jueves, 26 de mayo de 2016

Kurusú Jegua



            
Foto: Alfred Pajes (PORTAL GUARANÍ)
Cada 3 de mayo se celebra el día de la cruz, en guaraní llamado kurusú ara. En este día se visitan los cementerios, los altarcitos en los caminos se hacen pequeños arreglos y llevan flores, velas y las personas rezan.  Pero una de las prácticas más tradicionales y antiguas vinculadas a la celebración del Kurusú ara es la de la práctica del Kurusú Jegua.
 
En este día los familiares se dedican a construir un nicho con tacuaras cubierto con hojas de palma y luego van colgando chipas hechas en diferentes formas (ya sea las tradicionales argollas o formas más decorativas y sacadas del imaginario religioso).  También se suelen armar rosarios de manduví (maní). La cruz va al centro de este nicho tan curiosamente decorado con nuestro alimento más tradicional y representativo: la chipa. Una vez terminado el altar, la familia entera se reúne a rezar haciendo la adoración de la cruz y posteriormente se procede a comer el decorado junto con cocido quemado.

En algunas comunidades y parroquias la celebración del Kuruús Jeguá viene acompañada del canto de los estacioneros o pasioneros, que acompañan la adoración de la cruz con unas canciones de tono bien lastimero, conocidas como purahéi asy.

Esta tradición, que afortunadamente se mantiene viva, aglomera muchos valores de nuestra cultura: la comunidad, la solidaridad y la devoción. Todo se prepara en conjunto, entre vecinos, familiares, parroquianos, mujeres y hombres, niños y adultos se distribuyen la tarea de ir armando el nicho y preparando la chipa. En el kurusú jeguá la fe y la gastronomía se conjugan para celebrar la resurrección de Cristo, su victoria frente a la muerte. 

Pero tal vez lo más encantador de esta festividad es la manera en la que amalgama la cultura guaraní con la cristiana. Uno no puede dejar de preguntarse qué antiguo rito guaraní estamos perpetuando en versión cristianizada. No es ningún secreto que los primeros misioneros jesuitas se valieron del sincretismo religioso para evangelizar a los guaraníes. En el kurusú jegua se siente el mestizaje en su más pura expresión. Los elementos naturales como las plantas, los árboles del altar y la misma chipa constituyen el aporte guaraní recibiendo en su interior a la cruz cristiana en el abrazo compenetrado del mestizaje.

La celebración del día de la cruz en Europa se remonta a los tiempos de Constantino, el primer emperador romano cristiano. Su madre, Santa Helena de Constantinopla, quien movida por la devoción, peregrinó a Tierra Santa en búsqueda de la Vera Cruz (la verdadera cruz donde fue crucificado Cristo). Según la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine, cuando la emperatriz —que entonces tenía 80 años— llega a Jerusalén, interroga a los ancianos y sabios judíos hasta dar con el Monte Gólgota donde había sido crucificado Jesús.  En ese lugar el emperador Adriano había hecho construir un templo dedicado a Venus. Santa Elena hizo derribar el templo y excavar hasta que según cuentan encontró 3 cruces: la de Jesús y la de los 2 ladrones. Como era imposible saber cuál de las tres cruces correspondía al INRI, Santa Elena se las ingenió para dar con la correcta. Su método - muy poco ortodoxo- consistió en traer el cuerpo de un difunto, el cual al tocar la cruz verdadera resucitó como el mismo Jesucristo. El día del hallazgo de la vera cruz es el día que se celebra el día de la cruz.

Esta tradición llegó a nuestras tierras de la mano de los primeros jesuitas y franciscanos, quienes introdujeron a los indígenas al culto y a la adoración de la cruz. Se enraizó en la cultura popular paraguaya en la época del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, cuando el dictador cerró todas las iglesias y conventos, motivo por el cual los fieles se vieron obligados a hacer los ritos en sus casas. Por supuesto se le agregaron elementos locales, lo que dio la sazón guaraní al acto, con la autóctona chipa como protagonista.

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