Seguro ustedes se imaginaban que en algún
lugar de Francia existió tal vez alguna vez un tal François Buffet que como
cansado de tanto banquete real con sucesión interminable de platos, tuvo la
brillante idea de inventar un revolucionario sistema de restauración que
cambiaría para siempre la manera de servir la mesa. Pero lastimosamente el
creador del buffet no quedó registrado en los anales de la historia, y
permanecerá por siempre anónimo.
En la antigüedad, en la corte francesa existía
la costumbre de servir platos refinados y elaborados hasta saciar a los
comensales por varios días. Sin menospreciar las exquisiteces servidas en las
cortes, los pobres reyes y miembros de la corte tenían que engullir un promedio
de 8 platos por comida. Lo dramático de esto es que los comensales tenían que
comer cada uno de los platos sin poder rehusar ninguno, ya que hacerlo era
considerado de muy mal gusto, y podría ser visto hasta como un desplante a los
anfitriones. Me imagino que los prójimos habrán deseado tener 4 estómagos como
las vacas como para poder digerir semejante cantidad de comida.
Con esta costumbre y banquetes tan
delirantemente opíparos, no es de extrañar que se introdujera en las cortes
francesas el concepto del buffet. Hacia el siglo XVII empiezan a implementarse
mesas con platos fríos entre los cuales se podía elegir.
La creación se le atribuye al rey Luis XIV,
quien instaló la costumbre de los “ambigús”, como eran originalmente llamados
los bufetes. El rey los implementó en sus reuniones íntimas, en la cual recibía
más informalmente y con menos protocolo a sus invitados y amigos.
Paulatinamente se fue extendiendo a los bailes (obviamente no daba gusto bailar
el minué con el estómago tan cargado).
Pero tal vez lo que generó verdaderamente
al buffet como lo conocemos hoy en día fue la igualadora y liberadora
revolución francesa. Los bufetes surgen casi como una necesidad a ponerle freno
a la excesiva gula y a los extravagantes excesos de los banquetes de la corte
francesa. Y no es de extrañar que con la revolución se implementara una manera
que otorgaba más libertad hasta en las elecciones gastronómicas.
Tras la Revolución Francesa, con su grito
de “Liberté, égalité, fraternité”, surge un movimiento igualitario mediante el
cual entre otras cosas, se permitió que el pueblo disfrutara de los placeres
burgueses de los restaurantes. En algunos restaurantes faltaba mano de obra
calificada tras los grandes conflictos revolucionarios, y la demanda era muy
alta, de manera que en lugar de servir la mesa con meseros, se invitaba a los
comensales que pasaran al "buffet" (o sea a la mesa de apoyo) a que
se les sirviera. La costumbre de la época era que en el buffet había un mozo
que servía a todos los comensales que se acercaban con sus platos y éstos lo
llevaban a sus mesas. El pueblo aburguesado, quería por supuesto seguir
disfrutando de las comodidades del servicio que gozaban los royales, por lo que era perentorio que
los mozos sirvieran los platos a los comensales, tal como antes se les servía a
los nobles.
La palabra “buffet, no es el apellido del
creador, sino que proviene del término con el que se denominaba a la mesa
auxiliar en la cual se exponían los magníficos platos en espléndidas fuentes de
oro y plata. Estos platos originalmente sólo estaban apoyados ahí de manera a
que los mozos pudieran servir a los comerciales, no se estilaba aún la
modalidad del “self-service”.
En una comida con self-service o autoservicio, el propio comensal es quien se sirve.
La liberadora ventaja del buffet es que otorga libertad a los comensales de
elegir sus platos favoritos, su porción y también le permite evitar aquellos
platos que le desagradan sin necesidad de ofender a sus anfitriones. Por todo esto podemos convenir que por más de
que lo implementó por primera vez un rey, fue disfrutado enormemente por los
revolucionarios plebeyos.
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