Hay ciertas cosas que me
superan: la infame balanza de mi baño, la fama de Justin Bieber, las cenas en
lo de mi suegra, la bruteza de Portillo y la invasión de los hípsters. Y entre
todas ellas, quienes últimamente me dan más dolores de cabeza son sin lugar a
dudas los hípsters. Para ponerla corta, ¡estoy haaaarta de tomar jugos en jarros!
¿Alguien me podría por
favor explicar, en que momento robarle
los lentes de vista setentosos con culo de botella a la abuelita pasó a ser
cool? ¡Si no le quedan bien a nadie y el único motivo por el cual las prójimas
abuelitas lo usan es porque sus cataratas no le permiten verse bien al espejo
ni con los lentes puestos!
Pero antes de adentrarnos
más en este tema, debemos primero identificar quienes son los hípsters. Según
Wikipedia, el termino se originó en 1940 para referirse a los adeptos del jazz
que se caracterizaban por vestir y hablar de una manera determinada, consumir
drogas recreacionales, tener un sentido de humor sarcástico, pobreza auto
impuesta y códigos sexuales relajados. Si le agregamos barba o bigote, una
bicicleta, un trabajo creativo, una religión oriental, clases de yoga y una
dieta vegana, este término perfectamente puede abarcar al hípster
contemporáneo.
Pero no crean que sea tan
fácil identificarlos. El gran problema en identificar a los hípsters radica en
que todos los que parecen hípsters niegan serlo. No van a encontrar ningún hípster
autoproclamado en ningún rincón del planeta ya que la primera característica de
los hípsters es que ellos no se consideran hípsters. Seguro ya tienen una
listita mental de personas que entran perfectamente en la categoría y que se
ofenderían profundamente de que los encasillen en este grupo.
Esta es solo la primera
de una serie de contradicciones…. Como lo suyo es más seguir tendencias que
convicción, suelen ser los reyes de la contradicción. Para empezar, odian todo
lo que está a la moda, pero no se dan cuenta de que todo lo que usan, desde el
reloj Casio digital de los años 80, hasta la banda indie de 1973 que siguen
junto a sus amigos, hasta el chaleco de esquí de los 80s y la remera vintage de
marcas desaparecidas que usa son modas características de la tribu de los
hipsters. Ellos se creen muy originales, pero la originalidad de sus hallazgos
vintage se pierde en el conjunto de los hallazgos vintage de su grupo, y
terminan pareciendo una comparsa disfrazada de los integrantes de “That 70s
show”. El seguir una moda sin darse cuenta de ello, los convierte en los peores
fashion victims del mundo.
Para ser hípster tienen
que estar profundamente comprometidos (en las redes sociales) con una causa
medioambiental. No hay hípster sin causa. Los hípster originarios estaban
genuinamente preocupados por el medio ambiente, por eso empezaron a andar en
bici, reciclar todo, usar ropa vintage, volverse vegetarianos, llevar una vida
saludable y hacer activismo por distintas causas. Las causas de los hípsters
contemporáneos son más que nada una pose. Su activismo se limita a firmar
peticiones online, discutir con todos los caretas y fachas sobre la injusticia
social, y apuntar el dedo inquisidor a quienes usan pieles y comen comida
rapida. Son de los que se proclaman veganos porque comen poca carne, quienes
rescatan animales para postear en el Facebook y creen que van a cambiar al
mundo en su clase de yoga meditando por la paz mundial. Ommmm!
Les gusta ir
contracorriente hasta en las cosas más ridículas. Farrean entre semana para no
encontrarse con los caretas el sábado a la noche y si bien se consideran
abiertos de mente, no tardan en discriminar a quienes curten ondas más
convencionales. Villa Morra les parece un sacrilegio. Ellos curten el centro o
Las Mercedes, por lo que ni se les ocurra invitarlos a un boliche fuera de su
código postal. Odian lo careta, pero aman lo cool…. Si bien esto a mí me parece
medio lo mismo, ellos están convencidos de que existe una profunda diferencia
conceptual…. Que podría identificarse mejor como la diferencia entre el
Reggaetón (música para descerebrados) y la electro cumbia (música para
intelectuales de este siglo).
Aman el vello facial. Se
habrán dado cuenta de que los barbudos están invadiendo el mundo. Si el barbudo
tiene menos de 40 años y no es judío ortodoxo ni árabe talibán, entonces lo más
probable es que se trate de un hípster. Si tiene barba, pantalones chupín y
lentes de marco grueso, tatuajes en arameo y championes Adidas vintage y está
trasladándose en bicicleta, pónganle la firma que están ante un espécimen de
pura raza.
Otra característica de
este grupete es su afinidad con los gustos de la tercera edad. Son como
viejitos precoces. No solo les roban los lentes a las abuelitas, sino que
también comparten su amor por los gatos, por tomar té, por los viejos tiempos y
las manualidades…. Y si son en crochet, ¡mejor!
Lo único que los delata
su juventud es su pasión por las redes sociales, en especial por Instagram y el
twitter. Son de los que instagramean absolutamente todo lo que comen, desde el
batido verde con cambucha orgánica que beben y hasta las hamburguesas de tofu
que cocinan en forma cubica para que tengan más onda. En el twitter exprimen
todos sus muy intelectuales pensamientos y enlaces a los obscuros y rebuscados
grupos, artistas, cineastas y autores que admiran. ¡En este punto hay que
darles un premio al rescate de lo tragado por las fauces del tiempo! Si se
topan con un hípster andando en bici o skateboard en la costanera, pónganle la
firma de que está escuchando con absoluta devoción la banda sonora de una
película de terror setentosa de Darío Argento y hasta son capaces de bailar al
ritmo del tema principal tan poseídos como si se tratara de un tema bailable de
David Guetta. Cuando no están en
movimiento solo escuchan vinilos por la calidad superior del sonido y de seguro
tienen algún boombox como chiche decorativo en su sala.
Otra de sus
características es la pobreza autoimpuesta que obviamente al ver su adicción al
iToascosas y por su puesto el iNomejodas del universo Macintosh, claramente es tan falsa como su
originalidad.
Para ellos slo único importante es que lo que hagan, digan o vistan suene importante, se vea cool y que parezca algo muy complicadamente intelectualizado como para que lo entiendan los cerebros corrientes y trillados.
Hoy la invasión hipster ha convertido, en un par de años, cosas que antes eran consideradas incluso “de mal gusto” en algo “de moda”. Podemos mencionar desde las películas de zombies hasta la caña y de usar frascos de mermelada como vasos, pero no se trata del “objeto” en sí, se trata de glorificar lo irrelevante y volver cool lo poca cosa.
Para ellos slo único importante es que lo que hagan, digan o vistan suene importante, se vea cool y que parezca algo muy complicadamente intelectualizado como para que lo entiendan los cerebros corrientes y trillados.
Hoy la invasión hipster ha convertido, en un par de años, cosas que antes eran consideradas incluso “de mal gusto” en algo “de moda”. Podemos mencionar desde las películas de zombies hasta la caña y de usar frascos de mermelada como vasos, pero no se trata del “objeto” en sí, se trata de glorificar lo irrelevante y volver cool lo poca cosa.
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