jueves, 15 de enero de 2009

HEROINAS INVISIBLES



Las “Madres”, así como las “Residentas” de nuestra historia, son anónimamente alabadas en una sola palabra para olvidar para siempre todos sus nombres individuales. Como si todas las residentas hubieran sido una misma persona y como si todas las madres fueran también una sola. Ambas destinadas a ser recordadas genéricamente en una palabra que engloba a miles de heroínas anónimas.

No es lo mismo mi madre, que tu madre, que su madre. Son todas distintas. A cada una le tocó ocupar un lugar distinto en la vida, cada una tuvo que tomar elecciones diferentes y vivió su vida de manera diferente, pero absolutamente todas, a su manera, trabajan como soldados invisibles para formar a nuestra sociedad.

Ellas trabajan incansablemente cuando nadie las ve. Cada pequeña obra, desde preparar un desayuno para sus hijos, pegar un botón o leerles un libro antes de dormir, es parte de una entrega llena de amor que las convierte en heroínas cotidianas cuya única medalla es ver el fruto de su dedicación en sus hijos.

Cada madre tiene una historia que contar. Con este artículo rescatamos del anonimato la historia de siete heroínas invisibles, de siete madres, que como muchas otras, han entregado su corazón al trabajo silencioso de criar a sus hijos para que sean personas de bien.

UNA MAMÁ QUE NO PARA
Lucía Fontclara, 39 años, Gerente del ABN AMRO Villa Morra

Lucia es el vivo ejemplo de la madre moderna; capaz de desempeñar con igual dedicación tanto su rol de madre como su rol profesional. A pesar de todas sus responsabilidades, se toma el tiempo para ser delegada de curso de sus dos hijos: Jorge (7) y Federico (5) y así poder participar activamente en su vida escolar. Su historia es similar a la de muchas otras madres que trabajan, y que logran conjugar las tareas domésticas con los hijos y el trabajo con sorprendente armonía.

Con humor, nos aclara que “al contrario de lo que muchos creen, las mamás que trabajamos también tenemos las mismas responsabilidades de las que no trabajan, pero el doble de trabajo y por supuesto, inevitablemente el doble de culpa. Todas las mamás que trabajamos sentimos remordimiento porque hay muchas cosas que una se pierde. Nos echamos la culpa por todo, ya sea si les pasa algo, o si se sacan malas notas, pues siempre tenemos la preocupación de que esto sucede porque no estamos en casa. Yo siempre trato de dedicarles tiempo a mis hijos. Los fines de semana tomamos la costumbre de ir a San Ber para hacer vida en familia, vamos solo nosotros cuatro y aprovechamos para estar todo el tiempo juntos, hablar, jugar y compartir.”

Lucía sabe que sus hijos la observan y la admiran. Ellos ven su sacrificio diario y aprenden a ser independientes y responsables inspirados por su ejemplo de trabajo. Las madres de hoy saben que el trabajo no es solo cuestión de realización personal, su motivación laboral gira más entorno a poder ofrecer a los hijos todo lo mejor en un mundo cada vez más competitivo.

Encargarse de todo a la vez no es tarea fácil. A veces uno no sabe de donde las madres modernas sacan la fuerza y sobre todo la energía. Por supuesto que hay días en los que llegan a casa agotadas solo para darse cuenta de que tienen todavía miles de cosas por hacer. Pero ellas saben que no hay que ahogarse en un vaso de agua. Como expresa Lucía al respecto, “Creo que las mamás que trabajamos somos más consideradas con las otras personas, porque aprendemos a ver el sacrificio en el otro. Una empieza a verse en los demás, a comparar y a agradecer lo que uno tiene. Como decía Gandhi: lloraba porque no tenía zapatos, hasta que conocí a un hombre sin pies. Yo veo a diario muchas madres que trabajan y que tienen realidades mucho más duras que la mía y las valoro y las respeto enormemente por eso. Esto también nos lleva a ser solidarias entre nosotras. Cuando una no puede con todo, siempre hay otra madre, sea tu hermana, tu amiga o la mamá de un compañerito, dispuesta a ayudarte.”

