No hay nada más sencillo, ingenioso
y común que un botón, por lo que no voy a perder tiempo describiéndolo ya que
presumo todos han visto uno. Me imagino que se estarán preguntando por qué he
decidido llamar curiosa a mi historia, tratándose de un objeto tan poco
curioso. Pero permítanme decirles que los botones tienen una historia más
curiosa de la que se imaginan.
Los botones, al contrario de lo
que podríamos suponer, no surgen por practicidad, sino por motivos decorativos.
Inicialmente no surgieron para sujetar las prendas de vestir, sino para
decorarlas a modos de joyas. Los más antiguos botones decorativos datan de
2.000 años antes de Cristo, y fueron encontrados en excavaciones arqueológicas
realizadas en el valle del Indo, al sur de Asia.
Los primeros botones eran
bastante rudimentarios, consistentes en conchas de moluscos o nácar talladas en
formas circulares y triangulares y perforadas para coserlas a las prendas. Los
antiguos griegos y romanos los emplearon como si fueran broches para adornar
sus togas, mantos y túnicas, ya que para sostenerlas bastaban cinturones y
alfileres. Los botones eran tratados como joyas de nácar y marfil algunas veces
revestidos en oro y otras repletos de gemas preciosas. Eran tan preciosos que
solamente los ricos podían darse el lujo de llevarlos.
Lo curioso es que existía el
botón, pero no el ojal. Yo toda la vida me imaginé que el botón y el ojal
nacieron juntos, como un indivisible par de gemelos siameses. Pero sorpresa,
sorpresa, el ojal no apareció hasta que se le encontró un uso práctico, más allá
del decorativo, al tan útil botón.
Lastimosamente no sabremos nunca
quien fue el ingenioso sastre que inventó el botón pero si sabemos que los
primeros botones de uso funcional, como los conocemos hoy, aparecen a la par
que los primeros ojales, hacia el siglo XIII en Alemania.
Su aparición se debió al hecho de
que la ropa se fue haciendo más ceñida al cuerpo. En el siglo XII se dejaron de
lado las togas y se puso de moda llevar mangas muy apretadas, tan pero tan
ajustadas que por lo que las mangas debían ser cosidas por las costureras de la
dama o el caballero cada mañana al vestirlas y descosidas cada noche al desvestirlas.
Los botones hicieron su primera aparición en las mangas para facilitar esta
tediosa tarea cotidiana.
Otra razón que facilitó la
aparición del ojal fue que se pusieron de moda tejidos más finos y delicados y
estos se estropeaban al clavarlos repetidamente con alfileres para abrocharlos,
como se estilaba con géneros más gruesos.
Debido a estos dos motivos
aparece el botón funcional, tal y como lo conocemos hoy en día. Aunque vale la
pena destacar que tampoco era tan funcionales, ya que como no perdieron en
absoluto su función decorativa y seguían siendo un símbolo de status, se
acostumbraba coser una cantidad muy grande de botones a las prendas (hasta 200
para un vestido) lo que obviamente significaba otro gran tedio a la hora de
vestir y desvestirse.
En 1250 se forma el primer gremio de botoneros en
Francia. Los botones como habíamos dicho eran muy preciados, por lo que quienes
los elaboraban eran verdaderos artesanos. También eran tan valiosos que
existían leyes suntuarias que restringían su uso. Incluso hay registros de una
mujer que fue enjuiciada por llevar demasiados botones.
Durante el siglo XIV y XV los
botones eran a la par funcionales y
decorativos y eran confeccionados de metales preciosos, con gemas, esmaltados,
pintados a mano y decorados con una infinita variedad de motivos. De hecho, en
1520, el rey de Francia, Francisco I (famoso por ser quien construyó el hermoso
castillo de Fontainbleau) pidió a sus joyeros 13.400 botones de oro que fueron
cosidos todos a un solo traje de terciopelo negro para su encuentro con Enrique
VII de Inglaterra, quien también se ufanaba por sus botones cuyos dibujos
hacían juego con sus anillos.
En el siglo XV aparece la
práctica, que se mantiene hasta nuestros días, de que los hombres se abrocharan
sus botones de derecha a izquierda y que las mujeres lo hicieran de izquierda a
derecha. Debido a esto, según la colocación de los botones en una prenda hoy en
día podemos distinguir si ciertas prendas andróginas como camisas, abrigos y
sacos fueron diseñadas para hombres o para mujeres. Este uso radica en el hecho
de que los botones para abrochar los vestidos de las mujeres iban puestos por
atrás, y como las mujeres que podían costearse los costosos botones de la época
eran vestidas por sirvientas y damas de compañía, en su mayoría diestras, se le
facilitaba la tarea de abotonar los vestidos de sus señoras si botones y ojales
estaban cosidos como si los mirasen a través de un espejo. Las prendas
masculinas sin embargo llevaban los botones al frente por lo que éstos podían perfectamente
abrocharse por su cuenta sacos, camisas y chalecos.
Durante el renacimiento su
confección era absolutamente artesanal y el resultado eran verdaderos trabajos
de orfebrería. También empezaron a realizarse botones forrados en tela y bordados
que se aplicaban a todo tipo de prendas, incluso medias, pañuelos y bolsos.
Hacia 1750 empezaron a perder su característica ornamental.
Con el tiempo se fueron
fabricando de los más diversos materiales como ébano, perlas, vidrio, bronce,
porcelana, rafia, cuero, lana, cerámica, cristal y carey. A lo largo de la
historia se han creado magníficos botones artísticos, muy buscados hoy en día por
los coleccionistas. Hacia 1930 se empezaron a usar resinas sintéticas que
permitieron elaborarlos de todas formas, colores y tamaños y sobre todo
fabricarlos en serie.
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