En el 6eme arrondissement
de Paris, más exactamente en N° 13 de la rue
de l’Ancienne-Comédie, se encuentra nada más y nada menos que el café más
antiguo de París. Quien conoce esta maravillosa ciudad, sabe que en París, los
cafés son una institución. Es difícil imaginarse a París sin sus cafés, con sus
mesitas en la vereda y la gente sentada sorbiendo cafecitos ya sea absortos
observando a la gente pasar o concentrados en una vigorosa charla. Sin embargo,
hubo un momento en que París aún no tenía cafés en cada una de sus esquinas; es
más, ni siquiera existía una sola cafetería en toda la ciudad. Pero por suerte
el Café Procópe cambiaría para
siempre el paisaje urbano parisino, así como también sus costumbres.
Este café no sólo fue la primera cafetería
abierta al público, sino también fue el primer café que funcionó como punto de
reunión de artistas e intelectuales. Luego le seguirían otros como el Café
Momus, el Café de Fleur, Le Deux Margots, La Rotonde, Le Dome, el Café de la
Paix y el Café Guerbois.
El Café
Procópe fue fundado en 1686 por el siciliano Francesco Procopio dei
Coitelli, anterior cocinero de la corte. El café era una bebida que ya se
conocía desde hacía veinte años en la corte francesa, pero esta amarga y oscura
bebida de origen oriental aún no se vendía a nivel popular. Procopio dei
Coitelli eligió un lugar ideal para su café: el barrio Saint Germain-des-Prés (hasta hoy en día uno de los entornos más
fantásticos de París para disfrutar un café), en frente mismo a la
recientemente inaugurada Comédie
Française. Tan bien eligió el lugar, que hasta hoy en día sigue siendo un
hito parisino; logrando mantenerse a flote durante los duros tiempos de la
Revolución Francesa. ¡Incluso cuando la
Comédie se mudó a otro sitio en 1770, la gente de la farándula siguió
acudiendo a Le Procope al terminar el
espectáculo!
Junto con la cafetería se popularizarían lo que
hoy conocemos como “charlas de café”, ya que no hay bebida más adecuada que el
café a la hora de discutir ideas. En poco tiempo el Procope se convirtió en el punto de encuentro de los más
importantes pensadores de la época. En sus primeros tiempos personajes de la talla
de Voltaire, Danton, Diderot, Robespierre, Marat y Rousseau formaban parte de
la clientela habitual, por lo que no es de extrañar que las ideas liberales y
revolucionarias se difundieran tan rápidamente como el hábito de tomar café
dentro del establecimiento.
El Café
Procope fue un sitio clave para la revolución francesa. El Club de los Cordeliers, encabezado por Robespierre, Danton
y Marat, se reunía en su interior. Incluso el gorro frigio, símbolo de la
revolución francesa, se exhibió en el Procope
por primera vez y de aquí salió la orden para el ataque de las Tullerías. El
mismo Voltaire lo usaba de oficina, bebiendo hasta 40 tazas de café mezclado
con chocolate por día sentado siempre en la misma mesa. Tras su muerte, la mesa
que usaba sirvió de altar votivo de sus cenizas y todavía es mantenida en su
lugar de siempre: entre la escalera de acceso y la entrada a los comedores.
Cuenta la leyenda que entre sus paredes Diderot
concibió su Enciclopedia y Benjamín Franklin la Constitución de los Estados
Unidos. Y teniendo en cuenta que en años posteriores también lo frecuentaron
los grandes nombres de la literatura francesa como La Fontaine, Víctor Hugo,
Alfred de Musset, George Sand, Anatole France, Verlaine y Balzac, sólo podemos
imaginar la cantidad de textos, poemas y novelas que se forjaron en su
interior.
Cuentan que Napoleón Bonaparte, siendo aún un
joven militar sin fama ni gracia, no pudiendo pagar su cuenta tuvo que dejar su
sombrero como garantía de pago. Siendo ya emperador siguió consumiendo más de
20 tazas diarias de café que le llegaba directamente desde el Procope.
Pero gracias a Procopio, no sólo se popularizaron
el café y las ideas libertarias, sino también los helados y sorbetes. Le Procope además de ser la primera
cafetería de París, fue la primera heladería del mundo. Gracias a él se
democratizaron estos manjares, que anteriormente eran del disfrute exclusivo de
nobles y alcurniosos. De hecho, Francesco Procopio, tenía una idea completamente
revolucionaria: la de acercar al pueblo a los exquisitos sabores ocultos tras
los altos muros del palacio. Procopio tuvo la visión de comercializar y
popularizar las delicadezas de la corte y gracias a su iniciativa la tradición de
tomar cafés y helados se expandió a todo el mundo.
Vale la pena recordar que Catalina de Medicis, al
casarse con Enrique II de Francia introdujo los helados en la corte francesa.
Éstos habían sido introducidos a las cortes italianas desde el Oriente gracias
a los viajes de Marco Polo en el siglo XIII. La glamorosa Catalina guardaba las
recetas con mucho secreto por lo que fue una novedad tremenda cuando Francesco
Procopio los comercializó al público en su café, sirviendo sus helados en
recipientes de porcelana. Por suerte, el rey Luis XIV no tenía problema con que
se divulgara al pueblo los secretos de la cocina real, incluso felicitó a
Francesco Procopio por la excelencia de sus bebidas y sorbetes.
En el Procope,
entre cafecitos y helados, se producían apasionadas charlas políticas y
literarias. El Procope se convirtió
en la cuna de la ilustración y símbolo de la innovación. Acá no sólo se
acercaba al pueblo exquisiteces antes reservadas a la nobleza, sino también se
les servía como si fueran reyes (con camareros con guantes blancos y bandejas
de plata) mientras se pregonaban las ideas de liberté, equalité y fraternité. Otra costumbre inaudita propuesta
por Francesco Procopio fue la de atender a mujeres que desde entonces hicieron
del acto de tomar cafecitos con sus amigas un hábito parisino más común que
exclamar “¡Oh la lá!”. Como es de
esperar el éxito fue tal que Procopio empezó a abrir sucursales por todo París,
las cuales subsisten hasta hoy en día.
Hoy Le Procope,
es considerado un monumento histórico. El edificio de tres pisos decorado de
manera lujosa nos transporta al siglo XVII, con sus paredes rojas, arañas de
cristal y retratos con marcos dorados de los famosos que pasaron por su puerta.
Actualmente también funciona como restaurante, ofreciendo clásicos de la cocina
francesa como ostras bretonas, coq au vin,
magret de pato a la naranja, sopa de
cebolla au gratin, escargots de Bourgogne, tête de veau, foie
gras de canard, y como postres no pueden faltar sus tradicionales glaces et sorbets.
Le Procope
abre todos los días de 11:30 a medianoche y los precios van desde los 7 hasta
los 106 euros, bastante económico teniendo en cuenta que se trata de un lugar
muy chic y tradicional. Incluso tienen un menú fijo que incluye entrada, plato
de fondo y postre por 35 euros, y que además lleva el rimbombante nombre de Les Philosophes.
Le Procope
es todo un testigo de la historia francesa que aún se mantiene en pie
conservando el encanto de siglos pasados. Es un establecimiento fascinante que
nos remite al París revolucionario y de la bohemia, donde se gestaron los
ideales de la democracia y se democratizaron las exquisiteces palaciegas,
acercando a las masas el café y el helado. ¿Qué hubiéramos hecho si el café y
el helado hubieran seguido siendo un lujo reservado sólo a unos cuantos? ¡Sin
lugar a dudas hubiéramos armado nuestra propia revolución!
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