jueves, 26 de mayo de 2016

DAZZLER : ESPACIOS MULTIDISCIPLINARIOS





¿Qué sucede cuando la arquitectura invita al arte a apoderarse de sus espacios? La respuesta es sencilla. Todo lo que convive con el arte se vuelve magia. En un espacio habitado por obras de arte se respira un aire diferente, como enrarecido.  Por ejemplo, cuando entramos a un museo, ingresamos a una especie de sitio sagrado, solemne, donde se guarda silencio para conectarse con múltiples diálogos interiores. El arte nos conmueve, nos sensibiliza, nos transporta. La arquitectura contemporánea cada vez comparte más sus espacios con el arte. Lo visual, lo auditivo, lo sensorial, y por supuesto las movilizaciones internas producidas por la emoción Stendhaliana, adquieren cada día mayor relevancia en la arquitectura contemporánea.

El interior del nuevo hotel Dazzler nos encontramos con el resultado de una invasión amigable del arte en los espacios públicos. Esta interesantísima acción multidisciplinaria ideada por el arquitecto argentino Fabián Parra, congregó a dos reconocidos jóvenes artistas locales – la fotógrafa Mónica Matiauda y el director de cine Juan Carlos Maneglia- con el fin de invadir los espacios arquitectónicos con imágenes, movimiento, sensaciones y conceptos. El resultado hace que un banal lobby de hotel, y una antesala, se conviertan en verdaderas instalaciones artísticas.

FABIÁN PARRA
¿Cómo surge la idea de hacer la intervención del hotel con obras de artistas locales?
Cuando empezamos a hacer el diseño de éste espacio, la temática fue recuperar el espacio verde perdido y volver a hacer que la gente se sienta en ese lugar que se había de alguna manera dilapidado. El tema era poder estar debajo de árbol, que empiece en el lobby por ejemplo a través de un gran plegado de madera tipo origami a la escala del árbol; y el árbol en sí había que armarlo de otra manera. Una manera de generar sensaciones era con algo que tenga que ver con la imagen, pero una imagen que tiene que estar en movimiento. Y de ahí nació la idea de mezclarnos con la dinámica de fotografía, en este caso la filmación, y comenzamos a juntarnos con Mónica Matiauda y con Juan Carlos Maneglia. El armó una filmación que genera esa sensación de estar uno debajo de los árboles, donde el sol se filtra y te protege, y eso de alguna manera, ese volumen que materializa esos ascensores; y por otro lado Mónica Matiauda, trabajó con la imagen fija, que hace que ese árbol crezca a través de esas imágenes desde el foyer hasta el spa, recorriendo las habitaciones con cuadros que van haciendo un bosque de imágenes.

¿Cuáles son los detalles técnicos del montaje de la video instalación de Juan Carlos Maneglia?
La video instalación es una superficie hoy con bastante tecnología a través de monitores LED 30 30 que se van agrupando uno a uno hasta conformar una placa entera, y es un LED que llamamos 2 milímetros porque modifica la distancia que hay entre el observador y la pantalla  para poder observar con nitidez. A través de ésta pantalla lo que Juan Carlos elaboró se traslada digitalmente y se genera este efecto de volumen, que es un volumen macizo a través de una película se desmaterializa, y una vez dentro del ascensor es como si te estuvieses metiendo por dentro de ese gran espacio verde, ese bosque y empezás a gozar de ese espacio.

 ¿Y cómo idearon el montaje, los paneles? ¿Tiene algún significado el tamaño, fue alguna cuestión más estética? ¿O tiene algo que ver también con el concepto?
Bueno, esto de seguir la dinámica de pasar por debajo de los árboles se lo planteamos a Mónica, y Mónica con gran sutileza retoma la imagen planteada por Juan Carlos y empieza a digitalizar y a trasladar esto a un sistema de pintura digital, que después teníamos que mantener esa escala de árbol grande. Entonces el árbol grande es una enorme placa que pega la vuelta sobre el techo como para genera esa sensación de cobijarte debajo de este techo, y es ahí donde la imagen de Mónica nos cubre como un árbol te cubre en la vida real.

