La moda no es sobre mirar
atrás. Es siempre sobre mirar adelante.”
-
Anna Wintour
Es una de las caras más conocidas del mundo de la moda. Cuentan que
cuando fue entrevistada por la anterior editora de Vogue Grace Mirabella, ésta
le preguntó que trabajo le gustaría ocupar. La Wintour le respondió: “el tuyo”.
Dicho y hecho.
Desde 1988 se desempeña como la editora de la US Vogue. Para el mundo de
la moda, la Wintour es material de leyenda. Al editarse el libro luego llevado
al cine: “The Devil Wears Prada” (El diablo viste de Prada), todos los dedos se
alzaron para apuntar en su dirección y el hecho de que el personaje de Miranda
Priestly, la villana jefa editora de la revista Runway, estaba inspirado en
Anna Wintour, fue lo que se dice “un secreto a voces”. De hecho, Lauren
Weisberger, la autora, se basó en su experiencia como asistente de Anna Wintour
en la revista Vogue para escribir el libro. ¿Qué hizo la Wintour al respecto?
No se le movió ni un pelo fuera del lugar de su impecable carré. Al Contrario,
respondió con una lección de clase y buen humor, asistiendo a la premier de la
película, vestida de pies a cabeza en Prada.
Anna es famosa por su flacura, su mal genio, su eterno corte carré y sus coloridos vestidos. Adicta a
las pieles (cada año lidera la lista de las peores vestidas del grupo de
activistas de los derechos de animales PETA) y a los lentes de sol (los cuales
no se quita ni en los lugares cerrados), se ha convertido en una de las
personas más poderosas del mundo de la moda. Dentro del mundo de la moda se ha
ganado el apodo “Nuclear Wintour”
(traducida literalmente como la Wintour Nuclear, aunque el significado real
basado en un juego de palabras es Invierno Nuclear) por su carácter frio y
aires de diva A pesar de todas las críticas que recibe esta mujer, todos concuerdan
de que puede permitirse ser altiva, no por el hecho de que lidere una de las
revistas de moda más importantes del mundo, sino por en innegable hecho de que
ella ES la moda.
Su nombre pesa tanto como la revista que edita. Es aclamada mundialmente
por su buen ojo para captar las tendencias y a su favor cuenta el hecho del
apoyo que da a los jóvenes diseñadores, a muchos de los cuales ayudó a alcanzar
el estrellato, como fue el caso de John Galliano, Alexander Wang y Marc Jacobs.
Contar con la gracia de su alteza editorial puede hacer despegar a una carrera,
caer en desgracia con su alteza puede enterrar para la siempre a una carrera.
La Wintour se ha convertido en una especie de institución de la moda.
Admirada por su ojo para cazar tendencias y su apoyo constante a los jóvenes diseñadores,
ha sabido ganarse si no el cariño de la industria de la moda, sin lugar a dudas
su respeto.
Nacida un 3 de noviembre de
1949 en Londres, hija de Charles Wintour, acaudalado director de “The Evening
Standard” y la filántropa estadounidense Elinor Wintour, Anna se crió en la
capital inglesa. Desde pequeña demostró una propensión a hacer las cosas a su
manera. En su adolescencia tomó la decisión de abandonar sus estudios. En una
entrevista al inicio de su carrera, una aún candorosa Wintour confesó: “Ante
los éxitos académicos de mis hermanos y hermanas, yo me sentía bastante
fracasada. Eran muy brillantes, así que imagino que yo traté de ser decorativa.
La mayor parte del tiempo me escondía detrás del pelo y sufría una timidez
enfermiza. En mi familia siempre he sido una broma. Alguien
profundamente frívolo.”
De su padre heredó no sólo su dedicación al trabajo, sino también su
carácter frío. El progenitor de la Nuclear Wintour era apodado por sus colegas
como “Chilly Charlie” (Congelante Charlie).
Mucho antes de Vogue, trabajó para el departamento de moda de Harper’s y
Queen de Londres. Con los años fue trepando la escalera editorial pasando de
publicación a publicación y alternando de Nueva York a Londres, hasta que en
1986 fue nombrada, con tan sólo 36 años, editora en jefe de la Vogue Británica.
Al asumir el cargo declaró: “Quiero que Vogue sea ágil, aguda y sexy. No me
interesan los súper ricos o los infinitamente privilegiados, Quiero que
nuestros lectores sean mujeres ejecutivas energéticas, con dinero propio y una
amplia gama de intereses. Allá afuera hay un nuevo tipo de mujer. Ella está
interesada en el negocio y el dinero. Ya no tiene tiempo para comprar. Ella
quiere saber qué, porqué, dónde y cómo.”
Para 1988 Condé Nast la transfería a Nueva York para ocupar su trono en el
piso 12 del 4 Times Square, nombrándola editora de la Vogue americana. En ese
momento la Vogue, revista líder en el mercado desde 1960, se encontraba
atravesando un impasse, perdiendo terreno frente a la joven publicación Elle,
que llevaba apenas tres años en el mercado.
Wintour contó con libertad y apoyo financiero para revitalizar a la
publicación. Acordaron pagarle un salario de más de 200,000 dólares, más 25,000
dólares de gastos representativos y vuelos regulares en Concord para que
pudiera reunirse con David Shaffer, su marido que trabajaba como psiquiatra en
Londres.
Wintour logró erradicar el llamado “periodo beige” de Vogue (llamado así
porque la anterior editora, Grace Mirabella, había pintado de beige las
oficinas de su antecesora Diane Vreeland, quien las tenía pintada de rojo).
Esto fue una metáfora del tono aburrido que había tomado la revista.
En su reinado de casi 25 años en Vogue, Wintour no solo logró su misión,
la de restaurar el antiguo esplendor de la revista, sino que logró posicionarla
como una de las publicaciones más influyentes de la moda en todo el mundo.
Wintour dio muestras de su inteligencia ampliando el contenido de la revista, y
también el tamaño. La famosa edición de Setiembre de 2007 alcanzó la cifra
record de 840 páginas.
Anna Wintour se caracteriza por sus decisiones arriesgadas y por su
constante determinación de forjarse nuevos caminos. Entre sus innovaciones se
encuentran la de retratar a celebridades para las tapas de la revista como si
fueran supermodelos, e incluir artículos de lujo con prendas más accesibles en
sus producciones de moda. ¡En su primera tapa para la Vogue Americana, la
edición de Noviembre de 1988 mostraba a una modelo vestida con unos jeans de 50
dólares y una remera de Christian Lacroix incrustada en joyas de 10.000 dólares!
Wintour también alejó el encuadre de las portadas de Vogue, para que se
viera más de la modelo, apartándose de los tradicionales primeros planos de
modelos. También empezó a hacer tomas al aire libre para dar un poco de aire
fresco a las portadas que por entonces se hacían únicamente en estudio. Anna
también permitió a sus modelos verse más naturales, con peinados menos
elaborados y rostros menos maquillados. Anna también empezó a incluir
habitualmente como a nuevos fotógrafos de la talla de Annie Leibovitz y Steven
Miesel. Si bien Wintour nunca regresó la revista a la edición de
vanguardia que fue con las dramáticas
tomas preferidas por la excéntrica Diane Vreeland, logró hacer la transición de
aquella Vogue beige de Mirabella a una más moderna, vibrante y elegante.
La estética no fue la única en transformarse. Wintour también dio un giro
al contenido. Antes la revista incluía muchas secciones de variadas de estilo
de vida y ocio. Para llegar a la primera producción o artículo sobre moda,
antes se tenía que pasar por artículos sobre gastronomía, arte, viajes, salud,
deportes y libros. Wintour tomó la decisión de volver a poner el énfasis en la
moda. Ya de entrada la lectora se informaba sobre las últimas tendencias de
moda. El contenido de moda se hizo más profuso, invadiendo todas las secciones
de la revista.
