Nacido en 1966 en la Provincia de Buenos Aires, tras estudiar
publicidad y sin ninguna experiencia previa más que el don de hacerles buenas
fotos a sus amigos decidió aventurarse en el mundo de la publicidad en 1993
junto a su amigo José Cicala. Al sumarse dos años después Fabián Morassut nace
Machado Cicala Morassut, uno de los más importantes estudios fotográficos de
Argentina.
Gabriel Machado tiene el talento para captar la esencia de sus
retratados, por lo que se ha convertido en uno de los fotógrafos preferidos por
celebrities no solo de su Argentina natal, sino del mundo entero. A pesar de
tener un currículum que dejaría mudo a cualquiera - Cher, Kate Moss y Al Pacino
son solo algunas de las estrellas que han pasado por su lente- Gabriel ostenta la sonrisa fácil de las almas
nobles y una tremenda humildad que lo hacen aún más carismático.
¿Cuál fue tu primera
experiencia con la cámara?
La primera experiencia que tuve fue en la adolescencia, una camarita
de las que tenemos todos en nuestras casas. En el viaje de egresados o en todos
lados, siempre las mejores fotos de la gente eran las mías y todos me pedían
que les hiciera la foto. Pero no me daba cuenta que podía llegar a ser
fotógrafo, así que no fue una cosa pensada. Siempre estuve conectado con la
imagen, con la belleza, con los colores, con dibujar, siempre pinté. Pero no
asociaba eso a la fotografía. La fotografía, vino mucho después, a los
veintisiete años, y de un día para otro, cuando tomé la decisión con José
Cicala de armar un estudio fotográfico.
¿Tuviste un inicio totalmente
empírico?
Nunca estudié nada. Nunca estudié fotografía y sigo sin saber nada
de fotografía. Solamente se agarrar una cámara y disparar. Qué se yo, es como
Bárbara Streisand que nunca estudió canto y tiene la mejor voz del mundo; o
Paco Lucia el mejor guitarrista y nunca estudió, toca de oído. Acá el mejor
actor, Ricardo Darín, nunca estudió actuación. ¿Será la intuición? No sé qué
es. Uno nace con ese don de la belleza. Como decía una frase de Pablo Neruda que
me la pasó Nacha Guevara: “tengo un pacto de amor con la hermosura”. Me
encanta, la tomé como mía y la cito siempre porque es un pacto de amor, pero no
por la hermosura por la gente bella, por la hermosura de disfrutar la vida, la
hermosura de un café con leche, la hermosura de un amanecer, la hermosura de
estar vivos. Viste, tengo un pacto de amor, desde chico, muy de disfrutar, muy
de comerme la vida en cada momento. Soy muy pasional con mi vida, con la vida
en general.
¿Y de qué te nutrís a
nivel creativo para generar después imágenes?
Lo que más me gusta y creo que lo único que me gusta es el teatro. Veo
mucho pero mucho teatro. Suelo ir hasta cuatro veces por semana porque me
encanta. He llegado a ver una misma obra 50 veces. Para los actores, que vaya
tres veces significa que no me gustó. Y me dicen “no te gustó, la viste tres
veces nada más, no te gustó tanto”. Me encantan los actores, me dan mucho. Es
como digo yo el restaurant del alma. Me nutre,
me llena, me hace volar. Luego, yo en las fotos
llevo a las celebridades, a las modelos y a las actrices, a un lugar
como de dirección teatral. Les digo: “está pasando esto, llegaste al balcón y
miraste” y los voy llevando. Me gusta ese juego de imaginación que se crea para
generar miradas, o situaciones, o poses. Miro siempre las poses, las manos, y siempre creo frases que sean fáciles para
que el que está en frente mío capte. Le digo a una mujer “estate soberana” o
“te quiero frágil”.
¿Cómo fueron tus inicios?
José Cicala y yo, año ’93, éramos letristas y en ese momento
trabajábamos en complejo La Plaza pintando los tres subsuelos del complejo (las
flechas que marcan el estacionamiento hecho por nosotros, Machado-Cicala). Ya
estábamos los dos casados y con hijos y no sé, comiendo una hamburguesa en el
McDonald’s de La Plaza dijimos: “¿por qué no abrimos un estudio y le hacemos
fotos a actores? Empecemos”. Y tuvimos mucha suerte rápido, porque uno de los primeros días vino Diego Impagiazzo
(que ya era conocido por peinarle a Valeria Mazza) junto con el actor Hernán
Kuttel. Diego me dijo “si querés te traigo una modelo” y trajo a Lorena
Giaquinto que en ese momento se había cortado el pelo cortito blanco y era como
famosa. Las fotos las ve Piñeiro por casualidad y nos llamó en seguida para
hacer el libro entero de su agencia. Desde que empezamos hasta que empezara a
irnos bien pasaron solo tres meses, fue muy rápido todo y de ahí no paramos
más.
Por lo visto fue el
momento justo.
Sí, como digo yo. Ahora hay fotógrafos que salen de debajo de las
baldosas, todo el mundo es fotógrafo, hay un código fotográfico instalado que
con el celular todos se creen
fotógrafos, y lo son. Hace veinte años atrás no era normal sacar fotos todo el
tiempo, ahora se está mucho más pendiente de las fotos y se fomenta más la
vocación de fotógrafo. Además hay un código fotográfico, que es casi como
hablar, porque vemos imágenes, vemos imágenes, vemos imágenes, todo el tiempo,
todo el tiempo de todo el mundo entonces es como muy normal. Hoy hay mucha más
competencia, y la vocación está mucho
más en la sociedad como profesión.
