jueves, 26 de mayo de 2016

MODA Y ARTE




Las colaboraciones entre artistas y diseñadores no son una novedad en el mundo de la moda.  Desde la época de los surrealistas, Salvador Dalí ya estaba incorporando pinturas de langostas en vestidos y creando sombreros con forma de zapato para la diseñadora Elsa Schiaparelli. La gran amistad entre ambos nutrió una larga colaboración creativa.

La moda también ha mirado al arte para nutrirse. Tal es el caso de la diseñadora de Hermés en los años 30, Lola Prusac, quien inspirada en la obra del pintor holandés neoplasticista de los años 30, Piet Mondrian, creó una línea de equipaje y carteras para la famosa firma francesa. Muchos años después un  joven Yves Saint Laurent, inspirado en la obra del mismo artista, crearía en 1965 una colección entera de vestidos Mondrian que tuvo un impacto profundo en la moda de la época, siendo recordada hasta hoy en día.

La amalgama de arte y moda es tan estrecha que es celebrada tanto en el ámbito del arte como en el ámbito de la moda. Tal fue el caso de la alianza de Alexander McQueen con Damien Hirst en el 2013, las referencias sutiles de Kate y Laura Mulleavy al incorporar en la colección de Rodarte de 2012 referencias a la obra del pintor impresionista Vincent Van Gogh y de las alianzas de la firma Louis Vuitton con los artistas Cindy Sherman, Richard Prince, Yayoi Kusama, Takashi Murakami y Daniel Buren. La colaboración no se limitaba a los productos, sino también a sus vidrieras e incluso Buren llegó a orquestar el desfile de Louis Vuitton  de 2013 con total libertad, teniendo como resultado un desfile inolvidable en el Louvre que dejó sin aliento a todos los presentes, dando aires performáticos a la presentación.

La moda abraza con entusiasmo al arte, ya sea como influencia cultural, o direnctamente con colaboraciones con artistas que otorgan nuevos sentidos, valor y dimensión al diseño. Estas alianzas, más allá del vínculo habitual entre la moda y el arte, tienen fundamentos comerciales que resultan provechosos para ambas partes. Por un lado, la marca apoya al artista, y al hacerlo, también está apoyando a la cultura: a la promoción de la obra del artista en particular y del arte en general. Por otro lado, el nombre del artista otorga a los productos de la marca un valor agregado, una firma de un valor que supera cualquier certificación de calidad: el sello del arte.

Localmente una de las marcas que más activamente ha explorado los territorios de las alianzas con artistas es la marca de tejidos Pilar. La primera experiencia se dio en el 2011 con el pintor hiperrealista Hernán Miranda, quien incorporó las estampas de los tejidos de la marca en una serie limitada de cuadros.  Al año siguiente decidieron cambiar el formato, invitando al famoso pintor Ricardo Migliorisi a diseñar estampas con su colorida impronta para la línea de tejidos de tapicería de Pilar. Con el mismo formato siguieron dos colaboraciones más con artistas, con Koki Ruíz en el 2013 y con la pintora naif Ysanne Gayet en el 2015.
Estas experiencias, además de innovadoras tuvieron una enorme difusión localmente agotándose la mayoría de los productos en poco tiempo. Pero más allá del suceso comercial, para la marca, este tipo de alianzas significan una acción de responsabilidad social, una manera de apoyar a la cultura del país y revalorizar el trabajo de nuestros artistas.

Además de la abundante prensa y repercusión de estas alianzas la marca se beneficia generando fidelidad con el cliente, otorgándole año tras año un producto diferenciado, exclusivo y con valor agregado. Indiscutidamente, mucho más allá de lo comercial, las alianzas de moda y arte son inversiones en imagen, beneficiosas para ambas partes y enriquecedora también para el consumidor final del producto.
Indudablemente, cada vez veremos más de estas colaboraciones en el mercado local. Ya que cuando una fórmula funciona, tiende a replicarse. Y ojalá surja una ola continua de colaboraciones de arte y moda. ¡Lo estoy esperando con ansias!

EL DESAFÍO DE LA ARTESANÍA


Foto: Victor Candia / Campaña OCRE


Indiscutiblemente, en materia de moda, uno de nuestros grandes valores es la artesanía. Su valor va mucho más allá de lo obvio – su valía representativa y cultural – ya que incluso podría ser vista como un objeto de deseo por personas de otras nacionalidades que no tienen ningún vínculo con la misma, pero que no obstante se sienten maravillados por su unicidad. 

