No suelo hablar mucho de mi vida personal en esta columna. Pero creo que mi relación con Tom y Jerry amerita hacer una excepción, porque mi vínculo con ellos es seguro similar al que muchos de ustedes tienen. En lo personal, además de admirarlos enormemente, creo que tengo mucho que agradecerles.
Como digna diva que soy, seguro estarán boquiabiertos al leer estas líneas. Se habrán imaginado que alguien como yo tendría un dúo de ídolos más refinados como: Sartre & Beauvoir, Jekyll & Hyde, Gala y Picasso, Frida y Diego, Dolce y Gabbana, Bergdorf & Goodman, Napoleón y Josefina, Kurt y Courtney, Bonnie y Clyde, Romeo y Julieta, Truffaut y Ardant, Bogart y Baccall, Cher y Bono, Gainsbourg y Bardot, Ari y Jackie, Gracia y Raniero, o Kate y William. Pero para serles sincera, entre todos ellos me quedo con Tom y Jerry.
Tom & Jerry es sin lugar a dudas el dibujito que más marcó mi infancia. Obviamente yo en ese momento aún no lo sabía. Su influencia fue silenciosa y sutil y sólo con los años pude percatarme de todo lo que había aprendido viendo sus incesantes persecuciones.
En primer lugar aprendí que los zapatos dicen mucho sobre quien los lleva. A veces basta sólo con mirarlos para saber con quién se está hablando. En “Tom & Jerry” para identificar a un ser humano bastaba con mostrar sus piernas y sus zapatos. Sin siquiera ver su rostro ya podíamos intuir si la persona en cuestión era una diosa seductora por sus tacones y piernas torneadas de sinuoso andar; un ejecutivo atareado por sus mocasines negros lustrados y el inconfundible traje gris; una diosa doméstica por su falda cincuentosa y cómodos zapatos de punta redonda o la siempre hacendosa y mandona Mammy por sus inconfundibles pantuflas coloradas.
Otra lección importante fue comprender que las persecuciones, por más intensas que sean, nunca llevan a nada. Jugar a ser Tom en la vida real, persiguiendo ya sea a tu némesis en búsqueda de venganza, o a tu interés amoroso buscando conquistar su amor no correspondido, suele tener resultados previsiblemente catastróficos. Jugar al gato y al ratón también puede resultar altamente patético de observar.
Por supuesto que de sus persecuciones no sólo aprendí a evitarlas a toda costa, sino también que el ingenio siempre vence a la fuerza bruta. Jerry fue un excelente maestro a la hora de instruirme sobre como eludir a personajes nefastos que atentaban contra mi integridad física y emocional. Gracias a sus lecciones, pude aprender que a pesar de tener todas las de perder, con un poco de astucia, podemos esperar el momento adecuado para darle una buena y merecida patada en el trasero a aquellas personas nefastas que alteran nuestra existencia.
Además, la peculiar relación de amor y odio entre Tom & Jerry innegablemente fue altamente instructiva. Todos tenemos en nuestras vidas ya sea una pareja, un familiar, amigo, o conocido que toma la mala costumbre de molestarnos constantemente, tirándonos bombitas hasta sacarnos de quicio, convirtiéndose en el principal antagonista de nuestro día a día. Gracias a esta relación animada comprendí que juegan el papel del gato Tom en nuestra vida, lo juegan simplemente porque no pueden ir contra su naturaleza, por lo que hay que comprenderlos y aprender a vivir con ellos.
Pero sin lugar a dudas, por lo que más agradecida les estoy a estos adorables dibujitos de mi infancia, es por haberme introducido al maravilloso mundo del jazz. A la hora de buscar la banda sonora de mi vida, siempre encuentro en este estilo musical el acompañamiento ideal para mi existencia.
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