¿Y cómo era el primer estudio?
El primer estudio en Congreso, era del tamaño de un pañuelo; era
como una cajita de zapatos. Para hacer el cuerpo entero de las modelos teníamos
que abrir la puerta e irnos hasta el odontólogo, que estaba al otro lado del
pasillo. ¡Te juro!
¿En qué momento sentiste
por primera vez que lo habías logrado?
Y el primero fue en el año ’98, cuando hicimos fotos a Cindy
Crawford que venía especialmente a la Argentina y no podíamos creerlo, hacerle
fotos a Cindy Crawford, sobre todo que era la modelo del momento y después
tuvimos la posibilidad de hacerle fotos a Kate Moss dos veces. Después nos
llama Cher, desde Estados Unidos especialmente para hacer las fotos de su disco
y viajamos allá tres veces a hacer fotos a ella. Hicimos las fotos de tour y
también las fotos del último disco para el cual viajamos especialmente allá.
¿Cómo los conoció Cher?
Por nuestra amiga Lucila Polak que es la novia de Al Pacino y vive
hace mucho tiempo en Los Ángeles. Lucila nos conectó con una amiga de Cher y le
hicimos fotos a esta amiga de Cher sin tener en cuenta nada. Cher ve las fotos,
y le encantaron y dijo “cuando haga las fotos del álbum voy a llamar a éstos
fotógrafos argentinos”. Lo tomamos como un cumplido en su momento pero después
nos sorprendió cuando a los seis meses nos
llama la discográfica si podríamos viajar el veinte de julio para hacer las
fotos a Cher.
¿Te queda algún sueño por
cumplir?
He retratado en estos años a gente que jamás esperé retratar. De la
comunidad artística de Argentina por suerte a todos y también a Al Pacino,
Antonio Banderas…. Tal vez un sueño por cumplir, sería poder hacer una
película.
¿Qué es lo que te apasiona
de los retratos fotográficos?
A mí me gusta tener personas adelante mío, no me gusta hacer
paisajes. Me mueve la parte altruista o psicológica, o la parte donde vos
cuidás o elevás el ego de las personas cuando les haces una buena foto y está
bueno eso. Yo digo, una buena foto te evita tres años de terapia. Para trabajar
con personas cuido un montón de detalles. Nunca en el primer cambio voy a decir
“no me gusta, cambiale”. Aunque no me guste, le hago las fotos igual. Las
personas son muy vulnerables frente a la cámara y al decir “no me gusta” le
bajás la energía. Las buenas tomas se van logrando de a poquito. Todo tiene que
ser muy con mano de seda. Si hay algún cambio que hacer, yo lo hago
tranquilito. Pero no decir “no”, porque la palabra no en una situación así es muy fuerte.
¿Cómo te relacionás con
éste mundo digital de la imagen?
Extraño mucho lo otro. Yo viví muchos años de lo analógico, del
rollo, de revelar y se extraña, yo lo extraño. Es como mandar una carta por
correo o escribir. No sé. Un mail es más frío, es como otra cosa. Se pierde la
expectativa. Era otro romanticismo. Quizá para la camada de fotógrafos que
vienen directamente con lo virtual es diferente, pero a nosotros que vivimos
muchos años del revelar, del rollo, de llevar, de esperar, todavía nos queda un
resabio de aquel momento Te queda la nostalgia del movimiento de la cámara, de
girar la manilla y ese ruido, de sacar el rollo; era todo una mística que se
perdió, y se extraña. Es más, muchos y muchos fotógrafos están volviendo a
hacer rollo porque quieren recuperar esa magia.
¿Tenés alguna anécdota graciosa para compartir
con nosostros?
Teníamos una producción de quince chicos con buen cuerpo con una
actriz, y todos los chicos tenían que estar desnudos. Habíamos alquilado una
Van para llevarlos a un palacio. Entonces todos los chicos subieron y luego
llega otro chico y me dice “yo vengo por las fotos”, le digo “subí, subí”. El
chico terminó totalmente desnudo y recién cuando termina la sesión viene y me
dice: “yo venía a averiguar por el book….”
¿Cómo definís tu estilo?
Mi estilo es…ponderar la belleza. O sea, no me dejo llevar tanto por
las cosas de la modernidad, me gusta más tirar a lo clásico, me gusta más lo
antiguo que lo moderno, me gusta el Hollywood de los años ’40. Lo más clásico
nunca va a pasar de moda. Es como escuchar los Beatles, es algo que no va a
fallar nunca. Aunque juego también con la descontractura y el pelo
profundamente desprolijo, lo disfruto pero siempre me encausa para el lado de
la belleza clásica, que estén lindos y que esa foto pueda perdurar como un
Valentino, como un Chanel, y no una cosa moderna que dentro de dos años te va a
parecer horrible.
¿Y enseñaste alguna vez?
¿Diste cursos?
Sí, ya estamos armando el tercer workshop y queremos ir a Paraguay a
hacer una masterclass. Nunca estuve en Paraguay así que quiero ir.
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