No tengo idea de cuál es la necesidad de llegar a la Navidad escuálida, si el mismo Papa Noel es un rechoncho. Como esas desquiciadas hacemos la dieta de los renos manteniéndonos a pasto y agua hasta llegar a la víspera. ¿Y me pueden explicar para qué? Si esa misma noche nuestras madres y tías nos tienen preparada la comilona del milenio, capaz de mandar al tacho un mes entero de dieta. Parece luego que todas confabulan juntas para atentar contra nuestra silueta, no falta ni hasta la tía del campo que manda por encomienda la chipa horneada en el tatakua con grasa de chancho.
Y si la fuerza de voluntad no nos abandona y logramos hacerle la vista gorda al vite toné, entra a jugarnos en contra el tío farrista que se trae un galón de Johnnie Walker, un magnum de champagne y suficientes municiones alcohólicas como para emborrachar a una horda de cosacos. Y como nosotras estamos a pasto y agua, ni bien se descorcha el champagne ya empezamos a hablar arameo fluido como para poder comunicarnos con Cristo en lengua original.
En cima el banquete es interminable. La parentela prepara comida suficiente como para alimentar a toda Somalia por diez años y obviamente como para que vos no puedas llegar a somalí ni en una década. Y como sobra muchísima comida, tenes que alimentarte los siguientes quince días a base de pancitos chips con peceto y lengua a la vinagreta, o sea que sí planeabas llegar flaca al año nuevo, olvídalo!
Todo luego parece confabular en contra nuestra, hasta aparecen alimentos híper calóricos a los cuáles ni nos acercamos el año entero y que ni bien empiezan a sonar los villancicos se vuelven imprescindibles. Nosotras que somos adictas a las burbujas dignas nos mantenemos fieles al extra brut solo hasta noviembre, mes en el cual se nos empieza a antojar tomar sidra con hielo en la pileta simplemente porque es la Época. Y no nos olvidemos del pan dulce que honestamente no vale la pena engordar por él, ¡pero aun así no nos resistimos a mojarlo en el café con leche todo el mes de diciembre!
Y por supuesto también tenemos las interminables "cenas de fin de año". No sé cuál es el imperioso motivo de juntarnos todos antes de que termine el año. Ni que fuera a acabarse el mundo al año siguiente. Hasta esos amigos a quienes no vimos el año entero ni en el Facebook te invitan a cenar con ellos "por fin de año". Y así nos pasamos de Lu a Lu de cena en cena, empezando la dieta cada mañana para terminar rompiéndola cada noche como una reverenda gilimema.
Díganme entonces como vamos a llegar flacas al 2014 si todo el mes de diciembre sufrimos un cruel atentado terrorista contra nuestro operativo bikini. Para el 31 de diciembre pasamos a archivo el mini vestido blanco que teníamos planeado usar si bajábamos los 5 kilos que nos propusimos. Y el 1 de enero ya nos resignamos nomás bien ya a implementar el pareo toda la temporada estiva. Yo por todos estos motivos ya decrete bien que diciembre es mes de engorde. Para ser vaca flaca tenemos los restantes 11 meses del año. Chin Chin con sidra y hielo honeys!
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