El mes pasado se cumplió un año de la partida del gran
artista Carlos Colombino. Una persona que llenó tantos espacios dentro de la
esfera artística del Paraguay, es de esperar que también deje muchos vacíos.
Pero sin lugar a dudas, lo que más dejó es un vasto legado que puede ser
contemplado en cada uno de sus cuadros, así como también dentro de los muros del Museo del Barro.
Más allá de lo artístico, aunque no alejado de ello,
también dejó mucho sembrado en su hija Lía Colombino, una profesional destacada
y muy comprometida con varios proyectos del quehacer cultural paraguayo. Nos
reunimos con ella para recordar a este gran artista y su legado.
- Se acaba de cumplir un año de la partida de tu
padre. ¿Cómo lo recordás hoy?
Como una persona que vivió intensamente. Y cuya fuerza
vital se podía sentir como una tormenta, como lo describió alguna vez Ricardo
Migliorisi. La ausencia de él se vuelve paradojal porque está en muchos de los
espacios en los que me toca trabajar y vivir. Está en su obra, en el empuje que
contagió a muchos, en el cariño y el amor de sus amigos, en algunos de mis
gestos, en el rostro de mi hermano.
- Tu padre fue una persona que aportó muchísimo al
arte paraguayo, ¿cuál considerás fue su legado más grande?
El haber contagiado a mucha gente el virus del hacer.
Eso es lo que realmente queda, porque se multiplica. Obviamente, su obra: la
pictórica y la museal. Esa tormenta ha construido, y mucho.
- ¿Entre la enorme obra de tu padre, tenés alguna que
sea especialmente significativa para vos?
Hay una obra que tengo de él, no tengo muchas, pero
esa me acompañó en mi estadía en Buenos Aires durante años. La tenía encima de
mi cama, en un departamento muy chiquito. Conozco las vetas de la madera y los
diferentes tonos de verde de esa obra. Pero cuando quiero volver a él, más bien
leo sus poemas.
- Recuerdo hace varios años haber leído una entrevista
muy interesante que le hiciste a tu padre. ¿Qué recuerdos guardás de esta
experiencia?
Su voz, pausada, narrando.
- Me imagino que tus padres fueron elementos decisivos
en tu decisión de dedicarte a la investigación, a las letras, al arte.
¿Recordás algo específico que te llevó a elegir este camino?
Yo escribía desde muy chica, unos poemitas. Así que no
recuerdo nada específico. Lo que sí te puedo contar es que aunque me gustaba el
arte, la historia y las letras, no fue lo primero que estudié porque mis viejos
también me mostraron desde sus prácticas que de la investigación, la docencia y
el arte no se puede vivir todavía en el Paraguay. Entonces hice muchas otras
cosas primero, hasta que luego coincidieron otras que me llevaron hasta este
lugar. Me dedico a todo eso que decís pero hice muchas otras cosas, esas cosas
que uno hace para pagar cuentas. Recién ahora puedo trabajar casi exclusivamente
de lo que me gusta. Y si algo me mostraron mis viejos fue eso: el laburo sin
pausa (lo cual no tomo al pie de la letra, yo me tomo vacaciones, ellos jamás).
Con respecto a mi trabajo del museo claro que hay un
punto importante, el día que el viejo me ofreció ir a trabajar al Museo del
Barro con Osvaldo Salerno, que fue un gran maestro, casi como Pai Mei de Kill
Bill. Y luego, el momento en el que empecé a trabajar con Ticio Escobar, otro
gran maestro.
- Para toda persona que sigue un camino similar al de
sus padres, el ser "hijo de" no siempre es un apelativo agradable.
¿Hoy cómo sentís el ser la hija de Carlos Colombino y Beatriz Chase?
Me hago cargo de eso desde mi lugar y desde las
coincidencias que encuentro con mi propio hacer. Pero como siempre dije, yo no
sé cómo hubiera sido ser hija de otros padres, así que nunca supe muy bien cómo
responder esa pregunta.
- ¿Qué responsabilidad sentís hacia su legado?
Creo que siento más el peso de lo que otras personas
suponen que es mi responsabilidad. Yo hago lo que hago desde mi propia pasión,
una pasión compartida, contagiada, o lo que sea, pero la hice mía.
- ¿Como museógrafa, cómo ves al futuro del Museo del
Barro?
No soy museógrafa. Estudié museología, lo cual no me
hace tampoco museóloga. Aprendí más en el Museo del Barro y el Seminario con
Ticio, que en cualquier otro lado. El futuro del Museo: a ver, hay muchos
futuros posibles. Básicamente creo que el Museo del Barro ha trabajado desde la
contingencia durante toda su historia. Nunca sabemos qué pasará al año
siguiente, si conseguiremos o no el presupuesto necesario, si podremos
completar nuestro calendario, etc. Pero de algo estoy segura: el Museo del
Barro es y será el Museo del Paraguay; no ha habido hasta hoy otro en estos
términos que se sustente tanto tiempo y que proyecte una imagen del Paraguay
así como lo hace el Museo del Barro. Te puede gustar o no, pero ahí está, hace
34 años, vivo, preguntándose cosas más que enunciándolas.
- Contame más sobre la muestra "El Angel de la
Melancolía" que se está exponiendo actualmente en la Galería Fábrica.
Es el homenaje que Osvaldo Salerno y la Galería
Fábrica le hace a Carlos Colombino. Hay obra, bocetos, dibujos y texto que se
relaciona con su obra por lo que dice. Está armada casi como un gran texto,
creo yo.
- ¿Tienen previsto alguna muestra u homenaje a tu
padre para este año?
Nosotros siempre hemos tomado las fechas de
celebración para hacer esas cosas. Tenemos pensado hacer algo para la fecha de
su cumpleaños que es en octubre.
- ¿Qué proyectos tenés con la "Red conceptualismo
del Sur"?
En este momento estamos viendo cómo financiar
muchas de las investigaciones que tenemos cada uno de los miembros de la red.
Se inauguró la última itinerancia de Perder la forma humana en el Centro de
Arte Contemporáneo en el MUNTREF en Buenos Aires. La muestra se había
inaugurado en 2012 en el Reina Sofía, y luego pasó al MALI, en Lima. Con Buenos
Aires se completa un círculo. A mí me gustaría desarrollar un proyecto de
levantamiento de textos primeros de Ticio Escobar, armar un archivo con eso,
además de seguir investigando el archivo de Cira Moscarda, que con eso estoy
desde casi 4 años ya. Y para eso la Red es un espacio de confrontación e
interpelación necesario para mí. He aprendido mucho de tan solo compartir
reuniones por Skype.
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