Una de las
delicias de la vida es degustar platos frescos. Por eso preferimos siempre las
frutas y verduras de estación y cuando vamos al mar disfrutamos especialmente de
los mariscos y peces de mar. Lo mejor de todo, es que por lo general, los
sencillos platos que uno consume a la vera del mar son mucho más económicos que
el mismo plato servido en un lugar más coqueto pero desprovisto del magnífico
entorno natural.
En un reciente
viaje a Colombia tuve la oportunidad de entregarme a gusto a este placer,
comiendo sobre la arena blanca cuanto fruto el mar tenía para ofrecer. En las
islas del Rosario, así como por nuestras latitudes uno encuentra chiperas, se
encontraban numerosos vendedores de ceviche de langosta y todo tipo de mariscos
y tan frescos que parecía que los acababan de sacar del mar. El ceviche de las
costas se prepara como es habitual con zumo de limón, aunque a diferencia del
ceviche peruano, se sirve sin el jugo por lo que es más sequito.
Como es de
esperar, los mariscos y pescados son los ingredientes principales de la cocina de
la costa colombiana. La gastronomía local ha sabido fusionar lo autóctono con
las tradiciones culinarias africanas y españolas, y los acentos de la cocina
caribeña colombiana son dados por el coco, el plátano, el arroz y los pescados y
frutos de mar.
Al llegar a la
paradisiaca Playa Blanca, en la isla Barú, fuimos literalmente asaltados por
vendedores de ostras. Éstos sacaban ostras locales de unos baldes, las abrían
con una habilidad sorprendente y ofrecían una degustación gratuita de esta
delicia, tras la cual resultaba imposible negarse a probar unas cuantas más.
Asegúrense de preguntar bien el precio antes de comerlas ya que los vendedores
son bastantes timadores y tienden a aprovecharse de la ingenuidad de los
turistas. Si no quieren ser molestados, no acepten la degustación gratuita ya
que una vez que lo hicieron les será muy difícil sacarse a los vendedores de
encima.
Una experiencia
más agradable se puede disfrutar comiendo en alguno de los diversos
establecimientos rústicos que se encuentran sobre la playa misma. Tal es el
caso de Hugo’s Place, atendido por su propietario Hugo Ríos Castaño, un
instructor de Kite Surf y de Wind Surf oriundo de Medellín, quien en su
constante búsqueda del mar, terminó anclado a esta costa. En su establecimiento
en Playa Blanca, ofrece alojamiento básico en posadas rústicas sobre la misma
playa, excursiones turísticas por las islas del rosario y los arrecifes para
fanáticos de los deportes náuticos, así como también ofrece deliciosos manjares
extraídos del mar y tragos bien caribeños como el coco loco y la piña colada,
para quienes simplemente prefieren relajarse frente al mar.
Un almuerzo
promedio sale unos 15.000 pesos colombianos, aproximadamente 33,500 guaraníes. Con
el encantador acento colombiano, Hugo nos contó que el arroz de coco es un
plato típico de las costas colombianas.
Así como también las arepas y los
patacones guisados elaborados con plátano, un plato local muy nutritivo y
preferido por los locales. Otra exquisiteces locales son las cazuelas de
mariscos, las mojarras fritas, el encocado de pescado, el guiso de pulpo y la
vedette de los peces de mar de la costa: el mero. Según Hugo, esta carne es tan
espectacular y sabrosa que se ha convertido en una de las favoritas de la zona
hasta el punto que los costeños han acuñado la frase: “En el mar el mero y en
la tierra el cordero”. Otro pescado local con una carne particularmente sabrosa
es el pargo rojo.
El Sancocho es otra
popular preparación en la región del Caribe Colombiano. Se trata de una sopa
que se prepara a base ya sea de carne vacuna, gallina, pescados o mariscos,
junto con papa, yuca y legumbres. Se lo acompaña con arroz blanco y agua de
panela con limón.
Para nuestro
almuerzo playero optamos por ceviche de mariscos, langostas y unos filetes de
mero y pargo rojo acompañado del delicioso arroz de coco, acompañados de piñas
coladas y coco locos servidos dentro de las propias frutas. Disfrutamos de un
verdadero manjar desprovisto de lujos pero más sabroso que cualquier comida
servido sobre las vajillas más finas. Comer sobre la arena misma y frente al
mar, como reza el conocido slogan publicitario, ¡no tiene precio!
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