lunes, 7 de septiembre de 2009

LAS TRABRATZIS

Si no conocen este término es porque lo acabo de inventar. Así he decidido llamar a esas mujeres cirujeadas en serie que parecen un engendro producto de la copula de un travesti y una muñeca Bratz de tamaño real. Yo no logro entender este look de estrella porno que hoy en día adoptan tantas mujeres. A donde fueron a parar la elegancia y el buen gusto, y sobre todo la DIGNIDAD de envejecer con gracia. De la gracia hemos pasado directamente a la grasa… porque no hay nada más GRASA que una cuarentona con pretensiones de vedette. Lo peor es que cada vez mujeres más jóvenes, que ni siquiera tienen aún líneas de expresión, empiezan a modificar su cuerpo, su cara, su pelo, sus uñas para convertirse en un clon malogrado de Pamela Anderson.


Las trabratzis son la apoteosis de la vulgaridad, y lo peor es que ni siquiera se dan cuenta. Se creen regias y “rejuvenecidas”; y van por la vida con unos aires de glamazonas onda Gisele Bundchen, de quien por supuesto no tienen en común ni la forma del ombligo. Las trabratzis son la glorificación de la burda come-hombres y son el síntoma de cuan decadente y chabacana está nuestra sociedad.


Tal vez la culpa sea de los medios. Por supuesto no de los medios glamorosos como esta revista, sino a aquellos en las que sale la chonga de turno con cara de turra, con siliconas hasta en las pantorillas, en alguna pose ordinaria y con algún patético titular como: “con mis nuevas lolas me siento más mujer”.


Espero que no me malinterpreten. Yo respeto muchísimo a la cirugía. No me parece una opción, es un DERECHO de toda mujer. Lo que odio son los excesos. Me encantan los retoquecitos que refrescan el rostro, las siliconas discretas que alivian complejos de las despechadas, las lipos y las cirugías que devuelven a las mujeres el cuerpo que sacrificaron por gestar a sus hijos. Las cirugías son mágicas a la hora de levantarnos la autoestima, y catastróficas cuando se emplean para crear un look erotizado.


Trabratzis Gone Wild

En realidad las cirugías son solo una parte del look estrella porno que adoptan algunas mujeres. Lo complementan y realzan con su vestuario, sus complementos que incluyen alargues, tintes, uñas postizas y maquillaje recargado. ¿Cómo identificar a una trabratzi? Créanme que es muy fácil. Están vestidas para matar, equipadas para la guerra y más tuneadas que un Subaru Impreza GT4 2009. Acá les paso una pequeña e infalible guía de las características de toda trabratzi.


Tranbratzi a la vista

Ojos: Dicen que los ojos son las ventanas del alma, pero esto no se aplica a las trabratzis ya que sus ventanas están bastante polarizadas por así decirlo. En primer lugar, lo más probable es que las repetidas cirugías le dejaron una cara de asombro permanente. De tanto estirarse les cuesta hasta parpadear y parecen sorprendidas hasta cuando duermen. De seguro tienen algún tipo de maquillaje definitivo, ya sea en las cejas o en el contorno de ojos. Las trabratzis se tunean todo, hasta la mirada y no sería nada raro verlas en el gym con pestañas postizas y lentes de contacto azules.


Típica mirada Trabratzi de sorprendida

Boca: Muchas mujeres van al cirujano plástico con la foto de alguna estrella de cine o modelo como referencia de lo que desean. Las trabratzis llevan un álbum: quieren la nariz de Susana Jimenez, las lolas de Luciana Salazar, los glúteos de Jennifer López, la mirada de Pamela Anderson y la boca…. de la muñeca inflable. Todas, absolutamente todas las trabratzis ostentan con orgullo un imponente jurú volado que nos deja perplejas dudando si acaban de recibir una trompada o están sufriendo una reacción alérgica al sushi.


Pelo: Las trabratzis sufren del síndrome de Barbie por lo que no se sienten completas sin el pelo decolorado y los alargues. El alargue, pelo que alguna vez perteneció a una quinceañera virgen de Quyquy’ó, por supuesto le cubre toda la espalda. Probablemente lo llevan batido y con bucles en las puntas para lograr un look más juvenil y mantener ocupados sus dedos. Como el rubio rejuvenece, cada año se van poniendo más blondas. Empiezan con claritos, que se van convirtiendo en mechitas que van decolorándose progresivamente hasta alcanzar el rubio pelo de escoba tan característico entre ellas.


Piel: Toda trabratzi lleva el sello de fábrica de las bandas: un tatuaje de mariposa al final de su espalda y se aseguran de llevar siempre jeans de cadera para ostentarlo airosamente. Su piel vive en un verano permanente y cuando no puede solearse recurren a la ducha solar o al bronceado con soplete que las deja medio anaranjadas.


