Conocidas como las reinas de las joyas, las perlas han
sido apreciadas por las mujeres desde la antigüedad. Tal vez su encanto radica
en el hecho de que al contrario de las gemas que requieren de ser talladas y
pulidas para ser utilizadas como joyas, las perlas no necesitan ninguna
intervención para mostrar su tan natural belleza. De hecho, como encontrarlas
libres de imperfecciones en la naturaleza es muy raro, en la antigüedad (antes
de que fueran cultivadas y reproducidas sintéticamente) tener un collar de
perlas idénticas era visto como un
tesoro de incomparable valor y de hecho eran las joyas más caras. Una anécdota
de Cleopatra, ilustra el valor
enorme que las perlas tenían por aquel entonces. Para demostrar a Marco Antonio su riqueza, la reina
Egipcia se jactó de que ofrecería el banquete más costoso de la historia en su
honor. Durante el banquete, Cleopatra trituro una perla de uno de sus pendientes,
y la disolvió en su vino dejando al romano boquiabierto. ¡Plinio relata que dos
perlas costaban alrededor de 60 millones de sestercios o 1.875.000 onzas de
plata! Por este motivo no es de extrañar que Suetonio registrara que el general
romano Vitelio financiara su ejército vendiendo sólo un lado de los aros de
perla de su madre.
Según le leyenda hindú, Krishna fue quien las
descubrió, ofreciéndolas a su hija Pandaïa como regalo de bodas. Desde entonces
se convirtieron en símbolos de riqueza y poder. Efectivamente se cree que fue
una antigua tribu en l costa de India, el primer pueblo en dar valor ornamental
a las perlas. Pero fueron los árabes quienes más las amaron, difundiéndolas por
todo el mundo. En el Corán incluso se describe al paraíso como un lugar donde
las piedras son de perla y jacintos, las frutas de los árboles son de perlas y
esmeraldas y todos los admitidos a él son coronados con perlas de incomparable
lustre y son atendidos por hermosas doncellas que parecen perlas ocultas. En
China las perlas son símbolo de inmortalidad, por lo que era tradicional que
los nobles introdujeran perlas en las bocas de sus difuntos, bajo la creencia
de que éstas impedían la descomposición.
Las joyas de perlas más antiguas que se conocen fueron
encontradas en el sarcófago de una princesa Persa que murió en el 520 a.C. y
que se encuentra exhibido en el Louvre. En la antigüedad las perlas
simbolizaban la luna y sus poderes mágicos, tal vez debido al hecho a que
provenían de mar con sus mareas regidas por los ciclos lunares, así como a su
iridiscente albor. También se las asocia con la pureza y la inocencia. Para los
hindúes es un regalo de boda ideal, incluso antiguamente formaba parte de la
ceremonia un rito en el cual se presenta una perla natural que viene perforada
en el acto.
Los romanos y luego muchos países europeos durante el
Medioevo e inicios del Renacimiento tenían reglas estrictas sobre quienes
podían llevar perlas. En los siglos XIV y XV se puso de moda entre los nobles
bordar sus atuendos con perlas. La Reina Isabel I acostumbraba llevar vestidos
enteramente bordados con perlas.
Antes de la creación de las perlas cultivadas a
inicios del siglo XX, las perlas eran un símbolo de riqueza y status que sólo
podían permitirse los más adinerados. Las perlas provenían principalmente del
Golfo Pérsico, de la India y Ceilán (actual Sri Lanka), de Mar Rojo, de la
China y del Japón. Por lo que el comercio de Perlas con el oriente fue siempre
muy difuso. Luego se incorporó el nuevo mundo como proveedor de perlas de agua
dulce y salada.