¿Y creés que ahora con tanta deforestación tal vez la manera de integrar el edificio, la arquitectura a la naturaleza sea a través de fotografías, filmaciones, recuerdos de lo que fue?
Yo creo que nada nunca va a compensar el dolor que significa quitar un solo árbol de ningún lugar. Me parece que estas cosas son compromisos para quienes venimos de afuera o integramos otra cultura, de alguna manera responsable estar enunciando lo que está pasando. Y me parece que es un compromiso de todos.

 ¿Y en las habitaciones el arte también está presente? Dentro de la decoración digamos.
 Sí, la idea es que éste concepto del árbol que te está cobijando arranque de la planta baja hasta el spa, entonces Mónica va a planteando distintas instancias de ese árbol, desde su basamento, su copa, y así como empieza en el lobby y sigue en el foyer, las habitaciones van teniendo un sector de ese árbol, y es el spa el que culmina con su gran sector más alto, dando terminación a éste árbol que se recorre de arriba hacia abajo.

 ¿O sea que todo el hotel es como si fuera un gran árbol?
Todo el hotel recuerda a un gran árbol que se perdió, y que de alguna manera empieza a recuperarse.

Bueno, ¿y cuál es tu postura con respecto a la deforestación, y desde la arquitectura que se podría hacer al respecto?
Me parece que los arquitectos y quienes construyen este tipo de obras deben ser conscientes del espacio verde que quitan y de alguna manera recuperarlo en el mismo lugar o sectores aledaños; me parece que es vital recuperar aquellos lugares perdidos.

Claro, sobre todo porque Asunción era una ciudad muy verde que se caracterizó siempre por sus árboles en las veredas, en los patios…
Totalmente. Esa pérdida a mí, aunque sea de afuera me duele. Pero estoy tratando con todo hincapié en que ésta paisajista nos ayude a recuperarlo a todo eso que se perdió. Pero se puede recuperar los árboles, estamos en eso. Estamos haciendo conciencia y estamos haciendo hincapié.

Qué bueno. ¿Y a vos te sensibilizó como arquitecto el hecho de que vos mismo estás formando parte de un proceso que de cierta forma tiene que sacar el árbol, eliminarlo?
Sin duda. Fue muy fuerte cuando hicimos el Palacio de los Patos; me acuerdo que una tarde llegué y habían quitado unos árboles, y había un operario con una máquina que me dice “Arquitecto, quiero que vea esto”. Y había un árbol de setenta años, que estaba abrazando  a una palmera que la contenía, y la rama la estaba abrazando, y me dice “Arquitecto, no la puedo tirar”, y a mí se me cayeron las lágrimas cuando vi, porque habían crecido juntos durante muchos años. Por eso el Palacio de los Patos, ese volumen de chapa con que fue efímero estaba cubierto por una imagen del lugar, del verde que habíamos perdido y yo la pongo por encima, como pidiendo perdón por eso y diciendo “en algún momento la vamos a volver a recuperar”.

Fabián, ¿cómo es éste proceso creativo de trabajar en conjunto, vos como arquitecto argentino con estos artistas locales?
Siempre que voy a un lugar distinto que no sea mi tierra me parece como muy lógico idóneo plantear la integración de la propia cultura a mi arquitectura, para que la gente cuando entre a uno de estos hoteles sienta que también le pertenece. Así que bueno, yo lo conocí a Juan Carlos a través de una de sus películas, a Mónica de manera personal porque habíamos trabajado. Y me pareció que armando un equipo en conjunto con ellos podía lograr que la cultura argentina de alguna manera se mezcle con la paraguaya y den entre ambos un concepto que le sea propio a los paraguayos cuando lo vean, o  quienes visiten de afuera sientan que adentro de éste edificio hay parte de la cultura local, una cultura que no se debe perder y que aparte es extremadamente rica y a la que yo admiro mucho.

