¿Qué sucede cuando la arquitectura invita al arte a
apoderarse de sus espacios? La respuesta es sencilla. Todo lo que convive con
el arte se vuelve magia. En un espacio habitado por obras de arte se respira un
aire diferente, como enrarecido. Por
ejemplo, cuando entramos a un museo, ingresamos a una especie de sitio sagrado,
solemne, donde se guarda silencio para conectarse con múltiples diálogos
interiores. El arte nos conmueve, nos sensibiliza, nos transporta. La
arquitectura contemporánea cada vez comparte más sus espacios con el arte. Lo
visual, lo auditivo, lo sensorial, y por supuesto las movilizaciones internas
producidas por la emoción Stendhaliana, adquieren cada día mayor relevancia en
la arquitectura contemporánea.
El interior del nuevo hotel Dazzler nos encontramos
con el resultado de una invasión amigable del arte en los espacios públicos.
Esta interesantísima acción multidisciplinaria ideada por el arquitecto
argentino Fabián Parra, congregó a dos reconocidos jóvenes artistas locales –
la fotógrafa Mónica Matiauda y el director de cine Juan Carlos Maneglia- con el
fin de invadir los espacios arquitectónicos con imágenes, movimiento,
sensaciones y conceptos. El resultado hace que un banal lobby de hotel, y una
antesala, se conviertan en verdaderas instalaciones artísticas.
FABIÁN PARRA
¿Cómo surge la
idea de hacer la intervención del hotel con obras de artistas locales?
Cuando empezamos a hacer el diseño de éste espacio, la
temática fue recuperar el espacio verde perdido y volver a hacer que la gente
se sienta en ese lugar que se había de alguna manera dilapidado. El tema era
poder estar debajo de árbol, que empiece en el lobby por ejemplo a través de un gran plegado de madera tipo origami
a la escala del árbol; y el árbol en sí había que armarlo de otra manera. Una
manera de generar sensaciones era con algo que tenga que ver con la imagen,
pero una imagen que tiene que estar en movimiento. Y de ahí nació la idea de
mezclarnos con la dinámica de fotografía, en este caso la filmación, y
comenzamos a juntarnos con Mónica Matiauda y con Juan Carlos Maneglia. El armó
una filmación que genera esa sensación de estar uno debajo de los árboles,
donde el sol se filtra y te protege, y eso de alguna manera, ese volumen que
materializa esos ascensores; y por otro lado Mónica Matiauda, trabajó con la
imagen fija, que hace que ese árbol crezca a través de esas imágenes desde el foyer hasta el spa, recorriendo las habitaciones con cuadros que van haciendo un
bosque de imágenes.
¿Cuáles son los
detalles técnicos del montaje de la video instalación de Juan Carlos Maneglia?
La video instalación es una superficie hoy con
bastante tecnología a través de monitores LED 30 30 que se van agrupando uno a
uno hasta conformar una placa entera, y es un LED que llamamos 2 milímetros
porque modifica la distancia que hay entre el observador y la pantalla para poder observar con nitidez. A través de
ésta pantalla lo que Juan Carlos elaboró se traslada digitalmente y se genera
este efecto de volumen, que es un volumen macizo a través de una película se
desmaterializa, y una vez dentro del ascensor es como si te estuvieses metiendo
por dentro de ese gran espacio verde, ese bosque y empezás a gozar de ese
espacio.
¿Y cómo idearon el montaje, los paneles?
¿Tiene algún significado el tamaño, fue alguna cuestión más estética? ¿O tiene
algo que ver también con el concepto?
Bueno, esto de seguir la dinámica de pasar por debajo
de los árboles se lo planteamos a Mónica, y Mónica con gran sutileza retoma la
imagen planteada por Juan Carlos y empieza a digitalizar y a trasladar esto a
un sistema de pintura digital, que después teníamos que mantener esa escala de
árbol grande. Entonces el árbol grande es una enorme placa que pega la vuelta
sobre el techo como para genera esa sensación de cobijarte debajo de este
techo, y es ahí donde la imagen de Mónica nos cubre como un árbol te cubre en
la vida real.
