Cuando vi por primera vez un cuadro de Emmanuel Fretes Roy quedé literalmente con la boca abierta. Fue en el año 2008 en la Galería Fábrica donde estaba exhibida una obra que había presentado al Premio Matisse, y con la cual había obtenido la primera mención. Era un lienzo de grandes dimensiones que retrataba páginas y textos del Kabichuí. Su técnica era impactante. Uno literalmente se sentía tentado a ojear las páginas de aquel antiguo diario retratado. Al indagar sobre el artista en la galería y enterarme que era autodidacta quedé aún más impresionada. Un tiempo después fui a una muestra suya en la misma galería y cuadro tras cuadro quedaba más y más fascinada por el gran talento de este joven artista
En sus lienzos manipula los pedazos de nuestra imaginería colectiva a través de recursos pictóricos que cargan a su obra de contenidos que van más allá de lo meramente representativo o figurativo. A través del hiperrealismo, Fretes nos lleva a rememorar las heridas de nuestro pasado, nuestra herencia cultural y nuestra historia.
Sobre su obra, el crítico Carlos Sosa escribe: “Aunque la obra de Fretes fácilmente puede identificarse con algún timbre academicista, no es menos cierto que el lenguaje sincero y auténtico del conjunto de su trabajo le confiere el significado y el valor que corresponden a la experimentación y búsqueda de lo auténtico en los ajetreos inestables y complejos del arte de nuestros días.”
La historia de Emmanuel Fretes Roy es muy particular. Su padre tenía una empresa de carteles publicitarios y fue quien lo encaminó hacia la pintura. Si bien su padre no era un artista propiamente dicho, se puede afirmar que tuvo una vocación pictórica que supo transmitir a su hijo. Su padre tenía un cargo administrativo en PARESA. Al lado de su escritorio pintaban todos los carteles de Coca Cola. Un buen día decidió dejar su trabajo fijo para perseguir su sueño de pintar aquellos carteles. Por suerte la arriesgada decisión le resultó bien y pudo dedicarse el resto de su vida a pintar carteles, obteniendo los mayores trabajos en cartelería de Coca Cola. A los doce años el pequeño Emmanuel empezó a ayudarlo pintando carteles para él. Al comienzo esto era solo una diversión y no lo veía como una profesión, ni siquiera como una vocación.
El sueño de Emmanuel era ser arquitecto. Pero por su situación familiar no tuvo el apoyo necesario para seguir la carrera. Su padre ya había muerto y su madre, con seis hijos a su cargo, no le podía ayudar a solventar sus estudios. Como los horarios de la facultad no le permitían trabajar para pagarse la carrera, tuvo que buscar otra profesión que le permitiera tener ingresos y a la vez expresar su lado artístico y la encontró en la pintura.
Así, al terminar el colegio empezó un taller con Olga Blinder. Quienes tuvieron la oportunidad de tener a Olga como maestra conocen lo exigente que era con sus alumnos y a pesar de su talento Emmanuel no fue la excepción a esta regla. “Una vez me hizo llorar. De hecho, lloré varios días pero mirando atrás creo que me sirvió para aprender mi lección. Yo tenía 19 o 20 años y como pintaba desde los 12 me creía ya el gran pintor. ¡Con decirte que su clase hasta me parecía aburrida! Ella me pidió que le llevara algún cuadro de lo que yo había hecho anteriormente. Al llevárselo, lo miró y lo tiró directamente al basurero. Cuando intenté recogerlo (bastante indignado como es de esperar), me levantó el dedo índice, me miró fijo y me dijo: “No. Dejalo allí. Ese es su lugar.” ¡Lloré de rabia! Pero esta reacción suya me motivó para mejorarme, para que le gustara mi trabajo. Creo que buscando su aprobación fui mejorando cada vez más.” Por suerte el esfuerzo rindió frutos. Ella vio su talento y lo llevó a la Galería Técnica a que mostrara mis trabajos, los aceptaron y así empezó a trabajar pintando óleos para ellos.
El conocer a Olga fue clave para que creciera como pintor. Ella lo inspiró a que buscara perfeccionarse más e ir más allá de cartelería. Luego tomó varios talleres con Hernán Miranda, Félix Toranzos, Sebastián Díaz, Edith Jiménez y Carlos Spatuzza. En el 2003 Olga lo alentó a que se inscribiera al ISA (Instituto Superior de Arte), pero como en ese entonces ya vivía solo, pagándose a duras penas un alquiler, Emmanuel era consciente de que tenía que pintar y trabajar para subsistir. Era o estudiar o pintar y decidió seguir pintando.
A través de Ticio Escobar, Emmanuel Fretes contactó a Osvaldo Salerno, otra figura clave en su desarrollo como artista. “Lo contacté para que escribiera una reseña de una exposición que estaba preparando. Desde entonces se interesó en mi obra y me ha estado ayudando como curador de la misma.”
Al respecto de la relación curatorial con Osvaldo Salerno, Fretes agrega: “Como soy muy prolijo, ordenado y estructurado en mi trabajo me cuesta mucho soltarme. Osvaldo me sacó el temor que tenía a experimentar, animándome a probar cosas nuevas. Él me dijo: “No le tengas miedo al arte.” Me ayudó a soltarme más. Él nunca me dijo hacé esto o hacé aquello. Yo le planteo mis ideas y él me guía y me orienta para materializarlas y considero que es muy enriquecedor trabajar de esta manera.”
Fue Osvaldo Salerno quien lo alentó a presentarse al Premio Matisse del 2008. “Lo hice sin ánimo, porque para serte honesto no me sentía a nivel de concursar tenía miedo de desilusionarme si es que no me nominaban con una mención o algo. El Matisse contaba con un antecedente: ninguna pintura ha salido muy alto. Pero como Osvaldo Salerno me insistió mucho me animé. Los cuadros que presenté los hice unas semanas antes del día de entrega, por suerte y a sorpresa mía, obtuve con ellos el segundo lugar.” Al año siguiente se volvió a presentar ya más seguro de su obra y dispuesto a ganar. “Mi intensión era ganar. Si sacaba el segundo premio quería decir que seguía al mismo nivel y si sacaba el tercero que había bajado mi nivel, por lo que esta vez me preparé siete meses y obtuve lo que fui a obtener: el Primer Premio. Estuve emocionado durante una semana, ya que para mí es el premio más importante del país.”
Tras ganar el Matisse tuvo la oportunidad de viajar este año a París, donde pudo exhibir su obra y a la vez conocer de cerca la obra de los grandes maestros que siempre admiró. “Fue una experiencia enriquecedora en el aprendizaje y el respeto al momento de tomar la paleta y el pincel. Como soy una persona que aprende mirando te puedo decir que me recorri todos los museos y aprendí muchísimo. En el Louvre me quedaba embobado observando los retratos uno por uno, detalle por detalle, cada trazo dejado por los pinceles de los artistas.”
A pesar de los importantes premios que recibió en nuestro país, Emmanuel Fretes Roy sigue apuntando a más. “Yo creo que en la vida siempre hay que fijarse metas. Me propuse ganar el Matisse y lo logré. Ahora tengo otra. Quiero presentarme al “Concurso de las Pintura Figurativa de la Fundació de les Arts i els Artistes de Barcelona" dentro de 8 años.
Actualmente Emmanuel Fretes Roy se encuentra preparando la muestra que presentará en la Galería de Arte Fábrica a mediados de Agosto de este año. Se trata de la muestra “Plata Yvyvy o 1800”.
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