En un mercado global donde competimos a la par con otros países con mayor capacidad de producción, procesos industriales mejor desarrollados y más tecnologías disponibles no sólo hay que enfocarse en igualarnos técnicamente, sino también en destacar aquello que nos hace no menos competitivos sino diferentes. En todo proceso de industrialización, en toda mecanización, indefectiblemente lo artesanal se ve socavado ante la gran dicotomía de la calidad y la cantidad. Es muy difícil–para no decir imposible- producir algo artesanal a gran escala. La calidad se ve casi siempre afectada cuando priorizamos la cantidad, y cuando por el contrario damos prioridad la calidad, la cantidad se ve reducida, lo que nos hace menos competitivos. 

Por este motivo, es vital, cuando hablamos de artesanía, alejarnos de lo masivamente producido y buscar segmentos donde lo que podrían ser vistas como “desventajas” a nivel productivo, se conviertan en puntos a favor. 

El mercado del lujo, es uno de los pocos sitios donde lo artesanal aún tiene cabida. Dentro de este mercado, la manualidad de la producción – el “hand made”- es un gigantesco valor agregado, y las series limitadas se traducen automáticamente a “exclusivo”, lo que también suma al valor del producto.  Pero ojo, que sea hecho a mano y de serie limitada, no hace que lo artesanal califique de por sí como un producto de lujo. 

Para poder venderlo como tal, hay que primero tratarlo y pintarlo como tal. El desafío de lo artesanal en este caso está en los detalles, enfocándose primeramente en el diseño, prestando una enorme atención a las tendencias, sin descuidar en lo más mínimo la calidad de producción. Nuestro producto debe ser perfecto, debe justificar el alto precio y pasar por un sistema de control de calidad en donde cada detalle sea atendido. Por otra parte, cuando hablamos de lujo, hablamos de imagen, por lo que no solo hay que prestar atención especial al producto, sino también a su presentación y en especial a su comunicación. 

Otro mercado donde lo artesanal es muy valorado es el de la moda sostenible. Nuestra producción artesanal, de por sí, tiene un bajísimo impacto negativo en el medio ambiente. Dentro del rubro textil ya hay numerosas empresas que se centran en lo artesanal desde la perspectiva de la moda sostenible, empleando materias primas orgánicas y políticas de fair trade que revalorizan al producto en el mercado internacional. Al elegir apoyarse en esta fortaleza de lo artesanal para desarrollar un producto hay que prestar atención a las certificaciones internacionales, seguir una línea de diseño y de presentación que acompañe a este concepto y por supuesto poner mucho énfasis en la comunicación de todos aquellos valores comunitarios, culturales, productivos y medioambientales que hacen de lo artesanal algo con un valor agregado muy especial y significativo. 

Localmente, lo artesanal siempre ha tenido un mercado muy importante vinculado a su cualidad representativa de lo nuestro. Sin lugar a dudas, lo artesanal tiene una colosal carga cultural que lo convierte en el souvenir ideal de la tierra guaraní y en elementos integrados perfectamente al cotidiano de toda persona paraguaya, acostumbrada a incorporarlo a su indumentaria y a su día a día. El desafío también está en descontextualizar al producto; en darle un valor intrínseco que no dependa de lo representativo y contextual. Que la carpetita de ñanduti sea tan atractiva para una ama de casa en Suecia como lo fue siempre para nuestras abuelitas; que la camisa de ao poí sea llevada con igual naturalidad por una japonesa durante el verano Europeo que por una Caacupeña veraneando en San Ber. Piensen en el sombrero de Panamá, un producto artesanal ecuatoriano que trascendió todas las fronteras imaginables y hoy se puede encontrar en el guardarropa de personas de todas las nacionalidades que se les ocurra, algunas de las cuales incluso ignoran su procedencia original ya que se ha convertido en un elemento de uso habitual en todo el mundo cuyo valor está más puesto en su calidad, diseño y funcionalidad que en su valor representativo. 

Para trascender fronteras con un producto artesanal, hay que innovar, salirse de lo tradicional y habitual, prestar mucha atención al diseño, a la calidad, a la imagen, innovar, saber comunicar y saber presentar al producto.  Cumpliendo con estos cometidos, nada es imposible. Y quien sabe, el sombrero pirí podría perfectamente convertirse en el sombrero it de todos los hipsters mileniales.

 

El Impacto del Asunción Fashion Week




Antes de dedicarme a la producción de moda yo fui diseñadora de zapatos. Tenía una pequeña marca llamada BGN que había lanzado con mi amiga Laura Biagioni en el año 2000, por el cual me tocó estar presente en los primeros fashion weeks y poder presenciar de cerca todos los cambios gigantescos que se dieron después.

El proto evento se llamó “Fashion Market Café”. Creo que fue allá por el 2002. Este fue el primer evento de EMG que convocó a los diseñadores locales para una especie de feria diurna en Coyote, en la que expusimos y vendimos nuestros productos. Gran sorpresa, no sólo vendimos, sino que también nos dimos a conocer. Por entonces los diseñadores no teníamos muchos espacios donde mostrar lo que hacíamos. ¡No teníamos nada! Sólo un montón de sueños.

Para empezar éramos pocos. La mayoría de nosotros totalmente empíricos, autodidactas educados por revistas de moda extranjeras, que por entonces traerlas de Estados Unidos o Europa, costaba más que una cuota de la universidad. Honestamente la oferta académica local en el área que nos apasionaba -que era la moda- era muy limitada, con apenas algunos cursos de ilustración de moda o de corte y confección. Motivos por los cuales muchos nos volcamos a carreras como administración, arquitectura, o en mi caso derecho, que nada tenía que ver con  nuestro sueño de hacer moda, y algunos pudimos formarnos tiempo después con carreras afines y cursos ya mejor encarados. Por entonces los diseñadores nos teníamos que hacer en realidad solos, alimentados de sueños, aprendiendo de centenares de tropezones y formados por todo los papeles que teníamos que desempeñar para producir y vender nuestros productos (éramos diseñadores, administradores, fabricantes, marketineros, productores, vendedores y hasta productores de nuestras campañas gráficas).  

Nos tocaba hacer todo porque no teníamos rubro. Vender diseño nacional era una tarea quijotesca. Lo nacional no era valorado. La mentalidad era que si el producto era paraguayo tenía que costar la mitad pues se asumía que era de inferior calidad. Por lo que fabricábamos productos absolutamente artesanales, a precios irrisorios, pero igual nomás la gente no le daba valor y terminaba comprando marcas extranjeras porque tenían mejor paquete. Ya había varias modistas, marcas nacionales y diseñadores bien posicionados por entonces, de generaciones anteriores a la mía y que se habían hecho de mucho renombre y a pulmón. Me imagino que a ellos también les tocó hacer en su momento el rol de pulpo con 10 brazos para hacer todo a la vez y también habrán tenido varios encontronazos con gente que no valoraba las horas de esmero que habían puesto a cada diseño. La gente por entonces venía con el chip fallado de que lo nacional no tenía luego el mismo valor que lo extranjero. 

Si no podíamos pagar un administrador…. ¿¡De dónde íbamos a sacar el dinero para entrar a un shopping!? Dependíamos de la caridad de tiendas grandes que nos acogían como proveedores y nos daban pequeños espacios dentro de sus locales. Algunos de nosotros llegamos a tener nuestras propias boutiques, pero era dificilísimo atraer a la clientela.

Es que tampoco teníamos muchos medios de difusión. Existía una sola revista de moda bien encarada y sin modelos semi desnudas en poses del Kamasutra, que era la WILD. Una revista por entonces nueva con un formato diferente, orientada a un público joven, y que utilizaba nuestros diseños en sus producciones. Localmente internet no tenía creo que ni 5 años, o sea que nuestros mails tenían muy poco alcance y obviamente no teníamos ni página web, ni fan page en Facebook porque Facebook no existía, y tampoco existían Instagram, ni Twitter, ni Pinterest ni todo estos fabulosos medios de difusión digital con los que contamos hoy en día. Los blogs eran por entonces diarios íntimos muy poco difundidos localmente y por supuesto tampoco había estos seres fantásticos que son los bloggers. Los eventos de moda eran pocos y orientados a señoras tomando el té y no a un público joven que quería vestirse diferente. No había Fashion Week, ni alguno de los otros eventos de moda que surgieron después y que hoy ya son clásicos. 

Imagínense lo que significó el Asunción Fashion Week para todos nosotros. Fue como una piedra fundamental que estaba marcando un nuevo rumbo en lo que sería la moda local. Desde ese primer Fashion Week que se hizo en el 2003 en el último piso del Shopping Villa Morra se gestó una verdadera transformación. No sé si muchos de ustedes se dan cuenta de todo lo que cambió. Muchos de los jóvenes fashionistas prácticamente ya crecieron en un país donde hay varias revistas de moda de buen nivel, donde hay decenas eventos de moda cada temporada, donde pueden estudiar lo que les apasiona y también donde pueden trabajar en una cantidad de rubros que se nutren de lo que es la industria de la moda local.

Hoy mirando atrás, sigo sorprendida de que hayan pasado ya 12 años desde el primer Asunción Fashion Week. Pero maravillada por todo lo que estos 12 años significaron. El Fashion Week creó un espacio de difusión necesario que evidentemente fue muy nutritivo localmente. Nos unió a los diseñadores y nos hizo trabajar en equipo, asociarnos para perseguir metas comunes. También sirvió para afianzar a muchas marcas locales y generar nuevos rubros laborales vinculados a la moda. La prueba es que hoy la moda se respira de manera distinta. Se la celebra con más eventos. Se la vive. Y puedo decir con total seguridad de que finalmente cambió el chip. Hoy el diseño nacional es valorado, admirado, celebrado en todo su valor y su extensión. ¡Chapeau AFW!