Lucía aclara que para estar en todo lo importante es organizarse. “Al trabajar una tiene un esquema muy organizado. Yo personalmente trato de hacer todo, desde ir al súper o al agro shopping, antes de entrar a la oficina. Por supuesto que hago lo posible para estar todo el tiempo que pueda con mis hijos. Como no puedo buscarlos a la salida del colegio porque estoy en la oficina, siempre me encargo de llevarlos por la mañana. Tampoco puedo almorzar con ellos, pero mi marido comparte el almuerzo con ellos a diario. Una aprende a ser práctica. Hasta para elegir el médico de los niños me fijo antes que nada que tan lejos queda el consultorio de mi casa. Para las actividades extra de mis hijos siempre encuentro el apoyo de mi hermana y de la mamá de un compañero que siempre que puede me da una mano. También intento que mis hijos compartan las actividades que hacen fuera del cole, ya sea la natación o el tennis.”

“Trabajar siendo mamá es como una moneda de dos caras. A veces una va a la oficina sin haber dormido la noche entera para trabajar una jornada de 8 horas poniendo todo nuestro empeño y nuestra mejor cara a pesar de estar agotadas. La otra cara de la moneda es cuando por ir a un curso o a un viaje de trabajo, nos perdemos de algo en la familia. De ambos lados una tiene que hacer sacrificios, pero creo que todo esfuerzo tiene su paga. Yo se que mis hijos valoran mi trabajo y ellos saben que cuentan conmigo para todo. Nunca voy a olvidar cuando después de un test que se le hizo a uno de mis hijos para entrar al colegio, la señora que lo examinó se acercó a felicitarme por lo cariñoso y respetuoso que era mi hijo. La verdad es que mis hijos son mi orgullo. Ellos son los premios que recibimos las madres, y sus logros son la prueba que nos demuestra que nuestro esfuerzo no es en vano.”


LA REINA DEL HOGAR
Gloria Bruyn de Ferres, 56 años, Ama de casa
Gloria es madre de 11 hijos y abuela de 6. En su vida los números siempre resultaron sorprendentes. A los 20 tuvo su primer hijo y a los 38 el último. Si sus embarazos hubieran transcurrido todos consecutivamente, hubiera estado embarazada un total de 9 años de corrido. En su casa se usaron pañales de tela por 23 años ininterrumpidos. A los 25 años de casada fue la primera vez en la que se quedó un fin de semana en casa sola con su marido sin ningún niño alrededor. Entre risas recuerda, de lo increíble que fue para ellos encontrarse un día solos después de 25 años y como decidieron celebrar el momento con una botella de champagne.

Con dulzura y serenidad Gloria reflexiona sobre lo que significó para ella la maternidad:
“Con los últimos embarazos me costaba contar a la gente que estaba nuevamente embarazada porque en vez de felicitarme me decían – ¡QUEEE!, Estás loca!!- Nunca voy a olvidar, cuando después de la muerte de mi tercer hijo, Diego, quede nuevamente encinta y un señor se me acercó y me dijo: “siempre es mejor un hijo más que uno menos.” Y esta frase es tan cierta, los niños me llenaron de alegría, de felicidad y de amor. Con cada hijo me sentía purificada. Darles de mamar, velar por ellos, cuidarles de noche me hacía sentir bendecida. No hay nada más lindo que una casa con bebés. Hasta ahora hay bebés en la casa, pero ya son mis nietos. Cuando mis hijos eran chicos, mis hermanos se asombraban como yo estaba tan tranquila con el barullo que hacían a mi alrededor, y yo casi ni me daba cuenta porque estaba ya muy acostumbrada. Ni siquiera podía dormir sin el ruido que hacían mis hijos, tenía que dejar algo abierto para escucharlos. Nuestra casa siempre era y es una fiesta. Siempre nos reunimos a compartir en familia, ahora ya con los esposos y los nietos y la familia sigue creciendo. Con mis siete hijas mujeres tomamos la costumbre de reunirnos cada tanto para charlar en lo que mis hijas llaman “sisters night” reuniones en las que contamos anécdotas, hablamos sobre nuestras vidas y nos reímos un montón. Estas reuniones son muy especiales para mí y verdaderamente las disfruto muchísimo.”

