Cuando
tenemos frente nuestro una bebida calentita, ya sea café, cocido, té con leche
o chocolatada, y en la proximidad un alimento sólido como pan, galleta,
coquito, galletita, bizcochuelo, o algo parecido; resulta casi criminal no
conjugar el sólido con el liquido, para alterar la materia, a beneficio de
nuestro paladar. Sumergiendo el elemento sólido en el elemento líquido estamos
cometiendo sin lugar a dudas un pecado capital según el Galateo de las buenas
costumbres. ¿Pero quién no opta por pecar por groncho y poco sofisticado,
cuando se está cometiendo un crimen tan delicioso para el alma?
Por
más chabacana que sea la costumbre, más de uno de nosotros se ha deleitado
practicándola en la discreción de sus hogares, y algún que otro más atrevido,
ha osado practicarla también en público. Cuentan los anales que hasta los
nobles de más alta alcurnia han optado por mojar – muy públicamente- un
bizcochuelo en su brebaje. Cuentan que el rey Alfonso XIII, mientras tomaba el
té con su prometida la princesa inglesa Ena de Battenberg (quien luego se
convertiría en la reina Victoria Eugenia de España), el rey cometió el gran
pecado de mojar una galletita en su té. Por supuesto su muy británica novia terminó
escandalizada ante la ofensa cometida contra el muy británico 5 o’clock tea, le
llamó la atención diciéndole que en Inglaterra nadie mojaba una masa en el té.
El joven monarca, muy orondo, le contestó: “¿Ah, no? Pero mira qué extraño, pues
en España lo hace hasta el mismísimo
Rey.”
De
plebeyos a reyes, todos han claudicado ante la tentación de sumergir una masita
o un trozo de pan en su taza de café. Quien no ha mojado con deleite alguna vez
un churro en una taza de chocolate caliente, o una vainilla en un capuchino… ¡Mmm!
¿No se les hace agua la boca de sólo pensarlo?
Ya
sea en el desayuno o la merienda, todos los horarios son válidos para pecar de
esta manera. Por supuesto son válidas todas las bebidas calientes. Aquellas
frías medio que le quitan el encanto al gesto. Pero son idóneos el café, el té,
el café con leche, la chocolatada, incluso una buena sopa recibe de una manera
esplendorosa a los panes que en ella se sumergen. Por nuestras latitudes
también se presta de maravilla a recibir sólidos nuestro popular cocido. ¡Quien
no ha pecado auctóctonamente con un delicioso cocido con cururú de coquito o
galleta!
Naturalmente
hay líquidos que no inpsiran para nada para mojar un sólido. Entre ellos
notablemente el agua, a pesar de ser tan pura y cristalina, es capaz de
estropear hasta el manjar más delicioso que bañe su superficie. Lo mismo ocurre
con los jugos, malteadas y licuados. Aunque no dudo que haya algún karú vaí que
jure y re jure que lo ha probado y es delicioso. Algunos tisanas autóctonas
como el jaguareté ka’á también son muy poco idóneas para embeber sólidos. Y ni
qué hablar del tereré. ¡Pasaríamos de pecado a crimen capital de solo pensarlo!
Pero
en cuanto a mojar el bizcochuelo en el café con leche, o la masita, o la
vainilla o el scone lo he hecho sin culpa alguna y por más de que esté
terminantemente prohibido según los manuales de buenas costumbres, como bien
dice el refrán: “A pecado confesado, medio perdonado”.
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