Oscar de la
Renta fue uno de aquellos pocos privilegiados que logran convertirse en
leyendas vivientes de la moda. Su reciente partida el 20 de octubre tras una
larga lucha contra el cáncer, nos inspira para dedicarle estas páginas
homenajeando su vida y su legado al mundo de la moda.
El diseñador
nació el 22 de Julio de 1932 en Santo Domingo, República Dominicana en el seno
de una familia acomodada. A la edad de 18 abandona su Caribe natal para
estudiar pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Su
sueño era convertirse en un pintor de arte abstracto, pero en el camino fue
seducido por el mundo de la moda, al ser contratado como ilustrador por el más
grande diseñador español del momento: Cristóbal Balenciaga, quien se
convertiría en su mentor. En 1961 deja España para trabajar en Paris como
asistente en Lanvin bajo la dirección de Antonio del Castillo. A los dos años
se traslada a Nueva York, donde empieza a trabajar para la casa de diseño
Elizabeth Arden.
Ya establecido
en Nueva York, empezaría su propia firma en 1965. En 1967 se casa con Françoise
de Langlade, la entonces editora en jefe de la revista Vogue francesa, cuyos
contactos en el mundo de la moda ayudaron enormemente a la carrera de Oscar. En
1983 Françoise muere víctima del cáncer de huesos dejándolo viudo y desecho. En
ese entonces el diseñador se vuelca enteramente a ayudar a distintos orfanatos
en su natal Republica Dominicana. En 1984 se entera de un niño recién nacido
que había sido abandonado en un contenedor de basura y decide adoptarlo,
llamándolo Moisés de la Renta. Su hijo adoptivo hoy sigue sus pasos como
diseñador. En 1989 contrae segundas nupcias con Anne Engelhard Reed (Annette de
la Renta), hija única de un banquero alemán.
Desde 1993 al
2002 de la Renta, además de diseñar sus propias colecciones, estuvo a cargo de
la línea de alta costura de Balmain. En el 2001 lanzo su línea de accesorios
que incluye bolsos, cintos y zapatos. En el 2006 Oscar de la Renta lanzo su
línea de novias. Hoy la empresa incluye cosméticos, fragancias, anteojos,
pieles, joyas, bufandas y hasta ropa para dormir y artículos para el hogar.
Tiene una línea de hombres con productos licenciados que incluyen abrigos,
trajes, camisas, corbatas, pantalones, etc.
Su sello
siempre se caracterizó por ser la feminidad extrema de sus piezas, que hacían
que mujeres de todo el mundo soñaran con lucir sus diseños. Además de vestir a
toda la alta sociedad neoyorquina, vestía regularmente a celebridades como: Jessica
Alba, Anne Hathaway, Scarlett Johansson, Cameron Díaz, Penélope Cruz, Sarah
Jessica Parker, Sharon Stone, Taylor Swift e incluso a varias primeras damas
como Jackie Kennedy, Nancy Reagan, Hillary Clinton, Laura Bush y Michelle
Obama.
Entre sus
elementos característicos de diseño se encuentran las sedas estampadas, el uso
de volados, las siluetas suaves y simples, el colorido vibrante de su paleta,
la presencia de las flores en estampas, el uso de moños y el sincretismo de lo
moderno y lo romántico que lograba al diseñar.
Su buen corazón
se notaba siempre en su constante apoyo a distintas organizaciones
filantrópicas y fundaciones como New Yorkers for Children, The Americas Society
y el Instituto Español de Nueva York. También era un gran mecenas de las artes,
trabajando en las comisiones de apoyo al Metropolitan Opera, Carnegie Hall.
Durante más de
cinco décadas creo piezas elegantes y atemporales, además cultivó un estilo de
vida refinado en el cual fue cosechando una gigantesca cantidad de experiencias
sin paragón, de aquellas con las que uno se contentaría de vivir al menos una
antes de morir. Su vida fue rica y su legado es vasto.
Su vida social
era impresionante, vivió en ciudades como Paris, Madrid, Nueva York, donde se
codeo con la crema del jet set internacional, asistiendo a fiestas memorables
como la fiesta de disfraces del Marques de la Cueva, y a las famosas cenas que
organizaba Marie-Helene de Rotschild. Conoció desde toreros, hasta reyes y
primeras damas y primeras figuras del cine y de la música, pero su humildad fue
aún más grande que esta fabulosa vida que le toco vivir y más allá de sus
glamorosa vida social, tuvo una aún más noble conciencia social, que lo llevo a
ser un gran filántropo, que apoyo enormemente a los orfanatos de su natal
Republica Dominicana, proveyendo casa, comida y educación para una gran
cantidad de niños.
Según las
palabras de su cercana amiga, Anna Wintour, quien escribió una sentida
despedida al diseñador al enterarse de su deceso: “Sus diseños reflejan su
extraordinaria personalidad: optimista, divertida, soleada y romántica. En una
cena este verano- solo nosotros dos- me conto historias fascinantes sobre su
vida en Paris y luego cuando trabajaba para Miss Arden quien aparentemente
siempre llamaba a Helena Rubinstein “esa mujer”. La conversación luego se
volvió más seria y me dijo que sentía que había tenido la vida más asombrosa y
que no tenía miedo. Esta fuerza de seguro lo acompañó en el hospital la semana
pasada cuando tomó la decisión de suspender el tratamiento; no era la calidad
de vida que él quería.
La editora
también recordó la sencillez y la alegría característica del gran diseñador:
“El preferia invitar al conserje a cenar, antes que cenar solo. Hubo momentos
gloriosos en Punta Cana, siempre bailando, siempre cantando, llevando a los
chicos a nadar con los delfines cuando eran chicos, siempre felices de incluir
a 10 personas más para la cena.” Para finalizar su despedida la editora
escribió: “Siempre decía acepta a tus amigos por quienes son, no por quienes
deseas que sean. Oscar era todo lo que uno podría desear que sea un amigo.”
Su impecable
estilo personal y don de gente lo convirtieron en uno de los reyes de la alta
sociedad neoyorquina. En su casa recibió a grandes personalidades como Henry
Kissinger, otros diseñadores como Valentino, su cercana amiga Anna Wintour. Se
ganó la reputación de ser uno de los mejores anfitriones de la escena social
neoyorquina. Las cenas que ofrecía en su casa eran toda una experiencia. En su
mesa se servía la mejor comida y los mejores vinos. La mesa era una puesta en
escena de enorme elegancia en la cual los sabores se conjugaban a fabulosos
colores, detalles y texturas, según relata André León Tally en el prólogo al
libro “Valentino: En la mesa del Emperador”.
Su refinado
estilo de vida era el digno resultado de su gran sentido de elegancia. Quienes
tuvieron la fortuna de lucir sus diseños aseguran que nadie las hacía sentir
tan hermosas como De la Renta, pues él sabía que fundamentalmente las mujeres
desean verse simplemente lindas. De hecho aseguraba que su rol como diseñador
era lograr que la mujer se sintiera mejor que nunca. Además, al diseñar sus
colecciones tenía la curiosidad de no seguir una temática, afirmando que no
tenía un tema para cada temporada, pues simplemente trataba de hacer ropas
hermosas todo el año. Es que de hecho, la moda no era lo suyo. Él estaba más allá
de esa cadena de oferta y desecho que se produce temporada tras temporada, lo
suyo era la elegancia atemporal, el estilo personal.
Es tal vez este
su mayor legado, el reivindicar dentro de la moda, que la belleza, el decoro,
la elegancia y el estilo no son ni jamás serán anticuadas.
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