Al hablar con Gloria, uno no puede dejar de sorprenderse por lo numeroso de su prole, pero como popularmente se dice: “no es la cantidad lo que cuenta sino la calidad.” En esta familia tan numerosa, Gloria supo repartir entre cada uno de sus hijos un pedacito de su corazón, de su sencillez, de su don de gente.

“Respecto a mi rol de mamá, creo que Dios me lo dio como misión en la vida. Los hijos son para Dios, nosotros somos sus educadores y ellos son nuestra continuación, por lo que es lindo dejar en ellos todo lo mejor de uno. La madre educa y orienta toda la vida, pero de a poco les va soltando para que hagan su propio camino. Yo eduque a mis hijos con el ejemplo y con dulzura, siempre sostuve que los hijos observan a los padres en todo y que la mejor forma de llegar a ellos era a través del ejemplo. Si en el hogar los padres son tranquilos, no gritan y se respetan, los niños también aprenden a actuar de la misma manera. También me preocupé por brindarles a mis hijos un ambiente lindo que les dé estabilidad emocional y felicidad, porque lo que se vive en el hogar es lo que luego se trasluce en el carácter. A mí siempre me encantó estar en casa, siempre me sentí la reina de mi hogar y tengo la fortuna de tener un marido estupendo que siempre me hizo sentir como una reina. Siempre me sentí plena y realizada en mi labor de madre y me siento orgullosa de cada uno de mis hijos.”


EL MILAGRO DE SER MADRE
Marité Rodríguez, 35, Empresaria

La historia de Marité es una historia que inspira. La maternidad para ella fue una prueba que la hizo pasar por momentos muy difíciles pero que la premió como solo una madre puede ser premiada: con el amor de su familia y la sonrisa y felicidad que hoy encuentra en sus hijos.

“Desde chiquitita mi sueño era ser madre. Siempre soñaba con tener cuatro hijos y todo en mi vida estuvo siempre orientado hacia la esperanza de ser madre algún día, hasta elegí una carrera que me permitiera en el futuro trabajar en casa con mis hijos.”

Marité se embarazó por primera vez después de terminar mi master tras 3 años de casada. “En ese momento estábamos viviendo en Estados Unidos. Todo era un sueño. El momento era ideal, mi embarazo transcurría perfecto y yo estaba llena de felicidad ante la expectativa de ser madre. Pero a las 23 semanas me empecé a sentir mal. Tras una ecografía los doctores me dijeron que no tenía líquido amniótico. Me internaron inmediatamente para hacerme estudios. Esa tarde nos dijeron que no había posibilidades de que mi nena viva y me dieron la posibilidad de terminar con mi embarazo. Fue algo increíble como de un día a otro, lo que era un sueño se transformó en una pesadilla. Pensamos mucho y resolvimos que íbamos a tener fe y no terminar el embarazo. Tuve que mantener reposo absoluto. La beba seguía bien dentro de lo posible y manteníamos viva la esperanza. A las 28 semanas la situación empeoró. Sus latidos disminuyeron y tuvieron que sacar a mi bebecita.” Como no tenía liquido amniótico, sus pulmones no se habían desarrollado bien y estaba con respirador. Aparentemente estaba todo el resto estaba bien, pero sus riñones nunca funcionaron. “A las 12 horas me pidieron que diera la orden de apagar el respirador. Me explicaron que el bebé no sentía nada y era inútil prolongarle la vida de manera artificial. Tuvimos que tomar una decisión muy difícil. La bautizamos, la bañé y estuvimos orando junto a ella. Tenía que tener contacto con ella para aceptar la realidad de lo que nos estaba tocando vivir. Ella murió en mis brazos a los 30 minutos de desconectarse el respirador. Nos quedamos deshechos y volvimos al Paraguay. Nos hicimos muchos estudios para entender cual fue el problema. Pero no había ningún diagnóstico claro de que había causado su muerte.”

En Paraguay decidieron volver a buscar un hijo. Pero fue muy difícil ya que Marité estaba muy ansiosa por ser madre. “Tenía dentro de mí una necesidad tan grande y no lograba embarazarme. Después de un año de intentar sin éxito ser padres consultamos con un especialista en fertilidad y nuestros estudios salieron normales. El médico nos dijo que probablemente esa misma ansiedad que yo tenía por ser madre me estaba impidiendo serlo debido al stress. A los 3 meses de tratamiento me embaracé y el embarazo fue totalmente normal. Ni siquiera tuve que hacer reposo. Con gran alegría recibimos a nuestro primer hijo, quien hizo realidad mi sueño de ser madre.”

Cuando su hijo tenía 8 meses, volvió a embarazarse. Todo fue normal, era otra nena. Pero a los 5 meses sintió que algo no estaba bien. Una ecografía reveló el mismo problema de su primera hija: no tenía líquido amniótico. Los doctores no entendían porque se estaba repitiendo todo ya que no salía nada raro en los estudios. Nadie entendía de donde venía el problema. Nuevamente tuvo que hacer reposo absoluto y someterse a un tratamiento de amnio infusión, en el que te inyectan suero con una aguja muy larga. Es un tratamiento muy doloroso pero necesario para que el bebé pueda desarrollar sus pulmones. “A pesar de todo yo tenía muchas esperanzas. A las 27 semanas empecé a perder líquido por una heridita que quedó en útero. Estuve internada por un mes sin siquiera poder levantarme de la cama y logramos llegar hasta las 31 semanas. Mi bebé nació y respiraba bien gracias al tratamiento que me habían hecho, pero sus riñones no funcionaban. Tenía un problema rarísimo en el cual entraba el líquido pero volvía a salir sin filtrarse porque no se había desarrollado una parte esencial dentro de los riñones. Me aferraba a ella y quería que mi hija viva, pero los médicos no nos daban ninguna esperanza. Lo que tenía era inoperable. Mi hija vivió solo 24 horas. La bautizamos, oramos junto a ella y la sostuvimos hasta que se fue. Volvimos a pasar por todo el calvario que significa perder a un hijo. Yo estaba anímicamente destrozada. Lo único que me mantuvo con vida fue mi hijo. El era muy chiquito, y prácticamente toda su vida me había visto en cama y había vivido ese ambiente de tristeza. Por él tuve que sacar fuerza para estar bien.”

Yo no quería que mi nene sea hijo único, pero al mismo tiempo no podía soportar la idea de volver a pasar lo que pasé. Los doctores me habían dicho que yo no podía tener nenas, solo nenes. Yo quería tener una hija y le dije a mi marido que si Dios no me daba una hija de sangre, yo quería tener una hija de corazón.” Ambos tenían mucho amor para dar y decidieron adoptar.

“Tras varios meses de espera, llegó a nuestro hogar una bebita que solo tenía 6 días de vida. Ella estaba súper desnutrida, era muy chiquitita y frágil ya que en su corta vida había sufrido muchas carencias. El pediatra me dijo luego de verla por primera vez que no me preocupara, que ya iba a ver el cambio que hacía el amor. Al mes cuando la llevé nuevamente a la consulta el cambio era verdaderamente increíble. ¡Mi nena era una bebé totalmente normal y feliz!”

Pasó el tiempo, ella fue creciendo normalmente y después de 2 años decidieron tener otro hijo. “Yo sabía en mi interior que tenía que tener otro hijo. Investigamos para ver si se podía seleccionar el sexo del bebé para asegurar que sea varón. Consulté con una genetista, y ella me explicó que nuestro caso era uno un millón. Los cromosomas míos y de mi marido eran demasiado similares, como si fuésemos hermanos, teníamos los mismos genes sin ser parientes. Al juntarse nuestros cromosomas transmitían las mismas debilidades y había 1 posibilidad de cada 4 de que el bebé tuviera problemas de riñón. Al recibir estos resultados, mi marido me dijo: “vamos a tener fe en que Dios nos va a premiar con un bebe sano.” Sus palabras dejaron una certeza en mí. Yo estaba segura de que todo iba a salir bien. Me hice un tratamiento para aumentar las posibilidades que sea varón. Tres meses pasaron sin noticias. Al cuarto mes el doctor me hizo descansar porque me veía triste y preocupada. ¡Ese mes de descanso me quedé embarazada con un solo óvulo, algo que es muy improbable, casi un milagro!”