Y dentro de tu diseño en particular, siempre hay está presente el arte.
La arquitectura es un arte bastante egoísta, desde el punto de vista del arquitecto. Es nuestro gran hobby, es nuestro gran amor, pero ese egoísmo perdura constantemente, y a lo largo de los años me fui dando cuenta que era importante que cada vez que viajaba y salgo afuera, esas culturas se agreguen. Y eso me dio una riqueza enorme, por lo menos a mi arquitectura. Soy amante de la fotografía, soy amante de la imagen en movimiento, las películas y el cine. Entonces quiero ingresar todas esas cosas a un lugar que es un sólido, y de repente ponerlo en movimiento iba a enriquecerlo. Y ese enriquecimiento se puede empezar a ver ahora en cada una de las obras donde voy al exterior. Es en New York, o es en Los Ángeles, en cada obra donde estoy incluyo artistas locales para que la cultura se mezcle en un espacio más acorde a la realidad de cada lugar.

Y el arte integrado a la arquitectura, ¿hoy en día para vos supera el fin estético ya agregando contenidos a la edificación?
Sí, totalmente. Hace ya casi cinco o seis años que tomé conciencia de esto de trabajar en el grupo con pintores, escultores, escritores, ingresarlos al espacio para ver cuál era la sensación del espectador. Y obviamente fue increíble, que cuando la gente llega a un lobby o a un espacio que está alterado por distintos artistas, la percepción dentro es totalmente diferente, la gente empieza a mirar, se moviliza, preguntan por qué. Si vos lográs que ese espectador se movilice y sienta algo por todo lo que estás haciendo, la misión está cumplida.

Claro, y va más allá de lo estético.
Va más allá de que quede lindo. A mí me parece que los espacios no deben ser lindos, los espacios deben sensibilizar al espectador por una de estas cuestiones; y si lo hace porque su cultura se ve de alguna manera representada por alguien que vino de afuera y de alguna manera los abrazó, ya está, eso es lo que estamos buscando.

Mónica Matiauda
¿Cómo decidiste encarar la propuesta de Fabián para representar de esa manera la deforestación?
En realidad no pensé tanto en la deforestación, o sea me fui más intuitivamente hacia lo que era entrar en un  bosque. Primero iban a ser fotografías, empecé juntando fotos, después empecé a hacer collage y después, tratando de hacer collage con los árboles empecé a dibujar sobre esos árboles, y después me di cuenta borrando las fotografías de abajo que quedaban las siluetas, y me di cuenta que eso creaba un efecto bastante nuevo para mí; y me fui por ahí, y terminaron siendo dibujos digitales sobre fotografías.

¿Vos ya tenías en cuenta la dimensión del espacio para hacer esto?
Sí, porque el proyecto ya estaba; o sea, Fabián me presentó el proyecto, me dio medidas, y a partir de esas medidas yo me fui pensando en la imagen.

¿En qué te apoyaste, qué te inspiró para hacer esas imagenes?
El concepto de Fabián de justamente revalorar el espacio verde que estamos perdiendo, en Asunción sobre todo, donde se está perdiendo rapidísimo.

Y después de trabajar esta obra en digital y verla en ese formato que cambia mucho las perspectiva y la sensación que genera la obra ¿qué fue lo primero que sentiste?
Emoción. Para mí fue muy revelador. Ayer por primera vez vi la obra en su tamaño real; o sea, para mí hasta el día de ayer todo fue en la pantalla de la computadora. Yo trabajaba esas medidas en una computadora  Mac, en una pantallita; yo trabajaba a escala. Cuando ayer por primera vez vi en realidad la obra en su tamaño real, fue como una sorpresa enorme.

¿Y cuánto mide la obra?
 Tiene diferentes tamaños pero creo que el panel más grande tiene como once metro de alto por cinco de largo.

¿Y cómo fue, cómo encararon el trabajo en equipo? ¿Cada uno se encargó de lo suyo o se reunían?
 Nos reuníamos, y siempre Fabián estaba ahí, siempre Fabián era el que tenía que al final dar el OK, porque estábamos colaborando para su proyecto, en el cual el trabajo de cada uno tenía que caber en un concepto preciso y dialogar con los espacios.

Y justamente, ¿cuál es el valor que vos encontrás en esto más allá de lo decorativo?
Tratar de reconectarse con Paraguay de otra manera, aunque sea con una imagen.


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