En el 2002
Jack McCollough y Lázaro Hernández fundaron la línea de prendas femeninas y
accesorios Proenza Schouler. El dúo se conoció en la escuela de Diseño Parsons
donde ambos estudiaban diseño de indumentaria y al poco tiempo formaron una
pareja de vida y laboral. Dio la coincidencia que ambos terminaran sentados uno
al lado del otro en el primer día de clases y desde entonces, se convirtieron
en un dúo inseparable. Trabajando juntos en su tesis, crearon la primera
colección de lo que se convertiría en la marca Proenza Schouler. El nombre de
la marca es un homenaje a las madres de los diseñadores. Proenza es el apellido
de la madre de Hernández y Schouler es el de la madre de McCollough.
La
colección de la tesis estaba tan bien lograda, que fue comprada en su totalidad
por los afamados almacenes de lujo Barneys New York. Esto es algo absolutamente
insólito y que se ha convertido en una especie de leyenda de la moda que
constituye el sueño de todo joven diseñador, el ver su primera colección
comprada en la totalidad. Fue algo tan extraño que ni siquiera se lo habían
imaginado. De hecho, ambos ni siquiera planeaban mantener la marca al salir de
la facultad, más bien tenían en mente buscar un empleo como diseñador en alguna
casa de moda. Pero el destino tenía otros planes para ellos: el de convertirlos
en un dúo de leyenda.
A los dos
años de fundada la marca, los diseñadores fueron premiados con el primer premio
CFDA Vogue Fashion Fund. Tres años después, recibieron el premio CFDA de
diseñadores del año en indumentaria femenina. En el 2011 fueron galardonados
nuevamente con el mismo premio.
En el 2008
lanzaron su primera colección de calzados, confeccionados en Italia por la
prestigiosa firma Giuseppe Zanoti. Ese mismo año lanzaron su primera colección
de carteras. Hoy, a 12 años de su fundación, la marca se vende en más de 100
boutiques de lujo en todo el mundo entre las que se encuentran boutiques
propias y multi marcas como Barneys, Bergdorf Goodman, Harvey Nichols, Colette
y Joyce.
Como suele
suceder en los dúos, los diseñadores están totalmente compenetrados, al punto
de que completan las frases del otro. Todo el proceso creativo, desde la
concepción de la colección, hasta la puesta en tienda, está minuciosamente
supervisado por ambos. Ellos deciden juntos hasta el tamaño de un botón que van
a usar en una camisa, y como ambos se proclaman perfeccionistas, cada decisión
se hace con absoluta cautela; sobre todo, porque para resolver algo tienen que
estar ambos de acuerdo. Por este motivo su proceso creativo se sustenta
fuertemente en el dialogo, ya que cada idea es fundamentada, charlada y
mejorada en conjunto.
Obviamente
el mezclar lo afectivo y lo laboral suele ser muy difícil, lo que les llevó en
el 2007 a tomar la decisión de continuar juntos pero viviendo en departamentos
separados: McCollough en el West Village y Hernández en Chelsea. Para ellos
esta decisión fue muy difícil, pero necesaria para poder seguir trabajando
juntos y mantener la pareja pero también sus espacios propios.
Sus prendas
se caracterizan por un clasicismo europeo acompañado de una sensibilidad muy
contemporánea y una conciencia muy americana de la comodidad que las mujeres
buscan a la hora de vestir. No es de extrañar que sus prendas se convirtieran
prácticamente en el uniforme de las chic neoyorquinas. Otras decisiones
difíciles pero necesarias fueron las de rechazar a todas las grandes casas de
moda que les han pedido para que diseñen sus colecciones como Directores Creativos.
Su CEO y íntima amiga Shirley Cook les instó a que las rechazaran, sabiendo que
la sobrecarga de trabajo los volvería locos y obviamente para no restar fuerzas
en su gran proyecto de convertir a Proenza Schouler en una gran casa de moda.
Entre sus clientas
habituales se encuentran Chloé Sevigny, la agente fotográfica Jen Brill, y
socialites como Lauren Santo Domingo y su CEO y amiga Shirley Cook.
En cuanto a
su inspiración, cuando se iniciaron en el mundo del diseño, la preocupación de
todos los diseñadores era la de deconstruir las prendas. Pero esto nunca les
interesó. Ellos estaban más interesados en la construcción, apoyándose
fuertemente en referentes como Dior y Balenciaga, con un eje direccional en la
sastrería, en el corte, en las formas. Habiendo crecido en los 90’s como parte
de la generación del grunge, tampoco podrían mantenerse aislados de la rebeldía
y audacia propia de esta generación. Esta mezcla de opulencia y desenfado
dieron forma al estilo de Proenza Schouler, donde la sastrería tradicional se
mezcla con ese borde duro y de vanguardia absolutamente contemporáneo.
Una de sus
hazañas más innovadoras en lo que respecta al diseño fue la de incluir prendas
de cuero que habían sido impresas con fotografías y los encajes hechos con
goteo de ácido. El plástico y todo tipo de materiales inesperados son
frecuentes en sus colecciones. Temporada
tras temporada han continuado aportando altas dosis de tecnología en el diseño
textil y expandiendo las aparentemente limitadas fronteras de la moda, creando
prendas muy futuristas pero absolutamente ponibles que podrían ser
perfectamente definidas como “prendas muy de ahora”.
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