foto: Laura Mandelik, tapa de la revista Level - Modelo: Carmen Valdivieso - Producción: Valeria Gallarini Vestido: Javier Saiach
Las pieles fueron los primeros abrigos que resguardaron los cuerpos de los seres humanos. Si bien no hay una fecha exacta, se sabe que tanto los primeros homo sapiens como los neandertales vestían con pieles de animales que cazaban. Todas las antiguas civilizaciones, sobretodo aquellas que habitaban zonas muy frías, se valieron de las pieles de animales para aislar sus cuerpos del frío y la nieve. Las pieles en ese entonces no eran artículos de lujo, sino artículos necesarios para la supervivencia.
Con el tiempo, civilizaciones posteriores como los fenicios, egipcios, incas, aztecas, griegos y romanos otorgaron a las pieles gran importancia ritual, pues creían que los protegían en las batallas y las convirtieron en símbolo de poder y lujo. En Egipto, los sacerdotes funerarios vestían pieles de guepardo. Esta tradición radicaba en la ceremonia de apertura de la boca, en la que el religioso tenía que ir al más allá para buscar “yo espiritual” del difunto y regresarlo al cuerpo. Para hacerlo, necesitaba la fuerza, la agilidad, el valor y la astucia que la piel de felino le otorgaba.
Asimismo en la cultura maya, el jaguar estaba asociado directamente al poder, motivo por el cual los gobernantes y chamanes vestían no solo la piel sino también las garras y cabeza de este animal. Los mayas creían que al llevar la piel de jaguar se adquiría los atributos divinos de este felino, que simbolizaba el poder y la energía de la naturaleza. Los tronos de los reyes mayas eran revestidos en piel de jaguar. El jaguar que caza de día y de noche dominaba los dos mundos, el mundo de la oscuridad y el mundo del día y era un símbolo de unidad entre ambos mundos. Por este motivo los chamanes de muchas culturas mesoamericanas y amazónicas vestían su piel.
En la Europa medieval las pieles también eran muy usadas por los gobernantes. Carlomagno llevaba siempre un chaleco de piel de nutria o de ratas para proteger su espalda y pecho. Los reyes bárbaros eran llamados reges pelliti (reyes con pieles) por los romanos. Su uso se debía principalmente a una cuestión climática, pero luego se convirtió en una cuestión de lujo y adorno. En el siglo XIV, el uso de pieles costosas se limitaba a las personas de alta jerarquía social. Las personas de la élite nobiliaria usaban capas revestidas con piel de ardilla siberiana o de armiño (símbolo de jerarquía real), mientras que los de la nobleza menor usaban capas de piel de carnero o cordero.
En el norte de Europa, debido a sus crudos inviernos la peletería se fue perfeccionando y las pieles empezaron a tomar forma de capas, abrigos, guantes, sombreros y estolas que fueron comercializadas entre los pueblos. En el siglo XVII se produce el apogeo de la industria peletera europea.
El comercio de pieles llevó a muchos descubrimientos. La búsqueda de pieles empujó a los rusos a explorar los Urales e internarse en Siberia. Durante la colonia europea en Norteamérica las pieles fueron el principal bien comerciado entre los exploradores y los nativos. El comercio de pieles se volvió tan importante que la “Compañía de la Bahía Hudson”, que controlaba dicho comercio en los territorios británicos, fue una de las organizaciones más importantes de la colonia inglesa. En Canadá, la piel de castor se convirtió en un preciado artículo de intercambio, con el cual los cazadores o trappers compraban todos los enseres que necesitaban. En ciertas zonas, las pieles sustituían a la moneda. Por ejemplo un fusil valía 12 pieles de castor.
Con las nuevas colonias creció el comercio peletero incorporándose pieles de animales exóticos provenientes de las colonias europeas en el mundo. De las colonias norteamericanas venían las pieles de lince y castor, muy preciadas por su impermeabilidad, de las sudamericanas las pieles de nutria y Chinchilla y de las africanas las pieles de guepardo.
Hasta la primera mitad del Siglo XX, llevar abrigos de piel se convirtió en un símbolo de status y opulencia. Los abrigos de marta cibelina, zorro y visón se convirtieron en auténticos productos de lujo a las que todas las mujeres aspiraban.
La batalla animalista: una cuestión de piel
La caza indiscriminada que llevó al peligro de extinción de muchas especies, sumada al invento de materiales sintéticos para resguardar del frío y al surgimiento de los movimientos animalistas afectó notablemente a la industria peletera. Hoy en día existen muchos controles y se prohíbe utilizar pieles de especies en peligro de extinción. Muchos países, solo usan pieles de animales de criadero, provenientes de granjas de animales, donde distintos animales son criados para abastecer a la industria peletera.
Pero estos controles no son suficientes para los animalistas, quienes critican el maltrato que padecen los animales cautivos en las granjas y la crueldad con las que se los mata. Grupos animalistas como PETA empezaron a denunciar con filmaciones, fotografías y manifestaciones los horrores ocultos tras las pieles.
