Muchas veces el mundo de la gastronomía se vio inspirada por el mundo de la música. La Copa Melba, un postre creado por un ícono de la cocina en homenaje a una diva del canto internacional, nació del romance entre estas dos artes.
Esta historia nace en la romántica belle epoque, a finales del siglo XIX. Sus protagonistas son Auguste Escoffier, padre de la nouvelle cuisine, y Nellie Melba, una de las más famosas sopranos australianas y del mundo.
Escoffier es considerado por muchos el chef más genial del siglo XIX, y ya era por aquél entonces un famosísimo chef. Poco antes de 1878 había abierto su propio restaurante “Le Faisán d'Or” (El faisán de Oro) en Cannes. En 1884 se trasladó a Montecarlo, ubicándose al mando de la cocina del Grand Hotel de Montecarlo. Durante los veranos llevaba la cocina del Hotel Nacional de Lucerna, donde conoció a César Ritz. Los dos se asociaron en 1890 trasladándose al Hotel Savoy de Londres. Desde esta sede establecieron unos cuantos hoteles de renombre, incluyendo el Gran Hotel de Roma y numerosos Hoteles Ritz por todo el mundo. En 1912 su prestigio lo llevó a crear la carta para los pasajeros de primera clase del Titanic, un barco que contaba con lo mejor de todo, incluso con un menú creado por el chef más admirado del momento.
Nellie Melba, había nacido bajo el nombre de Helen Porter Mitchell en Melbourne, Australia, en el año 1861. Como nombre artístico adapta el nombre de su ciudad natal, convirtiéndose en la famosísima Nellie Melba. Tras debutar en Sidney con 25 años, su ansias de triunfo la hacen abandonar la tierra que la vio nacer para desarrollar sus aptitudes en París, y aprovechar así las oportunidades que le ofrecía el viejo mundo y la posibilidad de actuar en los escenarios con los que sueña toda cantante de ópera. Sus sueños y ambiciones se cumplen desde su debut europeo en Bruselas con “Rigoletto”, ópera con la que alcanza la tan anhelada fama internacional. Desde entonces se pasearía por los principales escenarios operísticos, haciendo gala de su privilegiada voz e interpretando un gran repertorio de personajes, hasta su retirada de los escenarios en 1926 en Inglaterra. Fue en una de sus grandes representaciones operísticas cuando su vida y la del gran maestro de la cocina, Auguste Escoffier, se cruzaron.
Aparte de sus dotes culinarias, Escoffier era conocido por ser admirador de las bellas mujeres y de la buena música, principalmente de la lírica. En 1894, Nellie se encontraba en Londres representando el papel de Elsa la obra “Lohengrin”, creada por Richard Wagner, triunfando sobre el escenario de Covent Garden. Al enterarse que el chef del hotel donde se alojaba, el Savoy de Londres, era un enamorado de la ópera y gran admirador suyo, decidió obsequiarle unas entradas para que acudiera a verla. Escoffier acudió a la cita y quedó absolutamente deslumbrado por la dulce voz de Nellie.
Tan impresionado quedó el chef tanto por la magnífica interpretación de Madame Melba como por la voluptuosa belleza de la soprano, que al día siguiente decidió crear un plato en honor a esta dama de angelical voz e imponente belleza. Sabiendo que la soprano era muy golosa y que su debilidad eran los postres helados, el chef optó por crear un postre helado para agasajarla.
La noche siguiente, cuando llegó el momento del postre en la cena que compartía la cantante con unos amigos en el restaurant del hotel, Escoffier presentó su creación con gran pompa. Inspirado en el último acto de la ópera de Wagner que había presenciado la noche anterior, en la cual el caballero del Santo Grial se dirige al encuentro de Elsa en una barca arrastrada por un cisne, cantando: “Nun sei bendnkt, mein lieber Schwann” (Sólo a ti las gracias, amado cisne), presenta una gran bandeja de plata sobre la cual surgía un imponente cisne tallado en un bloque de hielo. En el medio de sus alas transparentes había puesto una compotera de plata que contenía su nuevo postre: “Les Péches au Cygnes” (Duraznos al Cisne).
Tiernos orejones de durazno cocidos y sumergidos en un blanco lecho de helado de vainilla y almíbar, hacían su aparición triunfal entre los aplausos de los comensales. Demás está decir que la diva de la ópera quedó encantada.
Unos años después, ambos personajes vuelven a coincidir, pero esta vez en el Ritz de París. Allí Nellie le recordó al gran chef aquella noche memorable, agradeciéndole nuevamente por el galante gesto. Escoffier decidió perfeccionar la receta agregándole frambuesas frescas y kirsch y cuando se volvieron a ver, el 1 de julio de 1899 en la inauguración del Hotel Ritz Carlton de Londres, el cocinero presentó su nuevo postre a la soprano. Escoffier la mandó una nota con el mozo en la que le preguntaba si ésta le permitiría bautizarlo “Pêches Melba” (o Duraznos Melba) y ésta accedió encantada.
El Postre le encantó tanto a la artista, que la hizo su postre preferido. Así nació, como un goloso homenaje a una dulce voz, la Copa Melba, postre que pronto se convertiría en un clásico en los restaurantes de todo el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario