Las mujeres tenemos que tener en claro tres cosas: que somos mujeres, que somos dignas y que somos valiosas. Nadie tiene derecho a empañar nuestro lustre porque sencilla y llanamente nacimos para BRILLAR.
Hace mucho tiempo leí un cuento cortito y hermoso. Se llamaba “La Fábula del Sapo y La Luciérnaga” y
prácticamente hablaba de dos sapos gordos y horrendos, de esos que orinan en los ojos, irritan la piel al tacto y son más feos que el Ecce Homo de Cecilia Giménez Zueco. De pronto una hermosa y radiante luciérnaga voló sobre ellos deslumbrándolos con su luminosa belleza. La luciérnaga se acercó a ellos y uno de los sapos (el más feo y horrendo de los dos) se la tragó. El otro sapo asombrado le preguntó: “Pero porqué la mataste si los sapos no comemos luciérnagas?” Y este muy orondo contestó: “Porque brillaba”.En la vida, muchas mujeres brillantes nos acercamos peligrosamente a personas de este tipo. A nefastos
sapos humanos que intentan apagarnos. Por eso las mujeres debemos tener mucho cuidado con los sapos y ser conscientes de que nuestra luz, puede encandilar a ciertos bichos.
El tener cuidado obviamente no significa que tenemos que brillar menos, ni mucho menos escondernos para que no nos persigan. Sino ser conscientes de nuestro valor y volar aún más alto para que nos miren… pero de lejos.
No hay nada más triste que ver a una luciérnaga caída. Aquella mujer que ha sido víctima de uno de los tantos sapos y reptiles que rondan la tierra. Ellas se han olvidado que tienen luz y que llevan una invencible fuente de poder en su alma femenina. Ellas le temen a la libertad, le temen a decidir su camino, le temen a la soledad de la noche y terminan apagadas y escondidas o aplastadas por los crueles sapos.
La mejor manera de mantenernos luminosas como mujeres es aprendiendo a tener dignidad. La dignidad es el respeto que una persona tiene de sí misma. El respeto hacia una misma nos provee de una poderosa espada contra quienes intentan lastimarnos y un escudo, que asegura que quien la tenga no puede hacer nada que la vuelva despreciable a sus propios ojos. ¡Luciérnagas ármense de coraje y protéjanse con su dignidad, que no hay nada más poderoso en la tierra que una mujer digna!
Muchas veces se confunde dignidad con la pasividad y la sumisión. Que seas digna no quiere decir que tengas que dar la otra mejilla y sufrir estoicamente frente a los ataques enemigos. La dignidad implica saber hacerse respetar y si para hacerse respetar es necesario que vuelen unos cuantos mechones, no duden en poner un poco de “orden divino” con sus propias manos. Como dice mi tía Kikina: “¡Que nadie te baje el penacho!” ¡Esto es ser digna caramba y no quedarse de brazos cruzados frente a la vida!
Pero que seamos dignas no implica que no suframos. Claro que dignas y todo sufrimos. Pero lo bueno es que una mujer digna sabe encontrar consuelo en su propia dignidad. Sabe que a pesar de las penurias, nuestra dignidad nos mantendrá a flote sobre el lodo y sobre todo los sapos que allí habitan.
Aquí les paso un decálogo para mantenerse a flote: los 10 mandamientos de la dignidad femenina:
- ¡No te pongas linda para un hombre ciego honey! Ponéte regia para vos misma. Se como la abuela de mi amiga Carla, que de tan digna, a sus 80 años duerme maquillada para que la muerte no la encuentre desarreglada. ¡Eso es ser digna!
- No manches tu pelaje. Si sabés que algo te va a ensuciar, rebajar, vejar ¡no lo hagas! Es así de fácil. Decir no es reeee digno. Cada vez que te sientas débil, pensá en el armiño de invierno, que prefiere que lo atrapen los cazadores antes de manchar su alba piel con lodo.
- No dependas de nadie más que de vos misma. La mujer que vive dependiente de otra persona, se vuelve inválida y se anula. Por más de que tu marido sea un regio que te mantenga, buscate a menos un hobby o estudiá por gusto para que el día de mañana tengas una profesión, talento u oficio que te permita decirle Adious con acento gringo al desgraciado.
- Jamás permitas a nadie ponerte un dedo encima. Los únicos hombres que puede llenarte de moretones son Carlos Bacchetta y Fer Barriocanal. O sea, tus cirujanos de confianza. Si tu rostro
amoretonado no es el producto de una rinoplastia, querida no tengas miedo. Buscá ayuda que lo más seguro es que la vas a encontrar. No inventes excusas. No creas que es tu culpa. Corré, olvidalo y denuncialo para que no vuelva a lastimar a nadie más. - Jamás permitas que pronuncien tu nombre en vano. Vos sos una diosa y como tal tenés que ser respetada. Que nadie te acuse falsamente, ni jure en tu nombre, ni te maltrate verbalmente. Defendete, contestá y mandalos a cantar el himno americano a Irán.
- ¡Amate a ti misma! En todos los sentidos de la palabra. Literal y metafóricamente y en todas las dimensiones posible. Recuerda siempre que vos vales todo lo que deseas. Nada es imposible ni inmerecido para tí. Vos podés alcanzar todos tus sueños y tenés la fuerza adentro tuyo hasta para exigir aquello que considerás tu derecho. Con la boca se pide lo que se quiere y toda mujer digna sabe que tarde o temprano conseguirá lo que busca y jamás nadie le hará desistir ni creer que es
imposible o ridículo. - Recuerda que ser feliz es un ejercicio. Hay que perseguir constante e insistentemetne a la felicidad. Encuentra algo que amas hacer y que puedas hacer cada día de tu vida por puro gusto.
Sonríe a la vida y muéstrate alegre y agradecida cada día. Por más feo que se te pinte el panorama, siempre vas a encontrar alguna nota de color que te de motivos para ser feliz. Ser positiva cada día te hará cada día más feliz. - Rebelate al machismo. Ninguna mujer puede ser digna manteniéndose sometida al yugo machista. Educá a tus hijos para que respeten y valoren a las mujeres, educá a tus hijas para que se respeten y se valoren a sí mismas. No vayamos a engañarnos. Que nuestro país aún está repleto de australopitecos involucionados que siguen convencidos deque las mujeres tenemos orgasmos repasando el piso de la cocina, que nacimos para servirles y que no tenemos derecho a protestar y menos aún de sentirnos iguales. Y bueno, en realidad no seremos nunca iguales. Bien lo dijo la dama de hielo: “En cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él.
- No mendigues amor. El amor no se ruega, se inspira y si no logras inspirarlo de balde vas a suplicarlo. Cuando un hombre te quiere nada puede hacer que se aleje. Cuando no lo hace, nada podrá hacer que se quede. ¡Dejalo ir, y hacelo con gusto, porque como diosa que sos, te merecés ser amada por sobre todas las cosas!
- Hacete respetar querida. Que nadie nunca te baje el penacho ni apague tu brillo. ¡Shine bright like a
diamond!
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