Como he ya
indicado en la edición anterior, existen situaciones límite que requieren un manual
para hacerlas sostenibles, pues estas ponen en peligro nuestro glamorosísimo estilo
de vida.
En la primera
parte de esta guía he abordado las situaciones silvestres. Ahora nos toca
cubrir la jungla urbana, que si bien la consideramos nuestro hábitat, también
presenta numerosas situaciones límite que ponen a prueba nuestros nervios y
nuestro glamour. Tomen nota mis queridas y sigan estas indicaciones que sin
lugar a dudas les salvará de más de una situación bochornosa y de innumerables
lagrimones de diva.
En Bonanza: A las divas
también nos encantan las gangas. Lo que no nos gusta es que nos vean en ningún
otro lugar que no sea una dignísima tienda como Carolina Herrera. Por lo que si
se te ocurre ir a Bonanza lo mejor es ir de incognito. La mejor manera de
lograr pasar desapercibida es valiéndose del camuflaje. Para mimetizarte con el
ambiente tenés que vestir a lo Lali González en 7 Cajas. Que nadie te crea el
cuento de que sos una regia. Implementar las jergas locales también te ayudará
a evitar que te revienten con los precios, porque ni bien las arteras
vendedoras escuchen tu acento de culí de cuna de Villa Morra, no van a dudar ni
medio segundo en agregarte unos cuantos ceros al precio. ¡O sea que empezá nomás
a tragarte las eses dahling! Si no tenés tiempo de ir con camuflaje completo,
unas buenas gafas oscuras y un quepis van a ayudarte a resguardar tu identidad.
Porque nadie, repito NADIE debe enterarse que pusiste un pie en Bonanza. Es
más, cada vez que te hablen de este lugar, vos tenés que fingir demencia y
declararte eslava y que la única Bonanza que conocés es una serie de TV de los
60’s.
En el colectivo: No hay
situación urbana más calamitosa e insalubre que un colectivo en hora pico,
salvo que un colectivo a la siesta en pleno verano. En estas circunstancias el
primer peligro a sortear es evitar ubicarse bajo la axila de un catingudo. Fíjense
en las manchas de sudor en las prendas, estas suelen ser muy buenos indicadores
de hedores corporales: si hay mancha de sudor, lo más probable es que apeste. Pero
aunque no lo crean este no es el mayor riesgo del ómnibus. El mayor de los riesgos colectiveros es el que
se te apoye un pervertido. Cuando esto ocurra lo primero que tenés que hacer es
darle un buen golpe ahí donde más le duele al desgraciado para que su aparato
de perversión quede un bueeen tiempo en reposo absoluto. No le tengas la más mínima
misericordia. Y asegúrate de gritarle todos los improperios que nunca te animás
a decir por correcta, que se los tiene más que merecidos. Dale duro con el
combo bife e improperio hasta que no le quede otra que lanzarse del micro.
En lo de tu suegra: Una de
las situaciones cotidianas más limite es la de encontrarse en un lugar donde no
nos quieren y donde ni siquiera deseamos estar. Esto suele ocurrir los domingos
que nos tocan visitar a la suegra y también durante esos acontecimientos
inesquivables y lamentables en los que tenemos que cumplir con la familia
política. Si bien tu pellejo no está en juego, no dudes que estarás siendo
observada por una bandada de aves de rapiña disfrazadas de palomas de la paz y
reptiles ponzoñosos disfrazados de ositos cariñositos, ansiosas por encontrar
tus debilidades y lanzarte todo su veneno como si fueran flores. Ante estas
situaciones tienes que aplicar el camuflaje emocional. Sonreí como una miss.
Que nada extinga tu sonrisa y ninguna fibra de tu cuerpo delate un ápice de
debilidad. Sos una regia reina de hielo. Imaginate como tal, sentada en un
altivo trono polar muy lejos del alcance de sus garras y lenguas triperinas. Mostrales
que en realidad te chupa un bledo lo que opinen de vos y que sos una regia
digna en un estado emocional demasiado elevado como para que le afecten las guanacadas
y necedades que articulan sus labios. Al salir tenes que sortear la prueba de
fuego, sonriéndole aún más falsamente a tu marido mientras le decís lo DI-VI-NA
que es su madre. Que nada en tu actitud delate que le querés más a Lugo que a
tu suegra.
Cara a cara con un pibe chorro: Lo peor no es toparse con un pibe chorro, sino toparse con un pibe
chorro toda enjoshada. Ni bien lo divises empezá nomás bien a tragar todas tus
joshas antes de que se dé cuenta. El resto entregá todo, pero no histeriquées.
Lo principal es que te mantengas lúcida y calma. Esperemos que tus clases de
yoga hayan servido para dominar a tu bestia y que ante estas situaciones puedas
sacar a tu sensei zen interior. Si te pide tu celular, rogale por la virgen y
de rodillas y con absoluta calma, que te dé el chip con los contactos y que el
celular le das encantada y si te lleva la billetera con igual compostura pedí
por tus documentos. Lo más probable es que al ladrón le sorprenda que le pidas
con tanta calma estas cosas y como a él no le sirven para nada lo más probable
es que te las dé. Si no te las da, resígnate bien nomás a perder un mes entero
haciendo filas y sacándote fotos para todos tus carnés.
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