Por supuesto, el ser tan influyente, ha servido de combustible para su
ego. Durante su carrera como editora se ganó la reputación de ser distante,
fría, difícil de trabajar y exageradamente demandante con sus empleados,
exigiéndoles estar flaquísimos, impecables y a la última. Sus caprichos la han
convertido en la comidilla de la prensa especializada. Por ejemplo, cuando
asiste a desfiles, como ya sabe que le darán todos los asientos que desee en la
primera fila, los elige de manera a que sus rivales o personas de su desagrado
queden fuera de su línea visual. Como no acostumbre llevar carteras, sus
subalternos en Vogue tienen que acarrear sus cosas, siguiéndola con sus
pertenencias, uno lleva su celular, otro la agenda, etc. En el mundillo de la
moda los han apodado sus “walkers” o
caminadores.
Otra característica de la temible Wintour es que no tiene pelos en la
lengua y a la hora de decir lo que piensa nada ni nadie la frena. Cuando
decidió poner en la tapa de Vogue a la gigante televisiva Oprah Winfrey, una de
las mujeres más ricas, querida e influyentes de Estados Unidos, no tuvo reparos
en decirle que para poder salir en Vogue debía bajar de peso. Por suerte, la
popular conductora no tomó represalias, pues sabía que al aceptar la portada,
implícitamente debía someterse a la voluntad de Su Alteza Editorial.
Otra anécdota involucra al mismísimo Signor Armani. Según los rumores,
cuando la empresa de Armani insinuó que podría replantear su gasto en
publicidad en las grandes revistas de moda si sus prendas no eran incluidas más
de seguido en las producciones, Anna fue la única editora en cortarle el
rostro. Con el gesto, puso en claro que ningún diseñador, por más importante e
influyente que fuese, iba a imponerse por en cima a sus decisiones. Giorgio no
tuvo más remedio que agachar la cabeza y someterse al imperio de la Wintour.
Para la Wintour la moda está lejos de ser una mera frivolidad. La moda
para ella es un reflejo de los tiempos, una industria poderosa formada por
gente creativa e industriosa que aporta mucho a la sociedad y a la economía. En
una ocasión afirmó: “Si observas cualquier buena fotografía de moda fuera de
contexto, te dirá tanto sobre lo que ocurre en el mundo como un titular de The
New York Times”.
En el 2009 el documental “The September Issue” mostró el tras bambalinas
de la monumental revista y a la Wintour en acción en su día a día. En este
documental se ve a una Wintour dueña de sí misma, con mucha seguridad, aplomo y
mucho menos caprichosa de la Wintour que habita en nuestros imaginarios.
Wintour nunca habla de su vida privada. Consciente de que tiene todos los
ojos encima, siempre ha puesto una barrera férrea en lo que respecta a sus
afectos y sentimiento. En 1999 se divorciò de su marido. Juntos tuvieron dos
hijos: Charles y Katherine, apodada Bee. A pesar de su imagen glacial, Wintour
siempre se ha mostrado dispuesta a ayudar a las causas que le son cercanas.
Desde 1990 ha recolectado más de 10 millones de dólares para la lucha contra el
SIDA. También ayudó a juntar fondos tras los atentados terroristas del 11 de
Setiembre y ayudó activamente en la campaña del presidente Obama.
Junto con el Consejo de Diseñadores de Moda de América (CFDA) ayudó a
crear una fundación para apoyar a los nuevos diseñadores y cada año organiza
una fiesta a beneficio del Costume
Institute del MET.
La “Nuclear Wintour” es innegablemente una de las fuerzas energéticas de
la industria de la moda. Sus decisiones sobre lo que decide en incluir en sus
ediciones son decisivas y generan un efecto en cadena que puede verse reflejado
en tendencias y en otras publicaciones.
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