“Cuando elijo una foto entre todas
de la plancha de contactos, aunque se trate de una foto de moda, no lo hago
fijándome en los pliegues del vestido o en el brillo de los zapatos: siempre
miro la cara de la modelo. Lo mío es la geografía de los rostros.”
-
Peter Lindbergh
Nació en
1944 en Alemania con el nombre de Peter Brodbeck, pero como se
lo cambió porque coincidía con el de otro fotógrafo hoy el mundo de la moda y
de la fotografía lo conoce como Peter Lindbergh, el rey de los retratos en
blanco y negro.
Al terminar el
colegio trabajó un tiempo como vidrierista de unos grandes almacenes. A los 18
se mudó a Suiza y de ahí a Berlín donde tomó cursos nocturnos en la Academia de
Artes. En su juventud recorrió por dos años toda Europa como hippie, haciendo
dedo y así aprendió inglés confraternizando con otros mochileros y aprendió a
conocer el mundo y asombrarse con lo cotidiano. Al regresar de su juvenil
odisea empezó a pintar y en 1969, aun siendo estudiante, expuso por primera
vez. En 1971 a los veintisiete años la cámara empezó a seducirlo y empezó a
explorar este arte de manera autodidacta. Su ojo de artista lo hizo ascender
rápidamente, ganándole un puesto como asistente del fotógrafo Hans Lux. Al poco
tiempo se independizó empezando a hacer fotos para pequeñas boutiques de
vanguardia de Dusseldorf. A los cinco años ya era el fotógrafo mejor pagado de
toda Alemania.
De las portadas de
Stern, pasó a trabajar para las tapas de Marie Claire en París en 1978. De ahí
siguieron Vogue, Rolling Stone, The New Yorker, Vanity Fair, Allure, Harper’s
Bazaar y todas las principales publicaciones de moda. En 1988, al asumir Anna
Wintour las riendas del Vogue americano, lo contrató para fotografiar su
primera tapa.
Fue uno de los artífices
del fenómeno de supermodelos de los 90. En enero de 1990 fotografió la icónica
tapa de la revista Vogue en la que aparecían Linda Evangelista, Naomi Campbell,
Tatjana Patitz, Cindy Crawford y Christy Turlington, quienes luego pasarían a
convertirse en las supermodelos de esa década. Prefiere que sus modelos tengan
un mínimo maquillaje y un peinado natural. Todo su estilo gira en torno a los
retratos, a la naturalidad y a la magia que trasluce el medio. En sus retratos
se desnudan los sujetos, por más conocidos que sean, aparecen retratados fuera
de la idolatría que gira en torno a su imagen pública, sin nada de artificio,
en entornos naturales y de manera sencilla. Retrató a Sharon Stone, Catherine Deneuve, Brad Pitt, Uma Thurman, Mick
Jagger, Milla Jovovich, Almodóvar, Charlotte Rampling, John Malkovich, Madonna
y numerosas celebridades.
En 1992 firmó un contrato como fotógrafo
exclusivo de la Harpers Bazaar americana por cuatro años, de varios millones de
dólares. Fue contratado para fotografiar para el calendario Pirelli en 1996 y
en 2002. No sólo fue uno de los primeros en cobrar cifras siderales, sino
también tiene el mérito de ser uno de los primeros fotógrafos en incorporar una
narrativa a las editoriales de moda. Su obra ha traspasado las revistas de
moda, carteles publicitarios y calendarios, siendo exhibida en muestras y
prestigiosos museos de todo el mundo y apareciendo en incontables libros de
fotografía.
En 1995 y 1997 fue nombrado el mejor fotógrafo
en los premios internacionales de moda de París. En el 96 recibe el premio de
la fundación Raymond Loewy y en el 2005 el premio Lucie a la fotografía de
moda.
Su aproximación estética a la fotografía es muy
cinematográfica, pues en sus imágenes siempre hay historias. Sus fotografías tienen
un ligero aire melancólico muy metafórico de la fotografía en sí. Pues desde el
momento que el retrato queda plasmado en el negativo, la imagen ya se convierte
en algo del pasado, algo que ya no volverá. Eso es lo que Lindbergh parece
plasmar en cada una de sus tomas, esa fugacidad, esa nostalgia por lo que ya
fue, ese intento de adueñarse del tiempo en un instante.
Según Wim Wenders, “Lindbergh retrata a mujeres
extraordinaria en toda su gloria pero sin sus disfraces, sin la fachada,
atravesando la superficie brillante… Indiscutidamente se están revelando
radicalmente, sólo que esto no las desmitifica, ni las hace verse desnudas o desprotegidas.
¡Muy al contrario! Y esto es el verdadero misterio, el aspecto de ciencia
ficción del trabajo de Peter, la completa utopía, en lo que a mí concierne: el
transforma a esas diosas en seres humanos, pero sin sacarles su aura.”
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