miércoles, 6 de agosto de 2014

HISTORIA DEL BIGOTE: UN RELATO BIGOTUDO




Permítanme disentir con la Real Academia de la Lengua Española, pero un bigote es mucho más que pelo que nace sobre el labio superior.  Más que vello facial, un bigote es un accesorio que define los rasgos y expresa la personalidad de quien lo lleva.

Obviamente, el vello facial acompañó al hombre desde sus inicios. Podemos asumir que los primeros homínidos contaban con mucho más vello facial que los hombres contemporáneos. Pero cabe destacar que un bigote es más que vello facial. Requiere cierto cuidado, estilo y acicalamiento para que el vello facial adquiera la cualidad de mostacho o bigote. Podemos asumir que esta idea de acicalamiento fue la que originó los primeros bigotes propiamente dichos. 

El primer retrato de un hombre bigotudo es la estatuilla del mayordomo Keti, que data de la dinastía VI del Antiguo Egipto y se encuentra actualmente en el Louvre. Otra representación bigotuda muy antigua data del 300 d.C. y se trata de  un jinete escita del antiguo Irán. En los países del medio oriente, los bigotes muchas veces se asocian con el poder. De hecho, en esta zona se ha vuelto popular la técnica del trasplante capilar en la zona del bigote para lograr mostachos más tupidos e imponentes. Esto también sucede en India, donde los agentes policiales ganan más si se dejan crecer el bigote ya que creen que este símbolo viril les otorga más autoridad y poder a los oficiales.

En Japón, desde el periodo medieval hasta el inicio del periodo Edo, los Samurái sin bigotes eran motivo de burla. Aquellos muy lampiños que lucían bigotes muy finos como Hideyoshi Toyotomi, a menudo tenían que recurrir a bigotes postizos.

A través de la historia el bigote fue considerado como todo un símbolo de hombría y virilidad… obviamente por el hecho de que hay muy pocas mujeres bigotudas… y las que hay por lo general (salvo Frida Kahlo) reniegan de su vello facial depilando hasta el último pelo. Por ser símbolo de poder y hombría, no es de extrañar que se popularizaron en los ejércitos de varias naciones. Por lo general, a más frondoso el bigote, mayor el grado militar. En algunos países incluso era obligatorio para los soldados dejarse crecer el bigote. Este fue el caso del ejército británico quien prohibió que se rasuraran los labios superiores  desde el siglo XIX hasta 1916.

El estilismo de los bigotes es tan importante, que hasta han nacido artilugios para acicalarlo, como las tradicionales navajas y tijeras, la cera de bigotes y las redecillas, peines y cepillos para bigotes.

En cuanto a los estilos de bigotes, existen varios tipos:
-          Natural: aquellos que crecen libremente y que no requieren de mucho acicalamiento.
-          Húngaro: son grandes y frondosos y se elevan a los costados.
-          Dalí: delgado y con las puntas dobladas hacia arriba. Lleva el nombre de Salvador Dalí, quien hizo famoso tanto a sus pinturas como a su  peculiar bigote.
-          Inglés: similar al húngaro pero más angosto y menos frondoso.
-          Imperial: este bigote incluye parte de pelo que nace de las mejillas y es  doblado hacia arriba.
-          Chevron: es el clásico bigote ochentoso que cubre la totalidad del labio superior sin pasarse de los bordes. Es el usado por Tom Selleck y Freddie Mercury.
-          Fu Manchú: este bigote de estilo oriental es largo y caído, extendiéndose por debajo del mentón.
-          Pancho Villa: Similar al Fu Manchú, aunque más grueso. Este bigote cae a los costados del labio pero sin sobrepasar al mentón, adquiriendo la forma de una herradura.
-          Lápiz: fino y recto como si estuviera dibujado por un lápiz por en cima del labio superior.
-          Cepillo dental: Este es grueso pero angosto manteniéndose estrictamente debajo de la nariz. Es el usado por Adolf Hitler y el más amigable Charlie Chaplin.
-          Morsa: espeso, frondoso y colgante. Bastante desprolijo y cubriendo casi toda la boca. Es el estilo usado por Mark Twain. 

La etimología de la palabra bigote es de lo más curiosa. Se cree que el término proviene del alemán “bei Gott” (¡Por Dios!), un juramento que hacían los soldados alemanes de nils mientras se llevaban la mano a la zona facial comprendida entre el labio superior y el corte de la nariz. Según el diccionario Crítico-etimológico de Joan Corominas, parece ser que los españoles relacionaron la blasfemia que proferían los barbados sajones  con los frondosos mostachos de los mencionados tudescos.

El apogeo del mostacho fue sin lugar a dudas el siglo XIX, donde prácticamente el bigote hacía al hombre. Desde reyes a plebeyos, todos lucían un esplendido bigote. Todos los retratos y fotografías de esta época retratan a hombres con frondosos bigotes, barbas o patillas y muchas veces con una elaborada combinación de estos tres en un solo rostro, algo que nos lleva a suponer que el vello facial estaba de moda.

Algunas veces el vello facial era más que una mera moda. Tal fue el caso de los Maori, quienes cubrían sus tatuajes faciales con su vello facial, elaborando bigotes y mostachos complejos denominados moko para no ser vistos como paganos por los misioneros cristianos. Así el vello facial se convirtió en una manera de esconder y proteger a sus tradiciones milenarias.

Después de la primera guerra mundial, se puso de moda ir bien rasurado. Lo mismo ocurrió durante la segunda guerra mundial. Pero tras la guerra, los artistas de Hollywood como Clark Gable volvieron a poner de moda a los bigotes, aunque en versiones mucho más delgadas y acicaladas.

Durante los años 60s, con el movimiento hippie, las barbas y bigotes se volvieron a poner de moda como forma de protesta. Era algo adoptado por muchos jóvenes por rebelión hacia el status quo.

A fines de los 70s e inicios de los 80s los bigotes vuelven a cobrar protagonismo, adquiriendo nuevamente su status viril y convirtiéndose prácticamente en un rito de pasaje para todo adolescente que quería demostrar que ya era todo un hombre luciendo un ostentoso y masculino bigote.

Hacia fines de los 80s y durante todos los 90s y el primer milenio, los bigotes eran vistos por los recientemente proclamados metrosexuales como una extraña, bizarra y afortunadamente superada moda del pasado.

En tiempos recientes, se ha usado el "mostacho" como símbolo de moda. Muchas personas alrededor del mundo utilizan accesorios, ropa, tazas y todo tipo de elementos con dibujos de estos bigotes, y, hasta se usan “mostachos falsos” para ponerse sobre los labios. La gente se saca fotos con éstos, y, populariza cada vez más este fenómeno tan peculiar. Este fenómeno se inicia hacia el 2010 con el movimiento de “Movember”. Se trata de una campaña internacional en la cual se instaba a los hombres a dejarse crecer el bigote durante el mes de noviembre para recaudar fondos y dar a conocer la causa de la lucha contra el cáncer de próstata. El movimiento fue un éxito y para el 2011, 1.8 millones de hombres de 14 países se dejaron crecer el bigote y el mostacho tuvo un merecido renacimiento.

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