La Ilex
Paraguariense o Yerba Mate es un
arbusto nativo que crece de manera espontánea en los montes de nuestra tierra.
Los sabios guaraníes, quienes siempre se manifestaron como profundos
conocedores de la selva y en especial de las propiedades de las distintas
plantas que ahí encontraban. No es de extrañar que supieran aprovechar desde
tiempos ancestrales a la yerba mate, tomando sus hojas secas y molidas con
agua, para aprovechar sus propiedades estimulantes.
Tan habilidosos como eran para desentrañar las
propiedades de las más diversas plantas, fueron también excelentes narradores,
transmitiendo, siempre de manera oral, sus maravillosos mitos y leyendas. Dentro
de la mitología guaraní existen numerosos mitos que explican el origen de
ciertas plantas, y entre ellas no podía faltar la leyenda de una de sus plantas
más apreciadas: la yerba mate.
Cuentan los guaraníes, eternos nómadas de nuestras
tierras, que en una de sus migraciones un anciano de nombre Yar no se sintió
con la suficiente fuerza como para poder seguir a su pueblo y decidió quedarse.
Su hija Yarí se negó a abandonarlo y se quedaron juntos. Una tardecita apareció
un ser sobrenatural de extraña apariencia y vestimenta. A pesar de estar
inicialmente asustados frente a este ser de rara piel, padre e hija lo
recibieron con la hospitalidad tan característica de su pueblo y de manera
desinteresada le dieron los pocos alimentos que tenían y le cobijaron en su
humilde vivienda. Había sido que el extraño ser había sido enviado por Tupá
para ofrecerles un regalo. El regalo era una planta que tenía el poder mágico
de proveer siempre de los medios necesarios para poder recibir y atender a sus
visitantes y que además los ayudaría a tolerar el largo periodo de aislamiento
de su tribu. Además convirtió a Yar y Yarí, respectivamente, en la diosa y el
custodio de la nueva planta. Así, la yerba mate empezó a crecer en la selva y
con ella Yar y Yarí pudieron preparar una bebida estimulante que hoy conocemos
como tereré y es todo un símbolo de la hospitalidad paraguaya, y sobre todo de la
tradición del compartir.
La planta crecía de manera espontánea, por lo que
los guaraníes no la plantaban, limitándose a recolectarla del monte. Durante
siglos se mantuvo esta tradición y si bien los jesuitas llegaron a cultivarla
con éxito hacia mediados del siglo XVII en sus misiones, al ser expulsados del
Paraguay los colonos siguieron usando el método tradicional de extraer las
hojas de yerbales silvestres. Pero cabe recalcar que esta tarea no era fácil ya
que no era nada fácil encontrar un yerbal lo suficientemente extenso para no
agotarse rápidamente. Por eso, los recolectores de la yerba, por lo general
indígenas y mestizos, eran llamados mineros por la difícil tarea de encontrar
el oro verde.
Esto llevó al origen de otra leyenda. Cuenta la
leyenda, que los mineros hacían un pacto con Kaá Yarí, la diosa de la yerba
mate, para asegurar el éxito de su recolección de la yerba silvestre. Hacían una especie voto de vivir siempre en
los montes y de no estar con ninguna mujer que no fuese Kaá Yarí. Los mineros
antes de internarse al monte dejaban bajo una mata de yerba un papelito doblado
con su nombre y una fecha determinada. En esa fecha la diosa, para ponerlo a
prueba lanzaba contra él todos los peligros de la selva: jaguaretés, víboras,
jabalíes e insectos venenosos. Al pasar la prueba recibía el premio de poder
ver a Ka’a Yarí, quien le daba sus valiosas hojas y se hacía visible sólo para
él, manteniéndose invisible para todos los demás.
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