Monet estaba enamorado de la naturaleza, del agua, de la luz, de las flores y los capturó con una delicadeza casi poética en sus celebres y sublimes paisajes. Su amor por la naturaleza y la necesidad de estar más cerca de ella lo llevó a mudarse en 1883 a Giverny, un pequeño pueblo a orillas del Sena a casi 70 kilómetros de Paris. Allí se instaló en una pintoresca casa de campo rodeada por una hectárea de terreno. Rodeado de un paisaje bucólico y tranquilo, pudo dedicarse plenamente a sus tres pasiones: la naturaleza, la pintura y la gastronomía.
Lo primero que hizo tras instalarse en Giverny fue crear un jardín fantástico que hasta hoy en día puede ser visitado. Él mismo se encargó de idear el paisajismo y dirigir a los jardineros en la creación de este exuberante jardín de ensueño. Aquí plantó arboles, flores y plantas autóctonas e importadas y creó estanques artificiales con puentes japoneses poblados de las más vistosas y exóticas plantas acuáticas. Tras haberse rodeado de lo más bello de la naturaleza se dedicó a pintar cada uno de los diversos rincones de sus jardines creando las famosas series pictóricas de almiares, nenúfares y lirios.
Casa de Monet en Giverny
Otra fotografía de la casa de Monet en Giverny
Para comprender la relación de Monet con la gastronomía, hay que primero comprender que Giverny no era solo un lugar tranquilo y bonito, era además un estilo de vida y un universo personal creado por el artista para sentirse inspirado cada día. Giverny es un todo, es un homenaje a la belleza, al arte, al buen gusto y a la sencillez.
La cocina de Giverny era una parte integral de este universo bucólico y colorido creado por Monet. Ningún detalle se descuidaba en la cocina del día a día, así como también en las celebraciones en las que el pintor recibía a sus numerosos amigos, entre los que se encontraban Cezánne, Renoir, Sisley, Pissarro, Matisse, John Singer Sargent y el presidente Clemenceau. En este sitio que invitaba a la contemplación y al deleite, el buen comer ocupaba un lugar privilegiado y esencial. Los amigos de Monet comentaban lo bien que se comía y elogiaban la cálida acogida que el pintor daba a sus comensales así como también el entorno magnífico que rodeaba a la mesa.
Retrato de Monet pintando en su jardín en Giverny hecho por su gran amigo Renoir
La mesa en Giverny recibía la importancia que toda mesa merece. Para Monet, no bastaba solo el contenido de los platos, sino que también era fundamental rodear a la mesa de una atmósfera especial.
Monet llevaba cuadernillos de cocina en los cuales apuntaba sus recetas e ideas culinarias, éstos fueron descubiertos en su archivo tras su muerte. Ellos atestiguan la particular importancia que el pintor daba a los productos de temporada, a la cocina regional y a la calidad de cada uno de los ingredientes. Pero tal vez el punto más importante para Monet era concebir cada comida como una fiesta, como un acto de celebración en el cual se comparten momentos agradables, se conversa, se intercambia ideas y se disfruta de la compañía de amigos y familiares. En su mesa se gestaba un momento especial e inolvidable para los comensales gracias no solo a los deliciosos platos locales y tradicionales, sino también a la atención y el tiempo dedicados en elegir los ingredientes y preparar cada uno de éstos platos. Desde este punto de vista podríamos hasta sugerir que Monet se acercó bastante a los principios del Slow Food.
Cabe destacar que Monet no cocinaba, pero le encantaba rondar por la cocina y encargarse de todo lo relacionado a la misma. El mismo se ocupaba de ir al mercado y seleccionar personalmente todos los ingredientes, controlaba y armaba los menús y se encargaba de la disposición de los comensales en la mesa.
Como Monet no cocinaba, su recetario era más bien una recopilación de recetas de los platos que se preparaban en Giverny. La única receta propia que se conoce son unas setas asadas con aceite de oliva. En sus cuadernillos se encontraban también recetas de sus amigos, entre las que destacan la “Bouillabaise de Morue” de Cezánne, y otras recetas de la esposa de Renoir y Jean Millet.
