Junto con el alado rechoncho que
revolotea cada por los aires cada
catorce de febrero con sus dardos ponzoñosos, llega también una detestable
oleada de cursilería capaz de provocar nauseas hasta en la más fanática lectora
de Corín Tellado. Es que la cursilería de San Valentín no conoce límites. Se
convierte en una especie de fenómeno colectivo que va infectando hasta a los
seres más improbables de una necesidad de demostración exagerada de amor
efusivo y telenovelero. Puaaah!! Se me revuelve el estómago de sólo pensarlo.
En esta época del año el amor se
expresa de manera casi satánica, manifestándose en sus versiones más
demoniacas, para espanto de quienes aún conservamos algo de cordura. Como a los
demonios hay que nombrarlos para exorcizarlos, pasemos a nombrar a las expresiones
más nefastas del amor cursi que se manifiestan en el día de los enamorados.
Los novios babosos: Todas las mujeres, aún las más cínicas, secretamente añoramos encontrar a
un príncipe azul de alma romántica, un hombre sensible, que comprende nuestra
esencia, sabe expresar sus sentimientos, aprecia la poesía, las cenas a la luz
de las velas y domina algún arte como tocar la guitarra o recitar en francés.
Por lo general estos especímenes suelen ser tan escasos como resorts en Iraq.
Lastimosamente lo que hay a patada son versiones exageradas de novios que de
tan románticos hacen de la cursilería un arte. Ellos son los novios cursis y
babosos. Esos que lloran más que vos al final de “The Notebook” y una termina
teniendo que consolarlos a ellos. Esos que en sus autos escuchan Luis Miguel a
todo volumen cantando con lagrimones en los ojos mientras te miran con cara de
bambi degollado. Esos que no pueden dejar de toquetearte, piropearte y
besuquearte ab nauseam infinitum. Esos
que de tan invasivos y densos parecen chuparte el oxígeno cada vez que
respiran. Si ya son exageradamente cursi todos los días del año, imagínense en
lo que se convierten en el día de San Valentín. Un guiso de criptonita es más
digerible que estos especímenes en San Valentín. ¡Corran por sus vidas!
La invasión de los ositos de peluche: ¿Me pueden explicar qué puede hacer una mujer adulta,
inteligente y en sus cabales con un osito de peluche? ¿Alguien me puede
explicar a qué tarado se le ocurrió regalarnos animales de peluche con nefastos
corazoncitos y cartelitos que dicen “te amo” como muestra de amor? ¿Qué pasó
con la clásica y correcta tradición de regalar joyas? Si lo que quieren es demostrarnos
amor eterno, ¿por qué nos regalan objetos perecederos (bombones y flores) y
otros absolutamente inútiles y ridículos como los nefastos ositos de peluche?
Las besuqueiros a la vista: Otra cursilería intolerable es la necesidad de
besuquearse en público como si estuvieran comiéndose sus respectivas lenguas.
Porqué no piensan en los prójimos que tenemos que contener las nauseas ante
este acto vulgar. ¡Manga de chabacanos! ¿Acaso no les enseñaron sus padres que
es de mal gusto comer frente a quien no tiene diente, o en este caso lengua?)
Los apodos idiotas: Cada catorce de febrero agradezco a Dios no ser florista. Imagínense lo
detestable que ha de ser esta fecha feliz. Tener que recibir 958.450 pedidos de
flores y recibir por dictado todos los apodos más patéticos del planeta y los
mensajes más “brillantes” y “originales” posibles y encima tener que contener
las náuseas y la risa. Definitivamente
no podría hacerlo sin ahogarme en mi propio vómito. “Mi chuchucita te quiero
con el alma, tu pukito.” “Mi diosa, me volvés loco, tu maxichulo”. ¡Tengo que
parar o voy a empezar a tener arcadas!
Pasacalles: Francamente me supera ver un anuncio ñembo romántico en un lugar destinado
a campañas electorales o avisos de pollada y kermeses. No entiendo que tiene
que ver un pasacalle que dice: “Jessi te amo” colgado al lado de uno que dice
“Zorro-Zorrete, lista Nº 4” o “Servicio de Dijey 0989343579” o “Día de los
enamorados Gran fiesta Show Balneario Chururú - 14 de febrero”. ¡Pero por
favoooor! ¡Líbrame Dios de esta grasada!
Los que hablan como bebé: Los pelotudos que se ponen todos caramelosos
recitándose versos y tonterías con voz de criatura son quienes para mí se ganan
la medalla de oro en lo que respecta a la cursilería. Estos especímenes son los
que más me sacan de quicio. No hay nada más polipatético que un adulto poniendo
voz de infante. Es tan nefasto como escuchar los sonetos de Neruda recitados
por Kiko Súper híper mega absolutamente nauseabundo. “Apupuchúlina mi
muñequiiitaaaaa. Coooomo que no te voy a llamar esta nocheee, claro mi
pukipuki…. Como me voy a olvidar de mi princesiiitaaaaa. Ñambena mi chiquitita
lindaaaa vos co sos mi mami linda, la más hermocha…” Agradezco cada día de mi
vida que Dios nunca haya puesto a uno de estos mamarrachos en mi currículo
amoroso.
Declaraciones públicas de amor desmedido: Antes la radio era el medio elegido para estas
patéticas declaraciones con el popular: “le quiero mandar saludos a mi negrito
y decirle que le quiero masiado mucho.” Hoy estas declaraciones son emitidas al
ciberespacio en la forma de los poemas más trillados, y los versos más melosos
posibles. Un párrafo repleto de cursilería pública enviado a todos los que te
conocen y a los que no también, en el cual hacés públicos tus sentimientos más
profundos e íntimos. No es anormal recibir un chorizo declaratorio en tus
notificaciones que diga algo por el estilo: “Desde que conocí a Eduardo José
Mendrisio Alonso mi vida
cobró nuevo significado. Agradezco el haberte conocido aquella noche estrellada
bajo el sauce llorón y que la luz de la luna me guiara hacia ti porque desde
entonces soy la mujer más feliz del planeta y el dulce palpitar de mi corazón
late sólo por ti. Etc. Etc. Etc.” Quienes tienen mayor capacidad de síntesis
pueden hacerlo en 140 caracteres con un: “Con @Lobito23remacho me pasa algo
precioso. Lo amo y me vuelve loca su sonrisa. #Muerodeamor, #Yalodijeya, #Sanvalentinmevuelveloca”
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