“A la semana de estar embarazada sentí dentro mío que a pesar de todo lo que hicimos iba a ser nena otra vez. Mi fe tambaleó y empecé a temer volver a pasar por lo mismo. En este momento tan duro mi familia y mis amigas empezaron a orar para que todo saliera bien. Un día, una amiga mía me contó que una amiga suya que era compañera de Cecilia Cubas había soñado con ella y Cecilia le había dicho “Decíle a Marité que todo va a salir bien”. Cecilia era muy amiga de mi cuñada y esto nos emocionó muchísimo a todos y me llenó nuevamente de esperanza. Yo en ese momento decidí llamar a mi hija en su honor. Y nació súper bien, con 3.850 gr. y sanísima. Cuando supimos que era sana fue un momento divino, todos nos abrazamos llorando y sentimos como si nos hubiéramos liberado de un peso enorme. Gente que yo ni conocía y que había orado por mí se acercó a felicitarme y compartieron mi felicidad.”

“De mi experiencia aprendí que todo el mundo pasa por momentos difíciles en la vida. En estos momentos, recibir el apoyo de tus seres queridos es lo más importante, pues uno no puede sobrevivir sin ellos. Mis padres, mis hermanos, mis amigas y sobretodo mi marido fueron como pilares que me sostuvieron durante todo este proceso. También aprendí que no solo se es madre de sangre, también se es madre de corazón. Hay tantos niños que necesitan que alguien les quiera y hay mucho temor infundado en no poder sentir lo mismo hacia el bebé adoptado. Yo puedo decir que amo a todos mis hijos por igual y que al alzarle a mi hija adoptiva por primera vez sentí en mi corazón que ella era mi hija”

En la vida hay que luchar por lo que uno realmente quiere. Yo quería ser madre y ahora lo soy. A mí me costó muchísimo ser feliz, y mis tres hijos me dieron la felicidad absoluta en el momento exacto. Mi nene me dio fuerza para seguir adelante en el momento en que más lo necesitaba, mi hija adoptiva me devolvió la vida cuando volví a sentir que todo estaba perdido, y mi última nena me devolvió la fe y la esperanza, fue como si la vida me estuviera diciendo: ¡Dios todo lo puede!”

AMOR MULTIPILICADO
Montserrat Caballero, 34, Economista

Montserrat y Christian ya tenían dos nenas, Ernestina de 7 y Constanza de 4. Como muchas parejas decidieron buscar el varón. A los tres meses se enteraron de que no solo llegaba el varón tan esperado, sino que venía acompañado por otros dos varoncitos. ¡Estaba embarazada de trillizos! Recordando ese momento nos confiesa: “Mi marido estaba fascinado, pero realmente para mí fue una impresión muy grande! Por supuesto que estaba inmensamente feliz y asombrada, pero también tenía muchas preocupaciones. Yo había tenido dos embarazos normales y fáciles sin ningún tipo de problema, pero sabía que los embarazos múltiples son más riesgosos y me preocupaba hasta si iba a poder continuar con la vida tan activa que llevo. Me preocupaba que no se desarrollaran bien durante el embarazo y toda la responsabilidad que venia aparejada. Pero gracias a Dios solo tuve que hacer reposo el ultimo mes y los tres nacieron súper sanitos y sin ningún tipo de complicaciones.”

Lo primero que uno pregunta a una madre con trillizos es de donde saca la fuerza. Los tres niños tienen las mismas necesidades, los mismos horarios y una ni siquiera tiene las manos suficientes como para sostenerlos a todo a la vez! Ante esta pregunta, que seguramente ya escuchó mil veces, Montserrat contesta con calma que lo importante es organizarse y esto se logra haciendo todo por turnos.