¿Y creés que
ahora con tanta deforestación tal vez la manera de integrar el edificio, la
arquitectura a la naturaleza sea a través de fotografías, filmaciones,
recuerdos de lo que fue?
Yo creo que nada nunca va a compensar el dolor que
significa quitar un solo árbol de ningún lugar. Me parece que estas cosas son
compromisos para quienes venimos de afuera o integramos otra cultura, de alguna
manera responsable estar enunciando lo que está pasando. Y me parece que es un
compromiso de todos.
¿Y en las habitaciones el arte también está
presente? Dentro de la decoración digamos.
Sí, la idea es que
éste concepto del árbol que te está cobijando arranque de la planta baja hasta
el spa, entonces Mónica va a
planteando distintas instancias de ese árbol, desde su basamento, su copa, y
así como empieza en el lobby y sigue
en el foyer, las habitaciones van
teniendo un sector de ese árbol, y es el spa
el que culmina con su gran sector más alto, dando terminación a éste árbol que
se recorre de arriba hacia abajo.
¿O sea que todo el hotel es como si fuera un
gran árbol?
Todo el hotel recuerda a un gran árbol que se perdió,
y que de alguna manera empieza a recuperarse.
Bueno, ¿y cuál
es tu postura con respecto a la deforestación, y desde la arquitectura que se
podría hacer al respecto?
Me parece que los arquitectos y quienes construyen
este tipo de obras deben ser conscientes del espacio verde que quitan y de
alguna manera recuperarlo en el mismo lugar o sectores aledaños; me parece que
es vital recuperar aquellos lugares perdidos.
Claro, sobre
todo porque Asunción era una ciudad muy verde que se caracterizó siempre por
sus árboles en las veredas, en los patios…
Totalmente. Esa pérdida a mí, aunque sea de afuera me
duele. Pero estoy tratando con todo hincapié en que ésta paisajista nos ayude a
recuperarlo a todo eso que se perdió. Pero se puede recuperar los árboles,
estamos en eso. Estamos haciendo conciencia y estamos haciendo hincapié.
Qué bueno. ¿Y a
vos te sensibilizó como arquitecto el hecho de que vos mismo estás formando
parte de un proceso que de cierta forma tiene que sacar el árbol, eliminarlo?
Sin duda. Fue muy fuerte cuando hicimos el Palacio de los Patos; me acuerdo que una
tarde llegué y habían quitado unos árboles, y había un operario con una máquina
que me dice “Arquitecto, quiero que vea esto”. Y había un árbol de setenta
años, que estaba abrazando a una palmera
que la contenía, y la rama la estaba abrazando, y me dice “Arquitecto, no la
puedo tirar”, y a mí se me cayeron las lágrimas cuando vi, porque habían
crecido juntos durante muchos años. Por eso el Palacio de los Patos, ese volumen de chapa con que fue efímero
estaba cubierto por una imagen del lugar, del verde que habíamos perdido y yo
la pongo por encima, como pidiendo perdón por eso y diciendo “en algún momento
la vamos a volver a recuperar”.
Fabián, ¿cómo
es éste proceso creativo de trabajar en conjunto, vos como arquitecto argentino
con estos artistas locales?
Siempre que voy a un lugar distinto que no sea mi
tierra me parece como muy lógico idóneo plantear la integración de la propia
cultura a mi arquitectura, para que la gente cuando entre a uno de estos
hoteles sienta que también le pertenece. Así que bueno, yo lo conocí a Juan
Carlos a través de una de sus películas, a Mónica de manera personal porque
habíamos trabajado. Y me pareció que armando un equipo en conjunto con ellos
podía lograr que la cultura argentina de alguna manera se mezcle con la
paraguaya y den entre ambos un concepto que le sea propio a los paraguayos
cuando lo vean, o quienes visiten de
afuera sientan que adentro de éste edificio hay parte de la cultura local, una
cultura que no se debe perder y que aparte es extremadamente rica y a la que yo
admiro mucho.
Y dentro de tu
diseño en particular, siempre hay está presente el arte.
