A pesar de ser nacida y criada en L.A., Alex Prager no es modelo, hija de, ni
niña prodigio nominada al Óscar por su primer papel, sino una fotógrafa autodidacta
muy joven y talentosa que gracias a su peculiar estética se ha ya ganado el
respeto del mundo de la fotografía artística, algo que también le ha abierto
las puertas del mundo de la fotografía de moda.
Justamente, en el 2010 y con sólo 30 años fue
seleccionada por nada más y nada menos que el MoMa para su exposición “New
Photography” que cada año selecciona a los nuevos talentos de la fotografía
artística del mundo para esta importante muestra.
La estética de Prager es particularmente
hipnótica y reminiscente al cine B de los años setenta. Prager toma prestada la
estética y ambientación de la literatura pulp y de la fotografía de moda de los
años sesenta y setenta. En todas ellas hay un deje macabro y un halo de
suspenso, como si estuviéramos observando una película de Hitchcock
fotonovelada. Es que Prager ama construir narrativas cinematográficas en las
que las protagonistas son mujeres disfrazadas bajo pelucas, maquillaje
dramático y prendas de aire retro.
Sus imágenes exudan dramatismo y sensualidad, por
lo que el salto del arte a la moda parecía inevitable. El primero fue Tomas
Maier, el Director Creativo de Bottega Veneta, quien la eligió para fotografiar
la imagen de campaña de su colección Primavera Verano 2011. Por supuesto las
fotografías resultantes no decepcionaron, imágenes que parecían sacadas de la
cinta “Los Pájaros” de Hitchcock.
Alex Logró hacerse de renombre internacional con
sólo tres muestras individuales, toda una hazaña en el competitivo mundo de la
fotografía. Sus muestras Polyester (2007), The Big Valley (2008) y Week End
(2010) le valieron captar la atención de los críticos y museos más importantes,
logrando exponer en el MoMA siendo aún prácticamente una novata. Un dato aún
más sorprendente, es que tuvo su primera muestra individual a los sólo seis
meses de haber empezado a incursionar en el campo de la fotografía de manera
totalmente autodidacta.
Prager mantiene en su estética una firme
coherencia formal y temática. Todas sus tomas están muy bien pensadas, montadas
y logradas. No son fotografías hechas al azar, sino más bien planeadas hasta en
el más mínimo detalle en cuanto a la ambientación, al casting, al vestuario, al
estilismo y a todo el montaje en sí. La narrativa es también importantísima en
su obra, que se plantea como stills
fotográficos o fotogramas de una película imaginaria que recreamos en nuestra
mente como alguna cinta de suspenso del cine B o una secuela extraviada del
Valle de las Muñecas.
Además de fotografías, Alex Prager incursiona en
el mundo del audiovisual, y ya tiene varios cortos en su haber: “Sunday”
(2010), “Despair” (2010), “Touch of Evil” (2012) que en realidad es una serie
compuesta por 13 cortos y “La Petite Mort” (2012).
Su última muestra individual, “Compulsion” (2012)
muestra composiciones fotográficas dípticas en las cuales una imagen muestra
escenas de accidentes vistos desde lejos, mientras que la otra representa un
close-up a ojos cargados de emoción. Obviamente ambas imágenes dialogan entre
sí como si la primera fuera la causal de la segunda, pues las miradas son
claramente de shock, pero también ocultan cierto mal disimulado morbo. Esta
serie es una crítica a las imágenes sensacionalistas de accidentes tan
frecuentes en la prensa de nuestros tiempos, en la cual los desastres y
accidentes son estirados al máximo para generar el mayor impacto posible en el
espectador.
Sus imágenes siempre se enfocan en temas
sombríos, que contrastan con la luminosidad de sus tomas fotográficas.
Indiscutidamente esto opera como una especie de dicotomía, en la cual la
fotógrafa nos revela que dentro de la aparente belleza se oculta algo oscuro.
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