Las mujeres tendemos a querer compararnos con todo el mundo.
Somos naturalmente competitivas y por lo general – por más de que aleguemos
tener “envidia sana”- nuestra envidia no suele ser ni un poco sana, está
infectada de toxoplasmosis y hepatitis A, B, C y D.
Por mis breves pero no siempre desacertados análisis he
comprobado que las redes sociales han contribuido enormemente a llevarnos a comparar
nuestras vidas con la aparentemente fantástica vida de los demás y llevarnos al
borde de un ataque de “envidia malsana”. Si entre tus amistades de Facebook
tenés a asíduas viajeras, cuerachonas infernales y amistades plenipotenciarias
y amigas con parejas generosas de seguro me comprenderás cuando digo que las
redes sociales pueden ser verdaderos
instrumentos de tortura psicológica.
Justo cuando decidiste quedarte a sufrir todo enero porque
reventaste todas tus tarjetas con las malditas promos del año pasado, todo el
país sale de al mismo tiempo de vacaciones y vos te quedás aparentemente sola y
abandonada en la ciudad a sufrir sus posteos en internet de cuanto resort
caribeño, playa rapai o fiesta en Punta exista. Tripadvisor parece haberse
apoderado de tus notificaciones e inclementemente, cada posteo aumenta tu nivel
de miserabilidad ante tus frustradas vacaciones.
Justo cuando tu pareja se volvió a olvidar del día de los
enamorados, tu tía abuela Pepita - que acaba de descubrir instagram gracias a
sus nietos- postea las 50 rosas rojas que le regaló el tío abuelo Chacho por
San Valentín. Y vos no tenés ni siquiera una rosa barata de esquina para
postear (y seguro si la tuvieras tampoco la postearías). Luego controlás tu
facebook y al abrir las notificaciones te sentís bombardeada y abofeteada por
la invasión de frases cursis, declaraciones trilladas, aaaalta falsedad y
aaaltos niveles de clichés románticos. Desde ositos de peluche, pasando por
bombones, desayunos, cupcakes, pasacalles, desayunos en la cama y uno o dos
regalos originales que si bien te hacen recuperar la fe en la humanidad,
también te hacen sentir más miserable, porque a tu novio no se le ocurrió ni
siquiera un cliché y menos aún le da el coco para la originalidad. Y peor aún
cuando este día te encuentra soltera y te das cuenta que tus amigas tienen marido,
novio, pretendientes, amantes y hasta admiradores invisibles, o al menos gatos
y perros rescatados que las aman y vos no tenés ni siquiera un pescadito a
quien darle tu cariño, ni un perro que te ladre, ni un gato que te maúlle….
¡Qué pucha! Vos estás tan sola y desanimada, que ni si quiera tenés un macho
imaginario para fantasear. ¡Obviamente a estas alturas ya le estarás haciendo
payé a Mark Zukerberg para que colapse Facebook y pierda toda la fortuna que
amasó amargándote la vida en el día de los enamorados, en las vacaciones, y en
todas las situaciones que te tocó compararte con tus amistades de Facebook y
sentirte una acabada, sola, fea, incomprendida, pobre, aburrida, con menos vida social que una monja de
claustro y menos glamour que un ataja cartera.
Mujeres sufridas del mundo. ¡Paren de sufrir y pónganse a
pensar! Les pregunto: ¿Ustedes acaso postean sus peleas, su casa desordenada o
se hacen selfies cuando les salen choclos en la cara? ¡Obvio que no! Hay que
ser una mentecata para hacer eso. Es que las redes sociales no son la vida
real, son versiones idealizadas de nuestras vidas, que podemos editar a
voluntad, eliminando con una app las arruguitas, editando con photoshop nuestra
churita, posteando solamente aquellas cosas lindas que nos pasan y dejando de
lado las cosas feas que también nos pasan a todas las personas del planeta. No
existen vidas perfectas, por más de que las redes sociales nos lleven a creer
lo contrario.
Dejen de compararse con Fulanita que tiene un auto nuevo;
con Zutanita tu amiga mantenida que no hace nada en la vida más que viajar y
disfrutar de los regalos que le hace su marido; con Menganita que hace yoga,
crossfit, y toascosas medita, rescata animales y es linda por dentro por fuera
y hasta su proyección astral trascendental es perfecta. Dejen de sufrir
envidiando vidas ajenas y concéntrense en ustedes mismas. Dejen de comparar y
querer imitar. Nunca van a ser perfectas como Menganita. Les aseguro que ella
no solo NO es perfecta, sino que tampoco se siente perfecta. Pero si pueden
tratar de mejorar sus imperfecciones, o al menos aprender a vivir con ellas.
Quiéranse y disfruten su vida, cada minuto de ella, traten de encontrar algo
lindo y bueno hasta en lo feo y en lo malo. Aprendan por sobre todo a no querer
ser como nadie. Para ser felices, ustedes no tienen que querer ser como otra persona, simplemente
tienen que intentar ser cada día la mejor versión de ustedes mismas. Y no me refiero a la versión fantasiosa de su
vida editada que suben a sus redes sociales. Si no a la mejor versión de
ustedes en la vida real, con todas sus locuras, imperfecciones y defectos.
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