lunes, 11 de marzo de 2013

COMIENDO SOBRE LA ARENA




Una de las delicias de la vida es degustar platos frescos. Por eso preferimos siempre las frutas y verduras de estación y cuando vamos al mar disfrutamos especialmente de los mariscos y peces de mar. Lo mejor de todo, es que por lo general, los sencillos platos que uno consume a la vera del mar son mucho más económicos que el mismo plato servido en un lugar más coqueto pero desprovisto del magnífico entorno natural.

En un reciente viaje a Colombia tuve la oportunidad de entregarme a gusto a este placer, comiendo sobre la arena blanca cuanto fruto el mar tenía para ofrecer. En las islas del Rosario, así como por nuestras latitudes uno encuentra chiperas, se encontraban numerosos vendedores de ceviche de langosta y todo tipo de mariscos y tan frescos que parecía que los acababan de sacar del mar. El ceviche de las costas se prepara como es habitual con zumo de limón, aunque a diferencia del ceviche peruano, se sirve sin el jugo por lo que es más sequito.

Como es de esperar, los mariscos y pescados son los ingredientes principales de la cocina de la costa colombiana. La gastronomía local ha sabido fusionar lo autóctono con las tradiciones culinarias africanas y españolas, y los acentos de la cocina caribeña colombiana son dados por el coco, el plátano, el arroz y los pescados y frutos de mar.

Al llegar a la paradisiaca Playa Blanca, en la isla Barú, fuimos literalmente asaltados por vendedores de ostras. Éstos sacaban ostras locales de unos baldes, las abrían con una habilidad sorprendente y ofrecían una degustación gratuita de esta delicia, tras la cual resultaba imposible negarse a probar unas cuantas más. Asegúrense de preguntar bien el precio antes de comerlas ya que los vendedores son bastantes timadores y tienden a aprovecharse de la ingenuidad de los turistas. Si no quieren ser molestados, no acepten la degustación gratuita ya que una vez que lo hicieron les será muy difícil sacarse a los vendedores de encima. 

Una experiencia más agradable se puede disfrutar comiendo en alguno de los diversos establecimientos rústicos que se encuentran sobre la playa misma. Tal es el caso de Hugo’s Place, atendido por su propietario Hugo Ríos Castaño, un instructor de Kite Surf y de Wind Surf oriundo de Medellín, quien en su constante búsqueda del mar, terminó anclado a esta costa. En su establecimiento en Playa Blanca, ofrece alojamiento básico en posadas rústicas sobre la misma playa, excursiones turísticas por las islas del rosario y los arrecifes para fanáticos de los deportes náuticos, así como también ofrece deliciosos manjares extraídos del mar y tragos bien caribeños como el coco loco y la piña colada, para quienes simplemente prefieren relajarse frente al mar.

Un almuerzo promedio sale unos 15.000 pesos colombianos, aproximadamente 33,500 guaraníes. Con el encantador acento colombiano, Hugo nos contó que el arroz de coco es un plato típico de las costas colombianas.  Así como también las arepas y  los patacones guisados elaborados con plátano, un plato local muy nutritivo y preferido por los locales. Otra exquisiteces locales son las cazuelas de mariscos, las mojarras fritas, el encocado de pescado, el guiso de pulpo y la vedette de los peces de mar de la costa: el mero. Según Hugo, esta carne es tan espectacular y sabrosa que se ha convertido en una de las favoritas de la zona hasta el punto que los costeños han acuñado la frase: “En el mar el mero y en la tierra el cordero”. Otro pescado local con una carne particularmente sabrosa es el pargo rojo.

El Sancocho es otra popular preparación en la región del Caribe Colombiano. Se trata de una sopa que se prepara a base ya sea de carne vacuna, gallina, pescados o mariscos, junto con papa, yuca y legumbres. Se lo acompaña con arroz blanco y agua de panela con limón.

Para nuestro almuerzo playero optamos por ceviche de mariscos, langostas y unos filetes de mero y pargo rojo acompañado del delicioso arroz de coco, acompañados de piñas coladas y coco locos servidos dentro de las propias frutas. Disfrutamos de un verdadero manjar desprovisto de lujos pero más sabroso que cualquier comida servido sobre las vajillas más finas. Comer sobre la arena misma y frente al mar, como reza el conocido slogan publicitario, ¡no tiene precio!




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