Estamos en la época de las fiestas, cuando las familias se reúnen en torno de la mesa para compartir, recordar y celebrar. Debido a esto he decidido, por esta ocasión, escribir mi columna con un tono mucho más personal que de costumbre.
Para pasar una noche perfecta hace falta bien poco: un buen vino, familia, recuerdos y poesía. Como escenario: una cocina cálida que acoge a la sobremesa. Mi italianísimo zío Luciano recitando, con tal emoción que apenas retiene las lágrimas en los ojos, “Rerum Natura” de Tito Lucrecio Caro y “Carmina” de Horacio. Deteniéndose en las palabras para saborearlas como las últimas exquisiteces que nos ofrecía la sencilla mesa de la Nonna María.
“¡Oh Taliarco!, ¿no ves cómo la cima del Soratte blanquea con la nieve, las selvas agobiadas apenas resisten el peso de la escarcha, y los ríos detienen su curso encadenados por el hielo riguroso?
Defiéndete del frío echando en el hogar leña en abundancia, y llena alegremente las copas del vino de cuatro años que guarda el ánfora sabina. Lo demás déjalo al arbitrio de los dioses que, en cuanto amansen la furia de los vientos que encrespan las hinchadas olas, dejarán de combatir a los viejos olmos y altos cipreses.
Huye de inquirir lo que será del mañana, aprovecha bien los días que te concede el destino, y no desprecies las danzas y los tiernos amores; pues eres joven, y la tardía vejez aún no se atreve a marchitar tu lozano verdor.
Ahora debes frecuentar el campo de Marte, las plazas públicas y los gratos coloquios nocturnos que te llaman a la hora señalada. Ven a gozar la risa hechicera que descubre a tu amante escondida en su retiro silencioso, y a quitarle las joyas de sus brazos y el anillo del dedo que resiste suavemente tu intención.” (CARMINA I, 9)
Unos versos tan apropiados para acompañar a la escena que curiosamente podía ser perfectamente descrita en el texto. Los montes lejanos, el frio exterior que se contrapone al calido hogar, el vino versado y el llamado de un hombre anciano a disfrutar el presente.
Como siempre la poesía lleva a la reflexión más allá de sus versos... sigue un elogio al latín y a los autores clásicos por poder, con tan pocas palabras, englobar tanto. Frases de cuatro palabras que contenían mundos de sabiduría y que para traducirlas al inglés, al español, al italiano o al francés, se requerían agregar 6 vocablos más.
Luego mi tío Luciano me mira y me confiesa: "como arquitecto siempre fui un creativo, y te puedo asegurar que nada de lo que hice está libre de los legados clásicos. Hay que leer a los clásicos. Son los padres de todo lo que vino después. ¡De todo!" Y como metáfora agrega, mirándome fijamente y con autoridad: "tu sai Valeria....uno non legge soltanto a Shakespeare... La c'é la VITA!" (Sabes Valeria, uno no lee solamente a Shakespeare. ¡En sus páginas está la vida!) Cuanta sabiduría y cuanta belleza de palabras y pensamientos.
La conversación de los autores clásicos y poetas nos conduce a Marguerite Youcenar y como en sus "Memorias de Adriano" no sólo escribió sobre los romanos sino que captó su esencia escribiendo con su misma magia. Mi tío Luciano va a la biblioteca y trae a la cocina un pequeño texto: “Los 33 Nombres de Dios de la Youcenar”. Lo lee en voz alta y nos sobrecoge dejándonos a todos en silencio meditando por unos instantes.
“1. Mar de mañana/ 2. Ruido de la fuente, en las rocas sobre las lajas de piedra/ 3. Viento del mar, la noche en una isla/ 4. Abeja/ 5. Vuelo triangular de los cisnes/ 6. Cordero recién nacido, carnero hermoso, oveja/ 7. El suave morro de la vaca, el morro salvaje del toro/ 8. El morro paciente del buey/ 9. El fuego rojo en el hogar/ 10. El camello cojo, que atravesó la gran ciudad atascada camino a su muerte/ 11. La hierba, el olor a hierba/ 12. (silencio)* ** * * */ 13. La buena tierra, la arena y la ceniza/ 14. La garza que esperó toda la noche, casi helada, y que al fin apacigua su hambre al alba/ 15. El pequeño pez que agoniza, en la garganta de la garza/ 16. La mano que se pone en contacto con las cosas/ 17. La piel, por toda la superficie del cuerpo/ 18. La mirada, y aquello que mira/ 19. Las nueve puertas de la percepción/ 20. El torso humano/ 21. El sonido de una viola o de una flauta indígena/ 22. Un sorbo de bebida, fría o caliente/ 23. El pan/ 24. Las flores que brotan de la tierra en primavera/ 25. Tener sueño en una cama/ 26. Un ciego que canta, y un niño enfermo/ 27. Caballo que corre en libertad/ 28. La mujer-de-los-perros/ 29. Los camellos que se abrevan, con sus pequeños, en el arduo guad/ 30. Sol naciente sobre un lago aun helado a medias/ 31. El silencioso relámpago, el rayo estrepitoso/ 32. El silencio entre dos amigos/ 33. La voz que viene del este, entra por la oreja derecha y enseña un canto.”
Yo en ese momento pensé en tomarme la licencia de agregarle al elenco como nombre N°34 lo siguiente: Una cocina con poesía.
Estoy segura que en algún lugar de esa cocina estaba un ángel que nos sonreía mientras saboreaba sus propios versos latinos....
Al volver a casa la reflexión continúa. (Es así la poesía, como sabrán los que la leen habitualmente, su efecto perdura un largo tiempo en el alma) Pienso en como mi papá y sus hermanos estudiaban griego y latín en el colegio, prácticamente se criaron conociendo los textos clásicos... sobrevivieron a una de las guerras más nefastas de la historia y lograron dejarla atrás... seguir adelante y seguir leyendo y aprendiendo y consumiendo vorazmente arte, libros, cultura durante toda su vida. Hoy ellos-los que quedan de esta generación- son un tesoro, llenos de sabiduría y cultura y prestos a compartirla.
Más allá de la poesía compartida en familia, de lo hermoso que es cuando ya sea la poesía, el dialogo o los recuerdos, entrelazan los corazones, uniendo generaciones al revivir momentos y compartir experiencias, pienso en qué lindo es cultivarse en vida.
Como meta de fin de año les propongo lo siguiente: ¡Cultivémonos! Dediquémosle menos tiempo a la pavada y compartamos más con nuestros viejitos, leamos más poesía, leamos buenos libros, vayamos al teatro, visitemos muestras y museos, asistamos a conciertos, pintemos, escribamos, dibujemos, cantemos, recitemos.... ¡Seamos arte!
Piensen en el futuro. Imagínense llegar a viejos tan vacíos teniendo en sus acervos solo las horas perdidas jugando Candy Crush y viendo “Bailando por un sueño”. Qué triste que sería limitarse a transmitirle a sus nietos en la sobremesa el relato de la final de “Yingo”.