martes, 5 de agosto de 2014

Peter Lindbergh




“Cuando elijo una foto entre todas de la plancha de contactos, aunque se trate de una foto de moda, no lo hago fijándome en los pliegues del vestido o en el brillo de los zapatos: siempre miro la cara de la modelo. Lo mío es la geografía de los rostros.”
-          Peter Lindbergh

Nació  en 1944 en Alemania con el nombre de Peter Brodbeck, pero como se lo cambió porque coincidía con el de otro fotógrafo hoy el mundo de la moda y de la fotografía lo conoce como Peter Lindbergh, el rey de los retratos en blanco y negro.

Al terminar el colegio trabajó un tiempo como vidrierista de unos grandes almacenes. A los 18 se mudó a Suiza y de ahí a Berlín donde tomó cursos nocturnos en la Academia de Artes. En su juventud recorrió por dos años toda Europa como hippie, haciendo dedo y así aprendió inglés confraternizando con otros mochileros y aprendió a conocer el mundo y asombrarse con lo cotidiano. Al regresar de su juvenil odisea empezó a pintar y en 1969, aun siendo estudiante, expuso por primera vez. En 1971 a los veintisiete años la cámara empezó a seducirlo y empezó a explorar este arte de manera autodidacta. Su ojo de artista lo hizo ascender rápidamente, ganándole un puesto como asistente del fotógrafo Hans Lux. Al poco tiempo se independizó empezando a hacer fotos para pequeñas boutiques de vanguardia de Dusseldorf. A los cinco años ya era el fotógrafo mejor pagado de toda Alemania.

De las portadas de Stern, pasó a trabajar para las tapas de Marie Claire en París en 1978. De ahí siguieron Vogue, Rolling Stone, The New Yorker, Vanity Fair, Allure, Harper’s Bazaar y todas las principales publicaciones de moda. En 1988, al asumir Anna Wintour las riendas del Vogue americano, lo contrató para fotografiar su primera tapa.

Fue uno de los artífices del fenómeno de supermodelos de los 90. En enero de 1990 fotografió la icónica tapa de la revista Vogue en la que aparecían Linda Evangelista, Naomi Campbell, Tatjana Patitz, Cindy Crawford y Christy Turlington, quienes luego pasarían a convertirse en las supermodelos de esa década. Prefiere que sus modelos tengan un mínimo maquillaje y un peinado natural. Todo su estilo gira en torno a los retratos, a la naturalidad y a la magia que trasluce el medio. En sus retratos se desnudan los sujetos, por más conocidos que sean, aparecen retratados fuera de la idolatría que gira en torno a su imagen pública, sin nada de artificio, en entornos naturales y de manera sencilla. Retrató a Sharon Stone, Catherine Deneuve, Brad Pitt, Uma Thurman, Mick Jagger, Milla Jovovich, Almodóvar, Charlotte Rampling, John Malkovich, Madonna y numerosas celebridades.

En 1992 firmó un contrato como fotógrafo exclusivo de la Harpers Bazaar americana por cuatro años, de varios millones de dólares. Fue contratado para fotografiar para el calendario Pirelli en 1996 y en 2002. No sólo fue uno de los primeros en cobrar cifras siderales, sino también tiene el mérito de ser uno de los primeros fotógrafos en incorporar una narrativa a las editoriales de moda. Su obra ha traspasado las revistas de moda, carteles publicitarios y calendarios, siendo exhibida en muestras y prestigiosos museos de todo el mundo y apareciendo en incontables libros de fotografía.

En 1995 y 1997 fue nombrado el mejor fotógrafo en los premios internacionales de moda de París. En el 96 recibe el premio de la fundación Raymond Loewy y en el 2005 el premio Lucie a la fotografía de moda. 

Su aproximación estética a la fotografía es muy cinematográfica, pues en sus imágenes siempre hay historias. Sus fotografías tienen un ligero aire melancólico muy metafórico de la fotografía en sí. Pues desde el momento que el retrato queda plasmado en el negativo, la imagen ya se convierte en algo del pasado, algo que ya no volverá. Eso es lo que Lindbergh parece plasmar en cada una de sus tomas, esa fugacidad, esa nostalgia por lo que ya fue, ese intento de adueñarse del tiempo en un instante. 

Según Wim Wenders, “Lindbergh retrata a mujeres extraordinaria en toda su gloria pero sin sus disfraces, sin la fachada, atravesando la superficie brillante… Indiscutidamente se están revelando radicalmente, sólo que esto no las desmitifica, ni las hace verse desnudas o desprotegidas. ¡Muy al contrario! Y esto es el verdadero misterio, el aspecto de ciencia ficción del trabajo de Peter, la completa utopía, en lo que a mí concierne: el transforma a esas diosas en seres humanos, pero sin sacarles su aura.”

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