LA MODA SE RENUEVA: Nuevos Directores Creativos




Recientemente Yves Saint Laurent anunció oficialmente que tiene un nuevo director Creativo: Anthony Vaccarello, el diseñador belga de 36 años que le pone la firma a trajes muy sexy y escotados y que acaba de abandonar su puesto como cabeza de Versus de Versace.

La marca Saint Laurent es propiedad del grupo Kering, anteriormente conocido como PPR (Pinault Printemps Redoute) que desde que cambió de nombre en 2013 ha lanzado toda una serie de transformaciones en sus marcas principales que verdaderamente han mantenido al mundo de la moda en constante revuelo.

El primero de los cambios en el grupo Kering se dio en Balenciaga, cuando tras 15 años a su cabeza, Nicolas Ghesquiere fue suplantado por Alexander Wang quien en menos de 3 años fue nuevamente reemplazado en el 20156 por el relativamente desconocido diseñador Demna Gvasalia, quien antes había liderado equipos de diseño en Maison Martin Margiela y Louis Vuitton.

Otro cambio gigantesco se dio en Gucci, cuando Frida Giannini, abandonó su puesto como cabeza de la firma tras 10 años al mando fue sustituida por el diseñador italiano Alessandro Michele, uno de sus colaboradores, quien era una figura de tras bastidores de la firma para nada conocido fuera de la misma.

Vaccarello sustituye a Hedi Slimane, quien en sus cuatro años a cargo de la casa francesa no solo soltó el Yves del nombre de la línea de pret-a- porter, sino que redobló las ventas volviendo la marca atractiva a un público más joven.

Sin lugar a dudas Vaccarello llena el molde dejado por Slimane, pues trabaja a la perfección con lo glam, lo sexy y lo audaz, algo que se adecua muy bien al gusto del nuevo público de Saint Laurent. Tal vez con Vaccarello la casa se aleje bastante del estilo grunge y edgy de Slimane, y sin lugar a dudas se va a mostrar mucha más piel (Vaccarello es famoso por vestidos con tajos hasta la cintura que dejan ver hasta los huesos de la pelvis que van acompañados de escotes de infarto).

Pero los cambios no se dieron únicamente dentro del grupo Kering. En el grupo de moda OTB también se dio un cambio que causó revuelo en el mundo de la moda fue el anuncio de que John Galliano sería la nueva cabeza de Maison Martin Margiela.  Galliano había caído en desgracia en 2011 tras un escandaloso altercado en un bar, en el cual había hecho comentarios antisemitas y que le ganó el despido de la casa Dior. Con este puesto se le daba una oportunidad al brillante diseñador de tener un muy anticipado y deseado comeback pero tal vez la marca no era ni la más gloriosa (Raf Simmons y Haider Ackermann habían rechazado previamente el puesto) ni la más adecuada para el estilo de Galliano (el rey de los excesos hasta ahora no parece enteramente cómodo en el mundo minimalista, aséptico y depurado de Maison Margiela).

El grupo LVMH (LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton SE) ha tenido sus propios cambios. En Octubre de 2015 anunciaron la renuncia de Raf Simmons, como Director Creativo de Dior, quedando desde entonces vacante el puesto de la prestigiosa marca francesa, que desde entonces mantiene al anterior equipo de diseñadores de Simmons creando en conjunto las colecciones. Esta decisión hace que desde meses se siga especulando sobre quien será el nuevo diseñador de Dior. Dentro del mundo de la moda, hasta se podrían fijar apuestas elevadísimas al respecto de este punto.

Uno de los candidatos a ocupar este puesto es Albert Elbaz, quien días después anunció su retirada de Lanvin, firma para la cual venía trabajando con muchísimo éxito desde el 2002.  Otro nombre que se baraja es el de Ricardo Tisci, diseñador estrella de Givenchy, otra de las marca del grupo LVMH.

A fines de 2015 otro cambio comentadísimo del grupo LVMH fue la retirada de Peter Dundas, diseñador de la marca Pucci desde el 2009, quien pasaría a suplantar al propio diseñador Roberto Cavalli como director creativo de su marca.

Pero tal vez el cambio que más repercusión tuvo el grupo LVMH fue en el 2013 cuando anunciaron la retirada de Marc Jacobs -quien venía a la cabeza de la marca desde 1997- y la contratación de Nicolas Ghesquiere como Director Creativo de Louis Vuitton, una de sus marcas más importantes.

Estamos sin lugar a dudas ante un momento de muchos cambios en la industria de la moda. Pero no podemos decir que esto sea una novedad, ya que la moda siempre se renueva, y los cambios de director creativo simplemente apuntan a nuevas direcciones que desean tomar las marcas (o sus diseñadores) en el fascinante y amplio mundo de la Alta Moda.