La arquitectura es un arte bastante egoísta, desde el
punto de vista del arquitecto. Es nuestro gran hobby, es nuestro gran amor,
pero ese egoísmo perdura constantemente, y a lo largo de los años me fui dando
cuenta que era importante que cada vez que viajaba y salgo afuera, esas
culturas se agreguen. Y eso me dio una riqueza enorme, por lo menos a mi
arquitectura. Soy amante de la fotografía, soy amante de la imagen en
movimiento, las películas y el cine. Entonces quiero ingresar todas esas cosas
a un lugar que es un sólido, y de repente ponerlo en movimiento iba a
enriquecerlo. Y ese enriquecimiento se puede empezar a ver ahora en cada una de
las obras donde voy al exterior. Es en New York, o es en Los Ángeles, en cada
obra donde estoy incluyo artistas locales para que la cultura se mezcle en un
espacio más acorde a la realidad de cada lugar.
Y el arte
integrado a la arquitectura, ¿hoy en día para vos supera el fin estético ya
agregando contenidos a la edificación?
Sí, totalmente. Hace ya casi cinco o seis años que
tomé conciencia de esto de trabajar en el grupo con pintores, escultores,
escritores, ingresarlos al espacio para ver cuál era la sensación del espectador.
Y obviamente fue increíble, que cuando la gente llega a un lobby o a un espacio que está alterado por distintos artistas, la
percepción dentro es totalmente diferente, la gente empieza a mirar, se
moviliza, preguntan por qué. Si vos lográs que ese espectador se movilice y
sienta algo por todo lo que estás haciendo, la misión está cumplida.
Claro, y va más
allá de lo estético.
Va más allá de que quede lindo. A mí me parece que los
espacios no deben ser lindos, los espacios deben sensibilizar al espectador por
una de estas cuestiones; y si lo hace porque su cultura se ve de alguna manera
representada por alguien que vino de afuera y de alguna manera los abrazó, ya
está, eso es lo que estamos buscando.
Mónica Matiauda
¿Cómo decidiste
encarar la propuesta de Fabián para representar de esa manera la deforestación?
En realidad no pensé tanto en la deforestación, o sea
me fui más intuitivamente hacia lo que era entrar en un bosque. Primero iban a ser fotografías,
empecé juntando fotos, después empecé a hacer collage y después, tratando de
hacer collage con los árboles empecé a dibujar sobre esos árboles, y después me
di cuenta borrando las fotografías de abajo que quedaban las siluetas, y me di
cuenta que eso creaba un efecto bastante nuevo para mí; y me fui por ahí, y
terminaron siendo dibujos digitales sobre fotografías.
¿Vos ya tenías
en cuenta la dimensión del espacio para hacer esto?
Sí, porque el proyecto ya estaba; o sea, Fabián me
presentó el proyecto, me dio medidas, y a partir de esas medidas yo me fui
pensando en la imagen.
¿En qué te
apoyaste, qué te inspiró para hacer esas imagenes?
El concepto de Fabián de justamente revalorar el
espacio verde que estamos perdiendo, en Asunción sobre todo, donde se está
perdiendo rapidísimo.
Y después de
trabajar esta obra en digital y verla en ese formato que cambia mucho las
perspectiva y la sensación que genera la obra ¿qué fue lo primero que sentiste?
Emoción. Para mí fue muy revelador. Ayer por primera
vez vi la obra en su tamaño real; o sea, para mí hasta el día de ayer todo fue
en la pantalla de la computadora. Yo trabajaba esas medidas en una
computadora Mac, en una pantallita; yo
trabajaba a escala. Cuando ayer por primera vez vi en realidad la obra en su
tamaño real, fue como una sorpresa enorme.
¿Y cuánto mide
la obra?
Tiene diferentes
tamaños pero creo que el panel más grande tiene como once metro de alto por
cinco de largo.
¿Y cómo fue,
cómo encararon el trabajo en equipo? ¿Cada uno se encargó de lo suyo o se
reunían?
Nos reuníamos, y
siempre Fabián estaba ahí, siempre Fabián era el que tenía que al final dar el
OK, porque estábamos colaborando para su proyecto, en el cual el trabajo de
cada uno tenía que caber en un concepto preciso y dialogar con los espacios.
Y justamente,
¿cuál es el valor que vos encontrás en esto más allá de lo decorativo?
Tratar de reconectarse con Paraguay de otra manera,
aunque sea con una imagen.
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