martes, 5 de agosto de 2014

La Leyenda de Ka'a Yarí




La Ilex Paraguariense  o Yerba Mate es un arbusto nativo que crece de manera espontánea en los montes de nuestra tierra. Los sabios guaraníes, quienes siempre se manifestaron como profundos conocedores de la selva y en especial de las propiedades de las distintas plantas que ahí encontraban. No es de extrañar que supieran aprovechar desde tiempos ancestrales a la yerba mate, tomando sus hojas secas y molidas con agua, para aprovechar sus propiedades estimulantes. 

Tan habilidosos como eran para desentrañar las propiedades de las más diversas plantas, fueron también excelentes narradores, transmitiendo, siempre de manera oral, sus maravillosos mitos y leyendas. Dentro de la mitología guaraní existen numerosos mitos que explican el origen de ciertas plantas, y entre ellas no podía faltar la leyenda de una de sus plantas más apreciadas: la yerba mate.

Cuentan los guaraníes, eternos nómadas de nuestras tierras, que en una de sus migraciones un anciano de nombre Yar no se sintió con la suficiente fuerza como para poder seguir a su pueblo y decidió quedarse. Su hija Yarí se negó a abandonarlo y se quedaron juntos. Una tardecita apareció un ser sobrenatural de extraña apariencia y vestimenta. A pesar de estar inicialmente asustados frente a este ser de rara piel, padre e hija lo recibieron con la hospitalidad tan característica de su pueblo y de manera desinteresada le dieron los pocos alimentos que tenían y le cobijaron en su humilde vivienda. Había sido que el extraño ser había sido enviado por Tupá para ofrecerles un regalo. El regalo era una planta que tenía el poder mágico de proveer siempre de los medios necesarios para poder recibir y atender a sus visitantes y que además los ayudaría a tolerar el largo periodo de aislamiento de su tribu. Además convirtió a Yar y Yarí, respectivamente, en la diosa y el custodio de la nueva planta. Así, la yerba mate empezó a crecer en la selva y con ella Yar y Yarí pudieron preparar una bebida estimulante que hoy conocemos como tereré y es todo un símbolo de la hospitalidad paraguaya, y sobre todo de la tradición del compartir.

La planta crecía de manera espontánea, por lo que los guaraníes no la plantaban, limitándose a recolectarla del monte. Durante siglos se mantuvo esta tradición y si bien los jesuitas llegaron a cultivarla con éxito hacia mediados del siglo XVII en sus misiones, al ser expulsados del Paraguay los colonos siguieron usando el método tradicional de extraer las hojas de yerbales silvestres. Pero cabe recalcar que esta tarea no era fácil ya que no era nada fácil encontrar un yerbal lo suficientemente extenso para no agotarse rápidamente. Por eso, los recolectores de la yerba, por lo general indígenas y mestizos, eran llamados mineros por la difícil tarea de encontrar el oro verde. 

Esto llevó al origen de otra leyenda. Cuenta la leyenda, que los mineros hacían un pacto con Kaá Yarí, la diosa de la yerba mate, para asegurar el éxito de su recolección de la yerba silvestre.  Hacían una especie voto de vivir siempre en los montes y de no estar con ninguna mujer que no fuese Kaá Yarí. Los mineros antes de internarse al monte dejaban bajo una mata de yerba un papelito doblado con su nombre y una fecha determinada. En esa fecha la diosa, para ponerlo a prueba lanzaba contra él todos los peligros de la selva: jaguaretés, víboras, jabalíes e insectos venenosos. Al pasar la prueba recibía el premio de poder ver a Ka’a Yarí, quien le daba sus valiosas hojas y se hacía visible sólo para él, manteniéndose invisible para todos los demás.

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