“Durante el embarazo tal vez una de las cosas que más me preocupaba era como iba a hacer para dividirme en tres. Como yo ya tenía dos hijas, sabía todo el trabajo que acarrea tener un bebé en casa. ¡Ni siquiera podía imaginarme lo que iba a ser tener tres bebés en casa al mismo tiempo! Creo que solo una madre que pasa por una situación similar va a entender esto. Por suerte pude hablar con otras madres de trillizos que me dieron consejos basados en su experiencia y me explicaron como tenía que organizarme. Fue muy simpático y lindo a la vez ver como las otras mamás que yo ni siquiera conocía se solidarizaban para compartir conmigo sus experiencias.”

El nacimiento fue una experiencia hermosa en la que como madre se sintió orgullosa por traer a tres niños sanos al mundo. A pesar de sus temores iniciales, esta experiencia fue una gran bendición para la familia. Bromeando agrega: “Uno de los aspectos buenos de tener trillizos fue que se puede cumplir con todos a la hora de elegir el nombre. Los llamamos Christian, por su papá, Guillermo, por su abuelo y Marco por su padrino!”

Uno de sus principales temores como madre era no saber como repartir el amor y el tiempo. “Yo quería darles todo el cariño del mundo y toda la atención que necesitan los bebés y no sabía como hacer para darles a todos por igual. También me preocupaba desatender a mis dos nenas, que si bien ya estaban más grandecitas, seguían teniendo sus necesidades y sus demandas. Las madres tenemos cada vez menos tiempo para estar con los hijos. Todas las madres tenemos que administrar nuestro tiempo entre el trabajo y la casa. En este tiempo cada vez más reducido, me preocupaba enormemente la idea de tener que dividirme en cinco para asegurar que todos sientan mi cariño y el contacto conmigo. Con esta experiencia, lo maravilloso fue descubrir que el amor de madre se multiplica hasta lo que tiene que multiplicarse, no es que se divide sino que se multiplica. Ves multiplicado el trabajo pero vez multiplicado también el resultado que es verlos bien, sanitos, seguros y felices.”

“El primer año fue muy trabajoso pero muy lindo a la vez. Tuvimos que hacer miles de cambios, hasta tuvimos que agrandar la casa y cambiar de auto y por supuesto tuvimos que reorganizar todo para recibir a tres niños de una vez. En lo laboral, tuve que reorganizar mis horarios de oficina, para tener mayor flexibilidad de tiempo para poder dedicarme a los niños. Ahora que son más grandes es un baile. Los tres están caminando y hay que estar detrás de ellos todo el tiempo.”

Montserrat explica que los trillizos durante el primer año exigen mucho más cuidado. Como generalmente son más chiquitos, hay que controlar mucho su alimentación. También hay que extremar cuidados con su salud, porque cuando uno se enferma todos se enferman. Darles de mamar es muy trabajoso. “A la noche se despertaba uno y les despertaba a los otros. Era todo un trajín. Tenía que darles de mamar por turnos. Cuando le tocaba a uno mamar, los otros dos otro tomaban biberón.”

Ocuparse de cinco niños chicos no es tarea fácil. “Ser madre de trillizos me enseñó a ser organizada. Mí día a día comienza la mañana temprano llevando a las nenas al colegio. Luego vuelvo a casa y estoy con los trillis hasta las 9:00, hora en la que me voy a la oficina donde estoy hasta la 13:30. A la hora de la siesta les hago dormir. Como los tres tienen el mismo horario, tengo dos personas que me ayudan y cada una se encarga de un bebé. Yo trato rotar para que todos tengan contacto conmigo. A la tarde busco a las nenas del cole y las llevo a hacer sus actividades, como el tennis y aprovecho y llevo también a los trillis para pasearlos y que compartan con sus hermanas. Al volver a casa juego con ellos, hago los deberes con las más grandes, y a las 6:30 empieza la hora del baño, que me toma media hora. A la hora de comer cada uno agarra un bebé y para hacerles dormir nuevamente nos turnamos. Mi marido me ayuda bañando a las nenas y luego se encarga de acostarlas mientras yo hago dormir a los trillis con las niñeras.”

