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lunes, 26 de diciembre de 2016

LA SILLA VACÍA


Obra de Laura Mandelik
Las fiestas navideñas son siempre un motivo de reunión familiar, de encuentros, abrazos, besos y a veces también lágrimas de emoción. Es que en las celebraciones familiares, cuando falta alguien se nota de manera mucho más notoria que de costumbre.

Cuando un ser querido se va, deja una silla vacía... En cada encuentro familiar, cada momento de celebración, cada charla emotiva... hay alguien ausente. Es como aquel invitado que anhelábamos ver pero que no llega a la fiesta. Nada se siente completo sin esa persona. Su ausencia física -paradójicamente- se vuelve palpable. Mientras más reciente la pérdida de aquel ser querido, más corpórea se hace la silla que falta en la mesa de la celebración.

Para muchos de nosotros que tenemos familias rotas, o un ser querido que ya no está con nosotros, las fiestas no son enteramente felices. Siempre queda suspendida una nota de nostalgia, de tristeza, de añoranza. Siempre terminamos con los ojos un poquito empañados, con una media sonrisa, y un corazón agitado que late fuerte ante el súbito recuerdo que deja en evidencia la pena mal emendada.

Pero el sentir estas emociones tristes en épocas de celebración es natural y  no está para nada mal. No es algo que empaña ni al alma, ni a las fiestas, simplemente es un mirar atrás cargado de sentimientos. Gran parte de la celebración se apoya en el recuerdo de lo que pasó. Por lo general siempre se está homenajeando oficialmente a un evento ocurrido en el pasado. Por eso terminamos mirando al pasado, despertando al recuerdo y a la nostalgia.

Y es natural que las emociones se crucen con sentimientos generados por nuestro propio pasado, con nuestra historia personal. En fechas significativas como la Navidad y el Fin de Año celebramos nuevamente algo ya celebrado cada año. Evidentemente surgen los recuerdos de navidades pasadas, los temores hacia las navidades futuras y las emociones confluyen en las navidades presentes, así como le ocurrió al viejo  Ebenezer Scrooge en la novela de Charles Dickens “Cuento de Navidad”.

Afortunadamente con el tiempo.... si bien abundan los momentos en los cuales la silla se siente vacía... y el tiempo no siempre subsana esta ausencia, la mayor parte del tiempo la vamos llenando con otras cosas. Las vamos llenando de recuerdos, de anécdotas e historias que quedan grabadas en nuestras memorias. Llegan nuevas personitas que van ocupando nuevos lugares y contagiándonos con su alegría. Conocemos nuevos amigos a quien volver a narrar aquellas viejas historias como si fueran nuevas. Parafraseando a Juan Ramón Jiménez: “El Pueblo se hará nuevo cada año.... y se quedarán los pájaros cantando”.

Y estas navidades, con nuestras mesas pobladas de seres queridos presentes y recordados, de sillas ocupadas y también muchas sillas vacías, sentiremos nuestros corazones repletos del amor que queda, del amor que nunca se va.

De seguro también habitará el recuerdo todas y cada una de las mesas en nuestros hogares. Celebraremos en partes iguales la vida que queda, la que fue, la que vendrá y  homenajearemos con nuestras tradiciones familiares -obviamente también con nuestras recetas de familia y platos especiales- a todas aquellas personas especiales que poblaron a nuestra alma y que nunca la dejarán de poblar. Y por supuesto, también las recordaremos con anécdotas contadas entre lágrimas en la sobremesa regadas de vino, risas y lágrimas y brindaremos por su memoria, recordaremos y transmitiremos sus enseñanzas, sus historias y sus aventuras. Y una vez más, la silla que sentíamos vacía, se llenará de la magia de la memoria viva que siempre está presente en las reuniones familiares de Navidad y Año Nuevo. ¡Salud por sus sillas llenas y vacías!

jueves, 26 de mayo de 2016

Kurusú Jegua



            
Foto: Alfred Pajes (PORTAL GUARANÍ)
Cada 3 de mayo se celebra el día de la cruz, en guaraní llamado kurusú ara. En este día se visitan los cementerios, los altarcitos en los caminos se hacen pequeños arreglos y llevan flores, velas y las personas rezan.  Pero una de las prácticas más tradicionales y antiguas vinculadas a la celebración del Kurusú ara es la de la práctica del Kurusú Jegua.
 
En este día los familiares se dedican a construir un nicho con tacuaras cubierto con hojas de palma y luego van colgando chipas hechas en diferentes formas (ya sea las tradicionales argollas o formas más decorativas y sacadas del imaginario religioso).  También se suelen armar rosarios de manduví (maní). La cruz va al centro de este nicho tan curiosamente decorado con nuestro alimento más tradicional y representativo: la chipa. Una vez terminado el altar, la familia entera se reúne a rezar haciendo la adoración de la cruz y posteriormente se procede a comer el decorado junto con cocido quemado.

En algunas comunidades y parroquias la celebración del Kuruús Jeguá viene acompañada del canto de los estacioneros o pasioneros, que acompañan la adoración de la cruz con unas canciones de tono bien lastimero, conocidas como purahéi asy.

Esta tradición, que afortunadamente se mantiene viva, aglomera muchos valores de nuestra cultura: la comunidad, la solidaridad y la devoción. Todo se prepara en conjunto, entre vecinos, familiares, parroquianos, mujeres y hombres, niños y adultos se distribuyen la tarea de ir armando el nicho y preparando la chipa. En el kurusú jeguá la fe y la gastronomía se conjugan para celebrar la resurrección de Cristo, su victoria frente a la muerte. 

Pero tal vez lo más encantador de esta festividad es la manera en la que amalgama la cultura guaraní con la cristiana. Uno no puede dejar de preguntarse qué antiguo rito guaraní estamos perpetuando en versión cristianizada. No es ningún secreto que los primeros misioneros jesuitas se valieron del sincretismo religioso para evangelizar a los guaraníes. En el kurusú jegua se siente el mestizaje en su más pura expresión. Los elementos naturales como las plantas, los árboles del altar y la misma chipa constituyen el aporte guaraní recibiendo en su interior a la cruz cristiana en el abrazo compenetrado del mestizaje.

La celebración del día de la cruz en Europa se remonta a los tiempos de Constantino, el primer emperador romano cristiano. Su madre, Santa Helena de Constantinopla, quien movida por la devoción, peregrinó a Tierra Santa en búsqueda de la Vera Cruz (la verdadera cruz donde fue crucificado Cristo). Según la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine, cuando la emperatriz —que entonces tenía 80 años— llega a Jerusalén, interroga a los ancianos y sabios judíos hasta dar con el Monte Gólgota donde había sido crucificado Jesús.  En ese lugar el emperador Adriano había hecho construir un templo dedicado a Venus. Santa Elena hizo derribar el templo y excavar hasta que según cuentan encontró 3 cruces: la de Jesús y la de los 2 ladrones. Como era imposible saber cuál de las tres cruces correspondía al INRI, Santa Elena se las ingenió para dar con la correcta. Su método - muy poco ortodoxo- consistió en traer el cuerpo de un difunto, el cual al tocar la cruz verdadera resucitó como el mismo Jesucristo. El día del hallazgo de la vera cruz es el día que se celebra el día de la cruz.

Esta tradición llegó a nuestras tierras de la mano de los primeros jesuitas y franciscanos, quienes introdujeron a los indígenas al culto y a la adoración de la cruz. Se enraizó en la cultura popular paraguaya en la época del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, cuando el dictador cerró todas las iglesias y conventos, motivo por el cual los fieles se vieron obligados a hacer los ritos en sus casas. Por supuesto se le agregaron elementos locales, lo que dio la sazón guaraní al acto, con la autóctona chipa como protagonista.

martes, 15 de marzo de 2016

HISTORIA DE LOS TATUAJES


¿Estabas pensando en hacerte un tatuaje? Decorar tu cuerpo con un tatuaje puede agregar una historia personal a una historia que data más de 8000 años. Momias provenientes de todo el mundo son los principales testimonios de la universalidad de los tatuajes y nos demuestran que la práctica del tatuaje es tan antigua como la historia de la humanidad.

Una momia de la cultura Chinchorro del Perú preincaico llevaba un bigote tatuado. En 1991 encontraron a  Ötzi, "El Hombre de Hielo", el cuerpo humano con piel más antiguo que se ha encontrado, un cadáver momificado de un cazador del Neolítico, que vivió hace más de 5300 años, con 61 tatuajes en su cuerpo. La momia de Amunet, una sacerdotisa del imperio medio egipcio llevaba tatuajes en el vientre que se creen eran símbolos de fertilidad. En el Antiguo Egipto eran sobre todo las mujeres quienes se tatuaban y tenían funciones protectoras y mágicas.

Los antiguos Escitas también tenían la costumbre de tatuarse el cuerpo. Momias encontradas en Siberia muestran diversas partes del cuerpo con tatuajes de animales míticos. Herodoto escribió en 450 A.C que entre los Escitas y los Tracios los tatuajes eran una marca de nobleza y no tenerlos significaba que eran de un bajo nivel social.

Los Bretones también se marcaban para simbolizar su status social con formas de animales. Otra tribu que tenía una costumbre similar fueron los Pictos, a quienes los romanos los llamaron así justamente porque esa palabra latina significa pintados o tatuados. Los legionarios romanos que entraban en contacto con las tribus bárbaras al norte del muro de Adriano también empezaron a imitar a sus rivales tatuándose el cuerpo. Con la llegada de la cristiandad esta práctica cayó en desuso ya que el emperador Constantino los prohibió decretando que los tatuajes “desfiguraban aquello que estaba hecho a imagen de Dios.”

Durante el Imperio Romano estas modificaciones en la piel tenían como objetivo marcar o señalar a los criminales, por lo que también existe una larga tradición de tatuar a personas contra su voluntad, para mantener un registro de esclavos, y también para desalentar las fugas y deserciones y por supuesto también para que les sirva de escarnio social. Los tatuajes se llamaban “Stigmata” (palabra de la cual deriva el vocablo contemporáneo estigma).

En Japón los tatuajes se usaban también para marcar a delincuentes a fin de estigmatizarlos socialmente y obligarlos a llevar la vergüenza consigo. Debido a esto, los delincuentes marcados por tatuajes vergonzosos comenzaron a cubrírselos con tatuajes más elaborados inspirados en personajes de su mitología y así nace la famosa Yakuza, una “mafia” japonesa que se distingue por tener tatuajes en casi todo el cuerpo y cuyos tatuajes además de cubrir sus delitos, simbolizaban lealtad dentro de la banda.

Olive Oatman, nacida en Illinois en 1837 es considerada la primera mujer occidental tatuada, sin embargo su tatuaje fue contra su voluntad. La tribu de los Tolkepayas la raptó y le tatuaron unas rayas negras en el mentón como parte de un ritual. Al ser liberada varios años después se hizo muy famosa por su historia y su tatuaje facial.

Uno de los tatuajes involuntarios más infame fue el número de identidad que tatuaban los nazis en los brazos de los prisioneros judíos en los campos de concentración. Primo Levi, un sobreviviente del holocausto, tomó la costumbre de llevar siempre mangas cortas para que todos vieran su tatuaje y recordaran el crimen que lo originó. También muchos descendientes tomaron la costumbre de tatuarse el número de sus parientes como un homenaje.

Es difícil rastrear su origen a un lugar único ya que aparecen testimonios de esta práctica ancestral en centenares de culturas. Lo que sí sabemos, es que la palabra que usamos hoy para llamarlos viene del vocablo Tatau, una palabra polinesia usada en Tahití, donde desembarcó en 1769 el navegante inglés John Cook y encontró a una población que llevaba el cuerpo cubierto de tatuajes.  De hecho, fue en la Polinesia donde el tatuaje tenía una de las tradiciones más amplias. Más allá de lo estético, el tatuaje daba jerarquía y propiciaba el respeto comunal a quien los llevaba en su piel: cuanto más tatuado estaba alguien, más respeto se le debía (seguro en esto influía también el hecho de que los métodos de tatuar eran muy dolorosos, por lo que quien llevaba muchos tatuajes debía haber soportado mucho dolor). Los Maoris utilizaban el tatuaje para la batalla. Los dibujos que llevaban en la piel y principalmente en el rostro contribuían a su famosa estrategia de asustar a sus enemigos. Sus tatuajes elaborados o “moko” significaban su status, rango, linaje y sus habilidades. Cada tatuaje era único y era como una forma de identificación personal.  Curiosamente las mujeres se tatuaban alrededor de sus bocas y mentones, argumentando que esos tatuajes evitaban que su piel se arrugase y las mantenía más jóvenes en su apariencia.

Los relatos de John Cook extendieron el uso de la palabra tatuaje, pero en Europa los tatuajes ya eran de uso habitual desde mucho antes de los relatos de Cook. Incluso en épocas de las cruzadas, los cruzados se tatuaban una cruz en el pecho, para recibir cristiana sepultura en caso de morir en batalla.
Parece la última moda, y sin embargo, no lo es, ya durante la era victoriana, existía una moda de tatuarse en la alta sociedad británica. Muy a la usanza de la época, lo hacían en sitios no visibles y los guardaban como secretos. Incluso en su época se rumoreaba que la reina Victoria tenía un pequeño tatuaje de un tigre peleando con una pitón en un lugar íntimo. Una serpiente rodeaba la muñeca de la madre de Winston Churchill. Al contrario de la usanza de la época, ella, siendo una mujer de carácter muy fuerte y rebelde, decidió hacerse el tatuaje en un lugar muy visible como muestra de su subversión a la rígida sociedad de su época.

A principios de siglo XIX hasta Alfonso XIII viajaba a Gran Bretaña para hacerse tatuajes. Don Juan, papá del rey Juan Carlos, llevaba tatuados dos dragones marinos en sus antebrazos recuerdo de su paso como guardiamarina en la Escuela Naval de la Real Isla de San Fernando. Otros monarcas también lucieron tatuajes, como el rey Eduardo VII de Inglaterra que se tatuó durante un viaje a Tierra Santa, una cruz de Jerusalén. El rey Federico IX de Dinamarca, el Kaiser Guillermo II, el rey Alejandro de Yugoslavia, incluso el zar Nicolás II de Rusia, todos tenían tatuajes, muchos de ellos elaborados con sus escudos de armas o la corona de la familia Real.

Entre los marineros, los tatuajes eran una especie de recuerdo de sus aventuras. Al cruzar el atlántico se tatuaban un ancla, al viajar al sur del ecuador se tatuaban una tortuga. Los mineros y otras personas expuestas a riesgos por sus trabajos tomaron la costumbre de tatuarse motivos religiosos como una especie de amuleto.
La máquina que se usa hoy en día para tatuar fue inventada y patentada por Samuel O’Reilly en 1891, basándose en una máquina que había diseñado Thomas Edison en 1876. Al inventar su máquina este se dio cuenta que tenía que probarla y se tatuó en el brazo cinco puntos simulando un dado.

En la actualidad, el tatuaje esta aceptado socialmente y se ha extendido considerablemente entre toda la población, de tal forma que ahora encontrar a alguien que no tiene uno. Si bien hoy en día es más una moda con fines estéticos y de expresión personal los tatuajes siguen teniendo un rol importante en la cultura.

Los hombres han tatuado sus cuerpos durante miles de años. Estos diseños permanentes que a veces eran simples y otras muy elaborados, han servido como amuletos, símbolos de estatus, declaraciones de amor, símbolo de religiosidad y creencias personales, adornos, símbolos de rebeldía y hasta formas de castigo


domingo, 13 de marzo de 2016

HISTORIA DE LA BOINA: bohemia, tradicional, militar y revolucionaria


La boina es uno de los sombreros más difundidos del mundo. Es un gorro sin ala, que cubre solamente el cuero cabelludo y que es habitualmente confeccionado en lana o fieltro. Su uso es tan antiguo que su origen se pierde en los tiempos, pero paralelamente se mantiene vigente a lo largo de la historia y su diseño es tan práctico que prácticamente se mantiene inalterado desde que fuera creada.

Su antepasado más remoto es tal vez el gorro frigio, una especie de caperuza con la punta curvada que se originó en la región de Frigia (actual Turquía) y que aparece en el arte griego como un atuendo característicos de los orientales y que en tiempo de los romanos, conocido como pileus, era  usado por los libertos, o esclavos que se habían ganado la libertad, motivo por el cual durante la Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa fue adoptado como símbolo de la libertad y del republicanismo del siglo XIX. Incluso Eugene Delacroix pintó en 1830 a su Marianne de la “Libertad Guiando al Pueblo” llevando un gorro frigio rojo. Debido a esto, muchos países latinoamericanos, como el nuestro, lo incluyeron en sus escudos y banderas como símbolo de su Independencia.

El pileus romano se fue acortando y difundiendo tomando la forma más circular y chata de la boina que conocemos hoy en día. Los arqueólogos han encontrado trazos de berretas en fieltro similares a la boina a lo largo de todo el territorio europeo desde Italia a Dinamarca desde tiempos tan remotos como la era de bronce, hasta el siglo XII. Los modelos variaban ligeramente, pero siempre se mantenía el mismo material: el fieltro.

De hecho el fieltro es uno de los géneros no tejidos más antiguos y simples empleados por el hombre, que se hace simplemente prensando lana húmeda. Se cree que lo descubrieron accidentalmente los pastores quienes llenaban sus zapatos con la lana de sus ovejas para protegerse del frío y gracias al sudor y la presión al caminar, al regresar de sus faenas,  se encontraban con un pedazo de tela en sus zapatos. Y como todos sabemos que para no perder calor corporal es vital abrigarse los pies y las cabezas, es natural que se empleara el fieltro para proteger la cabeza del frío.

En el códice “Speculum Virginum”, obra de siglo XII que se conserva en el Rheinisches Landes Museum de Bonn, Alema­nia, se ve el dibujo de un campesino provisto de una pala y tocado con una boina como las actuales. En varias miniaturas que adornan textos de la alta edad media, así como en las figuras esculpidas en varias catedrales góticas se ven a hombres portando boinas. Rembrandt acostumbraba llevarlas, como atestiguan varios de sus autorretratos. En retratos pintados por Holbein en la primera mitad del si­glo XVI, como el del conde de Surrey y el del poeta Nicholas Bour­bon de Vandoeuvre, estos personajes lucen boinas de un modelo sen­cillo, sin adornos, muy semejante al actual, aunque de un diámetro algo mayor.

El uso tradicional de la boina se mantiene fuerte en tres países europeos, que la llevan como símbolo de identidad y tradición: Escocia, Francia y España. En Escocia la boina forma parte de la indumentaria tradicional, en particular el capo escocés o Bluebonnet, cuya escarapela y las plumas de la cinta identificar el clan de usuarios y el rango), y es un símbolo de patriotismo escocés. Otros tipos incluyen la boina Shanter y la Kilmarnock, las cuales cuentan con un gran pompón en el centro.

La boina se lleva tradicionalmente desde tiempos inmemoriales en los valles pirenaicos septentrionales vasco franceses. La boina o txapela (chapela) como se la llama en vasco, era ya en el siglo XVII la prenda más característica de la zona. El pequeño trozo en el centro de una boina se le conoce por su nombre en euskera, txortena significa "tallo". Se encuentran también personajes de boina en algunos grabados de Goya como en “La Tauromaquia”. Durante la guerra de la Independencia, no pocos guerrilleros vascos partieron a la contienda con esta prenda tan dis­tintiva. 

Más tarde, en el curso de las guerras carlistas, la boina formó parte del uniforme de los combatientes.

Desde la ladera francesa de los Pirineos se dio también un gran impulso a la proyección internacional de la boina, pues, además de los pelotaris vascos, el gran tenista vascofrancés Jean Borotra, que junto con René Lacoste formaba el equipo francés de Copa Davis, la popu­larizó en Europa y en los Estados Unidos, junto con sus al­pargatas de esparto en los años 20. Por lo que en los años veinte y treinta, la boina conoció una gran difusión en Hollywood y la usaron no pocos directores de cine, así como estrellas de la gran pantalla.

También la difundieron mucho los pintores franceses Monet y más adelante Picasso. Y pasó a ser parte de la visión estereotipada del hombre francés, así como también de los intelectuales, poetas, artistas, bohemios y beatniks.

La practicidad de la boina la llevó a ser incorporada como uniforme militar de varias naciones. Entre algunos ejemplos históricos bien conocidos son los soldados escoceses, que llevaban el gorro azul en los siglos XVII y XVIII, el Volontaires Cantabres, una fuerza francesa creció en el País Vasco en los años 1740 a la década de 1760, que también llevaba una boina azul, y los rebeldes carlistas, con sus boinas rojas, en 1830 España. Durante la Segunda Guerra Mundial, el primer ejército que utilizó la boina fue el alemán, pero únicamente en el cuerpo acorazado para sustituir la calurosa caperuza de cuero de los tanquistas. Pero fue el ejército inglés que combatía en el norte de África el que dio a la boina el definitivo uso marcial a esta prenda. Los soldados, que ante el caluroso clima habían comenzado por cortar las piernas de sus uniformes para transformarlos en bermudas, desecharon el sombrero de alas anchas modelo sudafricano-australiano, que, aunque protegía muy bien del sol, debido a sus anchas alas proyectaba demasiada sombra sobre los hombros del soldado, facilitando la puntería de los tiradores alemanes, por lo que lo cambiaron por boinas. El Mariscal Montgomery también la llevaba y la popularizó enormemente.

En los años 60, los revolucionarios la incorporan a su indumentaria tras popularizarse en la cabeza del heroico revolucionario Che Guevara. Desde entonces varios grupos activistas y revolucionarios adoptaron la boina negra como símbolo. Entre ellos Las Black Panthers o Panteras Negras de los Estados Unidos, formada en 1966, el "Cadre Brown Berets" o Boinas Cafés, el Ejército Republicano Irlandés Provisional y las guerrillas de ETA.También los rastafaris llevan una boina de punto tricolor.


Grande o chica, de muy diversos colores, aunque con gran predo­minio de los oscuros, más sufridos, ha sido usada modernamente por personajes históricos como Francis Ford Coppola, Samuel L. Jackson, el mariscal Montgomery, Pablo Neruda, el Che Guevara, Picasso entre muchos otros. Su carácter utilitario y su gran personalidad han hecho que esta prenda fuera llevada indistintamente por grupos tan opuestos como artistas bohemios, y tradicionalistas, militares y revolucionarios. O sea que a pesar de todas las diferencias ideológicas, la boina ha sido un punto de convergencia en común que ha unido cabezas de distintas ideologías.

HISTORIA DEL MANTÓN DE MANILA: Flecos, Flores y Flamenco



El mantón de manila es un lienzo cuadrado de seda bordado a mano en colores vivos con flores, pájaros o fantasías, y rematado en todo su perímetro por flecos. Este cuadrado de colorido encanto tan asociado a las danzas y tradiciones españolas, curiosamente, no tiene su origen ni en España ni en Manila - como sugiere su nombre- sino en China, más concretamente en la ciudad de Cantón, donde eran fabricados desde el siglo XII y llevados por las mujeres chinas de clase alta.

En la cultura tradicional de la indumentaria femenina, el mantón de Manila se asocia a la mujer andaluza, a la manola madrileña, a las sevillanas y por supuesto al flamenco. Pero mucho antes de ser un accesorio de cantaoras y bailarinas de flamenco, fue una pieza de indumentaria cotidiana. Aún hoy en día las mujeres españolas lo suelen llevar en fiestas tradicionales, corridas de toros y procesiones, y su uso subsiste como accesorio de abrigo en todo el mundo, pues es ideal para llevarlo sobre vestidos de gala para las noches más frescas.

El mantón de manila se integra al guardarropa español hacia el siglo XVI, cuando las mujeres andaluzas empiezan a lucirlo en las calles. Los barcos españoles que regresaban de oriente cargados de mercadería oriental, acostumbraban parar para abastecerse en Manila, la capital de la entonces colonia española de Filipinas. Los primeros mantones llegaron a bordo de estos barcos provenientes de Manila por lo que popularmente empezaron a conocerse en España como “mantones de Manila”. Los galeones españoles partían regularmente de Manila con destino a Sevilla y Veracruz, y con cada viaje aumentaban los pedidos de estos coloridos chales tanto en España como en México.

Una de la causa de su popularidad en España fue la prohibición, por parte de los reyes Católicos en 1492, del uso de los velos, como una manera para erradicar las tradiciones moriscas. Las moras adoptaron entonces a estos bellos mantones orientales para cubrir su cabeza y rostro y rápidamente se hicieron populares entre las mujeres de Granada, Sevilla y Córdoba. Quienes lo llevaban eran conocidas como “tapadas”.




Originalmente, los bordados de los mantones reflejaban la fauna y flora china con Crisantemos, bambúes, dragones y aves originarias de sus tierras. Como la demanda española se hizo tan grande, los fabricantes de estos chales accedieron a alterar los motivos de sus bordados, cambiando los crisantemos por grandes rosas y claveles, e incluyendo a aves menos exóticas. Por siglos fueron hechos en seda natural, y mucho más tarde se utilizó seda artificial, lo que permitió aumentar su formato. Los primeros mantones no tenían flecos, esto fue una incorporación posterior española. La colocación de flecos o “flecado”, elemento heredado de los árabes, se realizaba también con hilo de seda y con la técnica del macramé o crochet. Los colores tradicionales son negro, blanco, marfil y rojo, pero existe una enorme variedad de colores disponibles. Los modelos clásicos son los “cigarreros” inmortalizados en “Carmen” de Bizet, con grandes rosas y claveles bordados en colores vibrantes y los “macetones” que incluyen ramas de bambú y ramos de flores. Otro modelo tradicional es el “Isabelino” que tiene los bordes bordados con flores y el centro vacío. Cada flor bordada en los mantones tenía un significado. Las violetas significaban pureza, las margaritas impaciencia, las rosas secreto y los girasoles lealtad.

Los mantones se hicieron inmensamente populares en España durante el siglo XIX, y sustituyeron al tradicional chal y a las pañoletas. Su colorido y ligereza causó furor en Sevilla y Madrid, y su uso se extendió a todos los países iberoamericanos y luego incluso a los Estados Unidos y demás países europeos. Hacia fines del siglo XIX e inicios del siglo XX estaban de moda en toda Europa y los mantones vivieron una era de oro.

Con el tiempo los mantones empezaron a fabricarse en España, y se establecieron numerosos talleres en Sevilla, donde bordadoras locales aumentaron notablemente la cantidad de motivos y modelos disponibles.

Con los años, las bailaoras de flamenco lo toman prestado de la indumentaria cotidiana y lo integran a sus bailes, donde se mantienen vigentes hasta nuestros días.  Muchas grandes bailaoras y cantoras de flamenco como Pastora Imperio, La Niña de los Peines, La Macarrona y Matilde Coral, acostumbraban lucirlo en sus espectáculos. Es que sus largos flecos y coloridos agregan un gran impacto a los movimientos de la bailaora, dejando una especie de estela de seda que sigue sus movimientos de brazos. Su uso sin embargo es muy complicado, por lo que solo las bailaoras con más experiencia logran integrarlo a sus bailes de manera que funcione como si fuera una extensión de sus cuerpos. En nuestros días grandes bailaoras como Blanca del Rey, Belén Maya y María Pagés lo lucen habitualmente sobre el escenario.

Nos despedimos ahora con  este párrafo del escritor canario Benito Pérez Galdós, quien en su novela “Fortunata y Jacinta”, describe al mantón de Manila mejor que nadie:
"(Ayún)... es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros. A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto. Lo saca de las arcas en las grandes épocas de la vida, en los bautizos y en las bodas, como se da al viento un himno de alegría en el cual hay una estrofa para la patria. El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño; no lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares; es como la leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente comprensible y refractario a los cambios de la moda."



Pisando charcos con estilo - HISTORIAS DE LAS BOTAS DE LLUVIA




Con estas lluvias no solo se ponen a prueba nuestras calles, sino también nuestros zapatos. Las lluvias y raudales son un desafío para nuestros calzados habituales que pueden estropearse al contacto con el agua, o simplemente resultan inadecuados para mantener nuestros pies secos.

Curiosamente, las botas de lluvia tuvieron una aparición tardía en la historia de la indumentaria. Por siglos el hombre tuvo que bancarse las lluvias, los charcos y el barro e indiscutiblemente durante estos siglos, millones de pares de calzados pasaron a retiro precozmente debido al mal tiempo, y ni hablemos de la infinita cantidad de resfríos que se hubieran podido evitar, de haberse inventado antes.
Como muchas de las piezas más prácticas de nuestro guardarropa, las botas de lluvia tienen un origen militar. Las primeras botas de lluvia aparecen en la lluviosa Inglaterra en el siglo XIX de los pies de Arthur Wellesley, nada más y nada menos que el Duque de Wellington, quien derroto a Napoleón en Waterloo. Antes de su aparición, los militares usaban botas Hessianas, hechas de cuero y cuyo caño llegaba hasta la rodilla. Wellesley encargo a su zapatero personal algunas variaciones en sus botas, mandando a acortar el tacón, entallar la bota y eliminar el doblez que tenían al tope del caño. 

Haciéndolas más estrechas en el caño y luego recubriendo el cuero con cera, entraba menos agua. En el lluvioso clima inglés, estas variaciones resultaron tan populares como el victorioso Duque y las nuevas botas, apodadas Wellingtons, se difundieron rápidamente entre la aristocracia británica, quienes empezaron a referirse con cariño a sus botas como wellies, sobrenombre que se mantiene en el Reino Unido hasta hoy en día.

Cuando murió el célebre Duque de Wellington, un millón de hombres y mujeres acompañaron su carroza fúnebre, la cual era seguida por el caballo sin jinete del difunto Duque. En los estribos de la montura se habían puesto del revés las célebres botas del finado héroe británico.

Las primeras botas Wellington se hacían aun en cuero, por lo que no eran enteramente impermeables. Pero en 1853, un nombre llamado Hiram Hutchinson, compra a Charles Goodyear la patente de la vulcanización del caucho natural para aplicarla a los calzados. Este proceso se empleaba por entonces solamente para hacer ruedas. Hutchinson empieza a hacer las primeras botas Wellington de goma y funda la Aigle Wellington Boot Company. Como se imaginaran, causaron furor. Curiosamente las primeras botas de goma se hacían con el mismo molde para ambos pies, por lo que no tenían lado derecho ni izquierdo, algo que sin lugar a dudas no las hacía para nada cómodas.

Durante las dos Guerras Mundiales, la popularidad de las botas Wellington aumento notablemente. Tener buenas botas en las inundadas trincheras resultaba vitales para los soldados. Lo que fue enormemente extendido durante los tiempos de guerra, en tiempos de paz se convirtió en el calzado idóneo para hombres, mujeres y niños para saltar charcos en los días de lluvia.

Durante ambas Guerras Mundiales, la compañía contratada por el Ejército Británico para fabricar las botas de lluvia de los soldados, Hunter Boot, se convirtió en el principal fabricante de estas botas hasta nuestros días.

Su bajo costo y practicidad la convirtió en el calzado elegido por granjeros, pescadores, trabajadores de frigoríficos, limpiadores, mineros y todo tipo de trabajadores que necesitaban mantener sus pies secos. Por este motivo, son uno de los calzados de trabajo más masivos.

Pero la reina inglesa y los nobles también adoptaron este calzado para sus días de cacería en Sandringham y Balmoral en Escocia, por lo que pronto toda la nobleza rural estaba empleando las botas de lluvia Hunter como el zapato elegido para rumiar por sus campos.

Con el tiempo, la popularidad de las botas de lluvia se extendió a las ciudades, como calzado todo terreno, para saltar charcos con estilo. Al dejar de ser exclusivas del uniforme de los trabajadores, a los colores tradicionales (verde musgo, amarillo y negro) se le agregaron todos los colores del pantone e incluso todo tipo de estampados y adornos. Además importantes firmas de moda como Chanel y Burberrys hoy en día acostumbran incluir botas de lluvia en sus colecciones. Hoy en día, son la manera de agregar color y alegría a los días más grises y tristes.

Las botas de lluvia, al ser de goma y por ende calurosas, antes estaban reservadas a los días lluviosos de invierno. Pero por suerte, nuevos materiales han posibilitado la aparición de botas de lluvias estivales ideales para las frecuentes lluvias veraniegas de nuestras latitudes. Tal es el caso de las botas Seco, que cuenta entre sus modelos botas de lluvia de verano.

Ya sea caminando por caminos resbaladizos o saltando charcos, las botas de lluvia son claves para mantener los pies secos y seguros y hacer frente con estilo a las inclemencias del tiempo.


sábado, 4 de julio de 2015

ESPADRILLES: LA HISTORIA DE LAS ALPARGATAS




Este sencillo calzado hecho con cuerda de yute o cáñamo trenzado con lino proviene de los pirineos españoles, específicamente en el país Vasco, donde la han usado desde tiempos remotos. Las espadrillas, más conocidas como alpargatas por nuestras latitudes, han calzado los pies del hombre desde miles de años. En el museo arqueológico de Granada se exhiben un par de alpargatas que fueron encontradas en un cuerpo dentro de la “Cueva de los Murciélagos” que según los científicos tiene aproximadamente 4000 años. 

El nombre espadrille proviene de “esparto” y del catalán espardenya un tipo de planta que originalmente se quemaba y luego se trenzaba para hacer las suelas. Tradicionalmente las alpargatas eran o negras o en color natural. Las claras se llevaban los domingos y las negras durante la semana. Antes de convertirse en accesorios de moda, eran vistos como calzados para los pobres. Las llevaban los trabajadores más humildes: mineros, Pescadores y campesinos.

En el siglo XIII lo usaba la infantería del rey de Aragón. Para el siglo XVIII, el pueblo de Mauleón en os Pirineos franceses se convirtió en el centro de producción de las espadrilles. La producción se hacia 100% a mano hasta el siglo XIX, cuando el proceso empezó a industrializarse. En la antigüedad, los principales compradores de este producto eran los mineros del norte de Francia. Como duraban solo unas pocas semanas, la demanda era muy alta. Existían aproximadamente 30 fábricas en Mauleon. Hacia fines del siglo XIX se empezó a exportarlas a América del Sur. 



Pero el boom de las alpargatas ocurre entre los años cuarenta y cincuenta. Cuando el jets set internacional que visita las costas españolas del mediterráneo conocen estos cómodos y frescos calzados estivos. Estrellas como Sophia Loren, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Ernest Hemingway, Pablo Picasso, Grace Kelly y Rita Hayworth empiezan a lucirlas. De repente, estos calzados campesinos empiezan a ponerse de moda y a internacionalizarse. Así un joven JFK empieza a llevarlas durante sus veranos en Cape Cod. A fines de los sesenta, el gran modisto Yves Saint Laurent lleva a las alpargatas a nuevas alturas a introducir en su colección una espadrille de tacón. Esto nunca antes se había hecho, y fue un furor. Hoy casi todas las mujeres del sur de Francia tienen un par de espadrilles con tacones y cintas que se atan alrededor del tobillo, un legado del gran YSL.



Una de los marcas de alpargatas más famosas en el mundo es Castañer. Los origines de la marca se remontan a fines del 1700, cuando Rafael Castañer, el primer alpargatero de la familia, empieza a dedicarse a su confección. Sus descendientes, Luis Castañer, y su primo Tomas Serra fundan la marca en 1927. Durante la Guerra Civil Española (936-1939), el gobierno nacionaliza la empresa, debido a que las alpargatas eran consideradas un producto de interés militar ya que los soldados llevaban al frente alpargatas de siete cintas.  Con la popularidad de la marca en los años 50 y 60, la marca empieza a adaptarse más a la moda, agregando colores y estampas a su línea de producción tradicional. De hecho Yves Saint Laurent ordenó la confección de sus espadrillas de tacón a Castañer, quienes no dudaron en poner manos a la obra para fabricar el insólito calzado. Desde entonces, Castañer, se convirtio en una marca reconocida internacionalmente por las alpargatas.

En los años 80 se pusieron nuevamente de moda gracias a la popular serie televisiva “Miami Vice”, ya que uno de sus protagonistas, Don Johnson, acostumbraban calzar alpargatas. 

La popularidad y longevidad de este calzado de tan corta duración (por sus fibras naturales, no suelen durar más de una temporada) radica justamente en que son 100% naturales, se amoldan al pie de cada persona, son unisex, tienen suelas flexibles y permiten que los pies respiren. El yute de la plantilla, en directo contacto con el pie, también es un material anti bacterial. Tanto el yute de la suela, como la capellada de tela se adaptan al pie de quien los porta, convirtiéndolo en un calzado absolutamente confortable. También su simplicidad las hacen muy versátiles y combinables. ¡No en vano las venimos usando desde hace 4000 años!
Hoy en día su popularidad sigue en ascenso gracias a la tendencia de la moda sustentable y amigable con el medio ambiente. Las alpargatas son 100% naturales, elaboradas de yute y tela, por lo que son absolutamente biodegradables.

Actualmente marcas de lujo como Lanvin, Louboutin, Hermes, Louis Vuitton, Chanel, Tom Ford, Loro Piana, Fendi, Oscar de la Renta, Roger Vivier, Chloe – solo por citar algunas- cuentan con espadrilles o alpargatas en sus colecciones. En anhos recientes han vuelto a estar de moda y son considerados un  must del verano.

Historia de los monogramas




Los monogramas son símbolos creados generalmente por letras entrelazadas que como abreviatura se emplean para sellos, marcas e incluso logotipos. Justamente el nombre quiere decir una palabra en griego, que fue donde se crearon los primeros monogramas hacia el 350 a.C. para acuñar monedas. Los monogramas de estas monedas representaban las dos primeras letras de las ciudades que las habían emitido. 

Con el tiempo, las familias reales adoptaron los monogramas de sus iniciales para sus sellos que servían para lacrar e identificar sus cartas personales. Estos monogramas se fueron extendiendo a otros artículos como enseres domésticos y hasta prendas de vestimenta. Los reyes llevaban monogramas hasta en las hebillas y botones de su guardarropa. Sus monogramas se extendían a casi todas sus posesiones, hasta el punto que un observador contemporáneo perfectamente hubiera podido creer que los monarcas tenían una seria crisis de identidad. 

Durante la edad media los artistas, grabadores y escultores también empezaron a emplear monogramas para firmar de manera artística sus obras de arte. Albrecht Durer (Durero) acostumbraba firmar sus obras con su monograma “AD”, que luego se volvió como una especie de sello de autoría muy respetado. Durero incluso llegó a demandar dos veces – en Nuremberg y en Venecia- para defenderse del uso indebido de su monograma, ganando en ambas ocasiones. Los culpables se vieron obligados a remover los monogramas de sus grabados.

Tantos artistas como renombrados artesanos tomaron la costumbre de firmar con monogramas por lo que existen numerosos diccionarios y catálogos para ayudar a identificar y tasar los distintos monogramas.

El apogeo de los monogramas se vio durante la era victoriana, ya que con el acenso de la burguesía, se acostumbraron a ponerle monograma a todos sus enseres, tal cual reyes. Este grupo de personas tenían los medios y la aspiración social como para personalizar todos los elementos de su casa con monogramas, los cuales eran un símbolo de status asociado con el poder, la riqueza y la monarquía misma. Sus libros, pañuelos, joyas, camisas, sellos, tarjetas, carruajes y hasta sus sabanas ostentaban los monogramas de sus propietarios. 

Para las sabanas, camisas y prendas personales, el poner un monograma era además un recurso practico para distinguir de quien era la prenda ya que por lo general en las casas habitaban varias personas y era frecuente que la ropa se lavara junta, por lo que se hizo muy frecuente bordar las iniciales de las personas en las prendas para identificarlas.

Durante fines del siglo XIX e inicios del siglo XX los monogramas mantuvieron su popularidad. Fue en el siglo XX que fueron adoptados por el mundo de la moda y convertidos en logotipos de las grandes casas de moda. La marca francesa Louis Vuitton se hizo famosa junto con su monograma LV que adornaba el cuero mismo con el cual confeccionaban sus carteras y equipajes. Como si esto fuera poco, sus clientes también podían – y aún pueden- personalizar sus compras incorporando sus propias iniciales pintadas a mano. No fue Louis, sino su hijo Georges Vuitton quien creo el famoso monograma de la casa. Lo hizo como manera de prevenir el plagio de sus productos. Otra famosa diseñadora que empleo su propio monograma como logotipo de su marca fue la gran Coco Chanel, cuyas C entrecruzadas hoy son sinónimo de elegancia y bon ton. 


Hoy en dia muchísimas casas de moda han transformado sus monogramas en logotipos. Tal es el caso de Givenchy, que emplea cuatro G enfrentadas, Gucci que emplea dos G entrelazadas, Yves Saint Laurent que emplea las iniciales YSL encimadas, Calvin Klein, que emplea una c minúscula acompañada de una K en mayúscula, Vivienne Westwood que forma con sus dos iniciales una sola W, Mc Queen que es representado por una Q que contiene al mc y Fendi que contiene dos F invertidas. Otros monogramas famosas de la moda son: Diane Von Furstenberg (DVF), DKNY (Donna Karan New York), Tory Burch, Giorgio Armani, Armani Exchange, Victoria’s Secret, Estee Lauder, Valentino y Michael Kors.

Más recientemente, en los años ochenta y noventa, los monogramas personales se hicieron nuevamente populares en prendas de ropa como suéteres, camisas abotonadas y puños. Los monogramas más comunes en la actualidad incluyen tres letras, que representan la primera, la segunda y la tercera inicial del individuo, aunque algunos monogramas consisten en dos letras o únicamente una sola letra, representando el nombre o el apellido del individuo.

Los monogramas también son muy habituales en las bodas. Por lo general, los novios crean un nuevo monograma compuesto de la primera inicial de la esposa a la izquierda, el apellido de casada en medio del monograma y la primera inicial del esposo a la derecha, como lo dicta la etiqueta, o simplemente la inicial de sus nombres, o de sus apellidos, entrelazadas. 

Los monogramas se han vuelto muy accesibles con la apertura del Internet, y programas en línea ofrecen la oportunidad de crear monogramas personalizados. Algunos sitios web requieren que introduzcas las letras, y el programa crea un monograma para descargar y para ser utilizado con una máquina de bordado casera. Otras permiten crear un monograma para después suministrarlo a las papelerías u otros vendedores para la reproducción de las invitaciones, etiquetas de la boda y otros artículos.

Hoy en día se le puede poner monogramas a cualquier cosa, pero aun así su uso en el día a día es cada vez menos frecuente. Incluso abusar de los monogramas es considerado valle y de mal gusto.  Usarlos con moderación, en las camisas, en los relojes, en lapiceras y joyas, aún son considerados detalles refinados hoy en día.