sábado, 13 de febrero de 2010

Síndrome de Cupido


Hay algo de que todas hemos sido víctima al menos una vez en nuestras vidas: se trata del síndrome de Cupido. No sé que hormona femenina es la que dispara este síndrome, o si se trata de algún gen que todas las mujeres tenemos incorporado en nuestro sistema operativo, pero lo cierto es que todas alguna vez hemos intentado actuar el rol de la Celestina. Lo cierto es que en el día de los enamorados este síndrome alcanza su apogeo. Algo dentro de nosotras no puede permitir que una amiga sufra el trauma de pasar sola el 14 de febrero.
¡Ay de la pobre víctima de nuestro síndrome! Aquella pobre e inocente mujer a quien a toda costa queremos enganchar con algún amigo, pariente, amigo de nuestro novio, compañero de trabajo, amigo del amigo del primo del vecino, etc. Por más que ella se oponga rotundamente, insistiremos e insistiremos hasta que se dé por vencida y termine cediendo a nuestros planes. Lo que pasa es que nosotras la vemos sola, la vemos regia y creemos que tenemos el candidato ideal para ella; y si no lo tenemos nos esmeraremos en encontrarlo. En algún lugar debe estar, ¿no?

El gran problema ocurre cuando obsesionadas por encontrar la media naranja de nuestra amiga, terminamos encontrando un medio melón, intentando adaptárselo a toda costa. Una vez que logramos el milagro de convencerla de que aquel melón es en realidad su media naranja, nos convencemos a nosotras mismas de que ese melón es la única fruta del planeta capaz de complementarla. En ese mismo instante nos creemos el artífice del mejor enganche de la historia, a pesar de que lo más probable es que nuestro injerto no tenga ninguna posibilidad de prender.

Como buenas expertas en marketing amoroso empezamos a vender nuestro producto. A nuestra amiga le hablamos del melón como EL SUPER MELON. En primer lugar magnificamos todas sus virtudes y por supuesto agregamos cuanta cualidad positiva se nos ocurra. Si tiene algunas canas ya es suficiente como para que lo comparemos con Richard Gere, si toca la guitarra ya lo calificamos como un virtuoso de la música (por más de que solo sobresalga en las peñas con los amigos) y luego seguimos con el infalible slogan vende melones: “es un chico emprendedor y de buena familia”. Una vez resaltado lo positivo, nos esmeramos en minimizar todas sus imperfecciones. Si es un viejo solterón y farrista lo describimos como un hombre maduro pero divertido. Si juntando sus ex novias y ex esposas se puede armar un equipo de fútbol, romantizamos sus fracasos sentimentales diciendo que el pobrecito no tuvo suerte en el amor. Y por supuesto que si es más feo que un Gremlin mojado cuando nuestra amiga nos pregunta que tal está, le respondemos radiantes que es un divino, un dulce y un amooor de persona.

Cuando nos toca el turno de hablarle al melón sobre nuestra amiga no escatimamos en elogios, el cielo es el límite para describir todas sus virtudes y cualidades. Las mujeres al hablar de nuestras amigas tendemos a ver solo lo positivo, por lo que ni siquiera tenemos que minimizar sus defectos ya que estamos seguras de que ella NO TIENE defectos. Ella es la hermana gemela de Gisele Bundchen, tiene el corazón de la madre Teresa de Calcuta, la dignidad de Lady Di, la inteligencia de la Bachelet, el estilo de Rania y el talento de Shakira. Por supuesto estamos tan convencidas de todo esto que la publicitamos con absoluta seguridad y sinceridad. Ella es una chica 10 y que nadie ose decir lo contrario o le saltaremos encima con toda la furia de nuestros estiletos.

Una vez que convencemos a las partes interesadas y debido al hecho de que ambos no se conocen, se produce la típica salida en grupo. Por un lado, a nuestra amiga le dará seguridad salir en grupo para no tener que afrontar sola la casi siempre incomoda primera cita; mientras que por otro lado, nosotras podremos asegurarnos del éxito de nuestro enganche.

Desde este momento nuestra amiga se convierte en nuestra víctima. Como las celestinas tendemos a volvernos muy entrometidas en este contexto, nuestra pobre e inocente amiga tendrá que sufrir toda la noche nuestras constantes y seguramente incómodas acotaciones. Le daremos codazos, miradas exageradas y todo un abanico de señales muy poco discretas que le harán rogar a la tierra que la trague. Luego nos convertiremos en su vocera oficial y agente de prensa, respondiendo por ella a todas las preguntas y sugiriéndole que cuente todas aquellas anécdotas e historias que creemos la harán lucirse frente al melón. De seguro no se salvará de tener que escuchar como si ella no estuviese allí, la historia completa y comentada de su vida relatada obviamente por nosotras y que de seguro revelará miles de detalles que ella hubiese deseado omitir. Como estamos tan poseídas contándole al melón lo maravillosa que es nuestra amiga, e intentando convencerlo de que ella es su media naranja, no nos percataremos de las miradas asesinas que ella nos lanza con la intención de que cerremos la bocota. Como broche de oro vendrán las constantes insinuaciones románticas e indirectas que lanzaremos al aire con la intención de crear el clima ideal para que prenda nuestro injerto.

Tras la cita estaremos más ansiosas que nuestra amiga/víctima por saber el resultado del enganche. Si el melón se borra (que es lo más seguro) sacaremos a relucir todos los detalles negativos que habíamos omitido mencionar a nuestra amiga con anterioridad. Así el chico emprendedor y de buena familia pasará a ser el looser más rasca de la historia, convirtiéndose inmediatamente para nosotras en el ser menos deseable del mundo, una mezcla de Hitler, Osama Bin Laden y Lugo. Pero si la que decide borrarse es nuestra amiga…. ¡Arderá Troya!
¡Ay de ella si se queja del melón! Nos ofendemos y la tachamos de malagradecida pensando en todo el trabajo que nos costó conseguirle ese melón cuando no tenía ni un solo perro que le ladre y todo el esmero que pusimos en vano para asegurar el éxito del enganche. En vez de comprender que en realidad el melón no era la opción más apropiada para ella, y debido a que estábamos absolutamente convencidas del éxito de nuestro experimento, nos precipitaremos a catalogarla de exigente, incoherente, necia y ciega, cuando en realidad el único ciego en esta historia fue nuestro Cupido interior que estaba fatalmente predestinado a errar todas y cada una de sus flechas amorosas.

MORALEJA: Cuando empiece a aletear su Cupido interior, IGNÓRENLO. Recuerden que se trata de un enano rollizo y flácido con el cual estoy segura no querrán tener nada en común.

miércoles, 10 de febrero de 2010

LA MESA PROVENZAL DE RENOIR


Pierre-Auguste Renoir, uno de los más renombrados pintores impresionistas, estaba lleno de lo que los franceses llaman joie de vivre, o alegría de vivir. Sus lienzos irradian este entusiasmo vital que revela su voluntad de resaltar lo bello que la vida ofrecía: el buen vino, las fiestas al aire libre, la belleza de las mujeres, la inocencia de los niños, los paisajes bañados en luz y en especial la comida. Todo lo bello de la vida, por las particulares circunstancias de su vida, lo embrujaba.

Renoir, al igual que otros impresionistas, supo disfrutar de los sencillos placeres de la vida y encontró en la Provenza francesa el lugar ideal donde hacerlo. Para escapar de la ajetreada vida de París alquiló en 1896 una villa de verano en la ciudad de Essoyes. Aquí disfrutaba junto con su familia de largos paseos por los viñedos de esta zona que divide Champagne de Borgoña, entregándose a pintar sus incomparables paisajes y a disfrutar del vino local junto con los humildes productores. Renoir amaba el vino de la zona, que según relata su hijo Jean Renoir en su libro de memorias: Renoir, mi padre, era “…un vino sin rastros de azúcar, tan fuerte como el viento del Este que sacude a los viñedos”.

En 1897, en un paseo en bicicleta por los campos de Essoyes, Renoir sufrió una caída que marcaría su vida. No solo se rompió el brazo; además el agudo dolor le paralizó el hombro derecho por varios meses, obligándolo a aprender a pintar con su mano izquierda. Este fue el inicio de una larga convalecencia, una forma de artritis degenerativa, que le aquejaría por el resto de su vida y que terminaría convirtiéndolo en un inválido. Escapando del frio que aumentaba su dolor, buscó refugio cerca del Mediterráneo, estableciéndose junto con toda su familia en 1902 en la ciudad de Cagnes-Sur-Mer, en la Provenza Francesa. En 1907 adquirió una hermosa granja, con un extenso terreno de tres hectáreas sembrado con olivares y naranjales: Le “Domaine des Collettes”.

Los últimos años de su vida Renoir vivió y trabajó rodeado de los centenarios olivos de “Les Collettes”, los cuales plasmó en numerosos lienzos. Tenía una fascinación con sus olivares. Uno no puede dejar de preguntarse si el mismo pintor se reconocía en los nudosos y retorcidos olivos, teniendo en cuenta que su severa artritis lo redujo a tal punto que tenía que pintar con el pincel sujetado a sus dedos. En las retorcidas ramas e inquebrantable fortaleza de los olivos probablemente se veía a sí mismo, padeciendo una enfermedad que reducía su cuerpo pero que no lograba reducir su espíritu. Matisse se conmovía mucho al ver a su amigo reducido por la enfermedad, y en una carta describió como lo encontró: “los nudillos de sus dedos eran inmensos, callosos y horriblemente deformes…. Y a pesar de ello él pintaba sus mejores obras. Mientras su cuerpo se reducía, su alma parecía crecer continuamente con más fuerza para expresarse con la mayor radiante facilidad”.

A pesar de los problemas de salud de Renoir, “Les Collettes” era un hogar feliz. Aquí crecieron libres jugando entre olivares, huertas y profusos jardines sus hijos: Jean Renoir (que se convertiría en un renombrado director de Cine), Pierre (actor) y Claude o Coco quien seguiría los pasos de su padre en el arte y se convertiría en un gran ceramista.

En su reino privado de “Les Collettes”, este pintor que amaba comer casi tanto como amaba pintar, compartió con su familia y amigos de las delicias culinarias de la Provenza Francesa, llena de intensos colores, aromas y sabores.

Su amada esposa, Aline Renoir, era una cocinera maravillosa. Ella se encargaba de dirigir a los jardineros en la huerta de “Les Collettes”. Personalmente recogía los huevos y recolectaba las frutas y verduras que se producían en los huertos. Conocía muy bien la cocina típica de Borgoña y Champagne y pronto aprendió los platos tradicionales de la Provenza francesa. Se hizo de fama entre sus amigos artistas por sus deliciosos platos. La cassoulet, hecha con jamón y verduras frescas cosechadas en la huerta, como tomates caseros, ajo, hojas de laurel y arvejas. Su especialidad era la Bouillabaise Provenzal, un plato típico de la Provenza francesa hecho con pescado fresco del Cros-de-Gagnes, ajo, pimientos rojos, papas, cebollas, tomates, puerro y hierbas frescas, todas cosechadas en “Les Collettes”. Como detalle personal, Madame Renoir agregaba una pizca de azafrán. Madame Renoir se hizo famosa con este plato. En una de sus visitas, Monet, gran amigo de Renoir, quedó tan deleitado con la especialidad de la casa que pidió a Aline Renoir la receta para hacerla en Giverny.

En la mesa de los Renoir también se servían pescados frescos, acompañados de verduras condimentadas con abundante alioli, una mayonesa casera hecha con yemas de huevos, aceite de oliva y abundante ajo. De vez en cuando, los pobladores de la zona le traerían zorzales, unas pequeñas aves que se encontraban en los alrededores de los viñedos y Madame Renoir los cocinaba en brochetas sobre un fuego de madreselva. Las papas se cocinaban con su piel sobre cenizas calientes, así como las castañas. Siempre servía las frutas de la temporada, frutillas, higos, mandarinas, naranjas, duraznos, ciruelas y damascos.

En “Les Collettes”, abundaban las visitas que eran agasajadas con los deliciosos platos preparados por Aline. Amigos de toda una vida, entre quienes se encontraban numerosas personalidades y artistas de la época, venían a compartir la mesa provenzal de la familia Renoir. Paul Cezanne, el hijo del renombrado pintor, se mudó a una propiedad cercana y era una visita habitual. Henri Matisse, Pierre Bonnard, Emile Zolá, Manet, Rodin y marchands de arte como Durand-Ruel, también frecuentaban la casa. Todos ellos quedaban rendidos ante los rústicos pero sabrosísimos platos de Madame Renoir: Pottage Crecy, Pollo Renoir, y los Tomates Cocidos Cezanne, plato creado por Madame Renoir en ocasión de una de las tantas visitas del artista a su casa.

La mesa era el centro de estas reuniones, donde nunca faltaba buen vino y exquisitos platos que se compartían con música, amenas charlas e historias y largos debates sobre el arte.

LOS BARES DE HEMINGWAY


Ernest Hemingway era grande en todo sentido: su enorme presencia y vigorosa personalidad hacían imposible que pasara desapercibido; sus francos textos lo consagraron como un gran escritor merecedor de los premios Nobel y Pulitzer y su espíritu aventurero y mundano lo convirtieron en un gran hombre de mundo que supo hacer de su propia vida su mejor novela (o historia). Le gustaban las mujeres, los animales feroces, las aventuras, los viajes y como buen escritor: amaba el trago.

Este hombrón enamorado del mundo y de la vida, había tomado la costumbre durante sus recorridos por el globo, de pasar sus horas muertas en bares a los que asistía regularmente y que le servían para conocer mejor a los locales y buscar inspiración para sus ya clásicos libros, como “Adiós a las armas”, “Por quién doblan las campanas” y “El viejo y el mar”. Supo dejar profundas huellas en su paso por distintos rincones en Estados Unidos, Francia, España, Italia y Cuba, sitios que formaron parte de su vida de trotamundos. Muchos de estos lugares aún existen, y principalmente los bares, han sabido sacar provecho de uno de sus clientes más célebres y queridos.

Nuestro recorrido inicia en Paris, ciudad magníficamente retratada en su libro de memorias “París era una fiesta”, que nos presenta al París de Hemingway, aquella ciudad luz de los años 20 que testimoniaba las pasiones y tribulaciones de la Generación Perdida. En 1950 Hemingway dijo a un amigo: “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas a donde vayas por el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue”. En París, disfrutó de largas charlas con Scott Fitzgerald, Ezra Pound, Gertrude Stein y decidió dejar su carrera de periodista para dejarse envolver por el estilo de vida de la bohemia parisina y perseguir su sueño de escritor.

Durante los años 20, Hemingway frecuentaba el Harry’s New York Bar, un bar cercano a la Ópera de Paris. Este bar es famoso en el mundo entero pues aquí nació el cóctel Bloody Mary. Otro de sus bares parisinos era Le Trou dans la Mur, ubicado enfrente al Café de la Paix. Para comer solía ir al restaurante Closerie des Lilas cerca del Point Royale de Auteuil, lugar que frecuentaba con James Joyce.

Después de la segunda guerra mundial y ya consagrado como escritor, Hemingway regresaba a menudo a su querida París, en estadías que se extendían por semanas y a veces por meses. Su hotel favorito era el Ritz, donde se alojaba en una habitación con vista a la Place Vendome. Durante sus estadías en el Ritz recibía a sus amigos en Le Petit Bar del hotel, que hoy en día lleva su nombre: Bar Hemingway. Cuentan que al liberarse París de los nazis, Hemingway lo celebro aquí bebiendo 51 martinis secos. Este bar sirve el coctel más caro del mundo, el Ritz Sidecar, hecho con el Coñac de de las últimas botellas de la colección de 1865 compradas por el Ritz para su inauguración y que cuesta 400 Euros.

En el verano de 1923 Hemingway viajo por España, este viaje dejó hondas huellas en el escritor, inspirándole para varias novelas como “Fiesta”, en la cual sus personajes se dirigen a Pamplona y presencian los Sanfermines, fiesta popular de Navarra en la cual se corre delante de los toros; “Por quién doblan las campanas”, ambientada en la Guerra Civil española; “Muerte en la tarde”, dedicada al mundo de las corridas de toros y “La quinta columna”, también ambientada en la Guerra Civil. Hoy en su honor, frente a la Plaza de Toros de Pamplona se puede leer la inscripción: “A Ernest Hemingway, Premio Nobel de la Literatura, amigo de este pueblo y admirador de sus fiestas, que supo descubrir y propagar. La Ciudad de Pamplona, San Fermín, 1968.” Hemingway presenció los San Fermines en 8 ocasiones más, la última vez fue en 1959, dos años antes de su muerte.

Al gran escritor norteamericano le encantaba comer y beber y esto no falta jamás entre el 6 y el 14 de Julio en Pamplona. Allí frecuentaba el Gran Hotel La Perla, el bar Txoko, el café Iruña y el Hotel Yoldi, que aun existen, así como otros sitios ya desaparecidos como el Hotel Quintana, el Café Suizo y Casa Marceliano donde deleitaba su paladar con los platos tradicionales de la cocina regional.

En el Hotel La Perla, se alojaba siempre en la habitación 217, que se mantiene intacta como homenaje al más célebre de sus visitantes. Con este hotel taurino por excelencia el escritor tenía una vinculación muy fuerte no solo porque tenía una muy buena cocina, sino también porque su propietaria, Ignacia Erro, era una de las pocas personas de la pequeña ciudad que sabía hablar inglés, lo que lo llevó a entablar una amistad con ella. También adoraba los otros hoteles taurinos: el Hotel Quintana y el Yoldi, donde conoció a numerosos toreros y pudo presenciar el ritual de la puesta de los trajes de luces.

Aparte de los hoteles, Hemingway pasó muchas horas en los bares pamploneses. Su preferido, el Café Iruña. Hoy allí se lo recuerda con “El rincón de Hemingway”, donde hay una estatua de tamaño real del escritor sonriente acodado en la barra, así como numerosas fotos en las que aparece el autor.

Hemingway, se pasó casi toda la guerra española en los bares de los hoteles de Madrid, el Florida, el Gaylors o el Palace, y en Chicote, donde enseñó a los barman a hacer los deliciosos “mojitos” cubanos, que bebía continuamente. Hemingway llegó a sentirse tan perfectamente integrado como combatiente republicano durante la Guerra Civil, como participante en la Fiesta Nacional siguiendo a sus amigos toreros o tomando parte activa en los célebres Sanfermines de la recuperada España de la posguerra.

Otra de las ciudades que visitó nuestro escritor fue la mágica ciudad de Venecia. Aquí llegó al terminar la Segunda Guerra Mundial y como era su costumbre, se hizo cliente asiduo de un bar. Se trataba del célebre Harry’s Bar del Hotel Cipriani. El escritor tenía su propia mesa en un rincón de este bar, al cual dedicó una página entera de su novela “A través del río y entre los árboles”, donde se sentaba con sus amigos a beber el célebre coctel de la casa, el Bellini.

Nuestro viaje continúa en la soleada Florida, siguiéndole los pasos a nuestro gran novelista. Hemingway llego a Key West con su segunda esposa Pauline en 1928 siguiendo la recomendación del novelista John Dos Passos, estableciéndose aquí por 12 años. Esta ciudad tranquila y bañada de sol le proveía el ambiente ideal para disfrutar de dos de sus pasiones, la pesca y la escritura. Todos los días acostumbraba escribir sobre su viejo escritorio de madera hasta las 3:30 de la tarde, hora en la cual se reunía con su grupo de amigos en el bar Sloppy Joe’s. Sus compañeros de tragos y jornadas de pesca y hasta el mismo bar fueron inmortalizados en sus novelas “Tener y No Tener”, “Las Verdes Colinas de África” y “Después de la Tormenta”.

Hoy en día dos bares se disputan el honor de ser el Sloppy Joe’s de Hemingway, uno que lleva ese mismo nombre y funciona además como museo tributo a Hemingway y otro llamado Captain Tony´s Saloon que muchos aseguran es el verdadero Sloppy Joe’s. De hecho, en Key West, casi todos los bares tienen carteles que dicen “Aquí estuvo Hemingway” y hasta uno de que afirma: “Aquí, nunca estuvo Hemingway”.

En Sloppy Joe’s Hemingway tomaba siempre whisky con soda, prefiriendo un escocés barato llamado Teacher’s, pero ocasionalmente Skinner, el negro y redondo barman de Sloppy Joe’s le preparaba Papa Dobles, un trago creado para el novelista, apodado por sus amigos como “Papá Hemingway”, y que se preparaba licuando 2 medidas y media de Bacardi blanco, el jugo de dos limas y medio pomelo con 6 gotas de maraschino.

Partimos ahora hasta La Habana, Cuba, donde Hemingway vivió por casi 20 años. Aquí escribió una de sus novelas más célebres “El viejo y el mar”, publicada en 1952, que según cuentan es el libro de cabecera de Fidel Castro. Durante su estadía cubana, frecuentaba dos bares: La Bodeguita del Medio y la Floridita. En el primero se deleitaba con los mojitos, tragos preparados con ron blanco, hojas de menta y azúcar; y en el segundo escribía sus futuros libros mientras tomaba Daiquiris dobles sin azúcar, un trago hecho con ron blanco, jugo de limón y por lo general una cucharada de azúcar, que nuestro autor omitía. Gracias a su célebre cliente, este mágico rincón de La Habana vieja se convirtió en el centro de tertulias de artistas y uno de los siete bares más famosos del mundo.

A pesar de ser actualmente una meca para los turistas, la Floridita mantiene su encanto original y continúa siendo uno de esos sitios tocados por la magia que encanta a sus visitantes haciéndolos sentir personajes más que una personas. Hemingway retrató este bar en uno de sus textos, relatando como mientras el personaje bebía un daiquiri, mira hacia la puerta y en ese preciso instante ésta se abre permitiéndole ver en la calle la pierna de la mujer que esperaba mientras se baja del auto. Hemingway describe como cuando su pierna hace contacto con el piso, el pavimento se estremece. Probablemente se trataba de la pierna de Ava Gardner, una de las mujeres más bellas de su tiempo quien por entonces mantenía un romance con Hemingway. En otro de sus libros dijo, allí "la bebida no podía ser mejor, ni siquiera parecida, en ninguna parte del mundo".

En Cuba Hemingway también frecuentaba el restaurante "La terraza", en el poblado de pescadores de Cojímar, donde desde una mesa podía mirar a "El Pilar", su famoso barco. También solía pasar mucho tiempo en una pequeña habitación del hotel “Ambos Mundos” que era uno de sus lugares favoritos para escribir, así como en su finca “Vigía”, en las afueras de La Habana, que fue convertida en museo. Hemingway llegó a verse a sí mismo como un cubano más, amaba La Habana así como amaba el mar Caribe y cuando ganó el Premio Nobel en 1954, donó la medalla a la iglesia de la Caridad del Cobre, patrona de los cubanos.

Tras este largo recorrido por tantas ciudades y tantos bares, solo nos resta brindar con unos daiquiris a la memoria de este gran escritor: ¡Por tus historias y tus bares Papá Hemingway!

lunes, 8 de febrero de 2010

MÓNICA GONZALEZ: Mujer, Artista, Pilar, Malabarista


Mónica González es madre, artista, educadora, licenciada en Lengua Inglesa y miembro de varias organizaciones dedicadas al arte, a la educación y al desarrollo. Esto la convierte, a la par que muchas otras mujeres comprometidas con su familia y con la sociedad, en toda una “Mujer, Pilar, Malabarista”, título de una de sus instalaciones más célebres.

Las instalaciones de Mónica González, de contextura minimalista, se caracterizan por su frescura visual, sus siempre presentes tintes irónicos y principalmente por la lucidez de pensamiento que las envuelven. A través de un proceso, que según la artista, es primordialmente intuitivo, genera obras que instan a reflexionar sobre temas vitales y actuales. El tiempo ha demostrado, que muchas de ellas llegan incluso a penetrar el umbral de lo visionario. Estas no son meras casualidades. Todo artista conceptual debe trascender lo obvio; parafraseando a Kandinsky: debe ser el primero en observar los fenómenos que ocurren más allá de los lindes de su sección, generando nuevas perspectivas y convirtiéndose en un profeta para los que lo rodean. No en vano el arte moderno se origina con las llamadas “vanguardias artísticas”. Los artistas son “la primera línea de avanzada en la exploración y el combate.”

La propia artista afirma que con sus obras intenta proyectarse a futuro. En 1997, cuando el tema del agua aún no atraía la atención que goza actualmente en el mundo del arte, donde en años recientes se ha convertido en tema de importantes bienales internacionales, ella ya lo estaba explorando en su obra “El Arroyo”. Esta obra ilustra a la perfección la intuición que imbuyen sus planteamientos, ya que más de 12 años después, la misma sigue recorriendo el mundo participando en las más importantes bienales del mundo.


Te formaste con prestigiosos artistas locales e internacionales. ¿Cómo te influenciaron como artista?
Yo creo que todos ellos me inspiraron. De chica iba todos los sábados a la casa de Edith Jiménez. Ella era muy ceremonial a la hora de trabajar. Lo hacía gozando y era un placer verla. De verla creando yo saqué ese placer de hacer arte. Livio Abramo, en cuyos talleres de grabado participé, era un maestro silencioso. Él era una gran presencia en el taller, pero nunca nos dio una instrucción. Era un ser maravilloso que me marcó como un ejemplo de vida y enseñanza. Con Olga Blinder yo ya estudié de grande. Hice con ella todos los talleres del IDAP. Cuando ella me preguntó si había asistido a Bellas Artes yo le contesté que nunca había tenido una formación académica. Ella me respondió a su más puro estilo diciéndome: “Que suerte.” Olga me hizo sentir segura en mi vocación de dedicarme al arte.

¿En tus inicios que fue lo que te llevó al arte?
Mi padrino es Michael Burt, que es el primo de mi madre. Como se criaron juntos, mi madre siempre lo acompañó mucho en su carrera artística. Conservo miles de recuerdos de su presencia en mi vida cuando yo aún era muy chiquita. Una vez me invitó a uno de sus happenings, pero como mi madre consideraba que yo era aún muy chica no me dejó ir y hasta ahora recuerdo lo mucho que lloré. Por suerte mi madre me llevaba a todas sus exposiciones, así como también a todas las muestras del grupo de artistas que eran amigos de mi tío. El mundo del arte siempre estuvo muy presente en mi vida.

¿Cómo empezaste a valerte de la instalación como medio expresivo?
Todo surgió con una obra que llamé “Puntos de Vista” para la cual pinté 19 paraguas con aerógrafo, armando una especie de nube con ellos que luego colgué del techo. Luego dibujé la obra desde varios puntos de vista distintos y así en cada dibujo se veía algo diferente. Ahí me di cuenta de que lo que me encantaba era el espacio y todo lo tridimensional. Esta fue mi primera obra conceptual, pero surgió como algo muy espontáneo y natural.

¿Cuál fue tu obra más visceral?
Definitivamente la obra “Mujer Pilar del Desarrollo Economista Malabarista”. Considero que soy un pilar malabarista como la mayoría de las mujeres. Esta obra la hice el mismo año en que nació mi hija Camila. A mí me impresionaba mucho el peso que caía sobre todas las madres y los elementos en común que teníamos en todas las latitudes. Desde una princesa como Lady Di, que tenía dolor de espalda por alzarle upa a su hijo, así como yo que también tenía dolor de espalda por el mismo motivo, así como también una madre del campo. A esta obra le di un valor claro. El trabajo doméstico, aburrido, pesado y reiterativo está a cargo de la mujer, junto con muchas otras tareas más fundamentales y tal vez menos visibles y apreciadas. Éste trabajo doméstico está unido al rol administrativo y de mediación que tiene la mujer en la familia. La mujer es el pilar de la familia y a la vez de la sociedad. Mi sueño es que esta obra se reconozca y se difunda más, porque sé que muchas mujeres se identifican y relacionan con ella.

Los Guardaespaldas, obra de 1999 es una obra con una significación actual muy importante, al punto que hasta podría llamarse profética. ¿Qué me podés decir al respecto?
Yo soy muy intuitiva y tiendo a proyectarme a futuro en mi obra. En ese momento en Asunción se estaba empezando a ver la situación de que se tuvieran que contratar guardias privados por motivos de seguridad. Gustavo Beckelmann siempre me dice que los artistas somos los canarios de la sociedad. En los submarinos y en las minas siempre se llevaban canarios, ya que cuando decrecía el nivel de oxígeno eran los primeros en morir. Servían de alerta. Los artistas también cuando falta oxígeno somos los primeros en darnos cuenta.

¿Qué características considerás que tiene que reunir una buena instalación?
Como cualquier obra debe emocionar a un buen número de personas; además debe contener un juego de elementos que permita que la obra sea abierta, de manera que el espectador complete la obra con su propia experiencia.

¿Cómo definirías a tus instalaciones?
Tal vez como minimalista. Yo soy muy minimalista, me gusta decir mucho con poco.

Fuiste invitada a participar en numerosas Bienales alrededor del mundo. ¿Cómo fueron estas experiencias?
La primera vez que fui invitada a la Bienal de Venecia fue la primera vez en mi vida que me sentí del tercer mundo. Nuestro predio era como un ómnibus al medio día. En las Bienales siguientes aprendí a no compararme con artistas que provienen de países donde hay un inmenso apoyo a las artes, países como Brasil que hasta tienen pabellones propios construidos por el Estado en las principales bienales del mundo. En las bienales el artista es una especie de embajador de su país. En los últimos tres años fui a tres bienales con “El Arroyo”, una obra mía que últimamente viaja más que yo! Con ella participé en el Festival de Medellín de 1997, la Bienal del Mercosur de 1997 en Porto Alegre, la Bienal de Venecia del 2005, la Bienal del Fin del Mundo del 2007 en Ushuaia y en la Bienal de Curitiba y la Trienal de Chile de este año.

Contame más sobre “El Arroyo”.
“El arroyo” es una obra muy poética que siempre produce un encantamiento en las personas. En 1997, cuando la creé, el problema del agua aún no se sentía tanto como ahora. No era un tema tan acuciante como hoy en día. Actualmente, el tema del clima, del medio ambiente y del agua es un tema considerado muy importante en la vida de las personas y por supuesto también en la obra de los artistas. Para hacerla, me inspiró el libro “Ycuá”. Este libro me trasladó a mi infancia. Un tío mío tenía una quinta donde había un hermoso Ycuá. De niños tomábamos esa agua con las manos, el lugar era precioso y me encantaba el hecho de tomar el agua directamente de la tierra. El agua era también un bien colectivo y totalmente gratuito que no se vendía como ahora. Cualquier vecino podía venir a pedir un vaso de agua o llevar agua del Ycuá. En la última Trienal de Chile utilicé 3000 vasos de agua para armar esta instalación que simula un arroyo.

¿Qué buscas decir o transmitir con tus instalaciones?
Yo solo expreso una situación de algo que está ocurriendo en mi entorno. No intento hacer propaganda ni ser dogmática con mi obra. No intento enseñar nada a nadie; nada más reflexiono sobre algo haciendo un comentario sobre lo que observo y siento alrededor mío.

GUSTAVO BECKELMANN: Haciendo hablar a la materia

Visitar el taller de un artista es una experiencia inolvidable. El taller de un escultor sorprende por sus dimensiones y por todos los tesoros que lo habitan. En cada rincón se acumulan bloques de metales y piedras, moldes y modelos que como antiguos esqueletos atestiguan el lento y trabajoso proceso que hay detrás de cada pieza. Es un lugar donde conviven el caos y el orden; donde hornos y herramientas se alían para ayudar al artista a vencer a los materiales más indomables. Las piedras más rígidas y ásperas se someten en tersas curvas suaves al tacto y los metales más duros se funden, doblándose en las formas más dúctiles imaginables.

Alas
Gustavo Beckelmann nació en Asunción en 1963. Mientras estudiaba arquitectura empezó a experimentar con la escultura, algo que gradualmente fue dominando gracias a su innato talento para manejar la forma y su absoluta dedicación a la escultura. Desde entonces, Beckelmann ha creado esculturas que le han merecido numerosos premios nacionales e internacionales, ha exhibido sus obras en exhibiciones colectivas e individuales en Paraguay, Holanda, Sudáfrica, Estados Unidos, Alemania, Italia, Bolivia, Argentina, México y España. Además ha transmitido su conocimiento formando a jóvenes escultores mientras se desempeñó como Profesor de escultura del Instituto Superior de Artes Visuales de la Universidad Nacional de Asunción.

Herman Guggiari, uno de los grandes referentes de la escultura paraguaya, al referirse a la obra de Gustavo Beckelmann, dijo: “Vierte en sus crisoles periódicamente un mundo de personajes fantásticos, de gran expresión, que admiramos con placer.” La obra de Beckelmann se escapa de su imaginación y de sus ideales, haciendo hablar a la materia con un lenguaje propio, cargado de fuerza y expresividad, llenando el espacio con una poética contundente.


¿Cómo se dio tu acercamiento al arte?
Desde siempre me gustó la forma en el espacio. Recuerdo perfectamente cuando de niño me regalaron mi primera caja de plastilina. Luego, gastaba casi toda la plata que me daban para la merienda en comprar plastilina. Primero el arte fue un juguete, pero luego vi en un libro “La Catedral” de Rodin y lo relacioné con lo que yo hacía con la plastilina.

¿Cómo te formaste?
Estudié arquitectura y trabajé mucho tiempo en la construcción y esto me permitió financiar la escultura. Volcarme a la escultura fue un proceso gradual. Yo soy autodidacta, salvo por un pequeño curso de escultura en bronce que hice con Herman Guggiari. Para mí el arte es informarse, se aprende mirando. Al comienzo me negaba a mostrar lo que hacía. Luego un amigo me alentó y así expuse por primera vez en una muestra colectiva en el 85 y luego en el 89 tuve mi primera muestra individual.

¿Con qué materiales trabajás?
Trabajé mucho tiempo solo con bronce, que es uno de los más nobles materiales para la escultura. Hace unos años por accidente empecé a trabajar con otros materiales. Fui invitado a la Bienal de Resistencia del 2002 donde trabajé con madera y metal. En el 2004 me volvieron a invitar y acepté con gusto. Lo que no sabía es que en cada Bienal se trabajaba con un material diferente. Cuando me enteré que me tenían preparado para esculpir un bloque de mármol traventino de 40 x 40 x 1 metro ¡casi me desmayo! Jamás había trabajado con piedra. Por suerte el grupo de escultores es muy solidario. Aldo Shiroma, un escultor peruano amigo mío, me dio algunos consejos y me prestó unas herramientas que obviamente yo no tenía. Por suerte tengo mucha afinidad con los materiales y las herramientas, así como también mucho entrenamiento. Esto me ayudó a que me fuera bien. En esa bienal esculpí mi primera semilla, una obra que luego se convirtió en una serie. A partir de ahí empecé a trabajar muchos nuevos materiales como vidrio, papel y acero inoxidable.

Semilla - Club Francés

¿Cómo es tu proceso creativo?
Es un proceso continuo. Yo estoy 24 horas al día, 7 días a la semana pensando en esto. Las ideas van evolucionando continuamente. Como decía Picasso: “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.” Yo estoy constantemente estudiando, investigando, experimentando y sobretodo trabajando en mi taller. Una cosa lleva a la otra. Las ideas van surgiendo y se van encadenando hasta que encontrás la forma de resolverlas.

¿Qué te inspira?
Me expreso con mis principios. A mí no me gusta como está el mundo y emito una opinión al respecto. Me encantaría proponer una solución, pero lo que hago es proponer una alternativa.

Contame sobre tu última exposición “12 (NO) Santos de Vestir”.
Se trata de una serie de esculturas que llamo (No) Santos de Vestir que estará en exposición todo el mes de noviembre en la Galería Martha Manchini. Tomé una parte de la santería tradicional, específicamente en los santos de vestir de la imaginería popular. Tomé esa forma de trabajar y utilicé sujetos laicos, con cabezas y manos talladas y cuerpos vestidos. Es una investigación de materiales cuyo proceso me llevó tres años. Me costó cerrar la idea ya que no sabía como resolver los cuerpos ya que trabajé en una proporción totalmente diferente para mí.

12 (NO) Santos para Vestir

¿Tenés alguna obra favorita?
La que más me gusta es la que todavía está en mi cabeza; pero siempre hay obras muy queridas. Me gusta mucho la escultura con la que gané el Concurso “Monumento a la Defensa Nacional” organizada por el Ministerio de Defensa en el 2002. Me inspiré en un verso de “Patria Querida” que dice “Serán allá nuestros pechos las murallas”. Tuve momentos muy lindos haciendo esta obra. Utilicé moldes sacados de varias personas. Quería incluir el torso de una mujer embarazada. Como me asombró que una embarazada se animara, le pregunté qué le había hecho decidir permitirme sacar su molde y me contestó algo muy lindo: “lo primero que pensé es que cuando mi hijo crezca le voy a decir: mirá vos estabas ahí adentro.” Otra obra muy especial fue “Babel”, ya que me obsesionó durante 10 meses en los que trabajé de 8 a 8 y de lunes a lunes.

Monumento a la Defensa Nacional

¿Qué lugar ocupa el concepto en tu obra?
Yo trabajo con las tripas no con la cabeza. Mi trabajo es muy visceral.

¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy haciendo moldes reales de cuerpos femeninos con papel de seda recubierto en laca, los cuales luego intervengo. Además estoy con un proyecto muy grande en China que espero se concrete pero por cábala no sigo y lo dejamos ahí.

¿Qué es el arte para vos?
Para mí el arte es libertad. Es una expresión límite de la libertad. No hay ninguna regla y te permite hacer absolutamente lo que quieras. Es la expresión más grande de la voluntad.

ENEIDE BONEU: MUJER DE ARTE

Nacida en Córdoba, Argentina, realizó sus primeros pasos en el arte en Lima, Perú, radicándose en nuestro país desde 1973. Desde entonces, Eneide Boneu, ha participado en diversas exposiciones individuales y colectivas, recibiendo premios y menciones en concursos nacionales y presentando su obra pictórica en países como: Corea, Líbano, España, Francia, Estados Unidos, Argentina, Chile, Italia, Cuba y Perú.

Su obra, de gran dinamismo y tintes claramente expresionistas, está poblada por misteriosas mujeres con rostros omitidos. Con esta supresión, la artista insta al espectador a llenarlos con sus propios rostros; generando así, un diálogo entre el lienzo y el observador, en el cual se sobreponen un sinfín de discursos, historias e interpretaciones. Las mujeres de Eneide no son anónimas, son universales: ellas son nadie y todas a la vez. Sus rostros velados se pueblan por aquellos de todas las mujeres.




La autora de estos lienzos es una mujer tan dinámica como aquellas que los habitan. A su prolífica carrera artística, ha sumado la actividad de gestora de arte, desempeñándose, junto con Osvaldo Salerno y Celso Figueredo, como Presidente del grupo “Gente de Arte”, poniendo toda su energía en la generación de proyectos con miras a promover y difundir la obra de los artistas paraguayos.

¿Cómo te iniciaste en el mundo de la pintura?
Creo que desde muy chiquita, cuando empecé a pintar en los libros que mi hermana me prestaba para que no la molestara mientras ella hacia sus tareas del colegio.

¿De qué te nutrís como artista?
De la gente, de los viajes, del día a día, que siempre es diferente, de las comidas, aunque parezca raro, porque me encanta experimentar en la cocina, con los sabores y aromas, lo veo un acto muy creativo y una cosa me lleva a la otra.

¿Qué te inspira?
No sé si hay un momento especial de inspiración para mí, en cualquier momento puede aparecer una idea, que no siempre se transforma en realidad, pero me ayuda a empezar algo nuevo. Lamentablemente no me sobra mucho tiempo para encarar nuevas técnicas, entonces termino haciendo lo que mejor sé hacer, o quizás lo que me resulta más fácil…que es pintar.

¿Cómo es tu proceso creativo?
Mi proceso creativo consta de varias horas de “diversión” y un encuentro total conmigo misma o fuera de mí, porque es cuando más alejada del mundo estoy, para eso necesito estar sola, sin nadie que dé vueltas alrededor mío. Generalmente los fines de semana son mis elegidos para empezar a desparramar telas y pinturas.

Hablame sobre las mujeres que pueblan tu obra. ¿Cómo son estas mujeres?
Esas mujeres…. Somos todas, las de siempre, las de ahora, las que quisieron ser, las románticas, las malvadas, las sumisas, las misteriosas, las sensibles, las alegres, las confiadas, las espontáneas, las luchadoras, las creativas, las confiadas, las soñadoras y jamás, las negativas y de mala onda.

¿Que hay detrás de los rostros omitidos de tus mujeres?
Justamente todo lo que decía anteriormente, no puedo ponerles rostros, las mujeres tenemos mil rostros en uno, sería como identificar a uno de ellos, podemos ser blanco y negro al mismo tiempo, llorar y reír, cambiar la máscara y tener otra debajo, o ser simplemente lo que somos, mujeres en todo el sentido de la palabra.



¿Cómo es la mujer que pinta a estas mujeres?
Creo que después de todo lo que dije, sería fácil poder descifrarme, o quizás no….Depende como me quieran ver. Mejor un poco de misterio, ¿no te parece?

¿Qué intentas transmitir con tu obra?
Nada en especial, mi pintura es espontánea, dejo al gusto del espectador lo que quiera sentir. Me dicen que es perturbadora, sensual, inquietante… todos esos adjetivos me gustan y me complacen, mientras haya una emoción, todo es valedero.

Estuviste en la última Trienal de Chile. Contame más sobre esta experiencia.
Fui de visitante y quedé impactada con la representación paraguaya, un orgullo para el país. Con trabajo y dedicación se pueden lograr grandes cosas, es hora que la gente aprenda eso.

A parte de destacarte con tu obra pictórica, también te destacás en la promoción y gestión de arte. ¿Como surgió esta faceta tuya?
Gracias por ese comentario. Nunca fui egoísta y me encanta ayudar en lo que puedo. Se me dio la oportunidad de poder acercarme más a los artistas desde que estoy en la presidencia de la Asociación “Gente de Arte” junto con Osvaldo Salerno y Celso Figueredo. Siempre aparecen invitaciones, exposiciones, becas, etc., que las comparto con todos los asociados, además de las actividades en conjunto que organizamos y las cuales las difundo, apoyo y trabajo a full hasta que terminamos el proyecto. Todo esto me convirtió un poco en promotora y gestora de arte pero único que hago es perseguirlos a todos para poder lograr nuestro objetivo, insistiéndoles y poniéndoles fechas topes para las entregas de los trabajos, cosa que me divierte y me hace sentir un poco como una madre que al final se siente orgullosa del logro de sus hijos y terminan todos contentos y agradecidos.

Actualmente estás en la Presidencia de Gente de Arte. Contame más sobre esta asociación.
La Asociación se formó hace 11 años, y actualmente cuenta con mas de 100 socios, casi todos artistas, aunque también hay galeristas, críticos de arte, profesores. Ticio Escobar, nuestro Ministro de Cultura, es uno de los socios fundadores, un honor para nosotros. Somos los organizadores, junto con la embajada de Francia y la Alianza Francesa, del premio anual más importante que tiene actualmente el Paraguay, que es el Premio Henri Matisse, que ha descubierto a muy buenos artistas , beneficiándolos con becas a Francia y viajes a países del Mercosur para visitar exposiciones o bienales , según lo que el elija el ganador.

Me imagino que ha de ser una labor titánica promover el arte en un país donde la cultura está siempre relegada al último puesto en el orden de prioridades del Estado. ¿Que proyectos está promoviendo "Gente de Arte"?
Realmente es difícil no contar con un apoyo importante del gobierno que ayude a los artistas a mantenerse de esto sin que tengan que salir a trabajar en otra cosa. Nosotros somos una Fundación sin fines de lucro y actualmente estamos en el proyecto de nuestro 2º Libro Catalogo, que se realizará gracias al apoyo del FONDEC, como la primera vez y con los fondos de una gran subasta de obras que realizamos hace unos meses auspiciada por la Bodega Navarro Correas para su campaña “El Arte por Dentro y por Fuera”, que confió en nosotros como artistas y como Asociación para realizar un trabajo de promoción y difusión durante casi un año. Fue una experiencia muy gratificante, de mucha camaradería y beneficios económicos para Gente de Arte.

Con muchísimo esfuerzo, dedicación y suerte, el artista puede salir adelante, y quizás hacerse conocido en el exterior, en donde el arte es más apreciado que aquí. Este libro que saldrá a la luz en los primeros meses del 2010 busca reunir las mejores obras de los últimos años y ser un documento importante para dar a conocer al mundo lo que produce el Paraguay a nivel de artes visuales, ya que se distribuirá entre todas las embajadas en donde tenemos representaciones, así como también en colegios, universidades y centros culturales del país.

¿Que proyectos tenés para el 2010?
Más exposiciones, algún viaje y traspasar mi presidencia de Gente de Arte a alguien que tenga muchas ganas de trabajar y seguir adelante con la Asociación, como es lo que corresponde, aunque seguiré ayudando en todo lo que esté a mi alcance.

Para finalizar, me gustaría hacer una pregunta que siempre hago a los artistas: ¿Qué es el arte para vos?
Es una bocanada de aire fresco en éste mundo que se empeña día a día en destruirse a si mismo, sin un fin ni un por qué, en donde el respeto por el prójimo se va perdiendo y la paz y la libertad son solo utopías. No quiero terminar así mi entrevista, con una pincelada de pesimismo, entonces quiero expresar mis deseos por un cambio radical en la conducta de la gente, en donde seamos más complacientes, trabajadores, rectos, decididos y tengamos la fuerza suficiente para poder discernir, entre lo bueno y lo malo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Guapa: La Servihá Paraguaya


Hay una palabra muy frecuente en el léxico paraguayo que en usada en el contexto local me produce una intensa irritación. Se trata del adjetivo guapa que en nuestro país no se usa como sinónimo de linda, sino como sinónimo de hacendosa. Lo que me irrita de esta significación local es que engloba muchos atributos que me parecen sumisos y retrógrados en la mujer. Una mujer guapa en Paraguay no es la que sobresale en el mundo intelectual o empresarial, sino aquella que lo hace en los quehaceres domésticos. Es la que sabe tejer, bordar, cocinar, lavar, planchar y sobretodo “atenderle bien a su marido.”

Este adjetivo engloba todo el machismo reinante en nuestra sociedad. La guapa es la mujer factótum. Aquella que se encarga de la casa, de los niños, la que se tiene que ingeniar para proveer un ingreso para la familia, y aún así encuentra tiempo para cebarle el tereré al zángano de su marido o concubino; quien, mientras ella se partía en cinco para encargarse de todo el universo doméstico, se pasaba el día entero echado panchamente en una hamaca.

Por supuesto que este cumplido NUNCA me lo dirigen a mí. Cuando empiezan a hablar de lo guaaapa que es Fulanita, que cocina como los dioses y hace mermelada y chutney de todos los mangos que caen en su jardín durante el verano y que ella misma recoge mientras riega las plantas, o de lo guaaapa que es Menganita, que borda, teje, hace crochet y zurcido invisible; y por supuesto, de lo reeeeguaaapa que es Zutanita que le atiende taaan bien a su marido… al dirigirse a mí, por supuesto empiezan a cantar todos los grillos del barrio para llenar el incómodo silencio.

Yo no soy guapa….ya que soy una inútil total en lo que respecta a las labores domésticas. La ropa que plancho termina más arrugada que frenada de gusano. Cuando cocino quemo hasta el agua y no tengo ni ritmo al barrer ni al repasar (de hecho, ¡no se ni de que lado se agarra la escoba!) En lo que respecta a la costura, no se ni como pegar un botón y sinceramente mi falta de talento se extiende a todo tipo de manualidades. Y no es mi costumbre “atenderle bien a mi marido” ya que puede bien cebarse el tereré solo o planchar el mismo sus camisas como corresponde.

Si mi vida se redujera a las famosas historietas de Quino, yo jamás sería Susanita, sería por supuesto una Mafalda perfecta. Mafalda representa a todas las mujeres que soñamos con ser independientes y exitosas en nuestra profesión, sin sentir la necesidad de tener un hombre a nuestro lado para estar completas y mucho menos servirle a ese hombre como si fuese nuestro amo y señor.

A mí no me molestan las mujeres guapas, lo que me molesta es todo el machismo agazapado que se esconde detrás de este adjetivo y su acepción local. No se si escucharon alguna vez la polka de Clementino Ocampos “Kuña Guapa”. Aquí transcribo unos versos traducidos por Lino Trinidad Sanabria. La polka empieza así:

Ya los gallos cantarinos llaman al amanecer,
levantándote mujer quiero verte trajinar.
Movimiento sin cesar que engalane tu existir
una escoba danzarina que anteceda al cocinar.


Luego continúa haciendo un elenco de las múltiples labores de la kuña guapa y hacia el final de la polka remata con estos versos:

Y la tarde a concluir tu misión has de cumplir
de tus manos beberé delicioso “tereré”
Hacendosa como eres mis tesoros cuidaras,
y mañana frente a Dios nuestras vidas se unirán.


No se a que mujer le habrá querido homenajear con esta polka, pero en definitiva fue una Susanita y no una Mafalda. Mafalda jamás le cebaría el tereré a su marido, lo sacudiría de la hamaca hasta echarlo al piso gritándole: “¡No soy una mujer a tu disposición!”

Las kuñas guapas paraguayas tienen muchísimo valor y no es mi intención desmerecerlo. Lo que me molesta es que en nuestra sociedad, todavía se engalane a la mujer como una diosa doméstica y un ser servil a disposición de su pareja, un ser lleno de responsabilidades y privado de derechos; un ser que lleva adelante a la casa, a los hijos, a la pareja, al país y aún así queda relegado a servir. La guapa de estos versos es una servihá (la que sirve) otro adjetivo odioso del léxico local, empleado por muchos paraguayos para referirse a sus hacendosas mujeres. (Esto siqué nuuunca me dijeron, porque ahí en el acto devolvería la gentileza con un merecido bife).

Por suerte hay muchas mujeres “no-guapas”, muchas Mafaldas que trabajan a la par que sus parejas y que no tienen inculcado en su interior esa actitud servil hacia ellos. Hay muchas Mafaldas que si bien no reciben el cumplido de “guapa” saben que son mucho más que guapas.

Pesadillas de una Noche de Verano


Llega el verano y con él el calorcito, el solcito, las deliciosas tardes en la pileta y las tan esperadas fiestas. Si bien todas estas cosas nos producen una innegable ilusión, tendemos a olvidar que el verano húmedo de nuestro querido Paraguay tiene el mismo efecto devastador en nuestro glamour que un tsunami en el sudeste asiático.

En primer lugar está la transpiración. No hay nada tan poco glamoroso como la sudoración veraniega. Por más de que te compres el stock entero de antisudorales del súper, la naturaleza vencerá y terminarás tan transpirada como Rocky Balboa tras su último round contra Apollo Creed. Nuestro país no tiene clima subtropical, esto es solo un eufemismo que inventó la Secretaría de Turismo para no espantar a los turistas, la triste realidad es que aquí en el verano tenemos clima de sauna y basta.

La transpiración tiene cuatro efectos catastróficos en nuestro glamour. El primero de ellos son las manchas de sudoración. No hay nada más espantoso que encontrarse en el medio de una fiesta veraniega en la cual los anfitriones no tuvieron la decencia de proveer un ambiente climatizado, con un babero de sudor sobre el pecho y dos repulsivas manchas húmedas bajo las axilas. Sin aire acondicionado en nuestro verano no hay elegancia que aguante.

El segundo efecto sudorífico es el del efecto del pegoteado textil. Un típico ejemplo de esto es el caso de aquel vestido de seda que te conquistó desde la vidriera como si el mismo George Clooney te estuviera mirando a los ojos diciéndote con ellos: “tengo que ser tuyo”….y que ni bien lo estrenas en una de las tantas fiestas veraniegas, se adhiere como chicle a tu piel gracias al sudor que te produce el insoportable calor, la humedad y el hacinamiento.

El tercer efecto es el atentado a nuestro Make-up. Estoy segura que Faby Rojas y Sabry Ayala las mega regias ultra glamorosas artistas del maquillaje tiemblan cada vez que sus impecables clientas van a una fiesta hacinada y terminan con uno de estos efectos producidos por nuestro inclemente verano: las ojeras panda y la base pasada por agua. El primero ocurre cuando el sudor de nuestras frentes tras horas de baile al aire libre empieza a chorrear arrastrando con él una espesa masa de delineador y máscara que nos dejan dos tétricas ojeras negras bajo los ojos. El segundo ocurre cuando bailar al ritmo de la noche te dejó chorreando como si estuvieras en una clase de spinning y la base empieza a flotar por en cima de las gotitas de transpiración que salen de tu rostro. Lo más patético de esto es que la más probable es que tu mirada de panda junto con tu base cuarteada terminará estampada en las doscientas fotos que cargarán todas tus amistades en el Facebook.

El cuarto efecto sudorífico es el último y el peor de todos. Como nosotras somos regias y en el verano nos bañamos 4 veces al día generalmente este efecto proviene de terceros pero nos afecta directamente. Estoy hablando del efecto koatí producido por bailar ininterrumpidamente en discotecas hacinadas cuando los efluvios corporales colectivos empiezan a unirse dramáticamente en un punzante y absolutamente desagradable aroma que por nuestras latitudes llamamos katinga.

Nuestro look capilar tampoco se salva. Por más de que hayas empeñado tus joyas y vendido tus riñones para hacerte el alisado asiático que te garantizó tu peluquero de confianza que aniquilaría para siempre a tus rebeldes rulos; la humedad terminará indudablemente revolucionando a cada uno de tus rulos sometidos por el alisado generando una sublevación frizz bolchevique en tu cabellera.

Lo más irónico de todo esto, que en el país de Itaipú los veranos se caracterizan no solo por el calor, sino también por los infaltables apagones y bajas tenciones que terminan dejándonos sin el único alivio que hace sostenible las noches paraguayas: el aire acondicionado. A pesar de haber hipotecado la casa para comprar la última tecnología en lo que respecta a climatización, el Split fantástico que te hace dormir con frazadas en pleno verano, y pagar las subsecuentes elevadísimas cuentas de Ande, terminamos recurriendo al viejo ventilador de la abuelita que es el único que resiste a todos los cortes y apagones.

Si el apagón nos sorprende en una fiesta no nos quedará otra que implementar el antiguo y siempre fiel abanico system. Tengo una amiga que es una auténtica girl scout siempre lista a la hora de sacar el abanico. A pesar de estar a años luz de ser una abuelita, lo lleva siempre en la cartera y no duda en sacarlo cada vez que el calor empieza a amenazar a su glamour, generando envidia en todas sus amigas menos precavidas que ya están empezando a mostrar los primeros síntomas de deterioro subtropical. Ella fue mi inspiración y mi salvación ya que desde que la vi aireándose regiamente con su abanico español decidí implementarlo hasta en la pista de baile al más puro estilo Locomía.