traguitos y divertirse entre amigas. Los “traguitos” evidentemente serán 10 shots de tequila destinados a dejarte indefensa para cuando aparezca el gorila peludo en tanga y con el cuerpo aceitado que probablemente llegue a la puerta disfrazado de bombero, o en el peor de los casos de zorro gris.
Y cuando ya te encontrás totalmente humillada, disfrazada de la novia de Frankenstein, borraaascha, con un pepino gigante en cada mano y un pesoca valle y burdo sacudiéndote el paquete en la cara, tus adorables amigas empiezan a sacarte fotos mientras rezás mentalmente mil rosarios para que no se le ocurra a ninguna desubicada subirlas al Facebook y taguearte.
Para rematar te sacan a humillarte públicamente por todos los locales más regios de la noche asuncena y vos estás tan ebria que te olvidás que parecés un travesti disfrazado de novia y te seguís creyendo divina pensando que todos se ríen contigo, cuando en realidad todos se están riendo DE vos. Lo más patético es que a esas alturas tus amigas ya no tienen que esmerarse para seguir humillándote ya que estás tan jugada que te abochornás solita haciendo vuelta estrella enfrente a Sky, bailando La Macarena enfrente a Bambudha, meneándote “hasta abajo” enfrente a Coyote solo para terminar desmayada en la fuente de Kandi con un hilo de baba chorreando de tu boca. Con un poco de suerte al día siguiente no recordarás nada del triste espectáculo que hiciste la noche anterior. Pero lo más probable es que la paz no durará mucho. A la tardecita empezará a sonar tu celular y una a una, tus amigas maquiavélicas empezarán a refrescarte la memoria con flashes informativos y cada patético instante de tu despedida de soltera volverá a tu mente hasta dejarte catatónica por el espanto.
Pero en el caso de los novios, el ritual es aún peor… es un auténtico tsunami de chabacanería en la cual “el hombre de nuestra vida” y todos los orangutanes de sus amigos sacan a relucir aquel gen latente de australopitecos que les quedó remanente en el ADN. Parece que este gen, se activa, y con fuerza, en el día de su despedida. Como nunca he estado presente en una despedida de soltero, no puedo opinar sobre lo que ocurre “detrás de las bambalinas”. Pero más de una noche me he topado con un hombre semiinconsciente, subido a la carrocería de una camioneta, exhibiendo tristemente mucho más de lo que quisiéramos ver, acompañado de un ejército de neandertales eufóricos y desenfrenados, muchas veces más ebrios que el novio y otras tantas con el mismo traje de Adán que lleva el novio. Lo que nunca olvidaré (y crean que he tratado muchas veces de borrar la escena de mi cabeza) es la vez que una camioneta que llevaba a una comparsa nudista de hombres borrachos, quedó parada enfrente a Coyote, y todos tuvieron que bajarse a empujar la camioneta como Dios los trajo al mundo. El resultado simplemente: PA-TE-TI-CO!