“En este momento en que tengo tres hijos de un año, que están en un momento que demandan todo, no tengo tiempo ni para respirar. Como mujer a veces siento que no tengo tiempo para mi, pero esto no me hace sentir mal. Si bien dejas de existir vos como persona única y tu tiempo y tu cabeza están plenamente avocados a ellos, soy conciente de que esto es un momento en mi vida en el que tengo que hacer este pequeño sacrificio. Sé que ya llegará el momento en el que tendré nuevamente tiempo para mí, para dedicarme a mis actividades y a lo que me gusta hacer. Pero en ahora lo principal es disfrutar del tiempo que tengo con ellos, por que los niños crecen rápido, y cuando una se da cuenta terminó y ya crecieron y no te necesitan como antes. Quiero estar todo el tiempo posible con mis hijos, dedicarles mi atención y mi cariño y acompañarlos y por supuesto, disfrutarlos cada segundo.”


UNA MAMÁ DEL CORAZÓN
Josefina Casnovas de Berra, 94, Ama de casa
La hermosa historia de Josefina, nos llega a través de su hijo Andrés Soutter Berra; pues Apita, como cariñosamente es llamada por su hijo y sus nietos, ahora se encuentra muy anciana para recibirnos.

Andrés nos cuenta que Apita vivía en una casa quinta donde tenía animales que eran atendidos por su padre, el veterinario Andrés Soutter. Él la visitaba siempre acompañado por su esposa, Norma Schaerer de Soutter, con quien Apita entabló una entrañable amistad. Apita tenía 50 años y no había podido ser madre. Quería a Norma, a quien casi doblaba en edad, como a la hija que nunca había tenido.

Al año de conocerse ambas, Norma, mi mamá biológica cayó enferma de cáncer. Apita la acompañó durante toda su enfermedad, cuidándola y visitándola constantemente. Estando enferma, mamá se quedó embarazada y con mucha dificultad, debido a su delicada situación de salud, nací yo.”

Josefina y su esposo Carlos se convirtieron en sus padrinos de bautismo. Tras dar a luz, la enfermedad de Norma empezó a avanzar muy rápidamente. Cada vez que su mamá recaía o estaba muy debilitada como para atenderlo, Apita se encargaba de cuidarlo, hasta que en los últimos momentos de la enfermedad de su madre Andy empezó a vivir en la casa de Apita. Norma, antes de morir, agonizando en su cama y rodeada de toda su familia, fijó la mirada en Apita y le dijo: “Solo vos Josefina corregile a Andy.” En ese momento Norma, que ya sabía su destino, le entrega su hijo a Josefina, teniendo de testigo a toda su familia.

Al morir su madre, Andy queda al cuidado de Josefina y Carlos Berra. Con emoción Andrés recuerda todo el amor y la contención que recibió de manos de este ser tan generoso: “Yo tengo muy pocos recuerdos de mi mamá biológica porque solo tenía tres años cuando ella murió. Yo sentía que Apita y Carlos eran lo único que yo tenía y tenía miedo de quedarme solo porque sabía que si les perdía a ellos no tenía nada más.”

Josefina también temía que el padre biológico de Andrés, que tenía todos los derechos, algún día se lo quitara. Este temor no la dejaba dormir por las noches. Al cumplir Andrés 8 años, Josefina y Carlos manifiestan a su padre biológico su intención de adoptarlo. Su padre, que ya había formado una nueva familia, decidió respetar los deseos de su esposa y aceptar la adopción. Así Josefina que ya era la mamá de Andrés en su corazón se convirtió en su mamá ante la ley.

Apita no solo supo llenar el vacío que había dejado su madre sino que siempre tuvo la delicadeza, lealtad y generosidad de mantener viva su memoria. Con admiración Andrés recuerda: “De muy chico recuerdo que Apita puso una fotografía de mi madre en mi mesita de luz. Cada día de la madre, cuando yo le entregaba la rosa del colegio a Apita, al llegar a casa, juntos poníamos esa misma flor ante esta fotografía. Apita siempre la recordaba. Guardó todas sus cosas y de a poco me las fue entregando. Uno de los momentos más emocionantes para mí fue cuando, al cumplir 18 años, me entrego un álbum de fotos y recuerdos que mi madre había preparado para mí antes de morir. Apita lo había guardado por años en su caja fuerte hasta que llegara el momento oportuno en que yo comprenda y valore aquello que me estaba entregando.” Estos actos reflejan el cariño que unió a las dos madres de Andrés y la lealtad de Apita frente al recuerdo de su amiga que le había entregado el regalo más precioso: la maravillosa bendición de ser madre.

Apita se entregó a la crianza de Andrés y a honrar la promesa que había hecho a su amiga en su lecho de muerte. Le dio todo el cariño que solo una madre sabe dar, lo amó con todo su corazón, y hasta hoy sigue diciendo: “el no es mi hijo, es mucho más que mi hijo.”

Andrés recuerda la hermosa infancia que le dio Apita: “Con Apita yo fui inmensamente feliz. Yo me sentía como un rey pues la vida en la casa giraba alrededor mío. A pesar de que la familia de Apita nunca me aceptó como hijo, Apita me hizo sentir siempre protegido, siempre amado. Ella me crió con la verdad y a pesar de saber que no soy de su vientre, y que no tengo una gota de su sangre, yo siento que nací de su corazón.”

“A pesar de que la vida me quitó a mi madre biológica, tuve la bendición de conocer a otros padres que me amaron de verdad, que proveyeron un entorno hermoso, donde crecí seguro y feliz. A pesar de no haberme criado con mis hermanos, tuve excelentes compañeros de colegio que llenaron este lugar.”

Visiblemente emocionado, agrega: “Ahora que ella está anciana, solo quiero darle algo de lo mucho que ella me entregó y poder estar a su lado para que pueda disfrutar de sus nietos que tanto ama, mis hijos: Stephan, Kevin y Norma Josefina. De Apita aprendí que para ser mamá, no importa la sangre. Lo único que importa es el amor. Apita es y siempre va a ser mi mamá del corazón.”

EL CURRICULUM DE UNA MADRE
Patricia Abente, Actriz

“Bueno… no se por donde empezar… Me pedís mi curriculum y empiezo por mi cargo más importante: MAMA que además de su importancia es el que me ha llevado más tiempo (de 12 a 24 horas diarias por 365 días por 33 años por cuatro hijos) Un total de 1.121.280 horas de ser mamá… y todavía no avizoro mi jubilación. Ojo que esto no incluye mis horas de esposa, de sobrina, hija, amiga, artista de teatro etc. etc.

Que te parece? El resto…. Otros roles sin importancias!! Que estudié Derecho, que estudié lenguas, que lave, planche, que cambie pañales, que hice teatro , que atendí un tambo que vendí leche, verduras y frutas, que hice campaña política, que me encanta la poesía, que pinto de tanto en tanto, que tomo litros de café. Ahhh! Pero no te conté todo todavía, trabajo, tengo mi oficina de Marcas y Patentes que me permitió trabajar con mis mis hijos (bebes, y adolescentes) al lado del escritorio, con el aparato de inhalación prendido con ventolin y hojas de eucalipto mientras tecleaba un juicio contencioso administrativo o corregía por cuarta vez el cuaderno de ciencias sobre la “cadena alimenticia “.

En fin…. querida estos solo son detalles… Leí una vez en alguna parte que las mujeres somos de profesión: “DOCTORAS EN DESENVOLVIMIENTO INFANTIL Y RELACIONES HUMANAS”, ya que desarrollamos un programa (yo desarrolle 4) a largo plazo dentro y fuera de la casa.

Como veras mi curriculum no es muy frondoso, pero en compensación es diverso y nada aburrido. Ser mama me lleno de alegrías, y también y muchísimas veces me produjo enormes dolores, que me dejaron cicatrices en el alma. El nacimiento traumático de mi hijo menor y todas las vicisitudes vividas en ese tiempo de dictadura; la muerte de mi nietita y de mi nuera me es difícil aun superar; mi rol de abuela-madre de mi dulce Adolfito, y hoy los ojitos habladores de Lorenzo y el ceño fruncido de mi recién bautizado Bautista me permiten asegurarles que estoy orgullosa del titulo de “DOCTORA EN MAMA Y OTROS ROLES”. Valieron la pena las lagrimas derramadas, las noches sin dormir, las mas de un millón de horas dedicadas a esta profesión cuyo día se festeja porque las alegrías y los amores se multiplican y se multiplican cada día sin parar.”

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