Antes de dedicarme a la
producción de moda yo fui diseñadora de zapatos. Tenía una pequeña marca
llamada BGN que había lanzado con mi amiga Laura Biagioni en el año 2000, por
el cual me tocó estar presente en los primeros fashion weeks y poder presenciar
de cerca todos los cambios gigantescos que se dieron después.
El proto evento se llamó “Fashion
Market Café”. Creo que fue allá por el 2002. Este fue el primer evento de EMG
que convocó a los diseñadores locales para una especie de feria diurna en
Coyote, en la que expusimos y vendimos nuestros productos. Gran sorpresa, no
sólo vendimos, sino que también nos dimos a conocer. Por entonces los
diseñadores no teníamos muchos espacios donde mostrar lo que hacíamos. ¡No
teníamos nada! Sólo un montón de sueños.
Para empezar éramos pocos. La
mayoría de nosotros totalmente empíricos, autodidactas educados por revistas de
moda extranjeras, que por entonces traerlas de Estados Unidos o Europa, costaba
más que una cuota de la universidad. Honestamente la oferta académica local en
el área que nos apasionaba -que era la moda- era muy limitada, con apenas
algunos cursos de ilustración de moda o de corte y confección. Motivos por los
cuales muchos nos volcamos a carreras como administración, arquitectura, o en
mi caso derecho, que nada tenía que ver con
nuestro sueño de hacer moda, y algunos pudimos formarnos tiempo después
con carreras afines y cursos ya mejor encarados. Por entonces los diseñadores
nos teníamos que hacer en realidad solos, alimentados de sueños, aprendiendo de
centenares de tropezones y formados por todo los papeles que teníamos que
desempeñar para producir y vender nuestros productos (éramos diseñadores, administradores,
fabricantes, marketineros, productores, vendedores y hasta productores de
nuestras campañas gráficas).
Nos tocaba hacer todo porque no
teníamos rubro. Vender diseño nacional era una tarea quijotesca. Lo nacional no
era valorado. La mentalidad era que si el producto era paraguayo tenía que
costar la mitad pues se asumía que era de inferior calidad. Por lo que
fabricábamos productos absolutamente artesanales, a precios irrisorios, pero
igual nomás la gente no le daba valor y terminaba comprando marcas extranjeras
porque tenían mejor paquete. Ya había varias modistas, marcas nacionales y
diseñadores bien posicionados por entonces, de generaciones anteriores a la mía
y que se habían hecho de mucho renombre y a pulmón. Me imagino que a ellos
también les tocó hacer en su momento el rol de pulpo con 10 brazos para hacer
todo a la vez y también habrán tenido varios encontronazos con gente que no
valoraba las horas de esmero que habían puesto a cada diseño. La gente por
entonces venía con el chip fallado de que lo nacional no tenía luego el mismo
valor que lo extranjero.
Si no podíamos pagar un
administrador…. ¿¡De dónde íbamos a sacar el dinero para entrar a un shopping!?
Dependíamos de la caridad de tiendas grandes que nos acogían como proveedores y
nos daban pequeños espacios dentro de sus locales. Algunos de nosotros llegamos
a tener nuestras propias boutiques, pero era dificilísimo atraer a la
clientela.
Es que tampoco teníamos muchos
medios de difusión. Existía una sola revista de moda bien encarada y sin
modelos semi desnudas en poses del Kamasutra, que era la WILD. Una revista por
entonces nueva con un formato diferente, orientada a un público joven, y que
utilizaba nuestros diseños en sus producciones. Localmente internet no tenía
creo que ni 5 años, o sea que nuestros mails tenían muy poco alcance y
obviamente no teníamos ni página web, ni fan page en Facebook porque Facebook
no existía, y tampoco existían Instagram, ni Twitter, ni Pinterest ni todo estos
fabulosos medios de difusión digital con los que contamos hoy en día. Los blogs
eran por entonces diarios íntimos muy poco difundidos localmente y por supuesto
tampoco había estos seres fantásticos que son los bloggers. Los eventos de moda
eran pocos y orientados a señoras tomando el té y no a un público joven que
quería vestirse diferente. No había Fashion Week, ni alguno de los otros eventos
de moda que surgieron después y que hoy ya son clásicos.
Imagínense lo que significó el Asunción
Fashion Week para todos nosotros. Fue como una piedra fundamental que estaba
marcando un nuevo rumbo en lo que sería la moda local. Desde ese primer Fashion
Week que se hizo en el 2003 en el último piso del Shopping Villa Morra se gestó
una verdadera transformación. No sé si muchos de ustedes se dan cuenta de todo
lo que cambió. Muchos de los jóvenes fashionistas prácticamente ya crecieron en
un país donde hay varias revistas de moda de buen nivel, donde hay decenas
eventos de moda cada temporada, donde pueden estudiar lo que les apasiona y
también donde pueden trabajar en una cantidad de rubros que se nutren de lo que
es la industria de la moda local.
Hoy mirando atrás, sigo
sorprendida de que hayan pasado ya 12 años desde el primer Asunción Fashion
Week. Pero maravillada por todo lo que estos 12 años significaron. El Fashion
Week creó un espacio de difusión necesario que evidentemente fue muy nutritivo
localmente. Nos unió a los diseñadores y nos hizo trabajar en equipo,
asociarnos para perseguir metas comunes. También sirvió para afianzar a muchas
marcas locales y generar nuevos rubros laborales vinculados a la moda. La
prueba es que hoy la moda se respira de manera distinta. Se la celebra con más
eventos. Se la vive. Y puedo decir con total seguridad de que finalmente cambió
el chip. Hoy el diseño nacional es valorado, admirado, celebrado en todo su
valor y su extensión. ¡Chapeau AFW!
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