Como suele suceder en la historia
gastronómica, sobre todo en cuestiones de orígenes y autoría, las disputas son
el plato del día. Tal es el caso de nuestro tema de esta edición: las tapas
españolas. Asi se llama en España a los aperitivos que se sirven en los bares y
restaurantes para acompañar a la bebida. Son tan tradicionales, que incluso se
dice “ir de tapas” para referirse a salir a tomar y picar en bares y
restaurantes. El tapeo, está completamente inserido en la cultura española, y
no es poco común salir a cenar a base de tapas.
En cuanto a su origen, hay muchas
teorías. La primera asegura que las tapas se originaron en el medio evo,
concretamente en el siglo XIII, y que el creador de la costumbre fue el rey
Alfonso X, más conocido como Alfonso el sabio. ¡Y bien sabio habrá sido en iniciar una
costumbre tan popular, que siglos después se sigue practicando con regularidad
y con gusto! Cuentan que el Rey enfermó,
y los médicos de la corte, le diagnosticaron que bebiera vino como remedio
varias veces al día. Por entonces los remedios eran básicamente o pociones
esotéricas, o vino, o sanguijuelas, por lo que el vino era lejos la solución
más agradable, aunque probablemente era tan poco efectiva como las otras. El
sabio rey tomo por costumbre acompañar sus dosis de vino con alguna comida para
evitar los efectos del alcohol ingerido con el estómago vacío. Como buen sabio,
el rey tuvo una iluminación. ¿Y qué tal si se ordenara que en todas las
tabernas y mesones se acompañara al vino con algo de comer para evitar los
disturbios provocados por los borrachos? Como es bien sabido, tener la pancita
llena es una gran ayuda para evitar emborracharse y fue sin lugar a dudas una solución
muy práctica para reducir los disturbios provocados por los borrachos en las noches
de juerga. Sería casi como una especie de política de prevención de la
criminalidad. Según esta versión, el rey dio la orden de que cuando se sirviera
una jarra de vino se la acompañara de una tajada de jamón, chorizo u otro
embutido, queso o pan. Pero hay quienes atribuyen a la autoría de esta medida
de prevención a otro dúo de reyes sabios: los Reyes Católicos.
Otra de las versiones sobre el origen
de la costumbre de servir tapas en las posadas, es que para evitar que cayeran
moscas y mosquitos a las bebidas, los mesoneros tapaban la boca del recipiente
con un trozo de pan.
La tercera de las versiones, y tal
vez la más pintoresca, es aquella que atribuye al mismo rey Alfonso (que
seguramente algo habrá tenido que ver en su origen), pedir en un mesón de Cádiz
llamado “Ventorrillo del Chato”, una copa de Jerez, pero justo cuando el mozo
le estaba vertiendo el preciado líquido entro una fuerte corriente de viento, y
para evitar que la copa ser le llenara de arena de la playa, prontamente el
mesonero tapo la copa real con una loncha de jamón. El rey luego pregunto al
mozo porque su copa estaba tapada con una rebanada de jamón y este le explico
el motivo. Al rey le produjo mucha gracia y no solo bebió su Jerez, sino
también comió la improvisada tapa embutida y le gusto tanto que pidió otra copa
con tapa, siendo imitado por los demás miembros de su sequito.
En cuanto al origen del nombre
también hay discrepancias. Algunos aseguran que, tras la orden del rey, los
posaderos y mesoneros servían la jarra o
vaso de vino tapando la boca con la comida, y de ahí venga la costumbre de
referirse a estos bocadillos o aperitivos como tapas. Otros aseguran que la
denominación proviene del hecho de que estos bocadillos servían para “tapar”
los efectos del alcohol. La tercera versión etimológica asegura que el termino
es una castellanización del francés etape,
o etapa, para hacer referencia al aprovisionamiento de soldados en una marcha o
traslado prolongado. La tapa era el lugar donde los soldados paraban para
descansar, comer algo y aprovisionarse. En el léxico militar del siglo de oro,
“montar tapa” se refería a planear el aprovisionamiento de las tropas, e “ir de
tapa” se refería a ir a los distintos puntos previstos en el trayecto de
movilización de tropas.
Probablemente el verdadero origen de
las tapas sea imposible de “destapar”, pero esto no le resta ningún placer a
disfrutar de estos deliciosos (y cada vez más elaborados y originales)
bocadillos que son tan acertados para acompañar al vino, como apropiados para
mitigar sus efectos.
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