Por otro lado arguyen que nada justifica la gran cantidad de animales que se requieren para hacer un solo abrigo de piel. Para un abrigo se necesitan: 70 visones, 20 zorros y focas bebes, 250 chinchillas y 12 lobos. Si se desea una prenda de piel de marmota, como las que usa el símbolo de la belleza francesa Catherine Deneuve, se requiere sacrificar 200 ejemplares. Los animalistas sostienen que la vanidad no es motivo suficiente para sacrificar y arrancar las pieles de los animales. El siglo XXI presenta demasiadas alternativas sintéticas o “ecológicas” para abrigarse y estar a la moda.
En las dos décadas que PETA ha estado luchando por los derechos de los animales han atacado duramente no solo a la industria peletera sino también a la industria de la moda y a las celebridades que visten con pieles a través de fuertes e ingeniosas campañas anti piel. Celebridades como Pamela Anderson, Claudia Schiffer, Charlize Theron, Eva Méndez y Christy Turlington han posado para sus controvertidas campañas, algunas de ellas totalmente desnudas bajo el slogan “prefiero estar desnuda a llevar pieles”. Un caso muy comentado fue el de la modelo Naomi Campbell, quien aparentemente se olvidó de haber posado para la campaña antipiel de PETA en 1995 y luego fue retratada por los papparazzi con los más variados abrigos de cuanto animal existe en el planeta. La hipocresía y la traición de la Campbell enfuereció a los activistas de PETA, quienes la apodaron “prostituta de la piel”.
Entre sus manifestaciones más famosas se encuentran sus constantes ataques a los desfiles de los diseñadores que venden artículos de piel, en donde activistas irrumpen a las pasarelas llevando carteles y tirando pintura roja sobre las prendas. PETA también organiza boicots contra tiendas que venden pieles, llevado a diseñadores como Ralph Lauren y Calvin Klein a dejar de trabajar con pieles. Pero PETA también tiene diseñadores activistas como Stella McCartney, que siempre se ha rehusado a diseñar artículos de piel, inspirando a otros a seguir sus pasos.
Otro objetivo constante de sus ataques es la revista Vogue y sobre todo su editora Anne Wintour, quien no está dispuesta a renunciar a sus carísimos abrigos. PETA publicó durante el Fashion Week de Milán unas fotos muy poco favorecedoras de la Wintour y de Donatella Versace cubiertas de vistosísimos abrigos con el título: “Las pieles son llevadas por animales hermosos y personas horribles.”
PETA también publica cada año una lista de las estrellas peor vestidas, en la que ranquean a las celebridades más adictas a las pieles y al cuero. Este año las nominadas fueron: Marilyn Manson, Eva Longoria, Lyndsay Lohan, Kate Moss y Kylie Minogue.
Estrellas como Sarah Jessica Parker y Giselle Bundchen también cedieron ante los ataques de esta organización arrepintiéndose públicamente por haberlas usado. Otras estrellas alentaron a miles de personas a donar sus abrigos de piel a PETA para que los entreguen a refugiados en Afganistán y personas sin hogar.
Directores de Hollywood como Oliver Stone y Wolfgang Petersen también se han doblegado ante las campañas de PETA negándose a usar pieles en sus películas y optando por materiales sintéticos cada vez que el guión demande su uso.
Sin embargo, la industria de la moda, sigue ajena al debate ambiental. Unos 170 diseñadores, como Armani, Fendi, Versacce, Valentino, Ferre y D&G, crean cada año una colección de abrigos de piel, con prendas con precios entre 4 mil y 40 mil dólares.
Frente a las críticas de los animalistas, la industria peletera responde que la piel es hoy en día un producto legal y totalmente controlado pues los animales se crían en granjas como los pollos, cerdos y vacas. Para ellos ponerse un abrigo de piel es tan ético como comerse un bife. Los peleteros también se burlan de los ambientalistas que proponen las pieles sintéticas conocidas como “pieles ecológicas”, pues estas no pueden ser consideradas ecológicas ya que no son biodegradables.
Lo innegable es que el activismo de las organizaciones animalistas ha sido efectivo en cambiar la actitud del público frente a las pieles. Las prendas de piel que una vez eran vistas como símbolos de status y poder ahora son cuestionadas y mal vistas. Las estrellas que las llevan son duramente atacadas y cada vez son más los jóvenes que se niegan a llevarlas, considerándolas ridículas, anticuadas y detestables.
El tema de las pieles es ciertamente uno muy controvertido, en el cual hay puntos de vistas muy enfrentados. Ponerse un abrigo de piel ya no es meramente una cuestión de actitud y estilo, sino una cuestión de conciencia. Las pieles son en síntesis el artículo más amado y odiado de la industria de la moda. Ellas son la prenda de la discordia y el centro de una gran polémica animalista. Hoy en día no podemos negar, que a pesar del glamour, la sofisticación y la belleza que ofrecen las pieles ya no se puede llevarlas sin sentido de culpa.
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