Fotografía: Mónica Matiauda |
Ana Ayala nació en Asunción en
1973. Desde muy joven realiza cursos de fotografía, transfer, grabado e
instalación. Desde 1994 participa en muestras nacionales e internacionales,
desarrollando su actividad artística y creativa en distintos campos como la
fotografía, el diseño gráfico, el grabado, el collage y el video arte.
En 1999 expuso en Madrid, en el
Salón Internacional del Grabado de la Muestra Estampa. En el 2000 participó de
la Primera Bienal de Grabado del Mercosur, ARTE BA, en Buenos Aires, Argentina
y de la muestra colectiva “El Último Decenio”, en el Museo de Arte
Contemporáneo de Montevideo. Tras estas exposiciones, por mucho tiempo dejó de
exponer su trabajo, aunque esto no significó un cese en su producción creativa,
pues seguía trabajando activamente en el mundo del arte, embarcada en diversos
proyectos colectivos y destacándose en el mundo de la gráfica y de la
editorial.
En el mes de mayo Ana presentó
su primera muestra individual en el Museo del Barro. Con esta anticipada
muestra, Ana Ayala vuelve a exponer sus intrigantes grabados como su saliera de
su crisálida. ¿De qué otra manera llamar a este periodo en que estuvo creando
en solitario, nutriéndose de su propio mundo interior y creciendo en silencio
hasta sentirse suficientemente fuerte y segura para desplegar sus maravillosas
alas oscuras? Porque si comparamos a Ana con una mariposa, deberíamos
indefectiblemente compararla con una mariposa nocturna de intrigantes alas
oscuras.
Es que las obras de Ana Ayala se
alejan totalmente de lo vistoso, leve y colorido. Ellas habitan un mundo lleno
de matices y sombras donde el cuerpo se disecciona para exponer las vísceras o
se transmuta para mostrarse diferente y anómalo. Sus obras tienen esa cualidad
fascinante pero a la vez perturbadora que conmociona y atrae al mismo tiempo
como una especie de magnetismo macabro.
Sus collages transferidos sobre
viejos textos de medicina nos dan un vistazo hacia una expresión sin tapujos,
visceral y sombría, fuerte y contundente. La artista nos permite un atisbo a un
mundo, en el cual la imagen se expresa por encima de la palabra, donde lo
inmaterial trasciende lo orgánico, lo morfológico y lo fisiológico de aquellas
imágenes sacadas de antiguas lecciones de anatomía.
¿Qué te llevó al arte?
No creo que fuera algo preciso,
siempre tuve interés en la música, la fotografía y el cine. Sin proponerme, con
el tiempo hice cursos de fotografía, grabado, y estudié algunos años en el ISA
(Instituto Superior de Arte). También trabajo desde hace mucho en diseño
editorial y gráfico. Pero ahora pienso que quizás el inicio sea durante esos
momentos que uno vive en la infancia y que van marcando cierto interés. En mi
familia recuerdo a tío Carlitos (Dr. Ayala) que nos cantaba canciones para ir a
dormir, también recuerdo una siesta en que mi tía Lena dibujaba mientras
escuchaba un vinilo de Laurie Anderson… y cosas como esas.
En tu carrera artística se produjo un hiatus que ahora afortunadamente se está cerrando para dar lugar a
una nueva etapa. ¿Qué fue lo que te llevó a retomar tu producción artística?
¿Cómo fue este regreso?
Pues realmente no lo tomo como
un regreso, ya que siempre seguí participando en proyectos artísticos grupales.
Pero sí, desde el año pasado volví a producir collages y grabados, esto me
estimuló y quise trabajarlos como serie, luego surgieron propuestas para
exponerlos. Tampoco podría precisarte que hizo que vuelva de forma individual a
la producción artística, pero si te puedo decir que me siento muy estimulada.
Durante este periodo seguiste vinculada al arte a través de tu
trabajo como diseñadora gráfica. Conociendo tu trabajo como diseñadora sé que
el límite entre el diseño gráfico y el arte, en tu caso en particular, es muy
borroso. ¿Creés que existe verdaderamente este límite entre arte y diseño?
En ambos casos estamos hablando
de procesos creativos. La diferencia evidente es la autonomía que tiene el arte
y por supuesto su poder para cuestionar. El arte deja abierta pequeñas ventanas
que nos permiten “ver” lo que de una manera directa nos sería insoportable. En
cambio el diseño busca comunicar mensajes claros, cerrados.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Por lo general me paso horas
escuchando música. Hago una gran colecta de imágenes que recorto con tijeras
afiladas por mi imaginario, vuelvo a ensamblarlas hasta crear escenarios y
personajes. Este proceso suele ser muy minucioso, soy muy detallista y me gusta
que las formas se unan casi sin dejar rastro.
¿Qué técnica
empleaste para esta nueva serie que expondrás próximamente?
Para los trabajos que están expuestos en el CAV/Museo del Barro, trabaje con el collage y las transferencias sobre páginas de viejos manuales de medicina.
Para los trabajos que están expuestos en el CAV/Museo del Barro, trabaje con el collage y las transferencias sobre páginas de viejos manuales de medicina.
Contame más sobre esta exposición. En las obras se percibe una
fascinación por lo anatómico. ¿Qué motiva esta fascinación?
Creo que el cuerpo es como un
mapa que va dejando códigos, y que si se descifran pueden revelarnos secretos
de nuestra propia historia personal. Me gusta mucho trabajar con partes
internas o vistas microscópicas, quizás para hacer aflorar todo lo que está
oculto.
El tono de tus obras es muy onírico pero también oscuro, como si más que de un sueño, provinieran de una pesadilla desconcertante pero a la vez fascinante. Si estoy por el buen camino, me encantaría saber si te llegaste a plantear ¿de dónde surge esta oscuridad y si tuviste respuesta?
Los sueños pueden ser
disparadores de estos constructos en algunos casos. Lo de la oscuridad también
es algo que siempre me fascinó, es una estética con la que me siento identificada.
¿Qué es el arte para vos?
Es un canal que me permite
expresar lo que no puedo de otra manera… El arte no pretende la salvación, en
mi caso, solo busca ser un tamiz para acercarme a lo real.
Fotografía: Mónica Matiauda |
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