En 1890 el japonés Kokichi Mikimoto descubrió la
manera de cultivar perlas. Sabiendo que las perlas se formaban en la naturaleza
debido a que un objeto extraño se introducía en el molusco. Pensó entonces en
qué pasaría si él introducía cuerpos extraños adrede imitando lo que sucede en
la naturaleza. Al comienzo tuvo perlas defectuosas y fue experimentando con
diversos materiales como plomo, vidrio, barro y madera hasta que descubrió que
extrayendo una esfera de nácar de una ostra viva e insertándolo en otra de la
misma especie se lograban perlas perfectamente redondas. En varios años de
paciente y tenaz labor (las perlas toman aproximadamente 5-7 años en formarse)
logró perfeccionar sus técnicas, logrando perlas que por entonces eran
imposibles de distinguir de una cultivada. Su método fue secreto hasta su
muerte en 1954.
Como las perlas cultivadas podían producirse en mayor
cantidad y era imposible diferenciar cual perla era cultivada y cual era
natural, los precios de las perlas bajaron radicalmente, y éstas se hicieron
finalmente accesibles para mujeres de todo el mundo. Cuando finalmente se
descubrió que con endoscopía y rayos X se podía detectar nuevamente la
diferencia por lo que el valor de las perlas naturales volvió a crecer.
El valor de una perla se encuentra asociado principalmente
a su pureza, color, brillo y obviamente a su tamaño, ya que muy raras veces se
encuentran piedras naturales de más de 20 mm de diámetro.
Las perlas son las gemas más antiguas y más queridas
por las mujeres puesto que tienen una manera discreta y elegante de dar luz al
rostro, algo que mujeres como Jackie Kennedy, Grace Kelly y Audrey Hepburn
comprendían muy bien, convirtiéndolas en sus joyas favoritas. No es de extrañar
que Afrodita, la mismísima diosa griega de la belleza, surgiera según cuenta el
mito, de una ostra gigante, cual si fuera una hermosa perla. No en vano la
belleza y pureza de las perlas hace que se las considere las “reinas de las
joyas”.
PERLAS FAMOSAS
La Perla del Valle del Arco: Se trata de una perla enorme, de
7,87 cm de longitud y 575 quilates. Se cree que fue dada por Marco Polo al
Kublai Kan, emperador de China. Lo
cierto es que tiene más de 800 años de antigüedad y entre sus ilustres
propietarios se encuentran emperadores chinos, reyes persas y emires árabes. Su
valor se estima de 8 millones de dólares. Es de propiedad privada, pero se
desconoce el nombre del propietario, recientemente estuvo a punto de ser
subastada en Dubai pero la subasta fue súbitamente cancelada.
La perla Hope: Sin lugar a dudas la perla Hope es la perla de agua
dulce más famosa debido a su gran tamaño. Con forma de dedal y con 450 quilates y 84 gramos, formaba
parte de la colección de Henry Hope, el famoso banquero estadounidense
propietario de una colección de joyas famosas entre las que se destacaba el famoso diamante Hope. Actualmente forma parte de la colección
del British Museum.
La Perla de Alá: Es la perla más grande del mundo.
Fue hallada en 1934 por un pescador en Filipinas dentro de una almeja gigante. Su
nombre se debe a su extraña forma: parecida a la de un hombre barbudo con
turbante. El pescador tuvo un final trágico ya que antes de poder sacar la
perla la almeja cerró sus valvas atrapándole la mano y ahogándolo. Sus
compañeros fueron quienes para intentar rescatarlo subieron la ostra a la
superficie encontrándose con el prodigio que había significado el final del
infortunado pescador. Como estas almejas no producen nácar la perla es de un
blanco mate por lo que no es del tipo perla gema y por sus 6.4 kilos y 24 cm de
diámetro tampoco puede ser llevada como una joya. Sin embargo debido a su
tamaño y peculiar forma fue tasada en el 2007 por 93 millones de dólares! Ahora
es propiedad de un multimillonario norteamericano.
La Rosada: esta legendaria perla australiana perfectamente
redonda y rosa estaba vinculada a una maldición que causaba la muerte de
quienes la poseían. Su último propietario Abraham Dayis se ahogó en el barco
que lo transportaba cuando éste naufrago durante un ciclón. Los restos del
barco, ni la perla, jamás fueron encontrados.