Uñas: La trabratzis creen que pensar arruga por lo que se distraen pintándose sus uñas esculpidas y decorándolas con strass y florecitas. Cuando se hacen las recatadas (por ejemplo cuando van al juzgado a declarar en su octavo juicio de divorcio) se hacen la francesita pero ni aún así logran deshacerse de su ordinariez innata.


Cuerpo: A veces me pregunto que pensarán los arqueólogos del futuro al examinar a nuestra civilización. Seguramente se toparán con tanta silicona que hasta creerán que formaban parte de algún rito funerario de nuestro tiempo. Cuando encuentren la tumba de una trabratzi seguro creerán que se trataba de alguna sacerdotisa por la cantidad de “amuletos funerarios” que encontrarán sobre sus restos. Es que si fuera por ellas, se pondrían silicona hasta en la planta de los pies para aguantar sus tacones exuberantes. Como aman el exceso con la misma intensidad con la que odian lo natural, tienen más cirugías que MJ (que en paz descanse). Con la misma devoción con la que nuestras abuelitas renovaban sus votos ellas renuevan su bótox. Son las reinas del quirófano, para quienes la madre naturaleza es una madrastra desgraciada que les negó un cuerpo acorde a sus pretensiones y el tiempo es un villano cruel y ensañado con su cutis.


Vestimenta: El animal print es su segunda piel, no hay bicho cuyo pelaje no haya sido estampado en sus vestidos. El brillo y los bordados son un must a cualquier hora del día y si hay mucho sol pueden llegar hasta a encandilar a los transeúntes. Se viste siempre de un talle menos que el suyo. Esto se debe a que está convencida de que el espejo le engorda y cree que si se compra una talla S se le va a transmitir por osmosis el tamaño. La lycra es su mejor amiga pues cumple el papel fundamental de destacar la tanga. Los jeans que a veces son de hasta dos tallas menos suelen dejar chabacanamente en evidencia sus partes íntimas. Se echan encima cuanta minifalda encuentran y la complementan con profundos escotes que revelan con ordinariez los 5000 dólares que invirtieron en su cuerpo. Como se creen re diossas desfilan por las calles con pedestales en los pies. Para ellas se inventaron los championes con plataformas para que puedan verse altas hasta cuando caminan por Ñu Guazú.


Maquillaje: Lo llevan las 24 horas. Algunas seguro hasta duermen maquilladas para no horripilar a sus parejas en el medio de la noche. Le encanta resaltar su bótox labial con mucho mucho brillo que les da un semblante de comedoras compulsivas de guiso. Muchas lucen un pavoroso delineado labial muy evidente y probablemente definitivo. Llevan un revoque tan espeso que empavona todo lo que se acerca a su piel. Cuando cortan el celular tienen que limpiarlo con un pañuelito para sacar toda la base que quedó pegoteada. Cuando una desafortunada mosca se posa en sus mejillas queda mortalmente atorada.


Aroma: Una trabratzi siempre deja una estela. Se toman la frase “excitar a los sentidos” literalmente. Si falla en hacerlo por los ojos, se asegura de lograrlo por el olfato. La envuelve una vaporosa nube de algún perfume carísimo y fuertísimo que penetra hasta por los poros sin importar que sean las 7 am. Ellas no conocen las colonias ni las fragancias delicadas ya que la palabra “sutil” no existe en su diccionario. En los ascensores es mejor evitarlas porque probablemente se te contagie su perfume y te sientas chivada por el resto del día.


Sonido: A las trabratzis no solo se las ve llegar; también se las oye llegar. Sus tacos inmensos sirven para anunciar su llegada. Les encanta pisar fuerte sobre las baldosas para que todos las oigan pasar. Como tienen una propensión hacia el exceso siempre llevan una profusión de pulseras y cadenitas que suenan como campanitas cada vez que se mueven. Todos sus accesorios conforman una pequeña orquesta destinada únicamente a llamar la atención.


Profesiones: Fiscal de turno o abogada sensacionalista, modelo cachaquera, ex -modelo, esposa de gordo o viejo millonario, pantalla de gay, ex mantenida, vedette wannabe, entre otras.


Actitud: Lo que verdaderamente pone la cerecita en el aspecto de la trabratzi es su actitud. Van por la vida tratando de erotizar a cuanto espécimen masculino se les tope por el camino. Caminan como modelos aunque no les da el talle ni la estatura. Al caminar agitan sinuosamente su cabellera alargada y ponen cara de pucherito para realzar su botox, todo esto sin olvidarse de chupar los cachetes y la panza. Tienen dos maneras de caminar características: el “meneo de la serpiente” y el “metiendo sacando”. El primero se logra moviendo sinuosamente las caderas como si estuvieran bailando al son de algún ritmo caribeño y el segundo metiendo y la panza y sacando las nalgas y los pechos.