La palabra glamour originalmente se
utilizaba para describir a un hechizo que hacía creer a una persona que otra
era atractiva. O sea que este hechizo idiotizaba al sujeto e idealizaba al
objeto. A fines del siglo XIX el término se utilizó para referirse algún
accesorio que realzaba la apariencia de alguien haciéndola ver más atractiva.
Pero fue en la
era dorada de Hollywood cuando la palabra adquirió su acepción definitiva y se
empezó a utilizar profusamente para referirse a la atracción y fascinación que
una apariencia lujosa y particularmente elegante genera en los demás de
hacerlos parecer mejores que en la realidad. Es que la industria
cinematográfica se dio cuenta de que necesitaban glamorizar a sus estrellas
para que generaran un mayor impacto en el público. Porque antes de que
prosigamos, es importante que entiendan que el glamour, al contrario de la
inteligencia y la belleza, es algo que se crea. Toda persona glamorosa ha
trabajado para crear su propia imagen.
Por entonces los
grandes estudios contrataban a sueldo fijo a las estrellas de la época para que
trabajaran exclusivamente en sus películas. Al estar bajo contrato, los
estudios producían la imagen entera de estas estrellas, transformándoles de
pies a cabeza, cambiándoles los nombres
y sobre todo la apariencia. Los estudios acuñaron un sistema para volver
glamorosos a sus actores. La transformación empezaba con el nombre. Así Norma
Jean Mortenson se convirtió en Marilyn Monroe, Margarita Cansino pasó a ser
Rita Hayworth y Betty Joan Perske obtuvo el glamorosísimo nombre de Lauren
Bacall. Los hombres también tuvieron que hacer más glamorosos sus nombres, y
así Issur Danielovitch pasó a llamarse Kirk Douglas
y Archibald Leach se convirtió en Cary Grant.
Otro eje de la
conversión era la distancia. Los estudios se dieron cuenta de que para que el
hechizo funcionara, sus estrellas deberían parecer como si estuvieran a miles
de kilómetros de la realidad ya que la familiaridad desgasta. Ellos debían
estar como en otro plano, inaccesibles, lejanos de toda cotidianeidad, y
totalmente desvinculados del día a día de los comunes mortales. Esta distancia
era necesaria para deificar a los
sujetos, mediante ella los actores y actrices del viejo Hollywood adquirían una
vida idealizada, que nada tenía en común con la de la gente ordinaria. Ellos no
iban al mercado, para atenderlos las tiendas cerraban sus puertas; ellos
llevaban estilos de vida glamorosos, desayunaban champagne y no resultaba
imposible imaginar que decoraran sus arbolitos de navidad con diamantes.
El misterio
también era vital. Como el glamour requería de una imagen fabricada, los
estudios creaban historias fantásticas sobre sus estrellas. Les inventaban
pasados idealizados, adaptados a la perfección a la imagen que querían atribuir
a sus estrellas. Lo fantástico es que siempre sabían el punto justo hasta el
cual podían llegar con estas idealizaciones, sin llegar a pasarse jamás hasta
el punto de que las personas ya no pudieran identificarse con ellas.
Encontraban el punto justo para crear historias en las cuales las situaciones jamás eran tan
opacas hasta el punto de cubrirlo todo, ni tan transparentes para exhibirlo
todo (como sucede hoy en día). El glamour era simplemente traslucido, mostrando
sólo aquello que debía mostrarse, o sea, lo positivo.
La imagen de las
estrellas era vital. Esta imagen no acababa con su aspecto físico,
extendiéndose además a sus vidas privadas. Cuando las cosas no marchaban bien,
los estudios se encargaban de encubrir la situación. Si un actor empezaba a
generar dudas sobre su orientación sexual, le proveían rápidamente de una
esposa. Si una pareja de actores estaba en plena guerra marital, se encargaban
de desmentir el asunto proveyendo fotos familiares idílicas y si una de sus
estrellas se metía en un lío que podría afectar su carrera eran los primeros en
salir en su auxilio. Fue muy famoso el caso de la muerte del marido de Jean
Harlow, quien se cree había sido asesinado por una amante celosa con un tiro en
la cabeza. Los encargados de la seguridad de la MGM llegaron al sitio antes que
la policía y fabricaron una nota de suicidio
para hacer creer que su marido se había suicidado debido a su
impotencia, ¡salvando de esta manera la dignidad de su estrella!
Pero donde el
glamour se hizo más notorio fue en la apariencia física de las estrellas. El star system de la época se especializaba
en dotar a todas las estrellas de un glamour externo fríamente calculado hasta
en el más mínimo detalle. Lo primero que hacían era sacarles fotos magníficas,
creando un estilo fotográfico llamado glamour
photography, traducido a fotografía de glamour. En ellas todo estaba ideado
para realzar la belleza de sus sujetos, poniendo énfasis en su sensualidad y
encanto, valiéndose del vestuario, el
maquillaje, el estilismo, el ambiente y los accesorios empleados en el
retrato. Si querían que una estrella se viera saludable, juvenil y vital la
fotografiaban practicando un deporte al aire libre, si querían una imagen más
inocente la fotografiaban con aves y animales pequeños para generar ternura, si
querían dotarles de una imagen más sensual, la fotografiaban con lencería y
estolas de piel.
Increíblemente,
sin la ayuda de medios digitales disponibles hoy en día como photoshop, fotógrafos
como George Hurrell, Man Ray y Cecil Beaton perfeccionaron el arte de retratar
a sus sujetos como si fueran dioses, perfectos hasta en el más mínimo detalle,
con una iluminación tan mágica que era capaz de generar glamour
instantáneamente con sus juego de sombras en blanco y negro. Supieron exaltar
las formas de sus sujetos, retratándolos desde el ángulo perfecto, bajo la luz
ideal para imprimirles un sello de glamour que sería imborrable por el tiempo,
fijando sus imágenes idealizadas para siempre en el celuloide de manera a que
trasciendan.
Según el gran
cineasta de la época Josef von Sternberg “El glamour es el resultado del
chiaroscuro, el juego de las luces sobre el paisaje del rostro, el uso de lo
circundante a través de la composición, a través del aura del cabello y la
creación de sombras misteriosas en los ojos. En Hollywood estrellas tan distantes
entre sí como Marlene Dietrich, Carole Lombard, Rita Hayworth y Dolores del
Río, poseen y adquieren glamour, la técnica y la voluntad de refinar su propia
belleza. Son la magia indescifrable del cine, la substancia de los sueños de
una generación y del encuentro admirativo de las siguientes.”
Estas estrellas
lograron perfeccionar con la ayuda de sus estudios y fotógrafos un allure tan fuerte capaz de mantenerse
vigente hasta nuestros días, convirtiéndose en la epítome misma de lo que es el
glamour. No es de extrañar que las estrellas contemporáneas intenten imitarlas
en sus grandes apariciones en la alfombra roja, peinándose, maquillándose y
vistiéndose al estilo de las grandes estrellas de antaño para ver si adquieren,
como por arte de magia, un poquito del glamour que éstas tenían.
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