jueves, 26 de mayo de 2016

EL DESAFÍO DE LA ARTESANÍA


Foto: Victor Candia / Campaña OCRE


Indiscutiblemente, en materia de moda, uno de nuestros grandes valores es la artesanía. Su valor va mucho más allá de lo obvio – su valía representativa y cultural – ya que incluso podría ser vista como un objeto de deseo por personas de otras nacionalidades que no tienen ningún vínculo con la misma, pero que no obstante se sienten maravillados por su unicidad. 

En un mercado global donde competimos a la par con otros países con mayor capacidad de producción, procesos industriales mejor desarrollados y más tecnologías disponibles no sólo hay que enfocarse en igualarnos técnicamente, sino también en destacar aquello que nos hace no menos competitivos sino diferentes. En todo proceso de industrialización, en toda mecanización, indefectiblemente lo artesanal se ve socavado ante la gran dicotomía de la calidad y la cantidad. Es muy difícil–para no decir imposible- producir algo artesanal a gran escala. La calidad se ve casi siempre afectada cuando priorizamos la cantidad, y cuando por el contrario damos prioridad la calidad, la cantidad se ve reducida, lo que nos hace menos competitivos. 

Por este motivo, es vital, cuando hablamos de artesanía, alejarnos de lo masivamente producido y buscar segmentos donde lo que podrían ser vistas como “desventajas” a nivel productivo, se conviertan en puntos a favor. 

El mercado del lujo, es uno de los pocos sitios donde lo artesanal aún tiene cabida. Dentro de este mercado, la manualidad de la producción – el “hand made”- es un gigantesco valor agregado, y las series limitadas se traducen automáticamente a “exclusivo”, lo que también suma al valor del producto.  Pero ojo, que sea hecho a mano y de serie limitada, no hace que lo artesanal califique de por sí como un producto de lujo. 

Para poder venderlo como tal, hay que primero tratarlo y pintarlo como tal. El desafío de lo artesanal en este caso está en los detalles, enfocándose primeramente en el diseño, prestando una enorme atención a las tendencias, sin descuidar en lo más mínimo la calidad de producción. Nuestro producto debe ser perfecto, debe justificar el alto precio y pasar por un sistema de control de calidad en donde cada detalle sea atendido. Por otra parte, cuando hablamos de lujo, hablamos de imagen, por lo que no solo hay que prestar atención especial al producto, sino también a su presentación y en especial a su comunicación. 

Otro mercado donde lo artesanal es muy valorado es el de la moda sostenible. Nuestra producción artesanal, de por sí, tiene un bajísimo impacto negativo en el medio ambiente. Dentro del rubro textil ya hay numerosas empresas que se centran en lo artesanal desde la perspectiva de la moda sostenible, empleando materias primas orgánicas y políticas de fair trade que revalorizan al producto en el mercado internacional. Al elegir apoyarse en esta fortaleza de lo artesanal para desarrollar un producto hay que prestar atención a las certificaciones internacionales, seguir una línea de diseño y de presentación que acompañe a este concepto y por supuesto poner mucho énfasis en la comunicación de todos aquellos valores comunitarios, culturales, productivos y medioambientales que hacen de lo artesanal algo con un valor agregado muy especial y significativo. 

Localmente, lo artesanal siempre ha tenido un mercado muy importante vinculado a su cualidad representativa de lo nuestro. Sin lugar a dudas, lo artesanal tiene una colosal carga cultural que lo convierte en el souvenir ideal de la tierra guaraní y en elementos integrados perfectamente al cotidiano de toda persona paraguaya, acostumbrada a incorporarlo a su indumentaria y a su día a día. El desafío también está en descontextualizar al producto; en darle un valor intrínseco que no dependa de lo representativo y contextual. Que la carpetita de ñanduti sea tan atractiva para una ama de casa en Suecia como lo fue siempre para nuestras abuelitas; que la camisa de ao poí sea llevada con igual naturalidad por una japonesa durante el verano Europeo que por una Caacupeña veraneando en San Ber. Piensen en el sombrero de Panamá, un producto artesanal ecuatoriano que trascendió todas las fronteras imaginables y hoy se puede encontrar en el guardarropa de personas de todas las nacionalidades que se les ocurra, algunas de las cuales incluso ignoran su procedencia original ya que se ha convertido en un elemento de uso habitual en todo el mundo cuyo valor está más puesto en su calidad, diseño y funcionalidad que en su valor representativo. 

Para trascender fronteras con un producto artesanal, hay que innovar, salirse de lo tradicional y habitual, prestar mucha atención al diseño, a la calidad, a la imagen, innovar, saber comunicar y saber presentar al producto.  Cumpliendo con estos cometidos, nada es imposible. Y quien sabe, el sombrero pirí podría perfectamente convertirse en el sombrero it de todos los hipsters mileniales.

 

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