De Leonardo Da Vinci ya hemos hablado muchas veces en esta
columna. Desde su última cena hasta su último artilugio culinario. Es que este
hombre tan ingenioso, no solo inmortalizó banquetes con su pincel, sino también
introdujo elementos que nos acompañan hasta hoy en día en la mesa cotidiana,
como el molinillo de pimienta, la servilleta y el tenedor. Sin embargo hay un
asunto que aún no hemos discutido: lo que Leonardo servía en su mesa.
Este genio universal arquetípico fue proverbial en su amor
por los animales. Cuenta Giorgio Vasari, El primer gran historiador del Arte,
que el pintor compraba aves enjauladas en los mercados, solamente para
soltarlas y verlas volar esos cielos que él soñaba surcar algún día. Él no
podía comprender como el ser humano, amante de la libertad como lo es, podía
mantener a pájaros y animales en jaulas. Su sensibilidad de artista lo llevó a
rechazar la crueldad del maltrato animal y a vivir un vegetarianismo ético,
rechazando también ingerir carne.
Sus hábitos y creencias estaban ampliamente documentados en
sus diarios y cuadernos, pero como los había escrito en un lenguaje cifrado,
fue recién en la segunda mitad del siglo XIX que éstos pudieron ser descifrados.
El primero en hacerlo fue Jean Paul Richter en su obra de 1883 “Los Trabajos
Literarios de Leonardo da Vinci”. En la misma, el investigador experto en la
vida y obra de Da Vinci, escribió: "Nos inclinamos a pensar que el propio
Leonardo era vegetariano según el siguiente interesante pasaje de la primera de
las cartas de Andrea Corsali a Giuliano de' Medici: "Ciertos infieles
llamados Guzzarati [italianización de Gujarati, habitantes de la costa oeste de
la India] no se alimentan de nada que contenga sangre, ni permiten entre ellos
infligir daño a ninguna criatura viviente, como nuestro Leonardo da
Vinci".
Esta costumbre era muy extraña en la Europa renacentista de Da
Vinci, en la cual la cacería era considerada un “divertimento” y los banquetes
tenían como protagonistas estrella a animales del cielo, del agua y la tierra.
Si bien varios sabios de la antigüedad, como Platón y Pitágoras, lo habían
precedido en la misma creencia y práctica del vegetarianismo, se puede afirmar
que Leonardo fue un pionero en su tiempo, anticipándose en varios siglos a los
vegetarianos modernos.
Sus biógrafos han señalado que el maestro comía ensaladas,
verduras, cereales, setas y como buen tano, mucha pasta y minestrone (sopa de
verduras). La costumbre de ingerir carne la veía como algo casi inmoral, algo
que convertía a los hombres en bestias, algo que contradecía a la misma razón
que eleva al hombre por sobre el mundo animal.
El mismo Da Vinci escribe de puño y letra en sus “Quaderni
d’Anatomia II 14 r” que se conservan en la Biblioteca Real de Windsor:
"Si eres como te has descrito a ti mismo el rey de los
animales -- ¡sería mejor llamarte rey de las bestias puesto que eres la mayor
de todas ellas! -- ¿por qué los ayudas para que te puedan dar luego sus crías
para gratificar tu paladar, con lo cual has intentado convertirte en tumba de
todos los animales? Podría decir todavía más si se permitiera decir toda la
verdad.
Pero no dejemos este asunto sin referirnos a una forma
suprema de perversidad que difícilmente existe entre los animales, entre
quienes no hay ninguno que devore a los de su propia especie excepto por haber
perdido la razón (pues hay dementes entre ellos al igual que entre los seres
humanos aunque no en tan gran cantidad). No sucede esto más que entre los
animales voraces como en la especie del león y entre leopardos, panteras,
linces, gatos y criaturas como estas, que en ocasiones devoran a sus crías.
Pero tú no sólo devoras a tus niños, sino también al padre, la madre, los
hermanos y los amigos; y sin bastarte todo esto, realizas invasiones a tierras
extranjeras y capturas hombres de otras razas, y tras mutilarlos de una manera
deshonrosa los cebas y luego atiborras tu garganta. Di, ¿no ofrece la
naturaleza una cantidad suficiente de cosas simples para producir saciedad? O
si no puedes contentarte con cosas simples, ¿no puedes obtener un número
infinito de combinados, mezclando aquéllas entre sí, como hacía Platina y otros
autores que han escrito para los epicúreos?".
En su traducción Richter explica la referencia a la
"forma suprema de perversidad" con una carta escrita por Américo
Vespucio en la cual describe el canibalismo de los habitantes de las Islas
Canarias que observó tras su estancia en 1503. Richter también acota que
Vespucio y Leonardo se conocían personalmente, por lo que probablemente había
escuchado sus relatos del canibalismo en el Nuevo Mundo. La referencia a
Platina se refiere al libro “De la Honesta Voluptate e Valetudine (Sobre el
Correcto Placer y la Buena Salud) de 1475, en la cual – además de recetas con
carne- hay numerosas recetas de platos de verduras, cereales, frutos secos,
legumbres y frutas.
En el Códice Atlántico 76, Da Vinci profundiza el motivo
filosófico que hacía del comer carne un acto de inmoralidad gastronómica: "El
hombre y los animales son un mero pasaje y conducto para el alimento, una tumba
para otros animales, un albergue de los muertos, dando vida por la muerte de
otros, un cofre lleno de corrupción".
En el Códice Atlántico 382, extiende su discurso moral a la
voracidad del hombre, que no solo causa sufrimiento en los animales, sino
depreda a la tierra y daña también a los otros seres humanos. "Todos los
animales perecen, llenando el aire con lamentos. Los bosques son devastados.
Las montañas son desgarradas, para llevarse los metales que se han generado
allí. Pero ¿cómo puedo hablar de algo más infame que [las acciones] de aquellos
que elevan himnos de alabanza al cielo por aquellos que con mayor afán han
causado daño a su país y a la raza humana?".
Para terminar les dejo con un consejito de salud de Leonardo
Da Vinci: "Si deseas permanecer sano, sigue este régimen: no comas a menos
que tengas ganas, y cena ligeramente; mastica bien, y haz que lo que tomes esté
bien cocinado y sea simple. El que toma medicinas se hace un daño a sí mismo;
no dejes paso a la cólera y evita el aire encerrado; mantente derecho cuando te
levantes de la mesa y no te permitas dormir a mediodía. Sé moderado con el
vino, toma un poco con regularidad, pero no en otro momento que durante las
comidas, ni con el estómago vacío; ni alargues ni demores [la visita a] el
retrete. Cuando
hagas ejercicio que sea moderado. No te quedes con la barriga recostada y la
cabeza bajada, y cuídate de estar bien tapado por las noches. Descansa la cabeza y mantén tu
mente alegre; rehúye el desenfreno y presta atención a la dieta". ––
Códice Atlántico 78.
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