miércoles, 10 de febrero de 2010

LA MESA PROVENZAL DE RENOIR


Pierre-Auguste Renoir, uno de los más renombrados pintores impresionistas, estaba lleno de lo que los franceses llaman joie de vivre, o alegría de vivir. Sus lienzos irradian este entusiasmo vital que revela su voluntad de resaltar lo bello que la vida ofrecía: el buen vino, las fiestas al aire libre, la belleza de las mujeres, la inocencia de los niños, los paisajes bañados en luz y en especial la comida. Todo lo bello de la vida, por las particulares circunstancias de su vida, lo embrujaba.

Renoir, al igual que otros impresionistas, supo disfrutar de los sencillos placeres de la vida y encontró en la Provenza francesa el lugar ideal donde hacerlo. Para escapar de la ajetreada vida de París alquiló en 1896 una villa de verano en la ciudad de Essoyes. Aquí disfrutaba junto con su familia de largos paseos por los viñedos de esta zona que divide Champagne de Borgoña, entregándose a pintar sus incomparables paisajes y a disfrutar del vino local junto con los humildes productores. Renoir amaba el vino de la zona, que según relata su hijo Jean Renoir en su libro de memorias: Renoir, mi padre, era “…un vino sin rastros de azúcar, tan fuerte como el viento del Este que sacude a los viñedos”.

En 1897, en un paseo en bicicleta por los campos de Essoyes, Renoir sufrió una caída que marcaría su vida. No solo se rompió el brazo; además el agudo dolor le paralizó el hombro derecho por varios meses, obligándolo a aprender a pintar con su mano izquierda. Este fue el inicio de una larga convalecencia, una forma de artritis degenerativa, que le aquejaría por el resto de su vida y que terminaría convirtiéndolo en un inválido. Escapando del frio que aumentaba su dolor, buscó refugio cerca del Mediterráneo, estableciéndose junto con toda su familia en 1902 en la ciudad de Cagnes-Sur-Mer, en la Provenza Francesa. En 1907 adquirió una hermosa granja, con un extenso terreno de tres hectáreas sembrado con olivares y naranjales: Le “Domaine des Collettes”.

Los últimos años de su vida Renoir vivió y trabajó rodeado de los centenarios olivos de “Les Collettes”, los cuales plasmó en numerosos lienzos. Tenía una fascinación con sus olivares. Uno no puede dejar de preguntarse si el mismo pintor se reconocía en los nudosos y retorcidos olivos, teniendo en cuenta que su severa artritis lo redujo a tal punto que tenía que pintar con el pincel sujetado a sus dedos. En las retorcidas ramas e inquebrantable fortaleza de los olivos probablemente se veía a sí mismo, padeciendo una enfermedad que reducía su cuerpo pero que no lograba reducir su espíritu. Matisse se conmovía mucho al ver a su amigo reducido por la enfermedad, y en una carta describió como lo encontró: “los nudillos de sus dedos eran inmensos, callosos y horriblemente deformes…. Y a pesar de ello él pintaba sus mejores obras. Mientras su cuerpo se reducía, su alma parecía crecer continuamente con más fuerza para expresarse con la mayor radiante facilidad”.

A pesar de los problemas de salud de Renoir, “Les Collettes” era un hogar feliz. Aquí crecieron libres jugando entre olivares, huertas y profusos jardines sus hijos: Jean Renoir (que se convertiría en un renombrado director de Cine), Pierre (actor) y Claude o Coco quien seguiría los pasos de su padre en el arte y se convertiría en un gran ceramista.

En su reino privado de “Les Collettes”, este pintor que amaba comer casi tanto como amaba pintar, compartió con su familia y amigos de las delicias culinarias de la Provenza Francesa, llena de intensos colores, aromas y sabores.

Su amada esposa, Aline Renoir, era una cocinera maravillosa. Ella se encargaba de dirigir a los jardineros en la huerta de “Les Collettes”. Personalmente recogía los huevos y recolectaba las frutas y verduras que se producían en los huertos. Conocía muy bien la cocina típica de Borgoña y Champagne y pronto aprendió los platos tradicionales de la Provenza francesa. Se hizo de fama entre sus amigos artistas por sus deliciosos platos. La cassoulet, hecha con jamón y verduras frescas cosechadas en la huerta, como tomates caseros, ajo, hojas de laurel y arvejas. Su especialidad era la Bouillabaise Provenzal, un plato típico de la Provenza francesa hecho con pescado fresco del Cros-de-Gagnes, ajo, pimientos rojos, papas, cebollas, tomates, puerro y hierbas frescas, todas cosechadas en “Les Collettes”. Como detalle personal, Madame Renoir agregaba una pizca de azafrán. Madame Renoir se hizo famosa con este plato. En una de sus visitas, Monet, gran amigo de Renoir, quedó tan deleitado con la especialidad de la casa que pidió a Aline Renoir la receta para hacerla en Giverny.

En la mesa de los Renoir también se servían pescados frescos, acompañados de verduras condimentadas con abundante alioli, una mayonesa casera hecha con yemas de huevos, aceite de oliva y abundante ajo. De vez en cuando, los pobladores de la zona le traerían zorzales, unas pequeñas aves que se encontraban en los alrededores de los viñedos y Madame Renoir los cocinaba en brochetas sobre un fuego de madreselva. Las papas se cocinaban con su piel sobre cenizas calientes, así como las castañas. Siempre servía las frutas de la temporada, frutillas, higos, mandarinas, naranjas, duraznos, ciruelas y damascos.

En “Les Collettes”, abundaban las visitas que eran agasajadas con los deliciosos platos preparados por Aline. Amigos de toda una vida, entre quienes se encontraban numerosas personalidades y artistas de la época, venían a compartir la mesa provenzal de la familia Renoir. Paul Cezanne, el hijo del renombrado pintor, se mudó a una propiedad cercana y era una visita habitual. Henri Matisse, Pierre Bonnard, Emile Zolá, Manet, Rodin y marchands de arte como Durand-Ruel, también frecuentaban la casa. Todos ellos quedaban rendidos ante los rústicos pero sabrosísimos platos de Madame Renoir: Pottage Crecy, Pollo Renoir, y los Tomates Cocidos Cezanne, plato creado por Madame Renoir en ocasión de una de las tantas visitas del artista a su casa.

La mesa era el centro de estas reuniones, donde nunca faltaba buen vino y exquisitos platos que se compartían con música, amenas charlas e historias y largos debates sobre el arte.

1 comentario:

Camila dijo...

Me gusta conocer distintas cosas sobre artistas, ya que como estudio el profesorado de bellas artes, me interesa poder disfrutar de la historia de distintos pintores de todo el mundo. Cuando viajo a otro país, me gusta poder ir a museos a ver distintas obras y por eso trato de alojarme en hoteles baratos para no gastar tanto dinero en hospedaje