La primavera ya está haciendo su magnífica entrada, y con
ella vemos como la vida se renueva. Los arboles se engalanan de flores y todo
parece hermoso, fresco, lleno de vida. ¡Pero sácate! Tenían que pincharnos el
globo y decidir celebrar en esta época donde todo está más hermoso que nunca el
bendito “día de la juventud”. Entonces ahora una ya no piensa únicamente en que
nueva variedad de flores comprar de la Fina Flor, ¡sino como china hacer para
rejuvenecer y no parecer tan marchita!
Llega un punto que entre tanta primavera y tanta juventud,
una ya se siente como la flor que lleva un par de días en el florero…. aquella
flor que fue una vez espléndida y fresca; y hoy sobrevive unos días más al
irremediablemente cruel marchitaje gracias a la aspirina que un alma generosa
tiró en el agüita.
Y la gravedad del asunto es que tarde o temprano el
marchitaje llegará inclemente y ominoso. Y como todo lo que sube tiene que
bajar, empezarán las grandes caídas. Las primeras en caer serán las tetas. Llegará la temida tía Adelaida, la de las
tetascaidas. Llegarán las temidas tetas Natgeo (como la de esa indígena massai
que sale en la tapa de National Geographic, que nunca conoció un corpiño y tras
haber amamantado a una docena de retoños seguramente morirá sin haber conocido
a un cirujano plástico que al menos le levante el ánimo).
Luego sucumbirán los glúteos bajo el peso de la gravedad y
con él paulatinamente todo el resto del cuerpo. Todo, absolutamente todo
empezará a caer. ¡Hasta el pelo! ¡Todas irremediablemente terminaremos como
esas viejitas que vemos en la peluquería, batiéndonos la pelusa gris o
pelirroja hasta la inconciencia!
Y si hasta el pelo se nos terminará cayendo…. Obviamente se
nos cae también el ánimo con el solo pensar en la lucha que tenemos por
delante.
¡Pero que todo se tenga que caer no quiere decir que tengamos que
dejar caer también los brazos! Existen medidas a tomar contra el marchitaje.
Declárenle la guerra al marchitaje y recuerden que hasta su
último aliento seguirán luchando y mientras sigan luchando les queda la
esperanza de que la batalla aún no está perdida.
DECÁLOGO CONTRA EL MARCHITAJE
1.
Encuentren a un cirujano y aférrense a él. De
seguro que para el “retoquecito” número 27 ya les hará descuento. Para cuando
llegues al tercer lifting ya te hará a costo por antigüedad.
2.
Si tu pelo se te cae, nada de dejarlo ir. ¡Pedí
Prestado! Siempre habrá una quinceañera virgen de Quyquyo que te venda con
gusto su cabellera de promesera para tu alargue o tu relleno.
3.
No finjas demencia. No hay nada peor que una
vieja con trauma de adolescente quien cree que porque se vista igual a su hija
quinceañera y hable con acento de teresiana de los ochenta (FLU-IDO) la gente
no se dará cuenta de que su número de cédula no llega a un millón. ¡Basta de
disfrazarse de jovata!
4.
Como disfrazarse de jovata no vale, es hora de
que te identifiques con una vieja digna. Pero no una momificada. Buscate una
inspiración espléndida como Carolina Herrera, Sofía Loren, Carmen Dell’
Orefice, a quienes la edad les dignifica aún más y uno no deja de pensar que
hicieron un pacto con el diablo, o solo sáben más por viejas pero diablas.
¡Aprendan de estas señoras por favor y déjense de imitar a las vedettes con
cara de muñeca inflable!
5.
Empotrate en tu propia dignidad. Volvete
arrogante y aferrate a tu condición de culí DE CUNA. Que ninguna marginal del banlieu venga a pisotear el parquet de
tu mansión de Villa Morra. Aprendete tu árbol genealógico de memoria y con los nombres compuestos de todos tus
ilustres antepasados para que la gente SEPA que podés estar entradita en años,
pero que sos abolengosa. Recuerda siempre que el abolengo te transforma
inmediatamente de un vejestorio a una antigüedad fina.
6.
Cuidá tu piel. Tomá mucha agua y poco sol y
ponete hasta mentolatum como ungüento de belleza si te aseguran que te hará ver
más joven.
7.
Que no te venza tu reuma. No hay nada peor que
el sedentarismo para agilizar el accionar de la gravedad en tu cuerpo. Caminá,
trotá, nadá, corré, zumbá, crosfiteá, yogeá, hacé lo que tengas que hacer para
tonificar tu cuerpo y mantenerlo a prueba de marchitaje.
8.
Evitá todas esas cosas que te hacen ver vieja:
sacarle foto a tus flores del jardín (y menos aún cometas el pecado capital de
subirlas al Facebook o al Instagram), alejá el teléfono de tu cara para poder
leer el chat del wassup (genia agrandá la tipografía antes de declararte
candidata al bifocal), creer que la moda se congeló en 1980 y seguir sacando de
paseo tus jeans de cintura pinzados, acotar a cada rato que “en tu época se
usaba tal o cual cosa” (mejor ahorrate el tiempo y publicá una solicitada en
clasificados de UH con tu fecha de nacimiento), aprender a tejer y guardar tus
ropas de invierno con naftalina (este es sin lugar a dudas el olor a vejez por
excelencia).
9.
Encontrá tu aspirinita. Sí, me refiero a esa
aspirina que se tira al agua del florero para que la flor se mantenga fresca
más tiempo. Todas tenemos una aspirinita. Algo que nos encanta y que nos hace
sentir inmediatamente mejor y rejuvenecidas, ya sea hacerte un buen masaje,
inscribirte a una clase de yoga o escuchar a todo volumen la música de tu época.
10.
Ahora por último, pero no menos importante, es
que nunca descuides tu espíritu de juventud. Sentite joven por dentro, sonreíle
a la vida, mantenete haciendo las cosas que te gustan hacer y no le hagas caso
a los que te dicen que a tu edad no deberías hacer tal y cual cosa. Exorciza a
tu vieja interior y mantené siempre fresca a la jovencita que nunca dejarás de
ser. Al fin y al cabo, todo en esta vida es cuestión de
actitud.
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