martes, 12 de marzo de 2013

Old Hollywood Glamour




La palabra glamour originalmente se utilizaba para describir a un hechizo que hacía creer a una persona que otra era atractiva. O sea que este hechizo idiotizaba al sujeto e idealizaba al objeto. A fines del siglo XIX el término se utilizó para referirse algún accesorio que realzaba la apariencia de alguien haciéndola ver más atractiva.

Pero fue en la era dorada de Hollywood cuando la palabra adquirió su acepción definitiva y se empezó a utilizar profusamente para referirse a la atracción y fascinación que una apariencia lujosa y particularmente elegante genera en los demás de hacerlos parecer mejores que en la realidad. Es que la industria cinematográfica se dio cuenta de que necesitaban glamorizar a sus estrellas para que generaran un mayor impacto en el público. Porque antes de que prosigamos, es importante que entiendan que el glamour, al contrario de la inteligencia y la belleza, es algo que se crea. Toda persona glamorosa ha trabajado para crear su propia imagen.

Por entonces los grandes estudios contrataban a sueldo fijo a las estrellas de la época para que trabajaran exclusivamente en sus películas. Al estar bajo contrato, los estudios producían la imagen entera de estas estrellas, transformándoles de pies a cabeza, cambiándoles los nombres  y sobre todo la apariencia. Los estudios acuñaron un sistema para volver glamorosos a sus actores. La transformación empezaba con el nombre. Así Norma Jean Mortenson se convirtió en Marilyn Monroe, Margarita Cansino pasó a ser Rita Hayworth y Betty Joan Perske obtuvo el glamorosísimo nombre de Lauren Bacall. Los hombres también tuvieron que hacer más glamorosos sus nombres, y así Issur Danielovitch pasó a llamarse Kirk Douglas y Archibald Leach se convirtió en Cary Grant.

Otro eje de la conversión era la distancia. Los estudios se dieron cuenta de que para que el hechizo funcionara, sus estrellas deberían parecer como si estuvieran a miles de kilómetros de la realidad ya que la familiaridad desgasta. Ellos debían estar como en otro plano, inaccesibles, lejanos de toda cotidianeidad, y totalmente desvinculados del día a día de los comunes mortales. Esta distancia era  necesaria para deificar a los sujetos, mediante ella los actores y actrices del viejo Hollywood adquirían una vida idealizada, que nada tenía en común con la de la gente ordinaria. Ellos no iban al mercado, para atenderlos las tiendas cerraban sus puertas; ellos llevaban estilos de vida glamorosos, desayunaban champagne y no resultaba imposible imaginar que decoraran sus arbolitos de navidad con diamantes. 

El misterio también era vital. Como el glamour requería de una imagen fabricada, los estudios creaban historias fantásticas sobre sus estrellas. Les inventaban pasados idealizados, adaptados a la perfección a la imagen que querían atribuir a sus estrellas. Lo fantástico es que siempre sabían el punto justo hasta el cual podían llegar con estas idealizaciones, sin llegar a pasarse jamás hasta el punto de que las personas ya no pudieran identificarse con ellas. Encontraban el punto justo para crear historias en  las cuales las situaciones jamás eran tan opacas hasta el punto de cubrirlo todo, ni tan transparentes para exhibirlo todo (como sucede hoy en día). El glamour era simplemente traslucido, mostrando sólo aquello que debía mostrarse, o sea, lo positivo. 

La imagen de las estrellas era vital. Esta imagen no acababa con su aspecto físico, extendiéndose además a sus vidas privadas. Cuando las cosas no marchaban bien, los estudios se encargaban de encubrir la situación. Si un actor empezaba a generar dudas sobre su orientación sexual, le proveían rápidamente de una esposa. Si una pareja de actores estaba en plena guerra marital, se encargaban de desmentir el asunto proveyendo fotos familiares idílicas y si una de sus estrellas se metía en un lío que podría afectar su carrera eran los primeros en salir en su auxilio. Fue muy famoso el caso de la muerte del marido de Jean Harlow, quien se cree había sido asesinado por una amante celosa con un tiro en la cabeza. Los encargados de la seguridad de la MGM llegaron al sitio antes que la policía y fabricaron una nota de suicidio  para hacer creer que su marido se había suicidado debido a su impotencia, ¡salvando de esta manera la dignidad de su estrella!

Pero donde el glamour se hizo más notorio fue en la apariencia física de las estrellas. El star system de la época se especializaba en dotar a todas las estrellas de un glamour externo fríamente calculado hasta en el más mínimo detalle. Lo primero que hacían era sacarles fotos magníficas, creando un estilo fotográfico llamado glamour photography, traducido a fotografía de glamour. En ellas todo estaba ideado para realzar la belleza de sus sujetos, poniendo énfasis en su sensualidad y encanto, valiéndose del vestuario, el  maquillaje, el estilismo, el ambiente y los accesorios empleados en el retrato. Si querían que una estrella se viera saludable, juvenil y vital la fotografiaban practicando un deporte al aire libre, si querían una imagen más inocente la fotografiaban con aves y animales pequeños para generar ternura, si querían dotarles de una imagen más sensual, la fotografiaban con lencería y estolas de piel.

Increíblemente, sin la ayuda de medios digitales disponibles hoy en día como photoshop, fotógrafos como George Hurrell, Man Ray y Cecil Beaton perfeccionaron el arte de retratar a sus sujetos como si fueran dioses, perfectos hasta en el más mínimo detalle, con una iluminación tan mágica que era capaz de generar glamour instantáneamente con sus juego de sombras en blanco y negro. Supieron exaltar las formas de sus sujetos, retratándolos desde el ángulo perfecto, bajo la luz ideal para imprimirles un sello de glamour que sería imborrable por el tiempo, fijando sus imágenes idealizadas para siempre en el celuloide de manera a que trasciendan.

Según el gran cineasta de la época Josef von Sternberg “El glamour es el resultado del chiaroscuro, el juego de las luces sobre el paisaje del rostro, el uso de lo circundante a través de la composición, a través del aura del cabello y la creación de sombras misteriosas en los ojos. En Hollywood estrellas tan distantes entre sí como Marlene Dietrich, Carole Lombard, Rita Hayworth y Dolores del Río, poseen y adquieren glamour, la técnica y la voluntad de refinar su propia belleza. Son la magia indescifrable del cine, la substancia de los sueños de una generación y del encuentro admirativo de las siguientes.”

Estas estrellas lograron perfeccionar con la ayuda de sus estudios y fotógrafos un allure tan fuerte capaz de mantenerse vigente hasta nuestros días, convirtiéndose en la epítome misma de lo que es el glamour. No es de extrañar que las estrellas contemporáneas intenten imitarlas en sus grandes apariciones en la alfombra roja, peinándose, maquillándose y vistiéndose al estilo de las grandes estrellas de antaño para ver si adquieren, como por arte de magia, un poquito del glamour que éstas tenían.

No hay comentarios: