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jueves, 26 de mayo de 2016

El Impacto del Asunción Fashion Week




Antes de dedicarme a la producción de moda yo fui diseñadora de zapatos. Tenía una pequeña marca llamada BGN que había lanzado con mi amiga Laura Biagioni en el año 2000, por el cual me tocó estar presente en los primeros fashion weeks y poder presenciar de cerca todos los cambios gigantescos que se dieron después.

El proto evento se llamó “Fashion Market Café”. Creo que fue allá por el 2002. Este fue el primer evento de EMG que convocó a los diseñadores locales para una especie de feria diurna en Coyote, en la que expusimos y vendimos nuestros productos. Gran sorpresa, no sólo vendimos, sino que también nos dimos a conocer. Por entonces los diseñadores no teníamos muchos espacios donde mostrar lo que hacíamos. ¡No teníamos nada! Sólo un montón de sueños.

Para empezar éramos pocos. La mayoría de nosotros totalmente empíricos, autodidactas educados por revistas de moda extranjeras, que por entonces traerlas de Estados Unidos o Europa, costaba más que una cuota de la universidad. Honestamente la oferta académica local en el área que nos apasionaba -que era la moda- era muy limitada, con apenas algunos cursos de ilustración de moda o de corte y confección. Motivos por los cuales muchos nos volcamos a carreras como administración, arquitectura, o en mi caso derecho, que nada tenía que ver con  nuestro sueño de hacer moda, y algunos pudimos formarnos tiempo después con carreras afines y cursos ya mejor encarados. Por entonces los diseñadores nos teníamos que hacer en realidad solos, alimentados de sueños, aprendiendo de centenares de tropezones y formados por todo los papeles que teníamos que desempeñar para producir y vender nuestros productos (éramos diseñadores, administradores, fabricantes, marketineros, productores, vendedores y hasta productores de nuestras campañas gráficas).  

Nos tocaba hacer todo porque no teníamos rubro. Vender diseño nacional era una tarea quijotesca. Lo nacional no era valorado. La mentalidad era que si el producto era paraguayo tenía que costar la mitad pues se asumía que era de inferior calidad. Por lo que fabricábamos productos absolutamente artesanales, a precios irrisorios, pero igual nomás la gente no le daba valor y terminaba comprando marcas extranjeras porque tenían mejor paquete. Ya había varias modistas, marcas nacionales y diseñadores bien posicionados por entonces, de generaciones anteriores a la mía y que se habían hecho de mucho renombre y a pulmón. Me imagino que a ellos también les tocó hacer en su momento el rol de pulpo con 10 brazos para hacer todo a la vez y también habrán tenido varios encontronazos con gente que no valoraba las horas de esmero que habían puesto a cada diseño. La gente por entonces venía con el chip fallado de que lo nacional no tenía luego el mismo valor que lo extranjero. 

Si no podíamos pagar un administrador…. ¿¡De dónde íbamos a sacar el dinero para entrar a un shopping!? Dependíamos de la caridad de tiendas grandes que nos acogían como proveedores y nos daban pequeños espacios dentro de sus locales. Algunos de nosotros llegamos a tener nuestras propias boutiques, pero era dificilísimo atraer a la clientela.

Es que tampoco teníamos muchos medios de difusión. Existía una sola revista de moda bien encarada y sin modelos semi desnudas en poses del Kamasutra, que era la WILD. Una revista por entonces nueva con un formato diferente, orientada a un público joven, y que utilizaba nuestros diseños en sus producciones. Localmente internet no tenía creo que ni 5 años, o sea que nuestros mails tenían muy poco alcance y obviamente no teníamos ni página web, ni fan page en Facebook porque Facebook no existía, y tampoco existían Instagram, ni Twitter, ni Pinterest ni todo estos fabulosos medios de difusión digital con los que contamos hoy en día. Los blogs eran por entonces diarios íntimos muy poco difundidos localmente y por supuesto tampoco había estos seres fantásticos que son los bloggers. Los eventos de moda eran pocos y orientados a señoras tomando el té y no a un público joven que quería vestirse diferente. No había Fashion Week, ni alguno de los otros eventos de moda que surgieron después y que hoy ya son clásicos. 

Imagínense lo que significó el Asunción Fashion Week para todos nosotros. Fue como una piedra fundamental que estaba marcando un nuevo rumbo en lo que sería la moda local. Desde ese primer Fashion Week que se hizo en el 2003 en el último piso del Shopping Villa Morra se gestó una verdadera transformación. No sé si muchos de ustedes se dan cuenta de todo lo que cambió. Muchos de los jóvenes fashionistas prácticamente ya crecieron en un país donde hay varias revistas de moda de buen nivel, donde hay decenas eventos de moda cada temporada, donde pueden estudiar lo que les apasiona y también donde pueden trabajar en una cantidad de rubros que se nutren de lo que es la industria de la moda local.

Hoy mirando atrás, sigo sorprendida de que hayan pasado ya 12 años desde el primer Asunción Fashion Week. Pero maravillada por todo lo que estos 12 años significaron. El Fashion Week creó un espacio de difusión necesario que evidentemente fue muy nutritivo localmente. Nos unió a los diseñadores y nos hizo trabajar en equipo, asociarnos para perseguir metas comunes. También sirvió para afianzar a muchas marcas locales y generar nuevos rubros laborales vinculados a la moda. La prueba es que hoy la moda se respira de manera distinta. Se la celebra con más eventos. Se la vive. Y puedo decir con total seguridad de que finalmente cambió el chip. Hoy el diseño nacional es valorado, admirado, celebrado en todo su valor y su extensión. ¡Chapeau AFW!



LA MODA SE RENUEVA: Nuevos Directores Creativos




Recientemente Yves Saint Laurent anunció oficialmente que tiene un nuevo director Creativo: Anthony Vaccarello, el diseñador belga de 36 años que le pone la firma a trajes muy sexy y escotados y que acaba de abandonar su puesto como cabeza de Versus de Versace.

La marca Saint Laurent es propiedad del grupo Kering, anteriormente conocido como PPR (Pinault Printemps Redoute) que desde que cambió de nombre en 2013 ha lanzado toda una serie de transformaciones en sus marcas principales que verdaderamente han mantenido al mundo de la moda en constante revuelo.

El primero de los cambios en el grupo Kering se dio en Balenciaga, cuando tras 15 años a su cabeza, Nicolas Ghesquiere fue suplantado por Alexander Wang quien en menos de 3 años fue nuevamente reemplazado en el 20156 por el relativamente desconocido diseñador Demna Gvasalia, quien antes había liderado equipos de diseño en Maison Martin Margiela y Louis Vuitton.

Otro cambio gigantesco se dio en Gucci, cuando Frida Giannini, abandonó su puesto como cabeza de la firma tras 10 años al mando fue sustituida por el diseñador italiano Alessandro Michele, uno de sus colaboradores, quien era una figura de tras bastidores de la firma para nada conocido fuera de la misma.

Vaccarello sustituye a Hedi Slimane, quien en sus cuatro años a cargo de la casa francesa no solo soltó el Yves del nombre de la línea de pret-a- porter, sino que redobló las ventas volviendo la marca atractiva a un público más joven.

Sin lugar a dudas Vaccarello llena el molde dejado por Slimane, pues trabaja a la perfección con lo glam, lo sexy y lo audaz, algo que se adecua muy bien al gusto del nuevo público de Saint Laurent. Tal vez con Vaccarello la casa se aleje bastante del estilo grunge y edgy de Slimane, y sin lugar a dudas se va a mostrar mucha más piel (Vaccarello es famoso por vestidos con tajos hasta la cintura que dejan ver hasta los huesos de la pelvis que van acompañados de escotes de infarto).

Pero los cambios no se dieron únicamente dentro del grupo Kering. En el grupo de moda OTB también se dio un cambio que causó revuelo en el mundo de la moda fue el anuncio de que John Galliano sería la nueva cabeza de Maison Martin Margiela.  Galliano había caído en desgracia en 2011 tras un escandaloso altercado en un bar, en el cual había hecho comentarios antisemitas y que le ganó el despido de la casa Dior. Con este puesto se le daba una oportunidad al brillante diseñador de tener un muy anticipado y deseado comeback pero tal vez la marca no era ni la más gloriosa (Raf Simmons y Haider Ackermann habían rechazado previamente el puesto) ni la más adecuada para el estilo de Galliano (el rey de los excesos hasta ahora no parece enteramente cómodo en el mundo minimalista, aséptico y depurado de Maison Margiela).

El grupo LVMH (LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton SE) ha tenido sus propios cambios. En Octubre de 2015 anunciaron la renuncia de Raf Simmons, como Director Creativo de Dior, quedando desde entonces vacante el puesto de la prestigiosa marca francesa, que desde entonces mantiene al anterior equipo de diseñadores de Simmons creando en conjunto las colecciones. Esta decisión hace que desde meses se siga especulando sobre quien será el nuevo diseñador de Dior. Dentro del mundo de la moda, hasta se podrían fijar apuestas elevadísimas al respecto de este punto.

Uno de los candidatos a ocupar este puesto es Albert Elbaz, quien días después anunció su retirada de Lanvin, firma para la cual venía trabajando con muchísimo éxito desde el 2002.  Otro nombre que se baraja es el de Ricardo Tisci, diseñador estrella de Givenchy, otra de las marca del grupo LVMH.

A fines de 2015 otro cambio comentadísimo del grupo LVMH fue la retirada de Peter Dundas, diseñador de la marca Pucci desde el 2009, quien pasaría a suplantar al propio diseñador Roberto Cavalli como director creativo de su marca.

Pero tal vez el cambio que más repercusión tuvo el grupo LVMH fue en el 2013 cuando anunciaron la retirada de Marc Jacobs -quien venía a la cabeza de la marca desde 1997- y la contratación de Nicolas Ghesquiere como Director Creativo de Louis Vuitton, una de sus marcas más importantes.

Estamos sin lugar a dudas ante un momento de muchos cambios en la industria de la moda. Pero no podemos decir que esto sea una novedad, ya que la moda siempre se renueva, y los cambios de director creativo simplemente apuntan a nuevas direcciones que desean tomar las marcas (o sus diseñadores) en el fascinante y amplio mundo de la Alta Moda.



DETALLES ICÓNICOS: SELLOS DE ESTILO PERSONAL




Los grandes íconos de la moda de la historia siempre se han caracterizado por tener algún detalle algo excéntrico o peculiar que los distinguía de los demás y les imponía una suerte de “sello personal” a cada uno de sus estilismos diarios.

Uno de los más recordados actores/bailarines de la era dorada de Hollywood, el legendario Fred Astaire, también es recordado hoy en día como uno de los hombres más elegantes de la historia. Muchos recordamos su impecable apariencia en frac y sombrero de copa mientras bailaba casi como flotando mientras llevaba en sus brazos a la grácil Ginger Rogers. Pero el legendario estilo de Fred Astaire trasciende sus clásicos atuendos en la gran pantalla, extendiéndose al día a día. Fred era muy conocido por un detalle muy peculiar, prefería usar pañuelos y corbates de seda en vez de cintos. 


A muchas indómitas estrellas de la era dorada de Hollywood le debemos la popularidad de prendas que antes de que ellas las llevaran eran de pertenencia exclusiva del público masculino. Tal es el caso de Marlene Dietrich, la precursora del smoking femenino, Greta Garbo la primera en hacer gala del look andrógino que hoy damos por hecho y por supuesto la moderna e independiente Katharine Hepburn, quien fuera de la pantalla se reusaba a usar vestidos, prefiriendo holgados y cómodos pantalones antes de que estos fueran considerados apropiados para las mujeres.


Por su parte, antes de que la firma Hermés bautizara a su cartera más cara con su nombre en 1981, Jane Birkin tenía la costumbre de usar una canasta en vez de cartera. Incluso a eventos de la alfombra roja, Jane acudía con su enorme canasto. Durante un vuelo se encontró con el CEO de Hermés, Jean Louis Dumas, quien intrigado por la canasta de la actriz le preguntó el motivo por el cual viajaba con una canasta. El problema era que acostumbraba llevar tantas cosas consigo que una cartera jamás le era suficiente. Dumas hizo diseñar una cartera amplia y de gran formato para Jane y así nació la famosa Birkin de Hermés.
La elegantísima Grace Kelly también tenía un detalle muy propio. Acostumbraba atar un pequeño pañuelo de seda al asa de sus carteras como al descuido. Grace Kelly le sacaba el jugo a sus pañuelos de seda, llevándolos constantemente, ya sea anudados al cuello o en la cabeza para dar un toque de color a sus atuendos.


Otra mujer menos clásica que Gracia de Mónaco, pero con un estilo igual de fascinante  y que conoce a la perfección la importancia de los accesorios, es la decoradora Iris Apfel. Ella usa unos enormes marcos de lentes de sol redondos como lentes de vista y acostumbra llenar ambos brazos con exclavas y pulseras étnicas y vintage. Los collares encimados también forman parte de su estilo característico.



Diana Vreeland, la legendaria editora de Harper’s Bazaar, tenía la costumbre de usar esclavas idénticas en ambos puños. Este detalle y el color rojo (su color favorito) eran parte de su firma personal.


La imitadísima Jackie O nunca salía de su casa sin sus lentes de sol. Adoraba los lentes de marcos enormes ya sea redondos o cuadrados. Cuentan que al lado de la puerta tenía un bol enorme lleno de diferentes pares de gafas para tenerlas siempre a mano antes de salir de casa. 



La sensual Marilyn Monroe tenía una característica personal muy acorde a su papel de bomba sexual. Aseguraba que dormía desnuda y lo único que llevaba puestas eran unas gotas de Chanel Nº5.
La diseñadora Coco Chanel, por su parte amaba las perlas y la bijouterie. A la par de Diana Vreeland, también acostumbraba usar esclavas idénticas. Siempre se llenaba de esclavas y varios collares y cadenas, pero también tenía la costumbre de antes de salir, mirarse al espejo y sacarse un accesorio para no ir sobrecargada.


Dita von Teese también tiene un estilo muy singular. Las prendas vintage, y un estilo de vestir y de peinarse inspirado en los años 40 la hacen verse única en cada lugar a donde va. Ella viste como si viviera en el pasado y el no seguir las tendencias, ajustándose a un estilo retro, la hacen destacarse enormemente en un mar de estrellas “a la moda” y con muy poca personalidad.



De todas estos fabulosos íconos de estilo podemos aprender, que es muy importante mantenerse fiel a los gustos personales y que los accesorios pueden ser nuestros mejores aliados a la hora de vernos estilosas y únicas.


martes, 15 de marzo de 2016

HISTORIA DE LOS TATUAJES


¿Estabas pensando en hacerte un tatuaje? Decorar tu cuerpo con un tatuaje puede agregar una historia personal a una historia que data más de 8000 años. Momias provenientes de todo el mundo son los principales testimonios de la universalidad de los tatuajes y nos demuestran que la práctica del tatuaje es tan antigua como la historia de la humanidad.

Una momia de la cultura Chinchorro del Perú preincaico llevaba un bigote tatuado. En 1991 encontraron a  Ötzi, "El Hombre de Hielo", el cuerpo humano con piel más antiguo que se ha encontrado, un cadáver momificado de un cazador del Neolítico, que vivió hace más de 5300 años, con 61 tatuajes en su cuerpo. La momia de Amunet, una sacerdotisa del imperio medio egipcio llevaba tatuajes en el vientre que se creen eran símbolos de fertilidad. En el Antiguo Egipto eran sobre todo las mujeres quienes se tatuaban y tenían funciones protectoras y mágicas.

Los antiguos Escitas también tenían la costumbre de tatuarse el cuerpo. Momias encontradas en Siberia muestran diversas partes del cuerpo con tatuajes de animales míticos. Herodoto escribió en 450 A.C que entre los Escitas y los Tracios los tatuajes eran una marca de nobleza y no tenerlos significaba que eran de un bajo nivel social.

Los Bretones también se marcaban para simbolizar su status social con formas de animales. Otra tribu que tenía una costumbre similar fueron los Pictos, a quienes los romanos los llamaron así justamente porque esa palabra latina significa pintados o tatuados. Los legionarios romanos que entraban en contacto con las tribus bárbaras al norte del muro de Adriano también empezaron a imitar a sus rivales tatuándose el cuerpo. Con la llegada de la cristiandad esta práctica cayó en desuso ya que el emperador Constantino los prohibió decretando que los tatuajes “desfiguraban aquello que estaba hecho a imagen de Dios.”

Durante el Imperio Romano estas modificaciones en la piel tenían como objetivo marcar o señalar a los criminales, por lo que también existe una larga tradición de tatuar a personas contra su voluntad, para mantener un registro de esclavos, y también para desalentar las fugas y deserciones y por supuesto también para que les sirva de escarnio social. Los tatuajes se llamaban “Stigmata” (palabra de la cual deriva el vocablo contemporáneo estigma).

En Japón los tatuajes se usaban también para marcar a delincuentes a fin de estigmatizarlos socialmente y obligarlos a llevar la vergüenza consigo. Debido a esto, los delincuentes marcados por tatuajes vergonzosos comenzaron a cubrírselos con tatuajes más elaborados inspirados en personajes de su mitología y así nace la famosa Yakuza, una “mafia” japonesa que se distingue por tener tatuajes en casi todo el cuerpo y cuyos tatuajes además de cubrir sus delitos, simbolizaban lealtad dentro de la banda.

Olive Oatman, nacida en Illinois en 1837 es considerada la primera mujer occidental tatuada, sin embargo su tatuaje fue contra su voluntad. La tribu de los Tolkepayas la raptó y le tatuaron unas rayas negras en el mentón como parte de un ritual. Al ser liberada varios años después se hizo muy famosa por su historia y su tatuaje facial.

Uno de los tatuajes involuntarios más infame fue el número de identidad que tatuaban los nazis en los brazos de los prisioneros judíos en los campos de concentración. Primo Levi, un sobreviviente del holocausto, tomó la costumbre de llevar siempre mangas cortas para que todos vieran su tatuaje y recordaran el crimen que lo originó. También muchos descendientes tomaron la costumbre de tatuarse el número de sus parientes como un homenaje.

Es difícil rastrear su origen a un lugar único ya que aparecen testimonios de esta práctica ancestral en centenares de culturas. Lo que sí sabemos, es que la palabra que usamos hoy para llamarlos viene del vocablo Tatau, una palabra polinesia usada en Tahití, donde desembarcó en 1769 el navegante inglés John Cook y encontró a una población que llevaba el cuerpo cubierto de tatuajes.  De hecho, fue en la Polinesia donde el tatuaje tenía una de las tradiciones más amplias. Más allá de lo estético, el tatuaje daba jerarquía y propiciaba el respeto comunal a quien los llevaba en su piel: cuanto más tatuado estaba alguien, más respeto se le debía (seguro en esto influía también el hecho de que los métodos de tatuar eran muy dolorosos, por lo que quien llevaba muchos tatuajes debía haber soportado mucho dolor). Los Maoris utilizaban el tatuaje para la batalla. Los dibujos que llevaban en la piel y principalmente en el rostro contribuían a su famosa estrategia de asustar a sus enemigos. Sus tatuajes elaborados o “moko” significaban su status, rango, linaje y sus habilidades. Cada tatuaje era único y era como una forma de identificación personal.  Curiosamente las mujeres se tatuaban alrededor de sus bocas y mentones, argumentando que esos tatuajes evitaban que su piel se arrugase y las mantenía más jóvenes en su apariencia.

Los relatos de John Cook extendieron el uso de la palabra tatuaje, pero en Europa los tatuajes ya eran de uso habitual desde mucho antes de los relatos de Cook. Incluso en épocas de las cruzadas, los cruzados se tatuaban una cruz en el pecho, para recibir cristiana sepultura en caso de morir en batalla.
Parece la última moda, y sin embargo, no lo es, ya durante la era victoriana, existía una moda de tatuarse en la alta sociedad británica. Muy a la usanza de la época, lo hacían en sitios no visibles y los guardaban como secretos. Incluso en su época se rumoreaba que la reina Victoria tenía un pequeño tatuaje de un tigre peleando con una pitón en un lugar íntimo. Una serpiente rodeaba la muñeca de la madre de Winston Churchill. Al contrario de la usanza de la época, ella, siendo una mujer de carácter muy fuerte y rebelde, decidió hacerse el tatuaje en un lugar muy visible como muestra de su subversión a la rígida sociedad de su época.

A principios de siglo XIX hasta Alfonso XIII viajaba a Gran Bretaña para hacerse tatuajes. Don Juan, papá del rey Juan Carlos, llevaba tatuados dos dragones marinos en sus antebrazos recuerdo de su paso como guardiamarina en la Escuela Naval de la Real Isla de San Fernando. Otros monarcas también lucieron tatuajes, como el rey Eduardo VII de Inglaterra que se tatuó durante un viaje a Tierra Santa, una cruz de Jerusalén. El rey Federico IX de Dinamarca, el Kaiser Guillermo II, el rey Alejandro de Yugoslavia, incluso el zar Nicolás II de Rusia, todos tenían tatuajes, muchos de ellos elaborados con sus escudos de armas o la corona de la familia Real.

Entre los marineros, los tatuajes eran una especie de recuerdo de sus aventuras. Al cruzar el atlántico se tatuaban un ancla, al viajar al sur del ecuador se tatuaban una tortuga. Los mineros y otras personas expuestas a riesgos por sus trabajos tomaron la costumbre de tatuarse motivos religiosos como una especie de amuleto.
La máquina que se usa hoy en día para tatuar fue inventada y patentada por Samuel O’Reilly en 1891, basándose en una máquina que había diseñado Thomas Edison en 1876. Al inventar su máquina este se dio cuenta que tenía que probarla y se tatuó en el brazo cinco puntos simulando un dado.

En la actualidad, el tatuaje esta aceptado socialmente y se ha extendido considerablemente entre toda la población, de tal forma que ahora encontrar a alguien que no tiene uno. Si bien hoy en día es más una moda con fines estéticos y de expresión personal los tatuajes siguen teniendo un rol importante en la cultura.

Los hombres han tatuado sus cuerpos durante miles de años. Estos diseños permanentes que a veces eran simples y otras muy elaborados, han servido como amuletos, símbolos de estatus, declaraciones de amor, símbolo de religiosidad y creencias personales, adornos, símbolos de rebeldía y hasta formas de castigo


domingo, 13 de marzo de 2016

HISTORIA DE LA BOINA: bohemia, tradicional, militar y revolucionaria


La boina es uno de los sombreros más difundidos del mundo. Es un gorro sin ala, que cubre solamente el cuero cabelludo y que es habitualmente confeccionado en lana o fieltro. Su uso es tan antiguo que su origen se pierde en los tiempos, pero paralelamente se mantiene vigente a lo largo de la historia y su diseño es tan práctico que prácticamente se mantiene inalterado desde que fuera creada.

Su antepasado más remoto es tal vez el gorro frigio, una especie de caperuza con la punta curvada que se originó en la región de Frigia (actual Turquía) y que aparece en el arte griego como un atuendo característicos de los orientales y que en tiempo de los romanos, conocido como pileus, era  usado por los libertos, o esclavos que se habían ganado la libertad, motivo por el cual durante la Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa fue adoptado como símbolo de la libertad y del republicanismo del siglo XIX. Incluso Eugene Delacroix pintó en 1830 a su Marianne de la “Libertad Guiando al Pueblo” llevando un gorro frigio rojo. Debido a esto, muchos países latinoamericanos, como el nuestro, lo incluyeron en sus escudos y banderas como símbolo de su Independencia.

El pileus romano se fue acortando y difundiendo tomando la forma más circular y chata de la boina que conocemos hoy en día. Los arqueólogos han encontrado trazos de berretas en fieltro similares a la boina a lo largo de todo el territorio europeo desde Italia a Dinamarca desde tiempos tan remotos como la era de bronce, hasta el siglo XII. Los modelos variaban ligeramente, pero siempre se mantenía el mismo material: el fieltro.

De hecho el fieltro es uno de los géneros no tejidos más antiguos y simples empleados por el hombre, que se hace simplemente prensando lana húmeda. Se cree que lo descubrieron accidentalmente los pastores quienes llenaban sus zapatos con la lana de sus ovejas para protegerse del frío y gracias al sudor y la presión al caminar, al regresar de sus faenas,  se encontraban con un pedazo de tela en sus zapatos. Y como todos sabemos que para no perder calor corporal es vital abrigarse los pies y las cabezas, es natural que se empleara el fieltro para proteger la cabeza del frío.

En el códice “Speculum Virginum”, obra de siglo XII que se conserva en el Rheinisches Landes Museum de Bonn, Alema­nia, se ve el dibujo de un campesino provisto de una pala y tocado con una boina como las actuales. En varias miniaturas que adornan textos de la alta edad media, así como en las figuras esculpidas en varias catedrales góticas se ven a hombres portando boinas. Rembrandt acostumbraba llevarlas, como atestiguan varios de sus autorretratos. En retratos pintados por Holbein en la primera mitad del si­glo XVI, como el del conde de Surrey y el del poeta Nicholas Bour­bon de Vandoeuvre, estos personajes lucen boinas de un modelo sen­cillo, sin adornos, muy semejante al actual, aunque de un diámetro algo mayor.

El uso tradicional de la boina se mantiene fuerte en tres países europeos, que la llevan como símbolo de identidad y tradición: Escocia, Francia y España. En Escocia la boina forma parte de la indumentaria tradicional, en particular el capo escocés o Bluebonnet, cuya escarapela y las plumas de la cinta identificar el clan de usuarios y el rango), y es un símbolo de patriotismo escocés. Otros tipos incluyen la boina Shanter y la Kilmarnock, las cuales cuentan con un gran pompón en el centro.

La boina se lleva tradicionalmente desde tiempos inmemoriales en los valles pirenaicos septentrionales vasco franceses. La boina o txapela (chapela) como se la llama en vasco, era ya en el siglo XVII la prenda más característica de la zona. El pequeño trozo en el centro de una boina se le conoce por su nombre en euskera, txortena significa "tallo". Se encuentran también personajes de boina en algunos grabados de Goya como en “La Tauromaquia”. Durante la guerra de la Independencia, no pocos guerrilleros vascos partieron a la contienda con esta prenda tan dis­tintiva. 

Más tarde, en el curso de las guerras carlistas, la boina formó parte del uniforme de los combatientes.

Desde la ladera francesa de los Pirineos se dio también un gran impulso a la proyección internacional de la boina, pues, además de los pelotaris vascos, el gran tenista vascofrancés Jean Borotra, que junto con René Lacoste formaba el equipo francés de Copa Davis, la popu­larizó en Europa y en los Estados Unidos, junto con sus al­pargatas de esparto en los años 20. Por lo que en los años veinte y treinta, la boina conoció una gran difusión en Hollywood y la usaron no pocos directores de cine, así como estrellas de la gran pantalla.

También la difundieron mucho los pintores franceses Monet y más adelante Picasso. Y pasó a ser parte de la visión estereotipada del hombre francés, así como también de los intelectuales, poetas, artistas, bohemios y beatniks.

La practicidad de la boina la llevó a ser incorporada como uniforme militar de varias naciones. Entre algunos ejemplos históricos bien conocidos son los soldados escoceses, que llevaban el gorro azul en los siglos XVII y XVIII, el Volontaires Cantabres, una fuerza francesa creció en el País Vasco en los años 1740 a la década de 1760, que también llevaba una boina azul, y los rebeldes carlistas, con sus boinas rojas, en 1830 España. Durante la Segunda Guerra Mundial, el primer ejército que utilizó la boina fue el alemán, pero únicamente en el cuerpo acorazado para sustituir la calurosa caperuza de cuero de los tanquistas. Pero fue el ejército inglés que combatía en el norte de África el que dio a la boina el definitivo uso marcial a esta prenda. Los soldados, que ante el caluroso clima habían comenzado por cortar las piernas de sus uniformes para transformarlos en bermudas, desecharon el sombrero de alas anchas modelo sudafricano-australiano, que, aunque protegía muy bien del sol, debido a sus anchas alas proyectaba demasiada sombra sobre los hombros del soldado, facilitando la puntería de los tiradores alemanes, por lo que lo cambiaron por boinas. El Mariscal Montgomery también la llevaba y la popularizó enormemente.

En los años 60, los revolucionarios la incorporan a su indumentaria tras popularizarse en la cabeza del heroico revolucionario Che Guevara. Desde entonces varios grupos activistas y revolucionarios adoptaron la boina negra como símbolo. Entre ellos Las Black Panthers o Panteras Negras de los Estados Unidos, formada en 1966, el "Cadre Brown Berets" o Boinas Cafés, el Ejército Republicano Irlandés Provisional y las guerrillas de ETA.También los rastafaris llevan una boina de punto tricolor.


Grande o chica, de muy diversos colores, aunque con gran predo­minio de los oscuros, más sufridos, ha sido usada modernamente por personajes históricos como Francis Ford Coppola, Samuel L. Jackson, el mariscal Montgomery, Pablo Neruda, el Che Guevara, Picasso entre muchos otros. Su carácter utilitario y su gran personalidad han hecho que esta prenda fuera llevada indistintamente por grupos tan opuestos como artistas bohemios, y tradicionalistas, militares y revolucionarios. O sea que a pesar de todas las diferencias ideológicas, la boina ha sido un punto de convergencia en común que ha unido cabezas de distintas ideologías.