En la cultura
tradicional de la indumentaria femenina, el mantón de Manila se asocia a la
mujer andaluza, a la manola madrileña, a las sevillanas y por supuesto al
flamenco. Pero mucho antes de ser un accesorio de cantaoras y bailarinas de
flamenco, fue una pieza de indumentaria cotidiana. Aún hoy en día las mujeres
españolas lo suelen llevar en fiestas tradicionales, corridas de toros y
procesiones, y su uso subsiste como accesorio de abrigo en todo el mundo, pues
es ideal para llevarlo sobre vestidos de gala para las noches más frescas.
El mantón de manila se
integra al guardarropa español hacia el siglo XVI, cuando las mujeres andaluzas
empiezan a lucirlo en las calles. Los barcos españoles que regresaban de
oriente cargados de mercadería oriental, acostumbraban parar para abastecerse
en Manila, la capital de la entonces colonia española de Filipinas. Los
primeros mantones llegaron a bordo de estos barcos provenientes de Manila por
lo que popularmente empezaron a conocerse en España como “mantones de Manila”.
Los galeones españoles partían regularmente de Manila con destino a Sevilla y
Veracruz, y con cada viaje aumentaban los pedidos de estos coloridos chales
tanto en España como en México.
Una de la causa de su
popularidad en España fue la prohibición, por parte de los reyes Católicos en
1492, del uso de los velos, como una manera para erradicar las tradiciones
moriscas. Las moras adoptaron entonces a estos bellos mantones orientales para
cubrir su cabeza y rostro y rápidamente se hicieron populares entre las mujeres
de Granada, Sevilla y Córdoba. Quienes lo llevaban eran conocidas como
“tapadas”.
Originalmente, los
bordados de los mantones reflejaban la fauna y flora china con Crisantemos,
bambúes, dragones y aves originarias de sus tierras. Como la demanda española
se hizo tan grande, los fabricantes de estos chales accedieron a alterar los
motivos de sus bordados, cambiando los crisantemos por grandes rosas y
claveles, e incluyendo a aves menos exóticas. Por siglos fueron hechos en seda
natural, y mucho más tarde se utilizó seda artificial, lo que permitió aumentar
su formato. Los primeros mantones no tenían flecos, esto fue una incorporación
posterior española. La colocación de flecos o “flecado”, elemento heredado de
los árabes, se realizaba también con hilo de seda y con la técnica del macramé
o crochet. Los colores tradicionales son negro, blanco, marfil y rojo, pero
existe una enorme variedad de colores disponibles. Los modelos clásicos son los
“cigarreros” inmortalizados en “Carmen” de Bizet, con grandes rosas y claveles
bordados en colores vibrantes y los “macetones” que incluyen ramas de bambú y
ramos de flores. Otro modelo tradicional es el “Isabelino” que tiene los bordes
bordados con flores y el centro vacío. Cada flor bordada en los mantones tenía
un significado. Las violetas significaban pureza, las margaritas impaciencia,
las rosas secreto y los girasoles lealtad.
Los mantones se
hicieron inmensamente populares en España durante el siglo XIX, y sustituyeron
al tradicional chal y a las pañoletas. Su colorido y ligereza causó furor en
Sevilla y Madrid, y su uso se extendió a todos los países iberoamericanos y
luego incluso a los Estados Unidos y demás países europeos. Hacia fines del
siglo XIX e inicios del siglo XX estaban de moda en toda Europa y los mantones
vivieron una era de oro.
Con el tiempo los
mantones empezaron a fabricarse en España, y se establecieron numerosos
talleres en Sevilla, donde bordadoras locales aumentaron notablemente la
cantidad de motivos y modelos disponibles.
Con los años, las
bailaoras de flamenco lo toman prestado de la indumentaria cotidiana y lo
integran a sus bailes, donde se mantienen vigentes hasta nuestros días. Muchas grandes bailaoras y cantoras de
flamenco como Pastora Imperio, La Niña de los Peines, La Macarrona y Matilde
Coral, acostumbraban lucirlo en sus espectáculos. Es que sus largos flecos y
coloridos agregan un gran impacto a los movimientos de la bailaora, dejando una
especie de estela de seda que sigue sus movimientos de brazos. Su uso sin
embargo es muy complicado, por lo que solo las bailaoras con más experiencia
logran integrarlo a sus bailes de manera que funcione como si fuera una
extensión de sus cuerpos. En nuestros días grandes bailaoras como Blanca del
Rey, Belén Maya y María Pagés lo lucen habitualmente sobre el escenario.
Nos despedimos ahora
con este párrafo del escritor canario
Benito Pérez Galdós, quien en su novela “Fortunata y Jacinta”, describe al
mantón de Manila mejor que nadie:
"(Ayún)... es el ingenio bordador de los
pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el
poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados
con pájaros. A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y
característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al
mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran
señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La
industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón,
salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo
de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las
muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se
va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto. Lo saca de
las arcas en las grandes épocas de la vida, en los bautizos y en las bodas,
como se da al viento un himno de alegría en el cual hay una estrofa para la
patria. El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño; no
lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares; es como la
leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente
comprensible y refractario a los cambios de la moda."
1 comentario:
Gracias por compartir esta historia maravillosa del Mantón de Manila. Un mantón acompañó a mis abuelos desde España y aún se conserva en la familia como uno de sus tesoros más preciados.
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