Los platos servidos en Giverny eran sencillos, tradicionales y sin exageradas sofisticaciones. El almuerzo de Giverny era servido puntualmente a las 11:30. La entrada consistía de dos ensaladas. Una era aderezada personalmente por Monet, quien siempre le ponía mucha pimienta y aceite de oliva. Como al resto de la familia le parecía muy fuerte siempre había otra ensalada con un aderezo menos picante. Luego se servía una sopa, un plato de legumbres y un plato de fondo de pescado o carne. El postre variaba cada día. Al terminar el postre se servía te con galletitas.
La cena, servida puntualmente a las 7:00 consistía de una ensalada, una sopa, un plato de huevos, un plato de aves y a veces un plato de fiambres locales. Cada 14 de Noviembre, Claude Monet celebraba su cumpleaños comiendo su plato favorito: Becada (una especie de perdiz) y tomando abundante champagne Veuve Clicquot, que era el favorito y el único que bebía Monet.
Otra costumbre en la casa de Monet eran los picnics en los jardines. En los cuales los comensales disfrutaban de los platos así como también del encanto de los jardines de Giverny.
Irises de Giverny pintados por Monet
Imagen del jardin de Giverny pintado por Monet
La Navidad era la celebración gastronómica del año. Se sacaba la vajilla fina y al lado de la mesa de dejaban cajas de golosinas, relojes de bolsillo y medallones como regalos para los invitados. Un menú navideño del cual se tiene registro consistió en: Revuelto de trufas o Rape a la americana, Foie gras trufado de Estrasburgo, Capón relleno con trufas de Perigord sobre puré de castañas, una ensalada liviana seguida de quesos de Roquefort o Gorgonzola, Pudín flambeado con ron y helado casero de banana.
RECETAS DE CLAUDE MONET
Mezclar bien 200 g de queso blanco y un huevo entero, añadir 100 g de harina poco a poco revolviendo bien. Cuando la mezcla esté homogénea, formar pequeñas galletas. Extenderlas con la mano y pocharlas en mantequilla caliente.
Potage aux tomates (Sopa de tomates)
Hacen falta: 4 tomates grandes, 1 cebolla pequeña, 1 cucharada sopera de azúcar en polvo, 1 cucharada sopera de mantequilla, 1 cucharada de café molido, 1 cucharada de café de extracto de carne, 1 pizca de bicarbonato de sodio, laurel, perejil, sal.Cortar los tomates en cuartos y ponerlos en una cazuela con el extracto de carne, 2 ramas de perejil, 1 hoja de laurel, el bicarbonato y el azúcar. Hacer que hierva suavemente hasta que los tomates estén cocidos. En otra cazuela, fundir la mantequilla, añadir la cebolla cortada en rodajas y cocinar sin parar de remover. Añadir la harina y seguir removiendo. La cebolla y la harina no se deben dorar. Añadir un poco del jugo de los tomates y mezclar todo. Salar, pasar la sopa por el pasa purés, recalentar y servir.
Blanquear las cebollas y retirar el corazón. Rellenarlas con una farsa compuesta de restos de asado de cerdo, de pollo o de hígado de ternera. Añadir cebollita en hoja, hierbas, Gruyere rayado y huevo duro. Cubrir con queso rayado, meter al horno y servir caliente o frío, según el gusto.
Hacen falta: 250 g de harina, 250 g de mantequilla, 1 yema de huevo, 1 pizca de sal, 6 manzanas reinetas, 5 cucharadas grandes de azúcar en polvo.Para la pasta: Cortar la mantequilla en trozos pequeños. Disponer la harina en volcán, poner en el centro el azúcar, la sal, las yema de huevo y la mitad de un vaso de agua tibia, amasarlo todo y después añadir la mantequilla, Extender con el rodillo y dejar reposar 1 hora, volver a extender hasta obtener un espesor de pasta como de 1 cm.Pelar las manzanas, trocearlas, colocarlas en el fondo de un molde con la mantequilla troceada y el azúcar en polvo. Cubrir con la pasta. Hornear a horno fuerte durante 45 minutos. Desmoldar dando la vuelta y servir.
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