Toda chica de 16 años sabe que el debut no tiene nada que ver con presentarse en sociedad. Ella tiene bien clarito que es sólo un pretexto para pegarse la farra de su vida. Además tiene clarísimo que jamás cambiaría su fiesta de debut por un viaje. ¡Más vale ser el centro de atención por una noche, que ir a un lugar extraño donde nadie te conoce! Pero eso sí, debe asegurarse de ser el centro de atención por glamorosa y no por estrepitosa. La línea que separa a una debutante de una debutonta es muy delgada, y terminar del lado equivocado de la franja puede marcarla de por vida.
Yo fui, como ya se imaginarán, una debutante regia. La finesa me obliga a ser solidaria y compartir mis amplios conocimientos en la materia para evitar que muchas de ustedes pasen de aspirantes debutantes a patéticas debutontas. ¡Chicas de 16, tomen nota con sus bolígrafos de purpurina y aprendan!
Empecemos por lo básico. Para poder lucirse esa gran noche es esencial dominar el arte de caminar con tacones altos. Esto, convengamos de entrada, no es tarea fácil, pues la transición directa de los Nike a los stilettos requiere de total destreza. No pequen por confiadas, que toda mujer sabe que los tacos son más traicioneros que los hombres. Una digna debutante tendrá el buen tino de practicar frente al espejo las horas necesarias hasta lograr una caminata de pasarela. Solo entonces podrá pasar a la segunda etapa de su training: la escalera. Bajar la escalera del Cente es uno de los momentos más importantes de la fiesta y hacerlo con gracia, montada en unos zancos y con un vestido de cola es todo un desafío. Toda debutante sabe que ella no baja las escaleras…. Ella HACE UNA ENTRADA TRIUNFAL. Como la debutonta de seguro se montó a los tacos sin práctica previa hará su entrada en sociedad caminando como una egipcia con chuchos, con los brazos rígidos a cada lado para mantener el equilibrio y las piernas temblando como si estuviera caminando sobre tatapyi ari jehasa. Tampoco bajará las escaleras…. ella rodará por ella, quedando marcada de por vida no sólo por los moretones sino también por la humillación.
El ítem esencial de toda debutante es su impecable vestido blanco. Una digna debutante tendrá la madurez suficiente como para seguir los consejos de su madre (recuerden que ellas saben más por diablas que por viejas) optando por un modelo sencillo y acorde a su edad. La debutonta, tras haberle hecho pasar las de Caín a su madre, hará caso omiso a todos sus consejo, optando ya sea por verse overá-pomposa o ñembo matadora en su gran noche. Yo se que muchas de ustedes con el romanticismo latente de su reciente infancia, aún sueñan con las princesas de Disney. Anoten chicas: ¡Superen su infancia y que ni se les ocurra ir disfrazada de la bella durmiente, con vestido con miriñaque inmenso, sucesión de volados, caireles y tiara! De paso díganle también no al nefasto poliéster, que ningún vestido puede ser digno con un género inflamable.
Una digna debutante también debe tener en cuenta que los accesorios son fundamentales. Y no me refiero a los accesorios básicos como las joyas, guantes y zapatos, sino a los accesorios complementarios de su look: sus chambelanes. Toda digna debutante debe asegurarse de ir MUY bien acompañada a su presentación en sociedad. Para elegir el chambelán apropiado, tiene que hacer una lista de los 15 chicos más churros de Asunción, y no cesar hasta embretar a uno de ellos. La debutonta será tan necia que delegará la tarea a alguna amiga o familiar, terminando probablemente con un “ya da ya” (al menos tiene auto) o, en el peor de los casos, el peor es nada (léase: nerd del colegio, primo salvatore, o hermanito menor de alguna amiga). Ahora chicas, anoten Y SUBRAYEN. Jamás de los jamases, ni nunca de los nuncases deleguen la tarea de la selección del chambelán a sus madres. Lo más probable es que le ensoquetará al candidato detestable hijo de su mejor amiga, a quien ustedes no pueden ver ni en figurita.
Muchas de ustedes habrán estudiado ballet y como alumnas de esta disciplina sabrán que toda danza requiere práctica, y el vals no es la excepción. No crean que porque se pasaron toda su infancia viendo bailar a la bella y la bestia ya lo tienen memorizado. Toda digna debutante no sólo habrá tomado clases previas, sino también se habrá asegurado de hacerle un curso express tanto al pata dura de su padre como al torpe de su chambelán para destacarse en la pista de baile. La debutonta por confiada se destacará, pero no por su gracia y sutileza, sino por el vals de robot que terminará haciendo en la pista.
Terminado el vals, la fiesta continua, y una digna debutante sabe que debe mantenerse regia hasta el final. Nada de pasarse de raya con el champagne, o terminarán pasando de la sofisticación y compostura de una digna debutante al descontrol cachaquero de una burda debutonta.
Bueno mis queridas. Espero que hayan tomado nota y que se destaquen por todos las razones apropiadas en su gran noche. ¡No sea que por debutontas terminen arrepintiéndose de no haber elegido el viaje!