La Huérfana: Era una de las gemas más espléndidas
de la Corona Española. Su nombre se debe a que no fue hallada dentro de una
ostra, sino fuera de ella en el Golfo de Panamá. Su tamaño y perfección le
dieron fama. Fue propiedad de Doña Isabel de Bobadilla, la primera gobernadora
de Cuba y luego pasó a la corona española. Desapareció en el incendio de un
palacio español en el siglo XVIII.
La Perla de Asia: Con 600 quilates, esta joya de
fines del siglo XVI tiene una historia riquísima. Fue propiedad del emperador
Mogol Shah Jahan, el mismo que construyera el Taj Majal. Luego pasaría al Rey
de Persia y de ahí a un emperador Chino. Adquirió su nombre debido a que en 300
años fue poseída por tres de los más grandes imperios de Asia. Fue enterrada,
según la tradición China, junto con su último propietario el emperador
Chien-lung, cuarto emperador de la dinastía Qing. Varios años después su tumba
fue profanada por ladrones y la perla volvió a ser vendida en Hong Kong y luego
fue llevada a Francia y actualmente forma parte de una colección privada.
La Perla Drexel: De origen polinesio, la perla Drexel es una de las
perlas naturales más raras y hermosas debido a su forma natural de lágrima
delgada y alargada perfectamente simétrica. Está técnicamente catalogada como
una perla negra aunque su color es mayormente gris y con un lustre perfecto.
Lleva el nombre de su primera dueña, la filántropa Mary Stretch Irick Drexel,
quien la hizo montar en un hermoso broche de la joyería Cartier. Actualmente es
de propiedad de Andrew Cohen SA.
La Peregrina: (a no ser confundida con la
Pelegrina). Se hizo famosa por su perfecta forma de pera, su tamaño de 58.5
quilates y además por su fantástica historia ya que fue peregrinando por
diversos países y poseída por numerosos ilustres. Fue propiedad del Rey Felipe
II de España. El rey Felipe III la montó en un broche ara su joven mujer
Mariana de Austria y desde entonces fue lucida por las sucesivas reinas que
ocuparon el trono español hasta 1808, cuando el rey invasor José Bonaparte
ordenó que se le entregaran todas las joyas de los Borbones. Ya en Francia la
heredó Napoleón III quien la vendió en 1848 por problemas económicos. Pasó a
propiedad del marqués de Abercorn y más de un siglo después fue subastada en
1969 y comprada por el actor Richard Burton por la entonces sideral cifra de 37.000
dólares. Alfonso de Borbón de Dampierre intentó recuperarla en la subasta pero
su oferta resultó insuficiente y la joya pasó a la entonces esposa de Burton,
la mismísima Elizabeth Taylor, quien la incorporaría a un collar de rubíes y
diamantes diseñado por Cartier.
La Pelegrina: Esta antigua perla con forma de pera
y brillo plateado y perfectas cualidades fue parte de las joyas de la corona
española, siendo otorgada por el Rey Felipe I a su hija María Teresa e ocasión
a su boda con Luis XIV de Francia en 1660. Tras la muerte de la consorte del
Rey Sol en 1683, se perdió el trazo de la perla hasta que reapareció nuevamente
en San Petersburgo en 1826. Se cree que pasó a todos los herederos de la corona
francesa hasta que Luis XVI, el último de los monarcas borbones fuera
decapitado durante la revolución francesa y las joyas de la corona fueran
robadas del Garde Meuble. Probablemente la Pelegrina desapareció junto con el
Diamante Sancy, el Azul Tavenier y el Regente. La perla volvió a aparecer en
Rusia al ser adquirida por la fabulosamente rica princesa Tatiana Youssoupov y
luego pasó a su hija Zenaida Nikolaievna Yusupova, de legendaria belleza quien
la usaba como un adorno de la cabeza. Luego pasó a su hijo el príncipe Felix
Yussupov II, esposo de Irina, vendieron a Cartier todas sus joyas, salvo La
Peregrina, de la cual el príncipe no se podía desprender por su valor
sentimental. Recién fue vendida en 1953 al joyero suizo Jean Lombard. En 1989
sería subastada en Christie’s y vendida a un comprador anónimo por 463.800
dólares.
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